Las elecciones del próximo 4 de mayo en la Comunidad de Madrid tienen una enorme trascendencia para las familias trabajadoras, para todas y todos los que vivimos en los barrios obreros y ciudades del sur. El PP madrileño se ha hecho sin ningún pudor con el discurso de Vox y juntos quieren imponernos dos años más de pesadilla. ¡Hay que evitarlo a toda costa!

¿De qué libertad nos habla Ayuso?

Ayuso nos habla de “libertad o comunismo”, pero su libertad es la de la corrupción y los pelotazos inmobiliarios, la de los desahucios, la de la máxima explotación en las condiciones más precarias, la del abandono de los barrios más humildes y las colas del hambre.

La lideresa de la privatización de la sanidad, la educación y los servicios sociales representa a la élite empresarial que se ha llenado los bolsillos con el saqueo de los recursos públicos. Es mentira que abogue por la libertad cuando hemos pagado tan duramente su gestión criminal en este año de pandemia.

Madrid ha cosechado el récord de mortalidad en 2020, muy por delante del resto de territorios. En las residencias de mayores de la Comunidad, privatizadas al 90%, han muerto más de 6.000 abuelos y abuelas abandonadas a su suerte. La sanidad privada también ha hecho su agosto firmando convenios con el Gobierno del PP y cobrando 700 euros por paciente y más de 2.000 si ingresaba en UCI. Este fabuloso negocio a costa de nuestra salud ha tenido otras consecuencias: la atención primaria está arrasada y no se han contratado los profesionales sanitarios que requería la situación.

Isabel Díaz Ayuso y su partido, herederos directos de una dictadura que asesinó a diestro y siniestro, nos quieren dar lecciones de libertad. Pero los que impusieron una mordaza al pueblo, arrojaron a la cárcel y al exilio a cientos de miles de luchadores, los mismos que basaron su “orden” en la violencia contra la mujer, la homofobia más despreciable y el clericalismo oscurantista, son todo lo contrario a la libertad.

Combatir al fascismo

El 4 de mayo debemos acudir masivamente a las urnas y derrotar a estos reaccionarios. Pero votar no es suficiente.

La decisión de Pablo Iglesias de dar la batalla a Ayuso y Vox ha supuesto un cambio evidente en las perspectivas electorales. No es casualidad que la reacción y su escuadra mediática hayan arreciado en sus ataques histéricos contra el secretario general de Podemos. La razón es obvia: Iglesias ha conectado con el sentimiento de todos aquellos que queremos combatir al fascismo.

El punto de inflexión que significó la rebelión de miles de vecinos y vecinas de Vallekas contra la provocación de Santiago Abascal y Rocío Monasterio, a pesar de la violencia policial y de los golpes que sufrimos, marcó el camino. Desde ese momento ha quedado mucho más claro que no se puede blanquear a la ultraderecha, que no les podemos dejar la calle, que no podemos confiar ni en la justicia, ni en las fuerzas del orden, ni en las instituciones del régimen del 78 para frenarlos. Los fascistas de Vox están protegidos no solo por el PP, sino por todos aquellos que obtienen grandes ganancias del actual statu quo, los recortes y la austeridad.

El ataque con cócteles molotov contra la sede de Podemos en Cartagena o las amenazas de muerte contra Pablo Iglesias, sus padres e Irene Montero, y las cuatro balas de Cetme que la acompañaban, son parte de una estrategia global que pretende intimidar a la izquierda que lucha, a los activistas, a los sindicalistas, a nuestros hermanos y hermanas migrantes.

Pablo Iglesias ha señalado la impunidad de la que disfrutan los fascistas. Pero esta impunidad ha sido tolerada por todos los Gobiernos desde la Transición, y refleja que el aparato del Estado no ha sido depurado de los franquistas que lo dominan. El PSOE tiene una gran responsabilidad en ello.

Hace poco más de un año que Pedro Sánchez aceptó a regañadientes la formación del Gobierno de coalición, pero desde entonces ha tratado de incumplir y sabotear los puntos más progresistas del acuerdo con Unidas Podemos. En este tiempo ha defendido apasionadamente la institución monárquica, votando junto al PP, Vox y Cs contra cualquier comisión parlamentaria para investigar la corrupción del emérito. Se ha negado en redondo a derogar la contrarreforma laboral y de las pensiones. La Ley Mordaza se ha seguido utilizando para multar a los que luchan y se ha enviado a la cárcel a un rapero como Pablo Hasél por criticar a la monarquía, mientras la juventud soportaba una salvaje violencia policial.

