Basta de lecciones morales cuando negáis los recursos necesarios para enfrentar esta catástrofe

¡Nacionalizar la banca y las empresas estratégicas para blindar la atención sanitaria pública!

La primera víctima de una guerra es la verdad. La cascada de mentiras groseras que nos vomitan a cada hora los medios de comunicación y los Gobiernos occidentales no hacen más que confirmarlo. De hecho, la guerra de la que nos hablan con aire circunspecto fue declarada por los poderes capitalistas hace décadas, arrasó con los derechos y servicios sociales, creó una desigualdad obscena, degradó el medio ambiente a una escala intolerable y redujo países enteros a escombros. A lomos de esta guerra ha galopado la pandemia del coronavirus.

Ahora podemos entender mejor las razones de una barbarie que ya golpeaba a cientos de millones de hombres, mujeres y niños en África, Oriente Medio y Latinoamérica aplastados por la codicia imperialista. Este capitalismo depredador e insaciable, y solo él, es responsable de la actual debacle económica y social, y de una matanza de inocentes que significará un antes y un después en la historia del mundo. El coronavirus no ha sido más que el accidente que expresa la necesidad.

Todos a una intentan presentar estos acontecimientos como el fruto de una fuerza descontrolada e imprevisible. Mentira, mil veces mentira. Los Gobiernos capitalistas de las grandes potencias conocían perfectamente la gravedad de lo que estaba ocurriendo. Cuando hace ya más de un mes el régimen chino adoptó el confinamiento total para la región de Hubei y de su capital Wuhan (60 y 11 millones de habitantes respectivamente), desde la UE, EEUU o Gran Bretaña no se hizo nada por tomar medidas preventivas efectivas y contundentes.

Al contrario. La completa ausencia de una actuación unificada esconde el interés mezquino de cada burguesía nacional por salvarse a sí misma. La negativa rotunda de proporcionar todos los recursos humanos y materiales necesarios a los sistemas sanitarios públicos, ya de por sí devastados por años de recortes, por no hablar de parar la actividad productiva no esencial ha sido la norma en este caos. La posibilidad de que el escenario que muchos expertos pronostican se materialice, con cientos de miles o incluso millones de muertos en el mundo, es el resultado directo de estas políticas criminales.

¿Proteger las vidas de las personas? No, por supuesto que no, eso no es lo que importa. Lo único que motiva a las instituciones, sea el FMI, la Reserva Federal, el Banco Central Europeo y todos los Gobiernos y parlamentos que actúan como mayordomos del capital financiero, es garantizar y salvaguardar los beneficios multimillonarios de los banqueros, los especuladores, y las grandes multinacionales que cotizan en bolsa. Esa sí que es la gran verdad de esta guerra.

Lecciones de moral

La situación en el Estado español es un buen ejemplo. Los datos “oficiales” del ministerio de Sanidad, que están lejos de la realidad, informan ya de cerca de 2.500 fallecidos y 35.000 contagiados. Pero estas cifras van a ser sobrepasadas con una intensidad pavorosa en las próximas semanas. La cifra de 60 o 70.000 contagiados es mucho más real, y teniendo en cuenta la progresión de muertes debido al colapso de la sanidad pública, los fallecidos pueden superar los 10.000 en un corto espacio de tiempo. El ejemplo de lo que sucede en Italia sirve de guía para entender a lo que nos enfrentamos.

Esta brutal matanza, que se desarrolla ante nuestros ojos, denunciada por miles de trabajadores del sector sanitario que claman por la saturación de las UCIs, la falta masiva de Equipos de Protección Individual (EPIs), de camas hospitalarias, de recursos, planificación y previsión… es lo que está alentando las emanaciones de “moral” que el Gobierno PSOE-Unidad Podemos nos obliga a tragar cada día en sus comparecencias públicas. Parafraseando a Trotsky, en épocas de sacudidas agudas, de guerras y revoluciones, los socialdemócratas desprenden grandes dosis de “moral” igual que las personas sudan más cuando tienen miedo.

