Una lucha emblemática frenada por la política sindical de paz social
El pasado 21 de diciembre arrancaba con fuerza la primera jornada de huelga en los supermercados de Asturias. Tras dos asambleas masivas, se decidió realizar ocho jornadas de paro en navidades con el claro mandato a las direcciones sindicales de CCOO, UGT y USO, presentes en la mesa de negociación, de no ceder ante la patronal.
Una huelga inédita, con un seguimiento muy fuerte, especialmente en Alimerka (la empresa mayoritaria), a la que estaban convocados 12.000 trabajadores, fundamentalmente mujeres, con sueldos medios de 820 euros que contrastan con los beneficios multimillonarios de las empresas.
Las reivindicaciones eran, entre otras, un sueldo mínimo de 14.000 euros anuales, el reconocimiento de categorías y antigüedad o que los 20 minutos de descanso contabilizasen como tiempo de trabajo, exigiendo poner fin al robo de cientos de miles de horas anuales por parte de los empresarios.
Basta ya de aceptar los chantajes patronales y la demagogia del PSOE
Los pasillos vacíos de clientes en plenas fiestas navideñas, con las ventas en mínimos históricos, las multitudinarias concentraciones de solidaridad en Gijón y Oviedo, los múltiples comunicados de apoyo, han sido solo algunas muestras de la tremenda fuerza de esta movilización y la solidaridad que ha generado.
Sin embargo, tras el éxito de las cuatro primeras jornadas, el 27 de diciembre, a escasas horas del inicio de la segunda fase (otros cuatro días de paro), las direcciones sindicales de CCOO y USO anunciaban la desconvocatoria, y pocas horas después lo hacía la UGT. El motivo no era, ni mucho menos, haber conseguido las reivindicaciones fundamentales, sino un “acuerdo” con la patronal, propuesto por el Gobierno asturiano del PSOE en calidad de mediador, consistente en una reunión para hablar del convenio el ¡13 de enero! Si no se desconvocaba la huelga no habría reunión, un burdo chantaje con el aval del PSOE y presentado por los sindicatos ante la plantilla como un “éxito”.
Todo el esfuerzo de los y las huelguistas ha quedado hipotecado, de mano de las direcciones sindicales, a este gesto vacío de la patronal y del Gobierno del PSOE. El mismo Gobierno que, consciente de la enorme solidaridad con la lucha, adoptó desde el minuto uno un discurso demagógico de apoyo a las plantillas mientras mandaba a la guardia civil y a la policía a reventar el piquete que, durante dos días, impidió la salida de camiones con mercancía del almacén central de Alimerka.
Las empresas, que no podían romper la huelga ni con la represión, ni usando los medios de comunicación, ni a los esquiroles, han recibido la ayuda del Gobierno del PSOE y de la burocracia de los sindicatos para frenar la lucha. La patronal ha aceptado “sentarse a negociar” y esto ha sido suficiente para que estos dirigentes dejen a los pies de los caballos a las y los trabajadores.
Las plantillas dan un ejemplo de lucha mientras las direcciones sindicales desconvocan la huelga
Si algo ha quedado claro en estas primeras cuatro jornadas, además de la solidaridad y el apoyo masivo a la huelga, es que la patronal había preparado a conciencia esta huelga. Entre otras medidas, no se renovó de forma masiva a las y los trabajadores temporales a finales de noviembre sino que se les incorporó a tiendas los días previos a la huelga para suplir a los y las huelguistas, lo que permitió a los mandos intermedios, encargadas y supervisoras hacer con tiempo una brutal campaña de miedo en las plantillas.
Esta meticulosidad de la patronal ha contrastado con la actitud de las direcciones sindicales, que en vez de preparar la huelga visitando a aquellas empresas y tiendas donde se pudiera prever que el seguimiento iba a ser menor para dar confianza a trabajadores y trabajadoras, crear una caja de resistencia para aguantar el tiempo que fuese necesario o convocar manifestaciones en las que pudiesen participar las familias y vecinos, se dedicaron a suplicar a las empresas un gesto que les permitiera desconvocarla, envalentonando más a la patronal. Y aun así, el seguimiento ha sido masivo.
Durante la preparación de la huelga y en los propios días de paro ha estado muy presente la experiencia del año pasado, cuando los sindicatos cancelaron, antes de empezar, las seis jornadas de huelga previstas en el momento en que la patronal hizo una mínima concesión de subida salarial (los famosos cincuenta euros que las direcciones sindicales vendieron como un “gran éxito”) y “prometió” sentarse a negociar el convenio.
Como era de esperar nada cambió. El cabreo de las plantillas ante aquella desconvocatoria exprés de los sindicatos ha sido evidente en las asambleas de este año, de ahí el mandato explícito de no ceder ante las empresas. La experiencia de 2018 y la exigencia de las y los trabajadores en las asambleas de este año de que no se cediera ante la patronal hace todavía más grave esta retirada de los dirigentes sindicales.
Desconvocar la huelga para iniciar la negociación el 13 de enero lo único que hace es beneficiar a la estrategia de la patronal. Presentarlo como un éxito y amenazar con volver a la huelga si la patronal no ofrece nada es una burla al esfuerzo que han hecho las plantillas. Ahora la patronal hace caja y se recupera de la huelga mientras que los y las trabajadoras quedan completamente indefensas ante esos mandos proempresa en un sector donde la represión forma parte del panorama cotidiano.
Existe la fuerza para ganar, pero necesitamos una dirección a la altura
Defender que en una reunión tras las navidades, habiendo sorteado el periodo en el que más daño hace una huelga por ser el de mayor facturación, la patronal vaya a ceder amigablemente a las justas reivindicaciones de las plantillas es un cruel insulto a la inteligencia de cualquier trabajador. También lo es pretender retomar la huelga en su punto álgido si la patronal no hace concesiones serias tras haber echado este jarro de agua fría y haber incrementado muchos enteros el descrédito de los sindicatos con esta desconvocatoria.
Sin embargo, y a pesar de todas las limitaciones que las direcciones sindicales han impuesto a esta lucha, los hechos han demostrado que existe la fuerza y la solidaridad necesarias para conseguir un convenio digno y doblegar a la patronal, a condición de defender un sindicalismo de combate y democrático que no dé la estampida y ceda a la primera de cambio desaprovechando el enorme potencial para conseguir nuestras justas reivindicaciones.