El problema es el capitalismo. Campaña por una huelga general de 24 horas
La recesión de la economía mundial es ya una realidad, y abre un panorama absolutamente diferente al de las últimas décadas y que tendrá hondas repercusiones en la conciencia del movimiento obrero de todo el mundo. En el caso del Estado español, por primera vez en una década y media, desde 1993, la clase trabajadora va a enfrentarse a una recesión de grandes dimensiones que marcará nuestra vida durante años.
El problema es el capitalismo. Campaña por una huelga general de 24 horas
La recesión de la economía mundial es ya una realidad, y abre un panorama absolutamente diferente al de las últimas décadas y que tendrá hondas repercusiones en la conciencia del movimiento obrero de todo el mundo. En el caso del Estado español, por primera vez en una década y media, desde 1993, la clase trabajadora va a enfrentarse a una recesión de grandes dimensiones que marcará nuestra vida durante años.
En los últimos años los créditos hipotecarios han anegado las finanzas familiares liquidando el ahorro tradicional. Todos los salarios del núcleo familiar están comprometidos en el pago de deudas, y no llegan para cubrir los gastos mensuales, agobiados por las deudas y el incremento de la inflación. En este contexto, el rápido aumento del desempleo que conllevará la crisis va a generar una nueva psicología entre millones de personas. El descrédito del capitalismo y la crítica al sistema no van sino a aumentar.
La clase trabajadora entra en esta crisis después de haber puesto su sello en los acontecimientos. Desde las grandes movilizaciones del 2000-2004 a las sucesivas derrotas electorales de la derecha, la situación ha estado marcada por una polarización política muy fuerte. Es obvio que esta polarización, que arranca de la fuerza demostrada por los trabajadores cuando han tomado el camino de la acción y la movilización, es un problema de primer orden para la clase dominante.
Reformismo y crisis capitalista
Por otra parte, cada vez es más evidente la creciente contradicción entre la crisis del sistema en todos los planos (económico, político, ideológico) y la bancarrota de las direcciones de las organizaciones de masas. La socialdemocracia no tiene ninguna alternativa más que ir a rebufo de los acontecimientos y adoptar medidas en consonancia con los intereses del gran capital. Eso es lo que explica el giro cada vez más claro del gobierno hacia la derecha.
En lo que se refiere a los sindicatos, su desconcierto y la degeneración ideológica que muestran sus cuadros dirigentes son las notas predominantes en estos primeros compases de la crisis. No tienen más que ofrecer que su discurso gastado sobre el "nuevo modelo productivo", repitiendo las mismas cantinelas que los socialdemócratas en el gobierno. Sus últimas declaraciones a favor de las medidas económicas de Zapatero, o las que justifican los expedientes de empleo en el sector de la automoción dan fe de su absoluta inconsistencia para presentar una alternativa a la crisis. Si por ellos fuera, huirían a alguna isla desierta con tal de no enfrentarse a esta situación. Pero la realidad llama a su puerta y lo va a hacer con furia.
En esta nueva etapa, el modelo de sindicalismo del acuerdo y la desmovilización lo va a tener difícil. La clase trabajadora tiene una experiencia acumulada en el último periodo. Es cierto que el temor a la pérdida del puesto de trabajo va a pesar mucho, y también es una realidad que la burguesía ha logrado en los últimos años imponer una amplia desregulación del mercado laboral con la proliferación de subcontratas, eventuales, ETTs, un gran número de trabajadores inmigrantes, etc., que en la época de boom ha sido un factor de división en las plantillas y un medio para colar la política de la burocracia. Pero como la experiencia de los últimos años ha demostrado, esto no es, ni mucho menos, un obstáculo absoluto para que se desarrollen luchas muy fuertes. Incluso luchas defensivas podrían cristalizar en acciones como ocupaciones de empresas pues la pérdida del empleo, en este contexto de deudas masivas, es una garantía de desastre para millones de personas.
La burocracia sindical,
desacreditada
La idea de aceptar despidos incentivados puede tener un eco mucho mayor en un periodo de boom económico, cuando la posibilidad de encontrar un nuevo empleo es mucho más factible. Pero las cosas cambian en un periodo de recesión. La probabilidad de nuevos empleos es mucho más remota, pues la crisis afecta a todos los sectores. No está de más recordar que una lucha como la de los trabajadores de Delphi, que adquirió una extensión amplísima con la convocatoria de una huelga general en toda la Bahía gaditana, puede repetirse y generalizarse. En aquella lucha, los dirigentes sindicales pudieron mantener el control a trancas y barrancas, lo que no impidió que nuestra propaganda a favor de la huelga general y de la nacionalización de la empresa bajo control obrero encontrase un eco muy significativo. Esto podría suceder a una escala mucho mayor en el periodo que viene.
La clase trabajadora no va a aceptar fácilmente entregarse con el carné en la boca. Las últimas huelgas han demostrado el ambiente real que existe en las fábricas y empresas y el descrédito de la burocracia sindical. Muchas huelgas muy duras, con convocatorias de carácter indefinido y con una participación masiva. En muchas de ellas los dirigentes de CCOO y UGT han sido desbordados por la acción directa de las plantillas. En otras, se han puesto del lado empresarial y su base se ha rebelado abiertamente contra ellos. Tampoco podemos descartar estallidos que no sigan un "curso" clásico: levantamientos vecinales contra el embargo de viviendas, movimientos en fábricas directamente contra la burocracia sindical. No va a ser nada fácil para el aparato sindical mantener las cosas como están.