Muchas lecciones de moral, y gran cantidad de ellas impartidas por altos mandos del ejército y la policía que nos llaman a combatir como “soldados” en una guerra. Pero acaso los ancianos que mueren abandonados en las residencias, nuestros mayores que tienen que esperar durante días enteros en los pasillos de las urgencias desbordadas, los miles de trabajadores sanitarios que se juegan la vida y se contagian, los de los transportes, de los supermercados y de muchos otros sectores que garantizamos los servicios básicos sin medidas de seguridad y protección, o los que en casas de 30 o 40 metros cuadrados nos las vemos y deseamos con nuestros hijos en este confinamiento y que además sufrimos los ERTEs y los despidos… estos millones ¿Formamos en el mismo “ejército” que Amancio Ortega, Ana Patricia Botín, Florentino Pérez y la plutocracia capitalista que nos ha conducido a esta situación?

Sí, es una guerra, y la clase dominante y sus políticos utilizan las mismas mentiras de las guerras anteriores para ocultar su carácter de clase. La burguesía impone a la sociedad sus fines e intereses, y denuncia a cualquiera que los contradiga por actuar de forma “inmoral”. Ahora, igual que ocurrió en la Primera o en la Segunda Guerra Mundial, levanta la bandera de la unidad nacional: “Todos unidos remando en la misma dirección”. Pero los muertos en las trincheras los ponemos nosotros, mientras una oligarquía de parásitos multimillonarios sigue dictando la política mundial y creando las bases para que la catástrofe aumente cada hora.

El sistema necesita del cemento de la moral. Y esos doctores “democráticos” del capitalismo que son los dirigentes socialdemócratas, tanto los tradicionales como los que se colocan en su flanco izquierdo, no se recatan en dar paletada tras paletada de ese cemento. ¿Con qué fin? Con el de estrangular la conciencia de los millones que padecemos esta guerra, predicando el “sentido común” que lleva a la esclavitud y la sumisión ante el orden establecido.

¿Quién está pagando las consecuencias de esta catástrofe, y quién las pagará aún más duramente cuando la crisis sanitaria se estabilice? Como en todas las guerras, la clase trabajadora ocupamos ahora mismo un lugar bien definido: somos la carne de cañón que perece en el combate, la que pone los damnificados, los desempleados y soporta las calamidades que perseguirán a nuestras familias durante años.

Pedro Sánchez nos dice que lo peor está por llegar. Ya lo sabemos, lo sabemos muy bien. Y también nos señala que estaremos al límite de nuestra “capacidad moral”. También lo sabemos, pues somos nosotros quienes padecemos la escasez de medios sanitarios que obliga a nuestros médicos decidir quién vive y quién muere, quién puede entrar en una UCI y a quién se le facilita un respirador. Pero la cuestión es otra. La cuestión es por qué este Gobierno no ha tenido el coraje y la voluntad de tomar medidas decididas que respondan a los intereses de la clase obrera, de la juventud, de los millones que hoy vivimos al límite esta barbarie.

Sánchez afirmó textualmente: “La sociedad occidental no estaba preparada para sufrir una pandemia”. Pero la sociedad occidental está dirigida por los capitalistas, y sus Gobiernos e instituciones velan por sus intereses exclusivamente. Por eso no ha existido ninguna preparación, mientras las medidas capitalistas que se están adoptando no van a combatir la catástrofe que se cierne sobre toda la sociedad, sino a salvaguardar el orden económico y político que ha conducido a ella.

Sánchez ha reclamado “moral de victoria y valentía”, y para justificar su gestión nos ha dicho que “se hacen de 15.000 a 20.000 test diarios” en nuestro país. ¿Y esos test sólo han dado hasta la fecha 28.000 contagiados? No se puede mentir más descaradamente.

De la misma manera, el ministerio de Sanidad afirma que ha empezado a distribuir entre las comunidades autónomas 500.000 mascarillas para profesionales y 800.000 para pacientes, y ha adquirido más de 700 respiradores y 640.000 test de diagnóstico PCR. Bien. Pero la cuestión es ¿por qué habéis tomado estas medidas ahora, cuando la crisis del coronavirus se prolonga desde hace más de un mes en el Estado español, y hace ya nueve días que proclamasteis el estado de alarma? ¿Acaso era tan difícil atender las llamadas de aviso de los trabajadores sanitarios desde hace semanas y adoptar medidas drásticas?

