Ni reforma de las pensiones ni reforma laboral
Declaración de la Corriente Marxista El Militante
El gobierno acaba de aprobar una propuesta de reforma de las pensiones que sólo ha gustado a la patronal, que la ve "muy positiva", y al PP (aunque no lo diga porque quiere ganar las próximas elecciones).
Ni reforma de las pensiones ni reforma laboral
Declaración de la Corriente Marxista El Militante
El gobierno acaba de aprobar una propuesta de reforma de las pensiones que sólo ha gustado a la patronal, que la ve "muy positiva", y al PP (aunque no lo diga porque quiere ganar las próximas elecciones).
La propuesta contempla retrasar la edad de jubilación a los 67 años y aumentar el período de cálculo de la pensión y los años cotizados para tener derecho a la misma (aunque estos aumentos no se concretan). A esto se añaden algunos recortes en las pensiones de viudedad y modificaciones en las pensiones de los autónomos. Es una agresión muy grave a los intereses de la clase obrera que, de aplicarse, sólo beneficiaría a la banca y sus fondos de pensiones.
Además, el mismo consejo de ministros aprobó un duro plan de ajuste presupuestario: 50.000 millones en tres años, del que pocas partidas de gasto se salvan (ayudas a la dependencia, lucha antiterrorista y poco más). Un efecto inmediato de este ajuste es que la tasa de reposición del empleo público bajará del 30% al 10%.
Y por si todo esto fuese poco, el 5 de febrero, el gobierno presentará su propuesta de reforma laboral. Y en abril prevé modificar las restricciones que hoy pesan sobre las ETTs.
Que estas medidas se hayan anunciado justo a la vuelta de Zapatero del foro capitalista de Davos simboliza a la perfección el brusco y claro giro a la derecha que representan, un giro que también se revela en el contenido del pacto educativo ofrecido al PP.
No hay motivos para sorprenderse
Para mucha gente, especialmente para los dirigentes sindicales, este giro del gobierno es una auténtica sorpresa. Sin embargo, no hay motivos para sorprenderse.
Desde que empezó la recesión, el gobierno y los dirigentes sindicales lo han fiado todo a una recuperación milagrosa de la economía. Así, mientras el gobierno entregaba cantidades ingentes de dinero a la banca y a la empresa privada, su principal iniciativa económica fue el raquítico Plan E. Los dirigentes sindicales, por su parte, contribuían a la paz social manteniendo al movimiento obrero en un estado de desmovilización, a pesar de la escalofriante escalada del paro y los ataques contra los trabajadores que la patronal está llevando a cabo para reducir los costes salariales y mantener su tasa de beneficios. Pero la recuperación no llega, y los problemas se acumulan.
Por un lado, el déficit presupuestario. Los capitalistas evitaron en 2008 una depresión económica de caballo dándole al sistema financiero el equivalente al 48% del PIB de los países desarrollados. En el caso del Estado español, el gobierno de Rodríguez Zapatero ha comprometido cerca de 150.000 millones de euros de los fondos públicos en diferentes ayudas a la banca, cerca del 20% del PIB. Toda esta lluvia de millones ahora se ha transformado en una pesada losa. Como dijo un representante del FMI, "hemos apagado el incendio, pero ahora está todo lleno de agua". El ejemplo más claro de la magnitud del problema es Grecia, donde la bancarrota del Estado empieza a ser una posibilidad real. A este respecto, el nivel del agua sigue subiendo en el Estado español: el déficit público se desmadró en 2009 hasta alcanzar un alarmante 11'4%. El gobierno quiere rebajarlo al 3% para el año 2013, de ahí el duro plan de austeridad.
Por otro lado, las cifras del paro ponen los pelos de punta (ver cuadros). 2009 acabó con la mayor cifra de parados jamás alcanzada. Además, hay un dato especialmente grave: 1.220.000 hogares tienen a todos sus miembros en paro, el 47'49% más que en 2008.
