En el polígono industrial de Tabaza se encuentran las instalaciones de FAHIME. La nave principal en nada se diferencia de tantas otras que pueblan nuestros polígonos industriales, si no fuera porque su interior alberga una moderna maquinaria y una veterana plantilla especializada en la fabricación de piezas para la industria eólica e hidráulica, de gran complejidad, y alto valor añadido.

Una empresa que trabaja principalmente para grandes compañías extranjeras, y que hasta hace poco tiempo había contado con una cartera de pedidos que cubría prácticamente la producción anual de la misma. Solamente unos pocos talleres en el resto del estado, y aún en Europa, están en condiciones de fabricar estos mismos productos con la calidad requerida por los clientes.

FAHIME es, por tanto, el ejemplo perfecto de ese modelo económico alternativo al ladrillo y a la hostelería, que con tanta insistencia se reclama desde las administraciones públicas. Sin embargo, estos trabajadores se enfrentan ahora al cierre de la empresa y al despido de toda la plantilla, cerca de un centenar, por la nefasta gestión del dueño de la misma.

Como medida de presión, han iniciado un encierro indefinido en defensa de los puestos de trabajo. Hablamos con varios de estos trabajadores, la mayoría miembros del comité de empresa, quienes nos trasladan sus opiniones sobre el origen de la situación que ahora padecen. “El problema fundamental surge hace cuatros años —nos explica Jerónimo Fernández, miembro del comité de empresa por UGT— cuando la financiación de los bancos comenzó a fallar. Esta es una empresa sin capital propio, que nunca ha hecho caja, sino que todo lo financiaba a través de créditos y llegó un momento en que los gastos financieros se dispararon, junto con los gastos provocados por el exceso de horas extra derivadas de una malísima organización del trabajo”.

“Cuando comienzan los problemas tenemos una primera reunión con la empresa, que pretende una rebaja salarial del 10% sin aportar ni una sola medida que incida en la organización del trabajo. Nosotros empezamos a poner cosas encima de la mesa, propusimos reformas estructurales, trabajo a turnos, incluso que hubiera una bolsa de eventualidad… había muchas cosas que se podían hacer porque entonces había margen, pero ellos prefirieron bajarnos el sueldo, algo que después impugnamos, y se ganó pues no reunían ni un solo requisito para aplicar unilateralmente esa medida”.

“Después nos presentaron un ERE que no tenía ningún sentido, porque si tenemos una deuda tremenda, una masa salarial alta, mucha contratación pero no hacemos obra, ¿qué vamos a resolver? Podemos decir que se hizo para ganar tiempo, nosotros esperando que apareciera un inversor y la empresa no sabemos… un milagro. Y ahora nos encontramos con una situación peor y el cierre total de la empresa”.

Otros trabajadores son más tajantes a la hora de explicar cómo se ha llegado a la actual situación. Guillermo nos explica: “Yo llevo cuarenta años en la empresa y es la primera vez que veo que no hay carga de trabajo, por eso tengo claro que esto está organizado desde el principio. Porque tenían unos problemas económicos impresionantes y esta salida les conviene… vamos pagando a la gente para que no haya follón y al final patada en el culo y que te pague el FOGASA”.

“Sabemos que tienen cartera de pedidos, porque alguno de los ingenieros nos dijeron que se rechazaban pedidos (…) Y los que marcharon para otras empresas están haciendo la obra que se hacía aquí, incluso algún plano tiene la marca de FAHIME”, nos dice Luis Manuel, también de la UGT.

