Primero chupáis la sangre a los proletarios y luego practicáis con ellos autocomplaciente filantropía, presentándoos ante el mundo como benefactores de la humanidad cuando dais a las víctimas una centésima parte de lo que les pertenece

La situación de la clase obrera en Inglaterra, F. Engels, 1845

La campaña de propaganda sobre las donaciones que millonarios, empresarios, futbolistas y famosillos de lo más variopinto vienen haciendo a cuenta de la crisis provocada por el coronavirus nos trae a la memoria esta frase que Engels utilizó hace 175 años, y que sigue tan vigente como entonces.

Y es que los esperpentos vividos estos días a cuenta de las limosnas de Amancio Ortega no se pueden entender sin la maquinaria de propaganda salvaje puesta a todo trapo por los capitalistas y sus medios de comunicación: vídeos de trabajadores de Inditex felicitándolo por su 84 cumpleaños o ambulancias que hicieron sonar sus sirenas delante de la casa de Amancio como muestra de agradecimiento. No sabemos si “el benefactor” tuvo a bien salir a la ventana para agradecer dicho gesto.

La propaganda del rico a cuenta de la necesidad del pobre

Este tipo de campañas no son novedosas, y se desarrollan con más intensidad en momentos de crisis. Desde 2008 hemos visto como han proliferado, especialmente en Estados Unidos. Bill Gates (Microsoft), Jeff Bezzos (Amazon y actualmente la persona más rica del mundo, según Forbes) o Warren Buffet son solo algunos de los más de 200 multimillonarios que han formado parte de este circo. Curiosamente ninguno de estos filántropos ve mermadas sus cuentas, todo lo contrario.

En el Estado español esta “moda” la recuperó Amancio Ortega hace años, a cuenta de los 320 millones de euros donados para comprar máquinas e instrumentación en la lucha contra el cáncer. Ahora, en plena pandemia, su fundación ha anunciado la donación al sistema público de salud de tres millones de mascarillas, 1.450 respiradores, un millón de kits de detección del Covid-19, 450 camas hospitalarias y otro material de protección variado (gorros, guantes o batas). Todo ello valorado en 63 millones de euros.

Tras él han salido a la luz otras muestras de bondad empresarial. De todas las iniciativas la más significativa ha sido el anuncio de las principales empresas del IBEX35 de crear un fondo de ayuda para la compra de material. El BBVA, el Banco Santander, Inditex, Iberdrola, Telefónica y Endesa han anunciado que pondrán 25 millones de euros cada una, y que dejan la puerta abierta a que se sumen el resto aportando la cantidad que estimen oportuno. Y con estos 150 millones de euros, sus sobras y calderilla, pretenden darnos lecciones de moral, compromiso y solidaridad.

Lo último en todo este circo ha sido la plataforma de recogida de donaciones privadas que ha puesto en marcha la Comunidad de Madrid (el PP), a la vanguardia en supresión de impuestos a los ricos y en privatizar los servicios sociales, y que en 24 horas ha recaudado más de 4,5 millones de euros.

La caridad no es “ayuda”, es un negocio

Lo primero que hay que decir es que estas donaciones, suponiendo que sean ciertas, son simples limosnas, una parte ridícula de las fortunas que manejan. En el caso de Amancio Ortega los 63 millones, respecto de los 3.600 millones que ganó el año pasado, representan el 1,7%. En el caso del IBEX 35, los beneficios declarados el año pasado por las seis compañías arriba mencionadas superan los 19.500 millones de euros, es decir, los millones donados apenas suponen un 0,77%. A esta miseria debemos restar el 35% que podrán deducir fiscalmente en la próxima declaración de la renta, con lo que Amancio Ortega apenas donaría un 1% y las empresas del IBEX 35 un 0,5%.

A la par, pagan unos impuestos ridículos. Por ejemplo, según datos de la Agencia Tributaria, la Comunidad de Madrid deja de ingresar cada año 995,6 millones de euros solo con el Impuesto de Patrimonio, debido a las bonificaciones que en su día puso en marcha Esperanza Aguirre. Pero no solo es Madrid. José María Mollinedo, secretario general del Sindicato de Técnicos del Ministerio de Hacienda (Gestha), denunciaba recientemente que las grandes empresas pagaban en 2008 una cantidad en impuestos que todavía hoy no se ha recuperado. En 2007 aportaron al Estado más de 44.000 millones de euros por Impuesto de Sociedades, en 2018 la cifra era de 24.000 millones. Según Mollinedo: “Es el único impuesto que no ha recuperado su recaudación”.

