Con una fuerte participación, Alfonso Rueda pudo retener, por quinta vez consecutiva, la mayoría absoluta del PP en el Parlamento gallego. El gran ascenso del BNG no compensó el brutal varapalo que recibe el PSOE, con sus peores resultados registrados en Galiza, y la humillante derrota de Sumar y su lideresa Yolanda Díaz. Un aviso para navegantes: las políticas de la izquierda gubernamental, colmadas de propaganda vacía y brindis al sol, ni convencen, ni movilizan.
El candidato del PP, que ha dejado clara su falta de carisma y sustancia en una campaña electoral insípida, obtiene un respaldo de 700.491 votos, el 47,36% y 40 escaños, dos menos que en 2020. Un retroceso mucho menor que el que vaticinaban numerosas encuestas y que le ha permitido mantener a Vox, con menos del 2%, fuera del Parlamento gallego.
Es cierto que el PP lo ha pasado mal en esta campaña. Los datos que manejaban adelantaban un resultado ajustado y, en su estilo clásico y caciquil, en la última semana se emplearon a fondo: comunicación de subidas salariales vía móvil a los y las profesionales sanitarios, ingresos de 550 euros directos en cuenta a mariscadoras con el correspondiente mensaje al móvil de la Xunta, renovación automática y gratuita de licencias de caza a mayores de 65 años, etc.
Pero lo cierto es que el PP ha conseguido una gran movilización en las urnas y mantener, pese a tantos años en el poder, una base de apoyo muy amplia, especialmente entre sectores de las capas medias que siguen viviendo bien y prosperando. Pensar solo en una lectura “gallega” de estos resultados es demasiado complaciente. La tendencia marcada en las autonómicas y municipales de mayo de 2023 se profundiza. Feijóo obviamente ha sacado pecho: “si querían (…) un plebiscito sobre mi liderazgo, ahí tienen el resultado”. Más argumentos para continuar con las tractoradas, con la ofensiva judicial y hacer una oposición lo más dura posible contra el Gobierno de Sánchez.
Avance contundente del BNG y catástrofe de la izquierda gubernamental
El resultado del BNG, con 467.074 papeletas y el 31,57% de los votos, un incremento del 50% de su apoyo electoral y 25 escaños, 6 más que hace cuatro años, es realmente contundente. Este ascenso meteórico refleja un voto de protesta por la izquierda de cientos de miles de trabajadores y jóvenes, y manda un claro mensaje de castigo a la gestión del Gobierno central de PSOE y Sumar.
El BNG fagocita definitivamente el espacio antaño podemita, y le da un mordisco tremendo al PSOE, una tendencia que se consolida y amplía. El BNG se ha visto como la herramienta más útil para golpear a la derecha. Ha aumentado en más de 155.000 sus votos de hace cuatro años, y no solo absorbe la caída del PSdG y de Sumar y Podemos, sino que recoge otros más de 87.000 de nuevos votantes y abstencionistas. Es significativo que la intención de voto al BNG de los jóvenes entre 18 y 24 años fuera del 45,3%.
Este avance de la izquierda nacionalista en Galiza refleja un proceso similar al que se da en Euskal Herria con EH-Bildu. En el caso gallego, la vinculación del BNG con el movimiento obrero a través de la CIG, su presencia más activa en los movimientos sociales y en las luchas cotidianas, denunciando a la burocracia sindical de CCOO y UGT, su reivindicación y defensa de la lengua y los derechos democráticos frente a los ataques de la derecha… les ha catapultado aumentando su credibilidad.
El descalabro del PSdG, que ha cosechado los peores resultados de su historia, un 14%, pasando de 14 a 9 escaños y perdiendo más de 46.000 papeletas, casi uno de cada cinco votantes, es una dura censura para el mensaje de Pedro Sánchez y su manera de entender las políticas de izquierda: mucha fanfarria propagandística, pero nada sustancial para acabar con los recortes en sanidad y educación, garantizar el acceso a una vivienda pública en condiciones dignas o distanciarse de la agenda del imperialismo estadounidense. El que los hechos contradigan constantemente el discurso del PSOE cada día es más penalizado por la base social de la izquierda.
Las cifras del PSdG confirman la crisis de la socialdemocracia, que se deja esta vez cerca del 20% de su electorado. Caen en todas las provincias y en todas las ciudades (excepto Lugo), destacando Vigo, la ciudad más poblada, donde pasa a ser tercera fuerza: retrocede nada menos que doce puntos, y es el ejemplo más gráfico del hundimiento del PSdG en beneficio del BNG.También una demostración de que este retroceso no ha tenido nada que ver con la amnistía, como cacarea el PP y algunos barones "socialistas", puesto que los votos que perdió se fueron al BNG.
