El tono del curso político que ahora se inicia vendrá determinado en gran medida por las elecciones generales, previstas para marzo. Millones de trabajadores y jóvenes saben que estos comicios serán muy importantes, no tanto por sus expectativas en la política que el PSOE pueda desarrollar en una segunda legislatura sino por el peligro de una vuelta del PP al gobierno, un partido que agrupa a lo más reaccionario, lo más visceralmente antiobrero y antidemocrático de la sociedad.
El peligro de la vuelta del PP al gobierno actúa como factor movilizador de la clase obrera, siendo su memoria y tradición histórica la principal garantía frente a la reacción. Sin embargo, la política del PSOE en el gobierno actúa en el sentido contrario, alentando la abstención de la base social de la izquierda.
La diferencia de voto entre el PSOE y el PP, o entre la izquierda y la derecha, no ha sido abismal en las elecciones municipales de junio. Pero cuando hablamos de la correlación de fuerzas entre la izquierda y la derecha hay un aspecto que no podemos olvidar: mientras la derecha está en sus máximos en cuanto a capacidad de movilización electoral (aunque esto podría cambiar), el potencial de movilización social y de voto de la izquierda es dilapidado, asfixiado, inhibido una y otra vez, por su dirección política (fundamentalmente el PSOE e IU) y sindical (CCOO y UGT).
El verano ha sido prolífico en ejemplos en este sentido. En Navarra la dirección del PSOE ha hecho posible un gobierno de la ultra reaccionaria UPN, a pesar de que la izquierda tenía mayoría en el parlamento de la comunidad para evitarlo. No sólo eso: Ferraz ha impuesto una línea política frontalmente opuesta al sentimiento general del electorado de la izquierda y de la propia militancia socialista navarra. Esa actuación está enmarcada dentro del "giro al centro" que la dirección del PSOE ha adoptado y anunciado como táctica electoral general de cara a las elecciones de marzo, sobre todo en lo que ellos llaman "la cuestión territorial". Se cree que la mejor manera de hacer frente al PP es haciendo concesiones a su base social para así ganar votos de su caladero. Así, la socialdemocracia se desliza hacia una lógica tan nociva como estúpida: para ganar a la derecha hay que imitarla. Eso, además de ser políticamente pernicioso para la clase obrera, que es para quien se supone que la izquierda debe gobernar, es electoralmente inútil, puesto que si se trata de hacer una política de derechas, es mejor el original que la fotocopia. En Navarra, para muchos trabajadores, la socialdemocracia se ha revelado inútil en el último y único aspecto por el cual aún resultaba atractivo votarla: evitar que la derecha gobierne, y es evidente en qué sentido va afectar esa actuación de la dirección del PSOE de cara a las próximas generales.
Solbes y los límites de la política social
La otra pata que completa la orientación electoral del PSOE es dar mucho más protagonismo a la política social. En el transcurso de pocas semanas el gobierno ha prometido una serie de medidas que en principio, serían positivas para las familias trabajadoras. Pero incluso en su fase embrionaria, cuando no pasaban aún de "compromisos", han chocado de manera estrepitosa con el veto del vicepresidente y ministro de economía, Pedro Solbes. A Carme Chacón, nueva ministra de vivienda, se le tenía asignado el papel de estrella en la nueva ofensiva social del gobierno. Su primera actuación fue aplaudir la medida anunciada por la Junta de Andalucía de garantizar una vivienda para todos aquellos que tuviesen una renta salarial inferior a 3.000 euros al mes. Sin embargo, antes de que nadie tuviera tiempo de preguntarse por qué la ministra, en vez de aplaudir esta medida, no la aplicaba desde el gobierno central para que pudiésemos disfrutar todos de sus beneficios, Solbes intervino con contundencia para decir que era malo garantizar derechos universales tan alegremente. Luego le tocó el turno al ministro de Sanidad, que anunció la atención dental gratuita a los niños de 7 a 15 años. Solbes volvió a la carga: "son cosas que suenan bien, pero luego hay que aplicarlas, y esto significa restricciones económicas". ¿Cuál será la próxima promesa "ilusionante"?
Además, esta nueva estrategia electoral se adopta después de que dos aspectos centrales de la legislatura, la solución de la cuestión nacional vasca a raíz de la tregua de ETA y el crecimiento económico, se encuentren en una situación totalmente diferente a hace no tanto tiempo. Ahora, a seis meses de las elecciones el primero está pulverizado y sobre el segundo se asoman gruesos nubarrones. La derecha hizo lo posible y lo imposible para que fracasara cualquier solución en Euskal Herria y desde luego el carácter reaccionario y retrógrado de un sector decisivo de la burguesía y del aparato del Estado son un factor clave que explica el desarrollo de los acontecimientos. Pero es precisamente eso lo que pone a las claras la debilidad de la socialdemocracia. ¿Se puede resolver la cuestión nacional en el Estado español sin enfrentarse de manera decidida a la burguesía, al apartado del Estado y a sus sectores más reaccionarios? Es justamente en el contexto histórico internacional en el que estamos cuando estos sectores se refuerzan. Sólo se les puede hacer frente eficazmente con un programa de transformación social apoyado por la movilización de las masas. ¿Es factible garantizar plenamente los derechos democráticos a las nacionalidades oprimidas y al mismo tiempo buscar desesperadamente un consenso con la derecha? ¿Es mediante el endurecimiento de la represión política en Euskal Herria como se va a combatir los atentados de ETA, tan perniciosos para los intereses de la clase obrera y de la propia causa del pueblo vasco? Por su miedo a un enfrentamiento con la reacción el gobierno ni siquiera se ha atrevido a ir hasta el final en una ley de la memoria histórica que finalmente pusiese a los fascistas y sus herederos en su sitio.