2009 |
2008 | Diferencia | % aumento |
|
Nº parados |
4.326.500 |
3.208.000 |
1.118.500 |
34,87% |
Tasas de paro |
|
General | 18,80% |
Nativos | 16,80% |
Inmigrantes |
29,70% |
Hombres | 18,64% |
Mujeres | 19,07% |
Menores de 25 años |
39,07% |
Y las perspectivas económicas para la economía española siguen siendo sombrías: la recuperación que podría aliviar las cifras del paro y aumentar los ingresos públicos no va a ser este año. De hecho, en 2009 la población ocupada cayó un 6'1% (1.210.800 trabajadores), el mayor descenso desde que en 1976 se empezó a calcular este indicador.
Todo este cóctel implica que el gobierno tiene que hacer algo si no quiere que la situación todavía empeore más. Zapatero puede tener buena intención, pero, como hemos explicado reiteradamente los marxistas, si la izquierda acepta las reglas de juego del sistema capitalista se verá obligada a hacer la misma política económica que la derecha. Dado que Zapatero no cuestiona el capitalismo, un giro a la derecha aún más pronunciado, era cuestión de tiempo. Las ya anunciadas propuestas de reforma laboral irán también en el sentido de empeorar las condiciones de los trabajadores. Además, con este giro a la derecha, el PSOE está abriendo las puertas para que el PP gane las próximas elecciones generales, puesto que el factor clave en las victorias electorales del PP es la desmotivación del electorado de izquierdas. Y ni que decir tiene que un gobierno del PP se traduciría en agresiones todavía mayores contra la clase obrera.
Los dirigentes sindicales, en la encrucijada
Los dirigentes sindicales se han esforzado en apoyar al gobierno, y el agradecimiento que han recibido es una propuesta de reforma de las pensiones inaceptable. Tampoco las empresas parecen que les vayan a agradecer todas las firmas de EREs que han echado en los últimos dos años. En este sentido, lo ocurrido en SEAT a finales de enero es muy sintomático. Después de haber firmado el año pasado un acuerdo de congelación salarial que supuestamente garantizaba los empleos, la patronal se descolgó con un despido colectivo sin autorización administrativa. Pero más sintomática todavía fue la respuesta espontánea de los trabajadores, que paralizaron la empresa por propia iniciativa, reflejando el descontento larvado que existe por los abusos empresariales y por la pasividad sindical ante la crisis.
Si los dirigentes sindicales no cambian de rumbo, se podrían encontrar antes de lo que se imaginan entre la espada de ese descontento, que podría salir a la superficie muy rápidamente porque hay mucho material inflamable acumulado, y la pared de un gobierno y de una patronal que no les hagan ninguna concesión fundamental, más allá de medidas cosméticas como la ley de Participación Institucional de los sindicatos anunciada por Zapatero el 30 de enero, que en este contexto sólo servirá para implicar a los dirigentes sindicales en los recortes.
No al Pacto Social ¡Hace falta ya una huelga general!
Esta reforma es inaceptable. En primer lugar, porque los trabajadores no tenemos ninguna culpa en esta crisis y, por tanto, no tenemos por qué pagarla. En segundo lugar, porque asustar con el fantasma de una futura quiebra de la Seguridad Social está muy manido; llevamos años oyendo la misma monserga. Y en tercer lugar, porque el argumento de que no hay dinero ya no cuela.
Para empezar, no es muy coherente que el gobierno diga ahora que la caja de las pensiones puede quedarse vacía en un futuro, cuando el año pasado le ofreció a la patronal una rebaja de 2'5 puntos en las cotizaciones sociales de las empresas (rebaja que la CEOE rechazó porque quería que fuese de 5 puntos). Si el gobierno quiere dinero, que recupere el impuesto de patrimonio que suprimió o que vuelva a subir el impuesto de sociedades que rebajó.
Pero el argumento fundamental para rechazar esta reforma es que sí hay dinero, y mucho. De hecho, este gobierno le ha dado a los bancos todo el dinero que han necesitado. El problema no es la falta de dinero, el problema es al servicio de quién se pone el dinero. Es un sinsentido que con una tasa de desempleo cercana al 20% se pretenda prolongar la edad de jubilación, cuando lo que un gobierno de izquierdas debería hacer es reducirla y apoyar los contratos de relevo para combatir el paro, especialmente entre los jóvenes que ya alcanza casi el 40%.