El palo monumental a Yolanda Díaz y Sumar, 28.171 y un 1,9%, responde a diferentes factores obviamente. Pero no tiene nada que ver con su falta de implantación territorial. Esta excusa patética no sirve. Podemos no tenía implantación territorial y fue capaz de obtener resultados espectaculares en todo el Estado, incluida Galiza, Euskal Herria y Catalunya, porque expresaba un anhelo de enfrentar a la casta y el régimen del 78 apoyándose en una movilización de masas formidable.
Yolanda Díaz ha querido hacer gala de su “galleguismo” y no ha desaprovechado oportunidad alguna en campaña para alabar al “patrón”, Amancio Ortega. Lo que ha quedado claro es que decenas de miles de militantes de la izquierda, del sindicalismo combativo, de los movimientos sociales, de jóvenes de barrios obreros... la ven con enorme desconfianza. Con Yolanda Díaz solo se podía votar a una burócrata, que representa a una legión de arribistas que han hecho todo lo posible por conservar sus sueldos y estatus a costa de cargarse a Podemos y ser una muletilla servil del PSOE. En Galiza la conocen bien, y Beiras la retrató certeramente. La derrota contundente de Sumar es un aviso claro de la base social de la izquierda: este proyecto es un timo total.
En cuanto a los 3.850 votos cosechados por Podemos la lectura también es clara. La dirección morada piensa que puede volver a llenar el espacio a la izquierda del PSOE recurriendo a un discurso radical. Pero no. Después de lo ocurrido en los últimos años su falta de credibilidad es mucho mayor y ya no se perdona, aunque ahora se recurra a un discurso muy rojo. Además, su crítica frontal a Sumar sigue poniendo en evidencia sus errores pasados: Iglesias puso a dedo a Yolanda Díaz, y mientras fueron parte del Consejo de Ministros también blanquearon las políticas del PSOE. Defendieron la gestión del primer Gobierno de coalición hasta la extenuación y se tragaron todos los sapos posibles en aspectos muy sensibles. De hecho mucha gente de izquierdas a la hora de votar se ha preguntado: ¿y qué habría pasado si a Irene Montero finalmente le hubieran dado un ministerio? ¿Veríamos a Podemos en esta postura beligerante o volverían a las andadas?
Algunas conclusiones
Con el 67,3% de participación, ocho puntos más que en 2020, el bloque de la derecha (PP, Vox y Democracia Orensana, que obtiene un escaño y poco más de 15.000 votos) logra el 51,3% con 748.296 votos (casi 84.000 más que en 2020). El bloque de la izquierda (BNG, PSdG, Sumar y Podemos) 706.790 votos, el 47,77% y 87.000 votos más que en las anteriores autonómicas, que obviamente asume en su totalidad el BNG. Es decir, la fuerte polarización social y política no se ha detenido.
Como decíamos anteriormente, las elecciones gallegas señalan el horizonte para una izquierda gubernamental que se autoerige en azote de la derecha y la extrema derecha pero, en la práctica, gobierna para el Ibex35 y abandera la senda de los recortes sociales. La victoria in extremis y por escasos escaños de Pedro Sánchez el 23J se produjo gracias a la movilización y conciencia de millones que queríamos cerrar el paso a la ultraderecha, pero no era un cheque en blanco.
El espacio a la izquierda de la socialdemocracia existe y es grande, pero para desplegar toda su fuerza es necesaria una política consecuente y revolucionaria. Hemos aprendido muy duramente con la experiencia de Podemos que no vale con gestionar las migajas del capitalismo, hay que romper con él. Y no hay terceras vías: tenemos que defender una política, en el parlamento y en la calle, en los sindicatos y movimientos sociales, que confronte sin complejos con los grandes poderes económicos y políticos que sustentan el régimen del 78.
La participación en los Gobiernos con la socialdemocracia se ha comprobado que es un camino para el desastre más completo. Si colaboras con este tipo de políticas, sentándote en Gobiernos que llevan a cabo las agendas capitalistas, no modificarás jamás la correlación de fuerzas, que solo puede cambiar como consecuencia de la lucha de clases. No todo vale. Y esta es una lección clave para el BNG y para Bildu.
¡Afíliate a Esquerda Revolucionaria y construye las fuerzas del comunismo revolucionario en Galiza!