La crisis política abierta tras las elecciones del pasado 20D continúa profundizándose. Después de que Rajoy declinara someterse al debate de investidura, el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, tomó el testigo para iniciar las negociaciones de cara a formar gobierno. No eran pocos los que pensaban que mantendría su palabra y resistiría las presiones de los poderes fácticos, de Bruselas y de muchos barones de su partido para no entregarse a la derecha. Ilusiones vanas.

En pocos días, Pedro Sánchez anunció un acuerdo vergonzoso con Ciudadanos aclarando su disposición a gobernar aplicando las mismas políticas de austeridad y recortes sociales del PP.

Desde entonces los acontecimientos se han desarrollado a gran velocidad hasta concluir en el segundo debate de investidura, celebrado el viernes 4 de marzo, sin que Pedro Sánchez obtuviese la minoría simple necesaria para poder ser presidente. Tras el contundente NO de Podemos en la primera votación, con un discurso de Pablo Iglesias muy combativo y de izquierdas —algo inusual en la tribuna parlamentaria—, denunciando no sólo al PP y Ciudadanos, a los que acusó abiertamente de representar a la derecha franquista y los intereses del Ibex 35, sino también la completa entrega de los dirigentes del PSOE a los grandes poderes económicos y su traición a los votantes socialistas, la burguesía y la socialdemocracia han desencadenado una demagógica y virulenta campaña contra Podemos.

Acusando cínicamente a la formación de Pablo Iglesias de urdir una “pinza” con el PP para evitar un “gobierno de progreso”, Sánchez utilizó el argumento tramposo de que el voto NO a su investidura equivalía a votar a favor de la continuidad de Rajoy. Pero, realmente, quien ha pactado con la derecha, suscribiendo un acuerdo programático con Ciudadanos que traiciona las aspiraciones de cambio de millones de trabajadores y jóvenes, ha sido el PSOE. Los continuos, públicos y explícitos ofrecimientos de Albert Rivera a que el PP se incorpore al pacto echan por tierra, por sí mismos, la pose del PSOE. La “furia anti Rajoy” escenificada por Pedro Sánchez es pura fachada para tratar de ocultar el verdadero camino que está emprendiendo su partido: mantener al PP en el poder por la vía de una gran coalición. ¡Y encima quería que Podemos participara de esta traición!

Un paso más hacia la gran coalición

Por si no estuviera suficientemente clara la auténtica estrategia del PSOE, al día siguiente de la segunda sesión de investidura no sólo ratificaron su pacto con Ciudadanos sino que Sánchez anunció que “PSOE y Ciudadanos negociarán conjuntamente con el resto de fuerzas”; es decir, la socialdemocracia vuelve a dinamitar la posibilidad de un gobierno de izquierdas. Seamos serios, ¿quién hace la pinza con la derecha? Como ha señalado muy correctamente Íñigo Errejón, lo que hace Rivera es “arrastrar al PSOE a su terreno, desde donde tiende la mano al PP” y la decisión de PSOE y C’s de continuar juntos en las negociaciones es “el primer paso para la gran restauración”. Efectivamente, una gran estafa. No es Podemos sino el PSOE el que sigue suministrando oxígeno y apuntalando a un PP moribundo, es la socialdemocracia la que está preparando el terreno para colar al PP en el gobierno por la puerta de atrás.

No, la verdadera disyuntiva no estaba, ni está, entre un “gobierno de cambio” formado por el PSOE y las juventudes del PP —como el propio Sánchez calificaba a Ciudadanos en campaña electoral— o la continuidad del PP. La auténtica decisión está entre apostar por un gobierno de izquierdas, que rompa por completo con la política de recortes y contrarreformas, o sostener, de una u otra forma, un gobierno al servicio de la banca y de las grandes empresas. Y lo que se ha puesto en evidencia es que estando en manos del PSOE la primera opción se ha entregado en cuerpo y alma a la segunda.

Otra maniobra de los dirigentes del PSOE para justificar su negativa a un gobierno de izquierdas es la referencia hecha por Pablo Iglesias a Felipe González de tener “las manos manchadas en cal viva”, en clara alusión a la implicación del expresidente en la guerra sucia de los GAL y para advertir a Sánchez que no se deje guiar por quienes han llevado al PSOE por una senda muy peligrosa. El falso victimismo del portavoz socialista, Antonio Hernando, diciendo que “cuando en el Congreso se agrede, se generan heridas difíciles de cerrar”, no es más que una lamentable excusa de quienes ya habían decidido previamente con quién querían gobernar.