La burguesía sólo tiene una receta ante la crisis: recuperar beneficios aumentando la explotación de los trabajadores. Desde que la crisis estalló con toda su virulencia en 2008, los marxistas de El Militante hemos venido insistiendo en la necesidad de que los sindicatos movilicen a la clase obrera para contrarrestar las brutales presiones de la burguesía sobre el gobierno y demandarle a éste una auténtica política de izquierdas. Los dirigentes sindicales, sin embargo, optaron por seguir apostando por un diálogo social inviable en este contexto de grave crisis (excepto, claro está, que se acepten los recortes). La reforma de las pensiones o los despidos en SEAT son los resultados prácticos de esa acción sindical, que pretende ser realista pero que en realidad es una completa quimera. Ya se ve cómo les agradecen tanta "responsabilidad".
Es hora de cambiar el rumbo. Esta crisis, como todas las crisis importantes del capitalismo en el pasado, ponen de manifiesto las limitaciones del sindicalismo reformista para defender los intereses de la clase obrera, tanto porque empeoran la posición relativa de los trabajadores en la lucha entre trabajo y capital dentro de las empresas, como porque el paro debilita a los trabajadores como clase. Pero esta situación menos favorable puede ser superada con una estrategia sindical combativa que dé cauce y perspectiva a la enorme fuerza que tiene la clase trabajadora.
La reforma de las pensiones es un punto de inflexión en la política del gobierno, y requiere de los dirigentes sindicales una respuesta clara y proporcionada a la gravísima ofensiva que se proyecta sobre la clase obrera. Toxo y Méndez han venido argumentado que "no hay ataques" que justifiquen una huelga general, como si el paro masivo, los recortes sociales o la presión generalizada sobre los salarios no fueran ataques. Pero ahora ya no queda ni siquiera la excusa formal. Los ataques están sobre la mesa, y no han hecho más que empezar. El único límite que el gobierno va a encontrar a las presiones que recibe de la burguesía, es el miedo a la movilización masiva y generalizada de los trabajadores. Ninguna otra barrera puede frenar este giro a la derecha. La convocatoria de una huelga general, que abra la perspectiva de una movilización amplia, unificada y continuada de todos los trabajadores, se hace más necesaria que nunca desde el inicio de la crisis. Los dirigentes sindicales deben anunciarla ya y ponerse manos a la obra con un amplio plan de asambleas en todos los centros de trabajo, para discutir una plataforma reivindicativa que recoja las aspiraciones fundamentales de los trabajadores:
- No a la reforma de las pensiones. Jubilación a los 60 años con el 100% del salario y contratos de relevo.
- Oposición tajante a ninguna reforma laboral. Recuperación de la dignidad y la estabilidad en el empleo. No a las rebajas salariales, recuperación del poder adquisitivo.
- Por un subsidio de desempleo indefinido para todos los parados hasta encontrar un puesto de trabajo, igual a un SMI de 1.100 € y la condonación de sus deudas hipotecarias. Jornada laboral de 35 horas semanales por ley y sin reducción salarial, para repartir el empleo existente entre todos los trabajadores.
- Los EREs no son la solución a los despidos. Nacionalización de las empresas en crisis, sin indemnización y bajo el control de los trabajadores y sus organizaciones, para salvar todos los empleos.
- Nacionalización de la banca, los monopolios y los latifundios sin indemnización y bajo control obrero, lo que permitiría poner en marcha grandes programas de inversión pública en infraestructuras, vivienda, educación y sanidad públicas.
Este es el sindicalismo que los trabajadores necesitamos en este momento, este es el sindicalismo que deberían estar aplicando nuestros sindicatos. Organízate con los marxistas de El Militante y lucha con nosotros para hacerlo realidad.
1 de febrero de 2010