Durante décadas tanto el PSOE como el PP han aplicado recortes y privatizaciones salvajes que han acarreado consecuencias dramáticas, y lo han planteado en nombre del “bien común”. Esos recortes eran necesarios para que la sociedad funcionase nos decían. La realidad es la contraria. Esos recortes llenaron los bolsillos de los banqueros, que fueron rescatados con cientos de miles de millones de euros del patrimonio público, y de las grandes empresas españolas y las multinacionales extranjeras, que se hicieron de oro gracias a las privatizaciones masivas de empresas estratégicas, incluyendo la sanidad y la educación pública.

Las recetas neoliberales eran la quinta esencia de la moral dominante, que todos los partidos del sistema aceptaban sin rechistar. El PP de Madrid robó, según la Audiencia Nacional, 1,88 millones de euros en los siete hospitales públicos de gestión privada en los que ahora faltan 608 camas. Cerraron una de cada cinco camas de los hospitales madrileños (hay casi 3.000 menos que en 2012), recortaron la plantilla en 3.200 trabajadores en diez años, aumentaron exponencialmente las listas de espera y deben 722,3 millones a las empresas privadas que gestionan esos seis hospitales públicos, cuyos servicios se han encarecido notablemente. Madrid dedica el 3,7% de su PIB a gasto sanitario, muy por debajo de la media estatal, que es de un 5,5%, mientras que países como Alemania o Francia dedican más del 8%. ¿No existe una relación evidente entre estos recortes sangrantes y la elevada mortalidad de la pandemia en Madrid?

Lo que ha hecho el PP en Madrid también se puede aplicar a Catalunya, Euskadi o Andalucía y al resto de territorios. No hay variaciones sustanciales: las agresiones a los servicios sociales, en nombre de la moral del libre mercado, ha sido el santoral de todos los partidos que sostienen el capitalismo. En todo caso, unos lo hacían absolutamente convencidos y con la arrogancia típica de su clase, y otros lo enmascaraban como “medidas excepcionales” dictadas por la crisis.

Una guerra de clases se libra en todo el planeta. Si alguien lo duda solo tiene que esperar a ver lo que sucederá estas semanas. Por eso no son casuales las intervenciones constantes de mandos militares y policiales dando arengas marciales y “morales” a la población. Sánchez cede cada día más protagonismo a los uniformados, porqué está dispuesto a seguir las instrucciones de la clase dominante hasta el final. Y este es un asunto muy serio.

Acostumbrarnos a las patrullas conjuntas de militares y policías, predispone psicológicamente a la población para cuando mañana, en nombre de la excepcionalidad de la situación, impidan manifestaciones y huelgas, reprimiendo nuestros derechos democráticos cuando nos levantemos por millones. Ellos se están preparando a conciencia, por eso debemos tomar nota y hacer exactamente lo mismo.

Lucha de clases como nunca

La crisis actual no es solo sanitaria. Asistimos al derrumbe del sistema capitalista, a una depresión global mucho más devastadora que el crack de 1929, al estallido de todas las contradicciones económicas, sociales y políticas que se han acumulado durante décadas de ataques a los servicios públicos, recortes, desempleo de masas, empobrecimiento y desigualdad.

Por eso la “unidad nacional” que pregona el Gobierno es una completa falacia. Los capitalistas no tienen la intención de hacer ningún sacrificio. Al contrario, cargarán sobre los recursos públicos los efectos devastadores de esta hecatombe para salvar su cuenta de resultados. Lo estamos viendo ya en forma de ERTEs en empresas y multinacionales que han obtenido en 2018 más de medio billón de euros de beneficios. Y, también, con los contratos millonarios que muchas de ellas están firmando con el Gobierno para fabricar material sanitario o atender a enfermos en hoteles “medicalizados”, mientras alas enteras de hospitales públicos permanecen cerradas y las residencias de nuestros mayores son abandonadas a su suerte y convertidas en auténticos mataderos.