Sánchez también ha alegado en su investidura la falta de mayoría parlamentaria para un gobierno de izquierdas. Pero este argumento “aritmético” se podría emplear con mucha más razón contra el acuerdo entre PSOE y C’s. Es una treta más para disfrazar su nula voluntad política de apostar por un gobierno de izquierdas, que sí tenía posibilidades de salir. Incluso si finalmente fuese bloqueado por falta de apoyo parlamentario, era la mejor opción para favorecer a las opciones de la izquierda de cara a unas elecciones anticipadas. Pero como también ha quedado muy claro en los últimos días, la dirección del PSOE —no contento con cosechar los peores resultados electorales de su historia— parece dispuesta a emprender el camino que ya recorrió el PASOK en Grecia y anteponer su compromiso con el sistema capitalista a cualquier otra consideración.

El contenido del acuerdo

El pacto firmado entre PSOE y Cs no tiene un ápice de progresista. Cuestiones centrales como las reformas laborales, la LOMCE, la ley Mordaza y los innumerables recortes sociales impuestos por el PP, no se derogan ni eliminan. El acuerdo hace vagas observaciones sobre una posible modificación de la reforma laboral, pero manteniendo en lo esencial sus medidas más lesivas para los trabajadores, incluso empeorando las modalidades de contratación y reduciendo las indemnizaciones por despido. Sobre la sanidad pública, no hay ninguna mención a blindarla de futuras privatizaciones, ni anular las que ya están en marcha, volver a contratar a los miles de médicos despedidos o recuperar los miles de millones de euros que han sido eliminados de los presupuestos sanitarios en los últimos años. La cosa es aún más escandalosa en lo que se refiere a la enseñanza pública: no hay la más mínima referencia a la derogación de la LOMCE o el 3+2, a la contratación de los miles de profesores despedidos o medida alguna sobre el incremento de los presupuestos educativos después de la sangría brutal que han sufrido. Por supuesto, ninguna palabra sobre la mejora sustancial de las becas o la reducción drástica de las tasas académicas universitarias.

En cuanto a la fiscalidad, se hacen vagas promesas de ensanchar la base del impuesto de sociedades, pero se suavizan las medidas de control de las sociedades de inversión colectiva de capital variable (SICAV) que proponía anteriormente el PSOE, y se renuncia a “desincentivar los blindajes empresariales de los altos ejecutivos”, promesa que queda incumplida. Y el SMI subiría un mísero 1%, igual que ha hecho el PP en este último año. En fin, más de las mismas recetas que hemos sufrido en estos últimos cuatro años.

El PP frente al pacto

El rechazo del PP a la investidura de Sánchez, tampoco le da un plus de progresismo a este último. Las razones del NO de Rajoy no tienen que ver con el contenido del pacto PSOE-C’s sino con los intereses del aparato político del PP, que cuentan mucho en esta coyuntura, precisamente cuando más acosados se sienten por los casos de corrupción y el descrédito de sus siglas. No se puede descartar que fuercen la situación hasta llegar a elecciones anticipadas, con el margen suficiente incluso para realizar una operación de maquillaje, una especie de refundación del PP, con un candidato menos achicharrado que Rajoy.

Sin embargo, las presiones de los capitalistas españoles y europeos para que se imponga finalmente una gran coalición (PP-C’s-PSOE) son enormes y aumentarán, tal como señaló Pablo Iglesias en el debate de investidura. La resistencia a la convocatoria de unas nuevas elecciones es cada día más grande, y después de lo de ocurrido en el parlamento se redoblará. Por supuesto, no se pude descartar que en junio se vuelvan a abrir las urnas, pero un amplio sector de la burguesía barrunta que nada bueno saldrá de ello, y que el gran beneficiario de unas elecciones anticipadas puede ser Podemos y las confluencias de la izquierda. Por eso, las negociaciones que se abren a partir de ahora seguirán pivotando en torno al pacto PSOE-Ciudadanos con el objetivo de obligar al PP a que mueva ficha e inicie una renovación interna (sin descartar que Rajoy y los elementos más quemados del partido den un paso atrás), y justificar abiertamente el pacto a tres en aras de la gobernabilidad y la responsabilidad. En este camino, sería posible incluso que recurrieran a alguna figura “independiente” como nuevo candidato a investirse presidente, o al propio Rivera.

La situación es tan volátil que aunque la clase dominante lograra formar un gobierno acorde a sus necesidades y evitar elecciones, estarían muy lejos de estabilizar la situación; más temprano que tarde se enfrentarán de nuevo a una gran contestación social a sus políticas.

