El 21 de enero el pleno municipal del ayuntamiento de Yebra (Guadalajara), con mayoría del Partido Popular, era el primero en adoptar la decisión de ofertarse como candidato a la ubicación en su término municipal del Almacén Temporal Centralizado (ATC) que precisa la industria nuclear en el Estado español para almacenar los residuos procedentes tanto de las centrales nucleares que ya no están en funcionamiento, como de las que siguen en activo. Finalmente serán nueve las localidades candidatas a albergar el ATC.
El 21 de enero el pleno municipal del ayuntamiento de Yebra (Guadalajara), con mayoría del Partido Popular, era el primero en adoptar la decisión de ofertarse como candidato a la ubicación en su término municipal del Almacén Temporal Centralizado (ATC) que precisa la industria nuclear en el Estado español para almacenar los residuos procedentes tanto de las centrales nucleares que ya no están en funcionamiento, como de las que siguen en activo. Finalmente serán nueve las localidades candidatas a albergar el ATC.

¿Qué es un ATC?

Un ATC es una instalación, habitualmente de superficie, cuya finalidad es el almacenamiento y la gestión de los residuos radiactivos procedentes de las instalaciones nucleares, admitiendo el tratamiento del combustible gastado de las centrales nucleares y otros residuos relacionados, en un único lugar.
Uno de los problemas de más difícil solución de la energía nuclear es la gestión de los residuos provenientes de las centrales nucleares pues actualmente no hay ninguna forma de tratamiento segura de estos desechos, cuya peligrosidad puede durar hasta los cien mil años. Su alojamiento en el ATC previsto, ni resuelve los riesgos que implica su transporte, ni la vulnerabilidad de un cementerio nuclear en superficie, condenando la seguridad de generaciones futuras por muchos años. Además ésta no es una solución para los residuos, ya que por un lado este ATC tiene una duración estimada de 60 años y, por otro lado, si se continúa produciendo electricidad a partir de las centrales nucleares en un futuro próximo serán necesarias nuevas instalaciones del mismo tipo, convirtiendo zonas enteras en basureros nucleares.

¿Es segura la energía nuclear?

Al cabo de varias décadas de funcionamiento de plantas nucleares en muchos países, no debería ser necesario insistir sobre los riesgos que entraña esta energía, sobre todo después de accidentes como el de Chernobil (Ucrania) en el año 1986, en el que la radiación de la explosión de su reactor obligó a evacuar a 250.000 personas, resultando afectadas otros siete millones, según un informe de la ONU de 2006, además de contaminarse 3.900.000 Km2 de Europa. La organización ecologista Greenpeace estimaba en 200.000 el número de muertos a consecuencia de este suceso. Lejos de desaparecer los efectos causados por la catástrofe, lo cierto es que no dejan de aumentar, con la aparición de anomalías innatas en los recién nacidos y enfermedades como el cáncer de hígado, recto y tiroides.
Durante el reciente boom económico el debate sobre la energía nuclear se reabrió ante la demanda creciente. Sus partidarios han intentado convencernos con argumentos como el de que no generan gases de efecto invernadero (CO2) con lo cual son más "limpias" que otros combustibles como el carbón o el petróleo y no contribuyen al cambio climático. Pero la realidad es que sí se producen este tipo de emisiones a la atmósfera por la energía térmica o mecánica empleada para el enriquecimiento del uranio.
Otro de los motivos que se invocan para su uso es que la tecnología actual impide los accidentes nucleares, cuando lo cierto es que las empresas eléctricas arrinconan la aplicación de muchas medidas de seguridad necesarias en las plantas productoras de energía atómica en pos de la máxima rentabilidad, como pudimos observar en el accidente de la central nuclear de Ascó (Tarragona) el 26 de noviembre de 2007 cuando un error en la configuración de los conductos de ventilación del edificio de combustible de dicha central nuclear provocó que se liberaran partículas radioactivas al exterior. Además de esto, el  incidente no fue notificado al Consejo de Seguridad Nuclear hasta abril de 2008, lo que provocó que el director de la central fuera destituido, acusado, además, de falsear los datos del incidente.

Ni en Guadalajara, ni en ningún lugar

La instalación del ATC se nos presenta como un problema provincial o más bien regional, al no ser ya la provincia de Guadalajara la única candidata a su instalación y  haber surgido otro competidor, Villar de Cañas (Cuenca), para su establecimiento. José Mª Barreda, presidente de Castilla La Mancha y el PSOE regional se oponen a la instalación del cementerio nuclear, haciendo hincapié en que no sea aquí. Pero esta oposición ha de ser general. La solidaridad castellano-manchega con otras comunidades de la que tanto alardea Barreda ahora ha de hacerse efectiva extendiendo la negativa a todo el Estado español. Los trabajadores y la juventud, sus partidos y sindicatos, las organizaciones de agricultores, de ecologistas, etc., han de presionar al PSOE para obligarle a desechar el proyecto de construcción del ATC y optar por destinar recursos para conseguir una alternativa segura para el alojamiento de los residuos radiactivos, manteniéndolos mientras tanto en los almacenes temporales de las propias centrales nucleares, a la vez que se organiza un plan para el progresivo desmantelamiento de las centrales nucleares y su sustitución por energías renovables.

La demagogia de la derecha

Durante las primeras movilizaciones contra el ATC el PP de Guadalajara ha apoyado las protestas de forma absolutamente demagógica. Parece que en el caso de la movilización del 27 de febrero el PP se ha quitado la careta oponiéndose a la misma como manifestó el secretario general del PP de Castilla-La Mancha, Vicente Tirado, el 23 de febrero: "no estará representado [el PP] en la movilización del próximo sábado porque nunca vamos a estar en una manifestación antinuclear". Igualmente, otros dirigentes del PP se han mostrado claramente a favor de la energía nuclear.
Para los marxistas el uso de la energía nuclear bajo el sistema capitalista, en el que impera la ley del máximo beneficio conlleva, con sus múltiples accidentes, un enorme riesgo para la naturaleza y la vida humana. Los trabajadores hemos de incluir en nuestras reivindicaciones el cierre progresivo de la instalaciones nucleares existentes -con lo que dejarían de generar residuos- exigiendo su sustitución por centrales de energías renovables.

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