El año 2018 terminó con una oleada de despidos en multitud de empresas de distintos sectores, que continúa en 2019. La lista es larga.

Una larga lista de despidos

El pasado año la Naval de Sestao anunció el cierre: 177 empleos, a los que hay que sumar los entre 2.000 y 4.000 que trabajan en empresas auxiliares, serán destruidos. En Asturias, Aragón y León, el cierre —avalado por los sindicatos CCOO, UGT y USO— de las últimas 26 minas de carbón cercena el futuro de comarcas enteras. También la multinacional Alcoa ha planteado la destrucción de cerca de 700 puestos de trabajo en A Coruña y Avilés, a los que hay que añadir muchos cientos que desaparecerán en las empresas auxiliares. Continuando con el sector energético, Naturgy, antigua Gas Natural-Fenosa, presentó en 2018 unas pérdidas de 2.822 millones de euros tras una serie de ajustes contables realizados en la primera mitad del año. Pero, excluyendo estos “ejercicios”, el beneficio neto creció un 57% y alcanzó los 1.245 millones; en 2019 espera obtener unos beneficios de 1.400 millones. Aun así, ha anunciado el recorte de hasta 2.500 empleos antes de 2022.

El sector financiero, que en los últimos años ya ha destruido decenas de miles de puestos de trabajo, vuelve a poner encima de la mesa otra tanda de despidos. En total esta nueva reconversión del sector supondrá destruir más de 7.500 empleos, el 4% del total, según los últimos datos publicados por el Banco de España. Unicaja alcanzó un acuerdo con los sindicatos para echar a 760 empleados en un plazo de tres años, cifra a la que habría que sumar otros 1.700, si finalmente se concreta su fusión con Liberbank. Caixabank ya ha anunciado un ERE que afectará a unas 2.200 personas. El Banco Santander, que ha logrado un beneficio neto de 7.810 millones de euros en 2018, empezará a negociar en los próximos días un duro ajuste de plantilla que afectará a más de 2.700 trabajadores.

En el sector de las telecomunicaciones, Vodafone —tras los EREs de 2013 y 2015, que se saldaron con 900 y más de 1.000 empleados menos, respectivamente— ha presentado un tercero, que afectará a 1.200 trabajadores, más de un 20% de la actual plantilla.

Y la lista de empresas continúa: Ikea, Land Rover, Ford (que han anunciado reestructuraciones en sus plantillas a nivel europeo), o H&M que ya ha aplicado un ERE en el Estado español que supondrá el cierre de siete tiendas.

Organizar la respuesta contra la destrucción de empleo, no negociar despidos

El objetivo de esta nueva reconversión no es otro que el de reducir costes a expensas de los trabajadores, destruyendo empleo estable y con derechos por precario o reduciendo plantillas y aumentando los ritmos de trabajo a quienes se quedan.

La respuesta que los dirigentes de CCOO y UGT están dando es absolutamente nefasta, renunciando a la lucha desde el primer momento, limitándose a negociar los despidos, intentando descafeinar la movilización cuando, presionados por los trabajadores, no han tenido más remedio que plantearla, y abordando los despidos de forma aislada, empresa a empresa.

Hay que oponerse con firmeza a la destrucción de empleo, organizando y unificando las luchas, como han hecho los pensionistas y en las últimas semanas los taxistas. La experiencia demuestra que las luchas adquieren más fuerza y más repercusión cuando son planificadas desde abajo, con la participación consciente de toda la plantilla en su organización, tomando decisiones en asambleas democráticas como es el caso, por ejemplo, de la huelga de Amazon.

Hay que elegir en cada empresa representantes para, entre otras tareas, coordinar la respuesta conjunta de todas las plantillas amenazadas con despidos. Ese es el camino, el de la lucha decidida y unificada en base a la reivindicación central de “el puesto de trabajo no se vende, se defiende”.

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