En el verano de 2006, la empresa Nervión, compañía auxiliar del astillero Navantia, despidió a toda su plantilla en la factoría de Ferrol*. El crimen cometido por los trabajadores fue luchar por sus derechos. De hecho, el número de fijos en Nervión y las condiciones laborales (que incluían una bolsa de trabajo) estaban claramente por encima de la media de las compañías. El comité de empresa de Nervión era el más fuerte de la industria auxiliar y un referente para el conjunto de los trabajadores subcontratados.
Preocupados por esta situación, las empresas decidieron dar un escarmiento y, en un acto de verdadero terrorismo patronal, Nervión despidió a toda su plantilla. Fue la forma de enviarle al conjunto de los trabajadores un mensaje: "esto es lo que les espera a todos los que se atrevan a reivindicar sus derechos".
Para justificar el despido de toda la plantilla, Nervión no dudó en abandonar Ferrol y cruzar la ría, hasta la factoría de Navantia en Fene, donde las condiciones de sus trabajadores eran peores. La jugada fue tan grave y descarada, que, en realidad, ni siquiera se les debería haber permitido trabajar en Fene.
La dirección de Navantia pretende ahora que Nervión vuelva a Ferrol. Por supuesto, no planteó un desembarco, sino un número muy reducido de trabajadores. Pero es evidente que el objetivo es que Nervión vuelva a trabajar en Ferrol.
El comité de empresa de Navantia-Ferrol, tras muchas vacilaciones, finalmente decidió rechazar la entrada de ese número reducido de trabajadores de Nervión. Esto es positivo, pero lo que no es tan positivo es la razón que motivó su rechazo: no hay condiciones (o sea, hay mucha oposición entre los trabajadores y se podría montar un lío).
Y, efectivamente, la hay. Casi 4 años después del despido de los compañeros, a muchos les deben dinero, otros están en el paro, a otros no les quedó más remedio que anticipar la jubilación (con el recorte de la pensión que ello implica, un mínimo del 6% por cada año anticipado). En estas circunstancias, es normal que los trabajadores se opongan rotundamente a que Nervión vuelva.
Del mismo modo que, en 2006, ellos nos mandaron el mensaje de que iban a ser beligerantes contra toda forma de lucha obrera organizada, nosotros tenemos que enviarles otro mensaje muy claro: Nervión no puede volver a Ferrol.
En cualquier caso, es evidente que el tema se volverá a plantear en el futuro. Hay que tener claro que la posible vuelta de Nervión no se puede abordar como una cuestión técnica de la producción, sino como una cuestión sindical, y una cuestión sindical relevante. Y desde esta perspectiva, la única posición sindical de clase que cabe es que Nervión sólo podrá volver si repara el daño causado: readmisión con sus antiguos derechos de todos los despedidos que así lo deseen, mismo porcentaje de fijos, bolsa de trabajo, pago de las deudas pendientes, cumplimiento del convenio, etc.
* Entrevista al comité de empresa de Nervión (El Militante, octubre 2006, www.elmili-tante.net/content/view/3492/37/).
Preocupados por esta situación, las empresas decidieron dar un escarmiento y, en un acto de verdadero terrorismo patronal, Nervión despidió a toda su plantilla. Fue la forma de enviarle al conjunto de los trabajadores un mensaje: "esto es lo que les espera a todos los que se atrevan a reivindicar sus derechos".
Para justificar el despido de toda la plantilla, Nervión no dudó en abandonar Ferrol y cruzar la ría, hasta la factoría de Navantia en Fene, donde las condiciones de sus trabajadores eran peores. La jugada fue tan grave y descarada, que, en realidad, ni siquiera se les debería haber permitido trabajar en Fene.
La dirección de Navantia pretende ahora que Nervión vuelva a Ferrol. Por supuesto, no planteó un desembarco, sino un número muy reducido de trabajadores. Pero es evidente que el objetivo es que Nervión vuelva a trabajar en Ferrol.
El comité de empresa de Navantia-Ferrol, tras muchas vacilaciones, finalmente decidió rechazar la entrada de ese número reducido de trabajadores de Nervión. Esto es positivo, pero lo que no es tan positivo es la razón que motivó su rechazo: no hay condiciones (o sea, hay mucha oposición entre los trabajadores y se podría montar un lío).
Y, efectivamente, la hay. Casi 4 años después del despido de los compañeros, a muchos les deben dinero, otros están en el paro, a otros no les quedó más remedio que anticipar la jubilación (con el recorte de la pensión que ello implica, un mínimo del 6% por cada año anticipado). En estas circunstancias, es normal que los trabajadores se opongan rotundamente a que Nervión vuelva.
Del mismo modo que, en 2006, ellos nos mandaron el mensaje de que iban a ser beligerantes contra toda forma de lucha obrera organizada, nosotros tenemos que enviarles otro mensaje muy claro: Nervión no puede volver a Ferrol.
En cualquier caso, es evidente que el tema se volverá a plantear en el futuro. Hay que tener claro que la posible vuelta de Nervión no se puede abordar como una cuestión técnica de la producción, sino como una cuestión sindical, y una cuestión sindical relevante. Y desde esta perspectiva, la única posición sindical de clase que cabe es que Nervión sólo podrá volver si repara el daño causado: readmisión con sus antiguos derechos de todos los despedidos que así lo deseen, mismo porcentaje de fijos, bolsa de trabajo, pago de las deudas pendientes, cumplimiento del convenio, etc.
* Entrevista al comité de empresa de Nervión (El Militante, octubre 2006, www.elmili-tante.net/content/view/3492/37/).