¿Por qué la socialdemocracia es incapaz de frenar a la derecha?

El resultado de las pasadas elecciones europeas en el Estado español ha sido una nueva advertencia de que el peligro de una vuelta de la derecha al gobierno es una perspectiva posible. Es la segunda vez que el PP gana unas elecciones de carácter estatal desde el año 2000, la primera fue en las elecciones municipales de 2007, por 150.000 votos. Más recientemente, las elecciones autonómicas gallegas, en las que la derecha recuperó el gobierno de la Xunta, ya en el contexto de crisis económica, ha sido el precedente más sintomático de que esta posibilidad es real.

¿Por qué la socialdemocracia es incapaz de frenar a la derecha?

El resultado de las pasadas elecciones europeas en el Estado español ha sido una nueva advertencia de que el peligro de una vuelta de la derecha al gobierno es una perspectiva posible. Es la segunda vez que el PP gana unas elecciones de carácter estatal desde el año 2000, la primera fue en las elecciones municipales de 2007, por 150.000 votos. Más recientemente, las elecciones autonómicas gallegas, en las que la derecha recuperó el gobierno de la Xunta, ya en el contexto de crisis económica, ha sido el precedente más sintomático de que esta posibilidad es real.

¿El péndulo político gira a la derecha?


Es importante, no obstante, realizar un análisis detallado de los resultados electorales antes de precipitarse a sacar la conclusión de que asistimos a un "giro a la derecha" tal como lo han presentado numerosos comentaristas políticos y dirigentes reformistas de la izquierda. Unas elecciones, aunque marcan una tendencia, nunca son un cuadro exacto y acabado del ambiente social, de la situación política o de la relación de fuerzas real entre las clases, y menos aún en un contexto en el que entre la política oficial y las aspiraciones de las masas hay un abismo. Como era previsible, el PP ha tratado de presentar estos resultados como una victoria arrolladora y no ha faltado quien, desde el campo de la izquierda, los ha interpretado como una reconfirmación de un irresistible giro conservador que embriaga a toda la sociedad. ¿Son realmente ciertas estas conclusiones?
Uno de los rasgos más destacados de estas elecciones ha sido la altísima abstención, del 55,10%. La abstención suele afectar en mayor proporción a la base social de la izquierda que a la de la derecha y por lo tanto favorecer a esta última. Así ha sido en esta ocasión. En el resultado de estas elecciones ha pesado mucho más la incapacidad del gobierno y de los dirigentes del PSOE de movilizar a su base social que el miedo a un avance de la derecha. De hecho, en relación a las anteriores elecciones europeas el PP ha aumentado 277.000 votos y tan sólo 0,9 puntos porcentuales. En cambio el PSOE ha perdido 600.000 votos y ha retrocedido 4,7 puntos porcentuales.
Es muy sintomático lo ocurrido en Catalunya, uno de los graneros de votos más importantes del PSOE. En esta comunidad se concentra un tercio (200.000) de la pérdida total de votos socialistas respecto a las elecciones europeas de 2004. La desmovilización del voto de la izquierda en Catalunya, por la doble decepción con la política del gobierno de Zapatero y la del tripartit, es uno de los factores que explican la victoria del PP en el conjunto del Estado, a pesar de que el PP, en Catalunya, también ha retrocedido. La abstención ha sido del 63%, 8 puntos por encima de la media estatal y 3 puntos superior a la de hace cinco años.
A nivel estatal el PP ha conseguido 528.000 votos más que el PSOE, 3,3 puntos porcentuales de ventaja, 6.670.232 de votos frente a 6.141.784. Si consideramos el voto de la derecha (PP, CiU, PNV y UpD) y de la izquierda (PSOE, IU, BNG, ERC e II) en su conjunto el resultado es 7.930.344 votos frente a 7.303.091, una ventaja clara para la derecha, pero todavía precaria como para derivar de ella una victoria inevitable en las próximas elecciones generales o un profundo vuelco conservador en la sociedad.
En el Estado español, a diferencia de lo ocurrido en otros países de Europa, no ha habido una expresión electoral por la izquierda del PSOE que haya incrementado su apoyo electoral. Eso tiene una explicación. Aunque en general IU, BNG y ERC son percibidos como formaciones a la izquierda del PSOE, en la práctica han estado profundamente implicados como "gestores" del sistema, durante largos periodos, en los gobiernos de Catalunya, Euskadi y Galicia, y más indirectamente, en el gobierno central, hecho que les ha pasado también una factura en estas elecciones, sobre todo en estas comunidades, al desilusionar a muchos jóvenes que antes los podían ver como una alternativa combativa.
ERC pierde 70.000 votos en Catalunya, una caída del 28% respecto a los votos obtenidos en 2004. El BNG pierde 40.000 votos en Galicia, con una caída también del 28%. Izquierda Unida, pierde 55.000 votos, en este caso con una caída más suave, del 8,5%. Pero es muy revelador que sólo entre Catalunya y la Comunidad Autónoma Vasca (CAV), la candidatura de IU perdiera 50.000 votos, debido a su implicación en los gobiernos de dichas comunidades autónomas. Izquierda Internacionalista, con 178.000, de los que 139.000 fueron obtenidos en la CAV y Navarra, ha agrupado fundamentalmente los votos de la izquierda abertzale, que en las elecciones de 2004 no tuvo una candidatura en la que expresarse por la aplicación de la ley de partidos.