Prepararnos para
cambios bruscos
El hecho de que las negociaciones de la "concertación" social se encuentren estancadas y que el gobierno, por el momento, haya declarado su intención de no recurrir a una nueva reforma laboral dan la medida de la enorme preocupación que existe en los círculos dirigentes por provocar a la clase trabajadora. Esta "prudencia" del gobierno, no obstante, puede cambiar rápidamente, especialmente si las presiones de los capitalistas aumentan. Algo inevitable teniendo en cuenta el calado de la crisis. Ahí están las tensiones interna en la CEOE. Por eso no podemos, ni mucho menos, dejar de contemplar como probable un escenario de conflictividad creciente, luchas duras y radicalizadas e, incluso, divisiones y fracturas dentro de los aparatos sindicales.
El calado de la crisis y su extensión pueden obligar a la burguesía a lanzarse a una ofensiva en toda regla. Pensar que los trabajadores y que el aparato de los sindicatos lo van a aceptar sin más es confundir el ambiente real que existe en la clase. Cuando las presiones son muy agudas, un sector de la burocracia sindical necesita reivindicarse ante los trabajadores para mantener su prestigio e influencia y se ve obligada a recurrir a la lucha. La convocatoria de la huelga general del 20 de junio de 2002 es un buen recordatorio de los cambios bruscos y repentinos que pueden darse en esta nueva coyuntura. No podemos olvidar que pocos meses antes de dicha convocatoria, el secretario general de CCOO, Jose Mª Fidalgo, declaraba contundentemente que "este país no se merece una huelga general" y, por supuesto, "Aznar tampoco". Cómo cambiaron las cosas, y la causa fue la presión de millones de trabajadores que no estaban dispuestos a tragar un nuevo ataque.
Es escandaloso que ahora, estos dirigentes sindicales, tanto Fidalgo como Cándido Méndez, argumenten, como hicieron en declaraciones recientes en la cadena SER, para justificar su parálisis, que no hay ningún ataque sobre la mesa (a diferencia del decretazo del PP). ¿Cómo calificar si no los EREs que se están produciendo, el aumento del paro, la pérdida de poder adquisitivo, los ataques a los servicios públicos y los fondos que el gobierno destina a los constructores? Cándido Méndez puede confiar en que "este gobierno se ha comprometido a mantener la protección por desempleo y el gasto social (...)", pero el deterioro generalizado de las condiciones de vida de la clase obrera es más que evidente.
Las promesas del gobierno son completamente insuficientes y sólo la movilización masiva puede obligar a tomar medidas que eviten realmente que los trabajadores paguen esta crisis. Por eso la Corriente Marxista El Militante defiende la convocatoria de una huelga general de 24 horas.
Años y años de política sindical basada en el consenso ha situado a los dirigentes sindicales en la inopia. La asunción de su papel como "buenos gestores" del capitalismo les lleva ahora a decir, cuando el sistema hace aguas por todas partes, que "los sindicatos somos sólo sindicatos, no somos partidos políticos" (Fidalgo en la Ser, 25/9/2008). En realidad, esta supuesta "independencia sindical" es un mal disfraz para encubrir lo que de hecho es la defensa de una política capitalista.
¡Construir la Corriente Marxista El Militante en las fábricas y los sindicatos!
La intervención de los marxistas en múltiples luchas sindicales demuestra que nuestras ideas conectan con el sentir de miles de trabajadores, especialmente de jóvenes obreros incorporados en los últimos años a la explotación capitalista, un sector que asimila con mucha rapidez los planteamientos que defendemos en el movimiento sindical.
El trabajo en los sindicatos es, ha sido, y seguirá siendo fundamental para los marxistas. En su seno se producirán acontecimientos que marcarán toda la situación política. Sin embargo, no podemos limitar la difusión de nuestros planteamientos a las estructuras que ofrecen ahora mismo los dirigentes sindicales, muy cerradas a la participación porque no quieren escuchar lo que piensa verdaderamente los trabajadores. Para conectar con el verdadero sentimiento de las capas más oprimidas tenemos que ir directamente a las fábricas, a los tajos, a las empresas y ofrecer una alternativa de lucha a los trabajadores. Ese es el sentido de la campaña que la Corriente Marxista El Militante ha lanzado para los próximos meses y que tiene los siguientes ejes de acción fundamentales:
1.- Participación en todas las movilizaciones, manifestaciones y concentraciones de rechazo a la directiva europea de las 60 horas, convocadas el día 7 de octubre .
2.- Campaña pública de propaganda en fábricas, empresas y tajos con nuestros materiales (díptico sindical "Contra la crisis capitalista, en defensa de un sindicalismo combativo, de clase, y democrático", el periódico El Militante, nuestro documento sindical y carteles).
3.- Organización de Conferencias Sindicales provinciales y actos sindicales públicos durante los meses de octubre y noviembre.
Ganar a una nueva capa de trabajadores para las ideas de la revolución será la mejor garantía para poder actuar a la altura de los decisivos acontecimientos de los próximos meses y años en el Estado español y en el mundo.