A pesar del enorme revuelo generado en los medios de comunicación por la entrada en vigor de la ley que obliga a las empresas a tener mecanismos para que las y los trabajadores fichen, que consten sus horarios de entrada y salida, y así evitar el trabajo gratuito, la realidad es que esta medida no parece asustar a muchas de las grandes empresas hosteleras.
El motivo es claro, el Gobierno carece completamente de voluntad de hacer cumplir la ley que el mismo aprobó, porque una cosa es promover la imagen de que son un “Gobierno social” y otra muy distinta atreverse a poner los medios y tomar medidas concretas para parar de verdad los abusos empresariales.
Un ejemplo de ello lo tenemos en el grupo VIPS. Los trabajadores del grupo no hemos tenido que esperar a la aprobación de esta ley para fichar nuestras entradas y salidas, siempre lo hemos hecho. Esto no impide que la empresa nos fuerce a trabajar horas no cobradas y que nos haga contratos inferiores respecto a las horas que realmente trabajamos. La política de esta empresa consiste en hacer contratos irrisorios de entre 10 a 15 horas a la semana, en los que se renuncia a los festivos; posteriormente se presiona por distintas vías para alargar la jornada con horas complementarias. Rápidamente, un trabajador que tenga disponibilidad termina haciendo regularmente unas 30 horas entre su jornada y las horas complementarias.
Los restaurantes y cafeterías del grupo no podrían mantenerse abiertos si no fuera por las horas complementarias con las que nos obligan a completar nuestra jornada, y que nos vemos obligados a hacer ante el sueldo de miseria que tenemos. Esto supone un fraude evidente, dado que no se usan las mismas para cubrir necesidades puntuales o imprevistas, sino que se cuenta con ellas de forma estructural. Por tanto, deberían estar recogidas en nuestros contratos, evitando así una situación de absoluta precariedad.
Pero la cosa no acaba ahí: a la hora de cerrar los restaurantes, es imposible hacerlo dentro de las horas fijadas por los gerentes. Esto nos obliga a alargar los cierres más allá de nuestra jornada con horas trabajadas que jamás se nos remuneran. Hemos interiorizado como algo normal regalarle a la multinacional hasta media hora, sea cual sea tu jornada. Los fines de semana tenemos que extender los cierres al menos 1 hora más allá de nuestra jornada, y días señalados como son el 6 de enero o el día de la madre podemos llegar a hacer sin cobrar incluso más de dos horas.
¡Basta de impunidad! ¡Ni un minuto de trabajo gratuito!
A pesar de que todo esto queda registrado en el sistema de fichaje, nunca ha pasado nada en una cadena que tiene en España más de 400 establecimientos y más de 9.500 trabajadores. ¿Cómo es eso posible? ¿Es que una corporación de estas dimensiones puede ocultar esto? En absoluto. Es evidente que el grupo VIPS cuenta con la complicidad de las autoridades y la Administración. De nada sirven todas las leyes del mundo si luego no existe una voluntad política de llevarlas a la práctica.
Es completamente lamentable que un Gobierno que se dice garante de la protección de los derechos sociales no haga ni lo más sencillo, que sería enviar de oficio inspectores de trabajo a las grandes cadenas comerciales para verificar que al menos se cumple con lo mínimo: que nuestros contratos se ajustan a nuestras jornadas y que se nos pagan las horas que realmente trabajamos. Bajo la excusa de la crisis económica, se hace la vista gorda a la actividad de estas empresas de cara a que sigan hinchando sus cuentas de resultados.
Para combatir esta situación y la cada vez mayor precariedad que genera, necesitamos una acción sindical combativa. La empresa y los gerentes han llegado tan lejos porque la sensación de impunidad se ha impuesto. La escasa o incluso nula acción sindical de los dirigentes de los grandes sindicatos, especialmente CCOO y UGT, crea las condiciones para que se imponga el miedo a perder el empleo, en un contexto de crisis económica. La situación se agrava por la inacción cómplice de las distintas administraciones.
La necesidad de cubrir los costes de alquiler y los gastos cotidianos que tenemos nos empujan a tener que aceptar esas horas complementarias y a asumir que parte de las horas que trabajamos no nos las pagarán nunca, ya que normalmente si las exigimos seremos despedidos. Esto puede cambiar si las y los trabajadores nos organizamos, y si los sindicatos pasan a la ofensiva, acudiendo a los tajos y empresas a informarse e informar, ejerciendo presión para denunciar los contratos fraudulentos y las horas no pagadas, y plantando cara con decisión frente a estos constantes abusos. Una acción sindical de este tipo daría confianza a las y los trabajadores, y asfaltaría el camino para reconquistar nuestros derechos. ¡Así conseguimos derechos laborales, y así los conseguiremos ahora!