Por su interés reproducimos este artículo de Laura Mijares - Profesora del Área de Estudios Árabes e Islámicos (UCM), publicado en ctxt.es. Pincha aquí para acceder al original

Las chicas musulmanas con pañuelo son hipervisibles como cuerpos a disciplinar, pero invisibles como personas con opinión, agencia y derechos

El pasado 26 de febrero algunas estudiantes de tres institutos públicos de la localidad madrileña de Parla convocaron una huelga y manifestación para rebelarse contra la prohibición del hiyab en sus centros. La protesta, que estuvo encabezada por las estudiantes afectadas y respaldada por el Sindicato de Estudiantes bajo el lema “No es laicismo, no. Es islamofobia y racismo”, visibiliza una realidad muy extendida y, sin embargo, muy poco conocida: la de la prohibición del hiyab en institutos que, amparándose en normas de convivencia, limitan el derecho a la libertad religiosa e individual de algunas estudiantes. La convocatoria de esta huelga, que señala el carácter racista e islamófobo de las prohibiciones, constituye un hito, ya que es la primera vez que este tema genera una movilización de estas características.

Para muchas jóvenes, escuchar “Con eso no”, señalando a su pañuelo, es algo bastante habitual. Se ven obligadas a quitárselo al entrar al instituto, ponérselo al salir y, en casos extremos, a cambiar de centro para evitar lo que muchas viven como una humillación. Mientras algunos institutos imponen estas restricciones implícita o explícitamente a través de sus instrucciones de convivencia recogidas en los reglamentos de régimen interior, el debate en las calles, en las organizaciones feministas, en las redes sociales, en los medios de comunicación o en el mundo académico sigue dominado por discursos prohibicionistas, extendidos por toda Europa. Aunque la prohibición del hiyab, tanto en España como en otros países europeos, descansa en normativas de distinta naturaleza, todas tienen en común que no reconocen la discriminación que conlleva limitar el pañuelo en las instituciones. Estas prohibiciones reflejan dinámicas de control que se ejercen solo sobre determinados cuerpos y culturas, perpetuando, en consecuencia, una doble marginalización. Por un lado, niegan a las jóvenes la posibilidad de definir y expresar su identidad libremente. Por otro, refuerzan estructuras históricas de dominación que, valiéndose del discurso de la modernidad y la libertad, enmascaran prácticas de asimilación cultural que poco tienen que ver con el respeto a la diversidad, que casi todos los centros señalan como característico de su programa educativo.

La regulación de la vestimenta musulmana en los institutos está extendida y normalizada, habitualmente en los documentos que recogen las normas de convivencia y bajo la premisa de una imparcialidad necesaria para asegurar la neutralidad y laicidad del sistema educativo público. Por lo general, el hiyab no está prohibido de manera explícita, sino que las normativas suelen establecer que no se permite llevar la cabeza cubierta. En algunos casos, estas reglas exigen que las alumnas mantengan la cabeza descubierta, como ocurre en uno de los tres centros de Parla donde se organizó la protesta. En otro de ellos, en cambio, el reglamento de convivencia sí prohíbe explícitamente el hiyab, “en aras de la inclusión y tolerancia hacia todas las confesiones religiosas y sensibilidades”.

“La laicidad en el derecho español obliga a la institución educativa, pero no a sus usuarias”

Sin embargo, el velo, al igual que cualquier otro símbolo religioso, es una manifestación amparada por el derecho fundamental a la libertad religiosa y de culto. La laicidad en el derecho español obliga a la institución educativa, pero no a sus usuarias, ya sean alumnas o familiares, así lo señalan las juristas. Es decir, es obligación que los centros mantengan la neutralidad religiosa, pero no se dice nada de sus estudiantes. El hecho de que la autonomía de estas no sea un tema central en la agenda pública, salvo cuando se utiliza para justificar la prohibición y señalar que el problema es el velo y no la restricción en sí ni el racismo y la islamofobia que la respalda, evidencia que estamos ante una estrategia de control sobre los cuerpos de las mujeres. Además, esta medida responde a un pánico moral en el que las musulmanas con hiyab son vistas como un símbolo de atraso que se busca erradicar, ya que se presupone que el velo anula a las mujeres y sus capacidades.

