Sí, victoria de los trabajadores en la negociación del acuerdo que, sin ser un convenio colectivo, regula las condiciones laborales en el almacén de Pull&Bear en la comarca de Ferrol. El Correo Gallego del 6 de octubre lo comparaba con el mito bíblico: "David venció a Goliat". Pero lo conseguimos sin ayuda divina. Fue el producto de la unión y la lucha de la plantilla.

Cuando hace varios años los marxistas de El Militante empezamos nuestro trabajo político en Pull&Bear, el objetivo estratégico que nos marcamos fue crear tradiciones sindicales en una empresa donde la gran mayoría de la plantilla era menor de 30 años. Los aspectos centrales para lograrlo fueron: un sindicalismo combativo, defensa de un funcionamiento unitario del comité de empresa, toma de las decisiones por la asamblea y unidad de los trabajadores. Cuando en abril de 2008 encabezamos la candidatura de CCOO y se ganaron las elecciones sindicales (6 CCOO, 3 CIG), tuvimos la oportunidad de poner en práctica nuestro modelo sindical.

Nuestra plataforma para esta negociación era muy ambiciosa. Por supuesto, la empresa se escandalizó y tras varias reuniones, nos hizo la primera de las varias ofertas que nos presentó como definitivas y que, según ellos, no podían mejorar bajo ningún concepto: un acuerdo de tres años con un incremento salarial del 3%, 2% y 1% respectivamente. En una empresa que tuvo en 2009 unos beneficios de 1.314 millones de euros y que este año los aumentó en un 68% en el primer semestre y le subió el sueldo a sus directivos un 14%, esa oferta era una broma de mal gusto. Así que la patronal no nos dejó más opción que movilizarnos.

Antes del verano empezamos con una serie de movilizaciones del comité de empresa y fuera de horas de trabajo. En septiembre iniciamos paros parciales en medio de la jornada, que tuvieron un seguimiento muy importante. Como fue insuficiente, convocamos dos días de huelga de 24 horas para los días 28 y 30, que, sumados a la huelga general, paralizarían la empresa tres días seguidos, y otros tres días en la primera semana de octubre. Esto empezó a hacer efecto y el viernes 24 la empresa hizo otra oferta: el 4% cada año y otro 1'5% en un plus variable, diciéndonos que era la última, que si no la aceptábamos la retiraba y exigiéndonos que la defendiésemos ante la plantilla. Pretendía meternos miedo, pero no nos dejamos intimidar por el chantaje y la rechazamos. Su respuesta inmediata fue retirarla y volver a la anterior (4%, 3% y 3%, y sin plus), lo que aumentó el descontento. El seguimiento masivo de los paros hizo que el viernes 1 de octubre tuviésemos otra oferta: 4'5% cada año y el 1'5% del plus, que nos pareció insuficiente, pero que llevamos a la asamblea, que también la rechazó.

El lunes 4 anunciamos que al día siguiente íbamos a bloquear totalmente el almacén, sin dejar entrar a absolutamente nadie. Ante semejante situación de unión y firmeza de la plantilla (salvo los esquiroles que hay en todas partes), a media mañana apareció la directora de recursos humanos de todo el Grupo Inditex, que se reunió con la plantilla por tandas. Aunque supuestamente venía para conocer directamente la opinión de los trabajadores (¡como si el comité los obligásemos a ir a la huelga!), su objetivo real era acabar con la huelga (dijo que no servía para nada, pero si no servía, ¿qué pintaba ella allí?). El tiro le salió por la culata porque la gente no tragó. A las 10 de la noche hicieron una nueva oferta: 6%, 5'5% y 5% de aumento del salario base, las horas retribuidas por acompañar un hijo al médico pasaban de 16 a 20, la jornada diaria del turno de mañana sería de 8 horas completas hasta alcanzar el cómputo anual (1.760 horas), generando así más días libres; equiparación de las parejas de hecho a los matrimonios, excedencia de hasta un año con reserva del puesto de trabajo, mejora del equipamiento informático del comité de empresa, posibilidad de desprorratear las pagas extras, reserva de las vacaciones en caso de baja por enfermedad o nacimiento de un hijo y otras pequeñas mejoras sociales. Habíamos ganado.

El martes 5 a las 9:30 de la mañana, la asamblea aceptaba la propuesta con un 90% de los votos a favor. Y a continuación decidimos que, a pesar de la petición de la empresa para reincorporarnos inmediatamente al trabajo, lo haríamos al día siguiente. Habíamos empezado esta huelga todos juntos y debíamos acabarla también todos juntos. Un gran aplauso cerró la asamblea, reflejando la euforia que todos sentíamos, el sentimiento de fuerza, de haber ganado por haber peleado y, sobre todo, de haber estado realmente unidos (incluso algunos jefes de equipo fueron a la huelga por primera vez, para sorpresa de la dirección).

La victoria fue aplastante. Pero la conquista más importante no es el dinero, sino la conciencia, que es más valiosa porque un movimiento obrero consciente, unido y con disposición a luchar es la única garantía para la defensa de nuestros intereses de clase. El principal criterio que debe guiarnos a todos a partir de ahora es preservar ese alto nivel de conciencia, unión y combatividad que tuvimos. Hemos aprendido a defender nuestros intereses, no olvidemos jamás la lección. Y la mejor manera de lograrlo es que esa conciencia se convierta ahora en organización, tanto sindical como política, porque, como tantas veces explicó Carlos Marx, "la clase obrera sin organización sólo es carne de explotación". Únete a El Militante y ayuda a fortalecer estas ideas.

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