En busca de un filón "ilusionante" el gobierno se ha embarcado en una política de zigs-zags sin dejar nada resuelto ni a nadie satisfecho. Primero trató de encubrir la falta de cambios en la política económica y social con una nueva "política territorial"; ahora se quiere rescatar la expectativa de cambio social para echar una cortina de humo en los problemas derivados de la cuestión nacional y el recorte de los derechos democráticos. Cuando el PSOE ganó las elecciones en 2004 lo hizo impulsado por una gigantesca oleada de movilizaciones. El grito "no nos falles" en la misma noche electoral tenía un significado evidente: la victoria de la izquierda abría una nueva oportunidad para cambios sociales y políticos profundos y esta vez no podía fallar como ocurrió con el periodo de Felipe González en los 80 y los 90.
¿Dónde están los dirigentes sindicales?
El crecimiento económico, a pesar de su duración, ha estado asociado a una enorme insatisfacción social por la situación de precariedad, de bajos salarios, el alto coste de la vivienda, la degradación de la enseñanza y la sanidad pública, el incremento de la desigualdad social y la creciente ofensiva a los derechos democráticos. Todas esas tendencias negativas han permanecido o se han acentuado, en lo fundamental, en los últimos cuatro años. Incluso algunas medidas prácticas positivas como la subida del salario mínimo o las pensiones han sido en gran medida contrarrestados por el encarecimiento de los productos básicos de consumo diario. Si todo eso ha ocurrido en un contexto de crecimiento, ¿qué recetas podemos esperar si se produce un cambio en el ciclo económico? Durante largos años ha habido crecimiento sin reparto de la riqueza y ahora que empiezan a soplar los vientos de recesión ya se escuchan voces (otra vez Solbes en primera línea) argumentando que en previsión de vacas flacas es necesario ser mucho más comedido en el gasto social.
El crecimiento económico no ha sido suficiente para resolver los problemas de la clase obrera pero sí para que los máximos dirigentes sindicales se instalaran en la creencia de que son unos auténticos estrategas y copartícipes del "milagro económico español" que ha asombrado a toda Europa. Han sido los abanderados del pacto social y los máximos enemigos de la movilización de la clase obrera. Ofuscados por las palmaditas en la espalda que la burguesía les daba en las altas cumbres han perdido hasta las formas. Ahora que incluso hay voces de la burguesía que dicen que el modelo de crecimiento español, basado en salarios bajos, endeudamiento y ladrillo, está llegando a su fin, los dirigentes sindicales ni siquiera dicen esta boca es mía. Es en los dirigentes reformistas y particularmente en los dirigentes reformistas de los sindicatos, donde toda la bazofia acerca del fin de los ciclos económicos y otras lindezas del capitalismo globalizado ha calado más hondo.
¿Y ahora qué?
Hace ya mucho tiempo que la socialdemocracia ha abandonado incluso su vieja y engañosa idea de llegar al socialismo de forma gradual. Socialismo, en el sentido de una sociedad sin clases, sin capitalistas, sin explotación, es algo a lo que los reformistas han renunciado por completo, sea por la vía que sea. Sin embargo, aún persistían, y persisten, en que su programa basado en el "sentido común", en hacer cosas "razonables" dentro de los límites del sistema capitalista, todavía disfruta de camino para recorrer. Pero ni ese margen les deja la irresistible lógica de un capitalismo en crisis cuya existencia es incompatible con los más elementales derechos sociales y democráticos. La crisis del capitalismo se está llevando por delante las pocas señas de identidad que el reformismo aún trata de agitar cuando se siente en apuros, señas que no son más que un débil espectro del pasado: evitar el triunfo electoral de la derecha, garantizar el mantenimiento de algunas conquistas sociales del pasado y mantener a duras penas parte de los derechos democráticos arrancados con la lucha.
Lo único serio en lo que los sectores más conscientes de la juventud y de los trabajadores podemos apoyarnos para derrotar a la derecha en todos los terrenos es la fuerza de nuestra clase. Las victorias realmente significativas de la izquierda sobre la reacción serán gracias a lucha de los trabajadores y de la juventud, a su conciencia, a su memoria histórica, y muy a pesar de la socialdemocracia, del reformismo sin reformas. Construye con nosotros la alternativa marxista revolucionaria que lo haga posible.