Llegados a este punto, muchos comparten una misma opinión:“Quieren librarse de la plantilla, para ellos es mejor empezar de nuevo con sueldos más bajos, y a echar horas como pasa por ahí, que en los talleres se están echando 10 y 12 horas”. “Aquí tenemos unas condiciones mejores —continúa Guillermo Iturrioz, de la CSI, el más veterano del Comité de Empresa— no es que sean exageradas, porque por lo que hacemos teníamos que ganar el doble, pero al menos son dignas”. Se refieren a la toxicidad de muchos de los materiales que manejan, acero inoxidable, aceites…

De llevarse a cabo los despidos, no será fácil comenzar de nuevo para muchos de estos trabajadores, sobre todo los que pasan los 50 años. “Quedar en paro a esta edad, cotizaste toda la vida para que ahora se trunque así… ¿Quién nos va a coger?”. “Y si nos cogen imagina las condiciones… puteaos, sueldos de miseria. Aparte que ya no tienes la salud que tenías con 30 años, porque aquí se trabajo mucho y muchos padecemos de la espalda, de las extremidades… no es lo mismo trabajar en un taller de calderería que en una oficina”.

Por todo esto, los trabajadores están dispuestos a luchar por los puestos de trabajo, pero también porque están convencidos de que la actual situación por la que pasa la empresa se debe fundamentalmente a una mala gestión de sus dueños y que la misma es totalmente viable. “Tuvimos un proyecto aquí que fue pionero, el primer prototipo de rotor para una torre eólica marina, lo fabricamos y fue un éxito. Si hubiera cogido la obra teníamos trabajo aquí para 10 años”, comentan mientras nos muestran orgullosos la carta que el cliente envió en su día para felicitarles y reconocer su labor. “Pero se empeñó en que no lo cogíamos y fue que no”.

Me hablan también de la situación contraria, una obra que la empresa aceptó, muy compleja, con materiales prácticamente experimentales, y que resultó ruinosa.“Esa fue la puntilla para la empresa. Una obra que al poco ya se veía que no se podía hacer, pero en lugar de devolverla al cliente se empeñaron en sacarla, y lo que se iba a hacer en seis meses tardamos más de dos años, y los costes se dispararon claro”.

La conversación continúa con más ejemplos de mala gestión y despilfarro: “Tienen aquí montada una bodeguita que ni Felipe González en la Moncloa, con jamones de Jabugo y botellas de vino que andarán por los 800 o 900 euros”.

A la conversación se han sumado finalmente varios trabajadores. Todos quieren aportar datos, pruebas de la cualificación de la plantilla, de la calidad de la producción de la empresa, también de la mala gestión de sus dueños.

Finalmente hablamos del encierro, de los pasos a seguir en la lucha. Por nuestra parte una idea se consolida a medida que avanza la reunión. No se puede permitir el cierre de una empresa como FAHIME, puntera, viable y con carga de trabajo. Tampoco se puede dilapidar la experiencia de una plantilla que es su mayor valor y que demuestra estar en condiciones de mejorar la producción y la propia gestión si tuviera la oportunidad de tomar decisiones sobre la misma.

Es más, pensamos que, tanto si los actuales dueños pretenden desembarazarse de la plantilla para seguir operando en el futuro, como si han decidido liquidarla y vivir de los beneficios que han obtenido hasta la fecha, es a la administración pública, al gobierno asturiano, a quien debemos reclamar ahora que se haga cargo de la empresa.

No sólo porque la misma cuenta con una valiosa maquinaria, subvencionada en buena medida con fondos públicos, sino porque, como no se cansan de repetir los trabajadores, “Creemos que la empresa, si entran inversores o lo que sea, con la cualificación de los trabajadores y demás, y ya viste la maquinaria que hay, esto se reactiva”.

Sin duda para que el desenlace sea positivo los trabajadores deberán echar mano de toda su capacidad de presión, de todo su coraje y resistencia. Pero para ello es imprescindible tener una estrategia propia sobre la que sustentar la lucha. En nuestra opinión, reclamando la titularidad pública de la empresa, y la participación de los trabajadores en la gestión de la misma se abriría un escenario viable para preservar los puestos de trabajo y la calidad en el empleo.

Avilés, 5 de noviembre de 2015

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