Pablo Iglesias, Alberto Garzón, Pedro Sánchez… los aplausos de la CEOE o el PP a vuestro llamado “escudo social” deberían haceros pensar qué estáis haciendo mal. En lugar de sacar a los militares, pasar a la acción con medidas que defiendan a los trabajadores. Paralizar ya toda la actividad productiva que no sea esencial. No podéis ampliar el estado de alarma 15 días más para evitar la propagación de los contagios, y al mismo tiempo permitir que millones sigamos trabajando solo para llenar los bolsillos de los empresarios.

Este Gobierno fue votado por millones de trabajadores y jóvenes. ¡Actuar en defensa de la población nacionalizando inmediatamente la banca y las empresas estratégicas (muchas de ellas eran estatales y fueron privatizadas) para resolver esta emergencia sanitaria, social y laboral! En todo el mundo, y en el Estado español también, las políticas capitalistas han fracasado por completo. Si seguís adoptándolas, la catástrofe será aún mayor. Dinero y riqueza hay mucha, la producimos los trabajadores, pero queda en manos de una minoría a la que le importa un bledo la vida de millones de personas.

Los trabajadores tenemos que pasar a la acción directa, desde abajo. Sólo la clase obrera tiene la capacidad de enfrentar estas circunstancias con éxito. Debemos exigir a nuestros sindicatos que paralicen toda la actividad no esencial, y solo podremos conseguirlo impulsando acciones en los centros de trabajo. Debemos organizar asambleas y votar democráticamente la paralización de la producción y la actividad, como ya han hecho muchos compañeros y compañeras en empresas de la automoción y de otros sectores.

Los comités de empresa de todos los sectores industriales, junto a los delegados sindicales y a las plantillas tenemos que tomar el control para reconvertir la producción y fabricar inmediatamente todo el material necesario: desde respiradores, que se podrían producir rápidamente en la SEAT, en VW, Citroën, Opel… cuyas cadenas de montaje se pueden adaptar fácilmente, a todas las empresas textiles, empezando por Inditex, para que fabriquen batas, mascarillas y equipo sanitario urgente.

Hay que movilizar todos los recursos financieros y productivos, que deben ser nacionalizados inmediatamente, bajo el control de asambleas de trabajadores y comités votados y constituidos para tal fin, en coordinación con los empleados sanitarios de los hospitales. ¡La clase obrera sabe muy bien lo que se necesita, como producirlo y como asignar estos recursos con eficiencia! En la sanidad pública, las y los médicos, enfermeras/os, personal de mantenimiento, limpiadoras/es… debemos crear comités de control y gestión de los recursos, y corregir todas las decisiones contraproducentes de los gerentes.

Los mayores responsables de la política mundial parecen niños correteando por la pendiente de un volcán antes de una erupción. Los grandes poderes capitalistas, más divididos entre ellos que nunca, no calculan los efectos de esta catástrofe en la conciencia de las masas. Años de privaciones y empobrecimiento han generado una rabia colectiva que no deja de crecer, y que se hará aún más explosiva.

Sólo la socialización de los medios de producción puede resolver el colapso económico y la barbarie que se dibuja ante nuestros ojos. Las fuerzas productivas mundiales necesitan un nuevo sistema social que las organice y planifique armoniosamente y democráticamente. Pero el socialismo no caerá como fruta madura, sino como resultado de la intervención consciente de la clase obrera y la juventud en la acción.

A través de su experiencia, y un gramo de esta terrible experiencia es más valiosa que una tonelada de teoría para las grandes masas, los trabajadores al frente de los oprimidos extraerán las conclusiones políticas y prácticas oportunas. Necesitamos construir un partido revolucionario capaz de afrontar con éxito esta tarea: los expropiadores serán definitivamente expropiados, y la riqueza generada por el trabajo asalariado será puesta a disposición de la auténtica justicia social. La victoria del socialismo será también la victoria de la humanidad.

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