Huir de la superficialidad


El peligro de la derecha no viene de la debilidad de la clase obrera sino de los límites de las políticas socialdemócratas y reformistas. Si analizamos los procesos electorales de forma dinámica e interrelacionada con la lucha de clases y la política de las principales formaciones políticas y sindicales de la izquierda, se ve con más claridad qué superficial es explicar la victoria de la derecha en estas elecciones culpabilizando a los trabajadores. No podemos perder de vista que el vuelco electoral que se produjo en las elecciones generales de marzo de 2004, con la caída del gobierno de Aznar, fue producto directo de las movilizaciones de la clase obrera y de la juventud. En un contexto de movilización, que a su vez propició una alta participación electoral, la izquierda ganó a la derecha, incluso en comunidades aparentemente inexpugnables del PP, como Valencia y Madrid.
¿Qué ha pasado en el transcurso de estos cinco años? ¿Ha habido un cambio en la composición social del electorado? ¿Ha ganado terreno el PP, avanzando significativamente entre capas atrasadas de la clase obrera? No pensamos que esto haya ocurrido. De hecho, en las elecciones de 2008 la clase obrera volvió a cerrar el paso al PP. Sin embargo, lo que es evidente, y tiene un coste político inevitable, es que con la izquierda en el gobierno central y otras comunidades autónomas importantes, aspectos centrales para la vida de millones de trabajadores y jóvenes (crecimiento espectacular del paro, pérdida de poder adquisitivo, deudas hipotecarias y un precio astronómico de la vivienda, privatización de la enseñanza y de la sanidad pública, recortes de los derechos democráticos, etc.) no se han resuelto y ahora con la crisis están empeorando claramente. Además de no tener una alternativa a la crisis del capitalismo, los dirigentes del PSOE y de los sindicatos están empleándose a fondo para evitar a toda costa un movimiento amplio de los trabajadores. En este contexto, es completamente normal que la desmovilización electoral, y más aún tratándose de unas elecciones europeas, sea la nota dominante.

