En los últimos días las secciones de información política de los medios de comunicación han dedicado un espacio considerable a los rifirrafes entre Yolanda Díaz y el ministro de Economía, Carlos Cuerpo, a cuenta de la propuesta de reducción de la jornada laboral semanal a 37,5 horas.
Yolanda Díaz, desesperada ante el completo colapso de Sumar y la cada vez más clara constatación de su irrelevancia política, intenta conseguir algún titular que le permita presumir de nuevo de las “históricas conquistas sociales” que este Gobierno promulga gracias a su incansable iniciativa.
Tras pavonearse sin modestia alguna por el imaginario “escudo social” que, supuestamente, no iba a “dejar a nadie atrás” ante la crisis de la Covid, tras presumir de haber conseguido una Ley de Vivienda que ha resultado completamente inútil para hacer frente a las salvajes subidas de los alquileres, y tras proclamar como “históricas” unas subidas del SMI que, en realidad, implican una pérdida real de poder adquisitivo para sus perceptores ante las desmesuradas subidas de la vivienda, los alimentos y los suministros domésticos, ahora Yolanda Díaz se agarra como a un clavo ardiendo al acuerdo sobre reducción de jornada firmado el pasado 21 de diciembre con CCOO y UGT.
Pero a pesar de las alabanzas que Díaz ha entonado ante este acuerdo, que según ella misma proclama permitirá “ganar tiempo de vida y saldar una deuda histórica con la clase trabajadora”, parece que esta vez esta medida ni siquiera va a llegar al BOE y, mucho menos, a hacerse realidad.
Aunque Yolanda Díaz se enfade, el PSOE es fiel a sus compromisos con la patronal
Ya ha transcurrido más de un año desde que en diciembre de 2023, pocos días después del inicio de la actual legislatura, Sumar llevó al Congreso la propuesta de reducir la jornada a 37,5 horas semanales, una medida que, por otra parte, ya estaba incluida en el acuerdo con el PSOE para la constitución del Gobierno de coalición. Por supuesto, para acelerar la formación del nuevo Ejecutivo el PSOE estaba dispuesto a aceptar sobre el papel medidas que bajo ningún concepto tenía previsto hacer realidad sin el acuerdo previo con la CEOE.
Los meses fueron transcurriendo y desde la patronal no se dio luz verde a la tan cacareada reducción de jornada. Sumar, que no solo había anunciado públicamente como un hecho cierto que en 2025 la jornada se reduciría, sino que había presentado esa reducción como un primer paso para la jornada de 32 horas, vio en esta demora un nuevo golpe a su ya muy deteriorada credibilidad y decidió poner toda la carne en el asador.
En un primer momento Yolanda Díaz decidió ganarse a la patronal ofreciendo compensaciones que, en la práctica, convirtiesen la reducción de jornada en papel mojado. La primera oferta a la CEOE fue la de compensar a los empresarios flexibilizando aún más la distribución irregular de la jornada[1]. Como esa propuesta fue rechazada, Díaz la amplió el pasado mes de septiembre con la oferta de subvencionar a las empresas a través de reducciones de cotizaciones[2], compensando así el coste de la reducción del tiempo de trabajo.
Pero la CEOE se mantuvo firme en su negativa, sin que el PSOE hiciese ni el más mínimo gesto de desaprobación. Viéndose abiertamente ninguneada, Díaz se lanzó de cabeza a la firma de un acuerdo con CCOO y UGT, que finalmente se alcanzó el 20 de diciembre, e intentó utilizarlo como medio de presión contra el PSOE.
En vistas de que ni siquiera el apoyo de los dos grandes sindicatos era capaz de mover al PSOE y espoleada por unas encuestas que hunden a Sumar incluso por debajo de sus odiados exaliados de Podemos, Yolanda Díaz se decidió a abrir hostilidades contra, en sus palabras, la “parte socialista del Gobierno”. Pero ni las pataletas de Díaz ni su descalificación del ministro de Economía como “mala persona”, han servido para gran cosa. El PSOE ni siquiera se ha dignado en contestar a los ataques, sino que se ha limitado a tratar a Díaz con displicencia, como a una niña pequeña que ha cogido una rabieta porque no le compran una chuchería.
¿Serviría de algo que el PSOE apoyase la propuesta de Yolanda Díaz?
Pero el carácter de farsa grotesca de esta polémica se pone aún más de manifiesto si tenemos en cuenta que todo indica que sin el visto bueno de la CEOE la propuesta de reducción de jornada sería derrotada en el Congreso.
Ni el PNV ni Junts, fieles representantes de la patronal vasca y catalana, votarían a favor de esta medida si no se alcanza previamente un acuerdo con los empresarios. Pero esta circunstancia le es indiferente a Yolanda Díaz. De lo que se trata es de ganar titulares en los medios y de lanzar a bombo y platillo una nueva campaña de promoción de su decrépita figura.
Pero incluso si la propuesta superara el trámite parlamentario ¿cuál sería su impacto real? Para responder a esta pregunta solo tenemos que observar cómo se incumple sistemáticamente la vigente jornada semanal de 40 horas. Partiendo de los datos de la Encuesta de Población Activa del segundo trimestre de 2024, CCOO denuncia[3] que cada semana se realizan 2,61 millones de horas extras no pagadas, lo que al cabo del año significa que los empresarios ingresan, violando abiertamente la legislación, la friolera de ¡3.254 millones de euros!
Una realidad, hay que decirlo, tolerada por la burocracia de CCOO y UGT, que no se cortan en firmar convenios de miseria, en acordar contrarreformas respecto a las pensiones públicas, o que incluso, como ha ocurrido en la CAM, firman acuerdos que cercenan el derecho de huelga. Ese acuerdo con CCOO y UGT es puro papel mojado, un brindis al sol, ajeno a la lucha de clases, y sin que las direcciones sindicales hayan convocado ni una sola movilización social en las calles. ¿Cómo se va a conseguir así la reducción de la jornada laboral?
Ahora además, se ha iniciado la negociación de la subida del SMI, planteando desde el Ministerio de Yolanda Díaz una miserable subida de 50 euros, que se queda muy lejos de compensar la subida de los precios, o la estratosférica escalada del precio de los alquileres. Pero es que además, desde el Ministerio de Economía, se plantea no subir el mínimo exento del IRPF, lo que supondría que el SMI tributaría por primera vez y que se perdiera el 50% de dicha subida.
De modo que no, a la clase trabajadora no nos hacen ninguna falta los paripés propagandísticos que organizan Sumar y el PSOE, o las direcciones de CCOO y UGT. Lo que hace falta es atajar con contundencia la cada vez más extendida precariedad laboral, la constante pérdida de poder adquisitivo de los salarios, y los gravísimos abusos de los empresarios y, desde luego, ni el PSOE ni Sumar tienen intención de avanzar por ese camino. Solo nuestra lucha organizada y decidida, desde abajo, mediante un sindicalismo combativo y democrático, podrá acabar con la descarnada explotación capitalista y conquistar derechos.
Notas:
[1] Trabajo ofrece a la patronal más flexibilidad para organizar la jornada si acepta la reducción a 37,5 horas
[2] Trabajo plantea bonificar casi toda la cotización de las contrataciones que las pymes hagan para compensar la reducción de jornada