El PSOE ha rechazado poner límites a los alquileres y los desahucios se siguen multiplicando. El “escudo social” se presentó como un gran logro, pero si somos realistas es completamente insuficiente para hacer frente al tsunami de pobreza y desempleo que nos afecta. Es más, los escasos recursos de ese escudo contrastan con los más de 200.000 millones de euros entregados a la banca y al IBEX 35, que ahora responden con ERE masivos y el despido de decenas de miles de trabajadores.

El compañero Pablo Iglesias planteó que la participación de UP en el Gobierno supondría arrastrar al PSOE hacia la izquierda, pero los hechos demuestran lo contrario. Hay que sacar conclusiones.

Para derrotar a la ultraderecha hay que defender una alternativa de izquierdas que realmente lo sea

Cuando Pablo Iglesias se levantó en el debate de la SER respondiendo con firmeza al desprecio mezquino de Rocío Monasterio tuvo un efecto eléctrico entre la base social de la izquierda. De hecho, arrastró a la candidata de Más Madrid y también a Ángel Gabilondo, del PSOE, que en estos días ha tenido que cambiar de registro, renunciando a su deseo de gobernar con Ciudadanos.

¿Qué demuestra todo esto? Que hablar claro y utilizar un lenguaje contundente no asusta a los trabajadores y la juventud. Lo que realmente desmoviliza y desmoraliza a nuestra clase es que organizaciones de la izquierda, como ha ocurrido durante tantos años con el PSOE, cuando llegan al Gobierno tardan muy poco en abandonar sus promesas y en someterse a la oligarquía financiera. También la experiencia frustrante de los llamados “ayuntamientos del cambio” va en este sentido. Madrid fue un ejemplo paradigmático de esto.

El 4M hay una oportunidad para derrotar a la ultraderecha de Ayuso y Vox. Pero lo fundamental es defender con arrojo un programa genuino de izquierdas que se apoye en la movilización y en la fuerza de la clase obrera y la juventud para hacerlo realidad.

Desde Izquierda Revolucionaria estamos participando activamente en esta campaña, levantando la bandera del socialismo, contra los recortes y las privatizaciones, contra el fascismo. Y, sin ocultar nuestras diferencias, pedimos públicamente el voto a Pablo Iglesias y a Unidas Podemos.

Es la hora de la lucha y la organización

¡Únete a Izquierda Revolucionaria!

  • Defender la sanidad pública: invertir masivamente en los ambulatorios. Nacionalización de la sanidad privada y de las farmacéuticas. Liberar las patentes privadas de las vacunas.
  • Plan de choque para rescatar la enseñanza pública. Gratuidad total desde infantil hasta universidad.
  • Prohibición por ley de los desahucios. Expropiación de las casas vacías en manos de bancos y fondos buitre para crear un parque de viviendas públicas con alquileres sociales.
  • Derogación íntegra de las contrarreformas laborales y de las pensiones.
  • Subsidio de desempleo de 1.200 euros al mes.
  • Contra la violencia machista y la justicia patriarcal. Plenos derechos para la comunidad trans.
  • Dignificación de nuestros barrios, fuera las casas de apuestas. Incorporar a la red pública los servicios de la comunidad y del ayuntamiento que han sido privatizados.
  • Transporte gratuito para los parados, para los jóvenes menores de 30 años y para los mayores de 60.
  • En defensa de la libertad de expresión. ¡Fuera la Ley Mordaza!
  • ¡Basta de criminalización y de violencia policial contra la juventud! Por el derecho al voto a los 16 años.
  • ¡Basta de racismo! Derogación de la Ley de Extranjería y de los CIE. Derecho al voto para la población migrante.
  • Frenar la catástrofe medioambiental con una planificación socialista y ecológicamente sostenible de la economía.
  • Nacionalización de la banca para levantar un auténtico escudo social que acabe con el desempleo y la pobreza.
  • Por la república socialista. Por el derecho a la autodeterminación.

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