Las palabras y los hechos

La campaña electoral diseñada en Ferraz ha tenido como objetivo principal romper con la desmotivación del su propio electorado, algo que la cúpula del PSOE reconocía abiertamente. A diferencia de otras ocasiones, se ahorraron el inútil ejercicio de pescar en el "caladero de la derecha". La campaña se basó, fundamentalmente, en rememorar el papel de la derecha en el pasado reciente, tratando de evocar el ambiente que llevó a la derrota del PP en 2004. En algunos momentos Zapatero utilizó una terminología "clasista", tratando de llegar al corazón de los trabajadores. Sin embargo, una cosa que ha puesto en evidencia estas elecciones es que la movilización electoral de la clase obrera, y sobre todo de sus capas más oprimidas y escépticas con la política oficial, cuya participación, o no, puede determinar completamente el panorama electoral, no se puede activar con un chasquido de dedos o simplemente con una retórica izquierdista limitada a la campaña electorale.
Otro eje de su campaña fue utilizar los escandalosos casos de corrupción del PP en Madrid y Valencia. Sin embargo, centrar la campaña en estos aspectos sin vincular la corrupción al funcionamiento del sistema capitalista o utilizar la cuestión de los trajes de Camps como estrella de la campaña contra el PP en Valencia, cuando se están regalando a costa de los fondos públicos y legalmente, miles de millones de euros a la Banca y a los ricos, no ha tenido mucho efecto. En general, los trabajadores ya saben que hay corrupción y que la derecha representa lo peor de la sociedad. ¡Por eso la izquierda siempre tiene enormes reservas políticas! Para impulsar una movilización más profunda y más amplia del voto de la clase trabajadora y la juventud no siempre es suficiente con repetir lo que todo el mundo ya sabe, sobre todo cuando esta virulencia verbal contra la derecha y a favor de los desfavorecidos no tiene una correspondencia con la práctica del gobierno.
La campaña del PSOE ha sido incapaz de movilizar a su propio electorado, aunque paradójicamente ha sido utilizada por el PP para movilizar a sus votantes, particularmente en el caso de Valencia donde se han sentido más directamente atacados. Es significativo que en distritos de Valencia capital donde el PP saca más del 60% de los votos la abstención fuera del 36%, casi 20 puntos por debajo de la media estatal. En Madrid la derecha también se ha mantenido muy movilizada. En Andalucía, otro de los graneros del PSOE se ha combinado una mayor movilización de la derecha con una caída significativa de votos del PSOE, debido a una mayor apatía de su base social.

Construir una alternativa revolucionaria, la tarea fundamental

Todos estos datos redundan en lo mismo. Lo que está fracasando no es la "izquierda" en abstracto o la capacidad de compresión de los trabajadores y de la juventud; no, lo que está fracasando es el reformismo, que está poniendo de manifiesto su incapacidad de frenar a la derecha, precisamente porque es incapaz de distinguirse de ella en la práctica y en temas centrales para la vida de la mayoría de la gente.
Existe en la sociedad un ambiente muy crítico y muy amplio hacia las injusticias de este sistema, aunque a veces este ambiente no se exprese de forma acabada y clara. En la medida que este sentimiento no encuentra una cauce político que le de forma y continuidad, es lógico que las expresiones a favor de un cambio social adquieran un carácter más distorsionado. Sin embargo, la crisis económica está exacerbando el malestar social acumulado en los últimos años.
La elección de Cayo Lara como coordinador de Izquierda Unida es un síntoma de esta presión que existe por abajo y de la necesidad de cubrir el hueco a la izquierda que deja la política reformista del PSOE. Izquierda Unida y el PCE tienen una gran oportunidad para volver a convertirse en un referente fundamental de la clase obrera. Pero para poder aprovechar esta oportunidad tienen que defender con claridad un programa socialista y supeditar todas sus acciones, alianzas y tácticas a la tarea estratégica de transformar la sociedad. Es la única manera de ganarse la confianza de los sectores más combativos y más avanzados de la clase obrera y la juventud. En esta tarea, los marxistas de El Militante contribuiremos con nuestras fuerzas y nuestras ideas.
Sacar la conclusión de que los resultados de las pasadas elecciones europeas indican un giro conservador en la clase obrera o pasividad hacia la derecha es un error. Los resultados tampoco sugieren conformismo con la política del gobierno. Las elecciones europeas del 7 de junio son sólo una parte de un cuadro político mucho más amplio cuyo rasgo fundamental es la ausencia de un referente revolucionario, en un contexto de profunda crisis del capitalismo y del reformismo. Ser conscientes de ello es el primer requisito para entregarse con energía a la tarea histórica de construir una fuerte corriente marxista, con arraigo en las organizaciones de la clase obrera y de la juventud y que sepa canalizar su inmensa fuerza hacia la lucha por la transformación socialista de la sociedad.
¡Únete a la Corriente Marxista El Militante! 

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