Podemos, y toda la izquierda que lucha, debemos responder con la movilización en las calles

La reacción de la dirección de Podemos ante la traición de Pedro Sánchez ha sido positiva. En primer lugar, se levantó de la mesa de negociación a cuatro (PSOE, IU, Compromís y Podemos), una negociación que, en los hechos, se había convertido en un completo fraude y sólo tenía la función de proteger el flanco izquierdo del PSOE cuando tenían casi ultimado el pacto con la derecha.

Pablo Iglesias también ha demostrado que es capaz en el terreno parlamentario de desnudar las mentiras y las maniobras de la derecha y de Pedro Sánchez. En sus intervenciones denunció a los poderes fácticos: “Ellos han pedido una gran coalición PSOE-Ciudadanos-PP. Las oligarquías temen un cambio real en España”. Contestando al falaz argumento de la “pinza”, señaló muy acertadamente: “...lo que le importaría a Rajoy es que usted se ponga con nosotros, es lo que le preocupa a las oligarquías de este país. Atrévase, señor Sánchez, con un programa progresista de verdad”. Pero la parte más relevante de su discurso la dirigió directamente a la militancia socialista, para denunciar el comportamiento de su dirección: “[el PSOE era un partido] por el que te llevaban a los pelotones de fusilamiento y ahora a los consejos de administración”. En alusión directa a Pedro Sánchez le señaló: “Yo no traiciono a mi gente. Desde el principio le dijimos o gran coalición o gobierno progresista. Cuídese de la naranja mecánica, es un socio muy hábil. Le obligarán a tragar el plan de las oligarquías, con el PP y no estará usted al frente. Negocie con nosotros, no vete abstenciones y deje de escuchar los cantos de sirena que le llevan al naufragio”. Para el final, dejó una cita sin desperdicio: “Merecer el odio de los que envenenan al pueblo será para nosotros una honra” (Pablo Iglesias, fundador del PSOE).

Pero no basta sólo con la denuncia parlamentaria, ahora es necesario pasar a la acción. Podemos tiene una gran responsabilidad, tiene que trasladar a la calle la oposición a este pacto PSOE-C’s con un llamamiento a la movilización masiva en todas las ciudades del Estado español.

La movilización es una herramienta fundamental en este momento político. Todo lo que puede dar de sí el parlamento, con su composición actual, ya lo ha hecho. Tanto el PP como C’s y el aparato del PSOE están en una misma línea política. Cumplir las órdenes de Bruselas y los grandes poderes económicos, para continuar con la agenda de recortes del gasto social, privatizaciones, y ataques a nuestros derechos y conquistas sociales. Por eso, ninguna aritmética parlamentaria puede modificar un plan estratégico que sólo será roto con la movilización masiva de la población, ocupando las plazas y las calles, profundizando la rebelión social que ha colocado a la derecha contra las cuerdas en estos años, y que en las elecciones del 20D tuvo su correspondencia con el mayor varapalo que jamás ha sufrido el bipartidismo en cuarenta años.

Podemos no puede limitarse a una oposición parlamentaria. Debe basarse en aquello que lo hizo fuerte: la lucha de masas, desde el 15M a Gamonal, desde las huelgas generales a las Mareas Ciudadanas o las Marchas de la Dignidad. Sí, hay que movilizar ya, inmediatamente y de manera contundente por las reivindicaciones que el movimiento ha colocado desde hace tiempo encima de la mesa y siguen pendientes: Derogación de la reforma laboral, de la Ley Mordaza, de las contrarreformas franquistas contra la enseñanza pública (LOMCE y 3+2); por el derecho a una vivienda digna (prohibición por ley de los desahucios y parque público de viviendas con alquileres sociales), y a unas condiciones de vida que permitan a la población salir de la crisis, aumentando sustancialmente los subsidios de desempleo, poniendo fin a los recortes sociales en dependencia, en sanidad, acabando con la pobreza energética (nacionalizando las eléctricas)…

El camino a seguir es claro y está trazado. Lo sabemos por experiencia. La convocatoria del Sindicato de Estudiantes de una nueva huelga general estudiantil para el 13 y 14 de abril es una iniciativa extraordinaria, que debe ser tomada como ejemplo. Los estudiantes ya han dado el primer paso. Ahora hay que completarlo. Podemos, Izquierda Unida, las Mareas Ciudadanas, las Marchas de la Dignidad, los activistas combativos de los sindicatos de clase, tenemos la obligación de llenar las calles con la indignación y la lucha organizada que hará posible el cambio político, para que nadie nos arrebate lo que es nuestro y por lo que tanto hemos peleado. El cambio se consigue luchando.

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