Las elecciones municipales del pasado 24 de mayo en Galicia –aquí no se celebraban autonómicas— supusieron un auténtico terremoto político. En primer lugar, las candidaturas de unidad popular –llamadas Mareas— van a hacerse con la alcaldía de tres de las sietes ciudades gallegas. Nunca había ocurrido nada semejante. Y paralelamente el PP sufre el peor resultado desde 1987 en unas elecciones municipales.

Los tres partidos tradicionales de Galicia (PP, PSOE y BNG) retrocedieron en número de votos. Por su parte Ciudadanos apenas consigue arañar un puñado de concejales y queda fuera, por ejemplo, de las dos ciudades más importantes (Vigo y A Coruña). A la espera de la conformación de los ayuntamientos, todo indica que de las siete ciudades gallegas, tres serán gobernadas por las Mareas (Coruña, Compostela y Ferrol), dos por el PSOE (Vigo y probablemente Lugo), una por el BNG (Pontevedra) y tan sólo Ourense –y aún no es seguro- por el PP.

El PP perdió a uno de cada cuatro votantes y va a ser masivamente desplazado de las ciudades, donde sufre retrocesos apabullantes (-38% de votos en Pontevedra, -34% en Lugo, -53% en Vigo…). Pero no sólo eso. No es la primera vez que la derecha pierde el bastón de mando de las ciudades: cuando los trabajadores se han movilizado electoralmente, el PP ha perdido esas alcaldías, como ya ocurrió en 2007. Pero esta vez el castigo ha ido mucho más allá, llegando también a los municipios de tamaño intermedio como Vilagarcía (donde el PP retrocede 13 puntos porcentuales), Narón (-10 puntos), Oleiros (-12 puntos), Carballo (-12 puntos) y otros.

Sin embargo, lo que jamás había ocurrido es que la derecha perdiera el control de los pueblos del rural gallego. Ahí, el predominio del pequeño propietario, el control caciquil e incluso el carreteo de votos ha permitido a la derecha mantener abultadas mayorías absolutas invariablemente en las últimas tres décadas. Y eso es lo que ha empezado a resquebrajarse, reflejando el profundo malestar social con el PP. En esta ocasión el PP ha perdido el 20% de las mayorías absolutas que tenía en 2011, perdiendo la alcaldía en decenas de pueblos. Más aún: pierde, por primera vez, el control sobre la diputación de Pontevedra. De hecho, de las cuatro diputaciones provinciales el PP sólo va a estar al frente de la de Ourense. Este dato expresa la histórica caída sufrida por la derecha en las pasadas elecciones.

PSOE y BNG: Continúa la caída

Tras el varapalo sufrido en 2011, el PSOE ha vuelto a perder 25.000 votantes (aunque crece medio punto porcentual). Y en las ciudades, con la excepción de Vigo, sufre un estrepitoso retroceso: -34% de votos en Coruña, -30% en Lugo, -52% en Ourense… Ha quedado completamente desplazado y ha fracasado en su intento de ser el aglutinador de la oposición al PP. En Vigo, sin embargo, consigue la mayoría absoluta aumentando un 46% sus votos. Esto se debe por una parte a que la fragmentación de las alternativas a su izquierda le ha permitido mantener un voto obrero tradicional y, por otra, a que el populismo localista del alcalde, ha seducido a gran parte de votantes de la derecha.

Por su parte el Bloque Nacionalista Galego sigue retrocediendo electoralmente. Esta vez pierde 72.000 votantes, lo que supone el 28% de su electorado de 2011. El Bloque va a tener alguna alcaldía más de las que tenía hasta el momento, entre otras cosas porque en un importantísimo número de municipios, era la única candidatura a la izquierda del PSOE, ya que las Mareas sólo se presentaban en las ciudades y unos pocos sitios más. No obstante en las ciudades –con la salvedad de Pontevedra donde mantiene la alcaldía— sufre una nueva caída muy severa, que llega a la mitad de sus votos en Ourense, Vigo, Coruña y Compostela.

Durante el gobierno bipartito (PSOE-BNG), el Bloque no se diferenció en nada de la socialdemocracia, y eso lo descarta como una opción útil a ojos de cientos de miles de jóvenes y trabajadores para lograr una transformación profunda y salir del actual drama social. Su intransigente oposición a unirse a las Mareas, acusándolas de forma a veces más abierta, a veces más velada, de ser “sucursales de Madrid”, sólo contribuirá a acentuar su aislamiento.

Avance en la conciencia

El movimiento de masas vivido en los últimos años, sin precedentes en décadas, se ha expresado con rotundidad en las elecciones del pasado 24 de mayo, en todo el Estado y también en Galicia. La irrupción de las Mareas en las ciudades gallegas es un acontecimiento de una envergadura histórica. Candidaturas sin apenas recursos, sin estructura, creadas hace apenas unos meses, han logrado hitos como ser la primera fuerza en A Coruña y en Santiago de Compostela, superando incluso al PP.

En el caso de Ferrol, queda en segundo lugar, con el 22% de los votos, a pesar de la fragmentación de candidaturas populares.

En general, allí donde las fuerzas de la izquierda (IU, Anova, Podemos, etc.) no han logrado presentar una candidatura unitaria (Lugo, Vigo, Ourense) el resultado ha sido peor que en los casos en los que se han presentado unidas (Compostela, con casi un 35% de votos o Coruña, con el 31%). Aun así han superado ampliamente el 10% de los votos en Ourense, Lugo y Vigo, y logran un 8% en Pontevedra.

Los resultados del PP en Galicia, su avería en el rural, su pérdida de poder municipal, acaban con la imagen autoproyectada de Feijoo como un dirigente del PP distinto, al margen de los recortes de Rajoy.

Y los excelentes resultados de las Mareas van a animar la lucha contra la derecha y abren una nueva etapa en Galicia y en todo el Estado.

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