En el pasado verano y tras doce años en la primera línea de la política, siempre en posiciones dirigentes, con los focos de la prensa y la televisión cultivando su imagen pública, con un buen salario como diputado en varias legislaturas y en la última ejerciendo de ministro de Consumo, Alberto Garzón abandonaba la política “para dedicarse a su familia” porque, según afirmó ,“la política es una trituradora de personas”.

Pero ojo. Este señor tan joven pero tan experimentado en las maniobras del parlamentarismo, tan defensor de Sumar y de no hacer ruido, tenía un plan. Y esta semana el plan ha sido desvelado para escándalo de miles de militantes honestos de la izquierda y del movimiento obrero, de luchadores que han entregado su vida, sus recursos, han sufrido despidos y represión y mil penalidades por defender la causa obrera.

Alberto Garzón tuvo que reconocer que tenía acordado un jugoso contrato para integrarse en la consultora Acento fundada por el exministro del PSOE José Blanco, y dirigida por un reaccionario como el expresidente del PP vasco Alfonso Alonso. La empresa en cuestión es un lobby de presión que aprovecha los contactos adquiridos por altos cargos políticos y los utilizan para mejorar las posiciones de negocio de grandes multinacionales, empresas de todo tipo y de Gobiernos extranjeros interesados en reforzar su imagen e influencia. Es decir, Garzón se integraba en el sistema de las puertas giratorias que tantas veces denunció.

Algunos de los clientes más conocidos de Acento, y es algo que Garzón sabía perfectamente porque no tiene un pelo de tonto, son firmas dedicadas al sector del juego, las mismas que han sembrado los barrios obreros de nuestras ciudades de casas de apuestas y, ni más ni menos, la monarquía marroquí de Mohamed VI, que como ya sabemos mantiene actualmente excelentes relaciones con el Gobierno más progresista de la historia mundial después de que Garzón, Pedro Sánchez y Yolanda Díaz asestaran una puñalada trapera al pueblo saharaui.

Finalmente, y ante la reacción de miles de activistas en las redes sociales mostrando su indignación, Garzón se ha visto obligado a recoger cable. Pero lo ha hecho de la forma más lamentable, y con la soberbia típica del que desprecia a la gente que le llevó en volandas a las posiciones políticas que ocupó.

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Garzón representa la peor cara de una izquierda entregada, la de toda esa camarilla de burócratas que vive de parasitar y engañar a la clase obrera. Pero que se quite la máscara de esta manera es muy positivo. Duro, pero muy positivo. 

En un comunicado todavía más bochornoso que el propio anuncio de su fichaje, Garzón echa balones fuera y sin hacer la más mínima autocrítica se caga en la madre que nos parió de todos los que hemos denunciado su deserción a una cloaca que asesora a la casta económica y política del capitalismo. Así, tan sacrificado y enamorado de sí mismo, Garzón se considera con la autoridad de enviar recados para que la izquierda “reflexione sobre cómo trata a los hombres y las mujeres que dedican su tiempo -lo más preciado que tenemos- a los proyectos colectivos”. Ole y olé. Ahí es nada la cara dura del exdirigente del PCE y de IU.

En un momento en el que millones de familias no pueden llegar a fin de mes, con una juventud excluida del derecho a la vivienda y del trabajo decente, cuando cientos de sindicalistas combativos son reprimidos en sus empresas y su único premio por la defensa de sus compañeras y compañeros es el despido, Garzón nos habla de lo duro que han sido estos doce años de estrés y sacrificios. Para abrirse las venas vamos.

En otra frase memorable de este infame comunicado, Garzón reconoce que “varias consultoras me hicieron llegar sus ofertas, y la de ACENTO encajaba muy bien en ese perfil.”, y ¿por qué varias consultoras querrían contratar tus servicios? ¿Es por tu inexistente vida laboral previa a la política? O… ¿no tendrá algo que ver que en tu trayectoria y especialmente durante tus años como ministro no has llevado adelante ni una sola política que confronte con el sector  de las casas de apuestas, o con los monopolios agroalimentarios que inflan los precios de los alimentos para forrarse?

Ambos problemas entraban dentro de las competencias del Ministerio de Consumo, pero Garzón no movió un dedo.

Este afán de los lobbies por contratarte ¿no tendrá que ver con tu política respetuosa y sumisa hacia la clase dominante, y con las pruebas que has dado de ser una herramienta más para callar la voz de aquellos que sí han querido confrontar?

Garzón pensará, mientras se mira al espejo, que le ofrecen esta posición por ser un gran profesional, pero los que hemos sufrido las consecuencias de sus políticas y hemos peleado día a día en las calles pensamos otra cosa.

Y no contento con lo anterior nos toma por imbéciles y se recrea con todo lo que iba a ser capaz de conseguir desde este nuevo “empleo”: “Podría asesorar a entidades de la sociedad civil en materias como la ecología, la economía, los retos del futuro y el análisis político y legislativo”, para concluir con una frase antológica: “Seguiré pensando que es buena noticia que haya personas de izquierdas desempeñando su trabajo en espacios de análisis, reflexión o prospección sobre el futuro complejo del planeta”.

Suponemos que para Alberto Garzón es una buena noticia que personas como Felipe González y otros muchos formen parte de los consejos de administración de las energéticas, de la banca, de los grandes medios de comunicación… porque es mejor estar que no estar. Ver para creer.

Alberto Garzón demuestra con el tono insultante de su comunicado lo que siempre ha sido: uno más de esa costra de ventajistas pequeñoburgueses que tras el 15M se subieron a la ola y vieron la oportunidad de hacer carrera a costa de un movimiento en auge. Ahora que el contexto no es tan favorable para ellos, abandonan el barco en desbandada y predican su derecho a seguir llevando una vida de comodidades y prebendas.

Garzón representa la peor cara de una izquierda entregada, la de toda esa camarilla de burócratas a la que siempre ha pertenecido y que vive de parasitar y engañar a la clase obrera. Pero que se quite la máscara de esta manera es muy positivo. Duro, pero muy positivo.

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