Hay varias preguntas que debemos hacernos: ¿por qué se problematiza el hiyab en los centros educativos? ¿Qué argumentos se esgrimen para prohibirlo y/o cuestionarlo? ¿Por qué se permite este tipo de cuestionamiento? ¿Qué ha ocurrido para que este cuestionamiento sea habitual y cuente con el consenso generalizado de buena parte de la comunidad educativa y de la sociedad? ¿Qué elementos permiten que esta realidad permanezca invisibilizada? Las respuestas remiten siempre a la existencia de un sentido común hegemónico que reduce la identidad de las mujeres musulmanas a un estereotipo de pasividad y falta de agencia, dominadas por una religión especialmente irracional y misógina, en la que el pañuelo se limita a un símbolo de sumisión, legitimando prácticas que incitan a abandonarlo o directamente imponiendo su prohibición, como ocurre en los institutos públicos de Parla. Este sentido común se llama islamofobia y permite que se asocie el velo a la opresión, al sectarismo, al extremismo religioso o incluso a la radicalización. Además, opera en una lógica de control, ya que las decisiones sobre su exclusión se toman sin la participación de las afectadas, hablando en su nombre para, paradójicamente, fomentar sus derechos, para llevar a cabo políticas de igualdad y libertad, aprobando medidas prohibicionistas, punitivas, amparadas en argumentos laicistas y respaldadas, no solo por la derecha o la extrema derecha, sino también por ciertos sectores de la izquierda y del feminismo ilustrado que reafirman la idea de que la liberación pasa por la renuncia a determinados símbolos religiosos y culturales.

Recientemente, desde la Universidad Complutense de Madrid, hemos llevado a cabo una investigación cualitativa a nivel nacional en la que, con la ayuda de varias organizaciones de jóvenes y mujeres musulmanas, hemos recopilado los casos de 73 chicas que han sufrido la prohibición directa de su derecho a acudir a clase con hiyab, o algún otro tipo de práctica racista cuestionando la legitimidad de su vestimenta. Se trata de una investigación finalizada, cuyo informe –financiado por el Instituto de las Mujeres (2020-2023)– aún inédito se dará a conocer próximamente, en la que se subraya la urgencia de actuar contra la discriminación ejercida por estas normativas restrictivas en muchos centros educativos públicos de todo el Estado. A través de 26 entrevistas en profundidad a estudiantes afectadas por la regulación del uso del hiyab en Madrid, Cataluña, País Vasco, Comunidad Valenciana, La Rioja, Andalucía, Asturias, Ceuta y Melilla, el estudio pone de manifiesto cómo impactan estas medidas en la libertad personal, religiosa, en la autoestima, en las trayectorias educativas y en un sinfín de ámbitos en los que la implantación de determinadas normas restrictivas, y solo dirigidas a estas jóvenes, es vivida como una imposición cuyas consecuencias son diversas, pero siempre violentas para muchas de ellas.

“El estudio pone de manifiesto cómo impactan estas medidas en la libertad personal, religiosa, en la autoestima”

“Cuando te dicen ‘normativa’ tú no piensas si es interna o externa, crees que es algo muy gordo y que lo tienes que respetar”, señala una joven de Lleida: con 12 años, fue interpelada por un reglamento que, lejos de protegerla, le devolvía diariamente señales de no ser bienvenida en su instituto. En un centro de Alcalá de Henares, otra estudiante señala la humillación que siente al ser interpelada el primer día del curso, en una recepción con el resto de los y las estudiantes: “En el salón de actos, con muchísima gente, que es (…) como lo que me dio más rabia, empezó a gritarme: ‘No puedes llevar eso aquí, ¿cómo llevas eso aquí? Tienes que quitártelo’”. En un instituto de un pueblo de La Rioja, otra estudiante vive momentos de tensión cuando un día olvida quitarse el hiyab a la entrada: “Nos hacen una reunión a solas, a mí me reúnen también y me dice la directora que si no me quitaba el hiyab podía perder la matrícula y que tenía un plazo de diez días para quitármelo”. “No puedes llevar eso en la cabeza (…) te estoy diciendo que no puedes llevar la cabeza cubierta”, escucha otra estudiante durante buena parte de su permanencia en un centro de Madrid, uno de los pocos en los que existe el grado de formación profesional que necesita y quiere cursar.

Estos son solo algunos ejemplos de jóvenes y mujeres reales que han sufrido y siguen sufriendo humillaciones fruto de normativas racistas que tienen un impacto en sus carreras académicas, en su autoestima y en sus sentimientos de pertenencia. Con frecuencia las chicas con hiyab sufren una descapitalización de sus capacidades, aunque sean buenas estudiantes. En los institutos son señaladas, interpeladas, cuestionadas o incluso acosadas provocándoles sentimientos de dolor, impotencia, rabia y frustración. Son hipervisibles como cuerpos a disciplinar, pero invisibles como personas con opinión, agencia y derechos. Ha llegado la hora de que las consejerías de Educación de las distintas comunidades autónomas redacten planes de actuación de obligado cumplimiento, en la línea de algunas iniciativas puestas en marcha, tanto en la Comunidad Valenciana como en el País Vasco, para que se respete la autonomía de las estudiantes con hiyab y se impida la prohibición de esta prenda en los institutos. Es necesario atajar la islamofobia y el racismo de Estado para asegurar un entorno educativo inclusivo y respetuoso con todas las estudiantes, independientemente de su género, orientación sexual, religión o cualquier otra característica personal. Con la imagen de la protesta de estas jóvenes aún presente, queda el desafío de construir un 8M verdaderamente inclusivo, que plante cara a la islamofobia, al racismo y atienda las demandas de todas las mujeres.

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