Las cifras oficiales de Amancio Ortega en 2018 son que de los 1.761 millones de euros de beneficio bruto, atribuidos a todos sus negocios en territorio español, ha pagado 380 millones a la Agencia Tributaria, lo que representa un 21,6% respecto a los beneficios. Es decir, un multimillonario con semejantes beneficios paga un porcentaje similar o inferior al que paga cualquier trabajador.

Y a todo esto tenemos que añadir la evasión (el propio Amancio fue condenado en 2013 a pagar 33 millones de euros a Hacienda), y elusión de impuestos (mediante mecanismos como las SICAV o el ocultamiento de capitales en paraísos fiscales) o la presentación de ERTES para que el Estado asuma el salario de sus trabajadores. Por ejemplo El Corte Inglés, que anunció la donación de ropa de cama para el hospital de campaña en IFEMA, presentó un ERTE para 25.900 empleados. O Inditex que ha anunciado que enviará a un ERTE a 25.000 empleados a partir del 15 de abril, si el estado de alarma continúa para entonces. No, señores, no queremos su caridad, os señalamos. Ustedes son los principales responsables de la miseria económica y la desigualdad social creciente.

Detrás de la filantropía está la explotación

Nada de esto debe sorprendernos. Por más obvio que sea, es bueno recordar que nadie se ha hecho rico con su propio trabajo, sin explotar a nadie. Y en el caso de Amancio menos que en ninguno. Su fortuna, que en los últimos dos meses ha caído en 22.000 millones de euros, asciende a 44.000 millones de euros, la mayoría procede del grupo Inditex. Para que seamos capaces de calibrar la cifra basten dos datos: si la repartiéramos entre los españoles nos corresponderían unos 1.000 euros a cada uno, y si la comparásemos con un país sería 15.000 millones de euros mayor que el PIB anual de Bolivia.

Inditex siempre ha basado su éxito en la explotación de seres humanos. En una primera etapa con la explotación laboral de miles de mujeres gallegas. Utilizando la subcontratación de los trabajos a cooperativas creadas especialmente para nutrir de empleo sin derechos a la pujante industria textil gallega (Roberto Verino o Adolfo Domínguez también se aprovecharon de este subempleo para desarrollar sus negocios), o explotando directamente a muchas mujeres que trabajaban en sus propias casas.

A esta época le sucedió su expansión mundial, y con ella la deslocalización de la producción a Marruecos, Turquía o Bangladesh. Las mujeres gallegas, sin derechos y con ínfimos salarios, no pudieron competir con los sueldos de miseria (en muchos casos inferiores a los 100 dólares al mes) que el bueno de Amancio paga en estos países o con el trabajo esclavo de niños.

Basta ya de limosnas, queremos derechos y justicia social

El problema ni siquiera es, como denunciaba Pablo Iglesias antes de llegar al Gobierno, que paguen más o menos impuestos. No es un problema de cómo redistribuimos. Los impuestos en el fondo, incluso los directos, no son justos. Porque no significa lo mismo el 1% para una familia trabajadora que ingrese 20.000 euros al año que para Amancio Ortega.

El problema es la existencia misma de estas fortunas en manos privadas, que individuos como Amancio Ortega dispongan de un 50% más de recursos que una nación rica en materias primas como Bolivia. Y eso este año, porque el pasado disponía de más del doble. Fortunas levantadas sobre el sufrimiento de miles de millones de seres humanos por todo el planeta.

La caridad juega un papel fundamental en los momentos en que los explotados miran a los ojos de los explotadores y les señalan como los responsables de su miseria. Son operaciones de marketing que buscan desviar esa mirada hacia otro lado. Es una forma más de dominación, ideológica y moral, de la clase dominante. Por supuesto, también sirve a estos parásitos para lavar su conciencia. Para lo que no sirve es para terminar con la explotación y la miseria creciente sino para justificarla, especialmente en momentos críticos. Es otro síntoma más de la debilidad de los capitalistas y de las oportunidades que vamos a tener en este período para acabar con la miseria y la hipocresía del capitalismo.

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