Esta madrugada ha muerto Marcelino Camacho, dirigente histórico de las Comisiones Obreras, comunista, obrero metalúrgico y símbolo de la lucha de los trabajadores contra la dictadura franquista.
Marcelino entregó toda su vida a la causa del socialismo. Fue un pionero en la construcción de un gran movimiento obrero con conciencia de clase en las condiciones más adversas, en las asambleas clandestinas en los barrios obreros y fábricas de cualquier ciudad del país o desde las celdas de las prisiones del dictador Franco. Su voz siempre retumbó como un aldabonazo, llevando su mensaje a favor de la libertad de los oprimidos. Desde el Proceso 1001 y las grandes batallas de los años setenta, en la constitución y desarrollo de CCOO, pero también manteniendo la bandera del sindicalismo de clase y combativo contra aquellos que desde el propio movimiento sindical tratan de domesticarlo, doblegarlo y convertirlo en una columna más del sistema capitalista, Marcelino fue la voz de la conciencia obrera. Sus últimos combates, cuando la ofensiva contra las ideas del socialismo y del marxismo arreciaba y muchos ex comunistas y líderes sindicalistas eran ganados para el programa de la desmovilización y la paz social, Marcelino se mantuvo firme, defendiendo la bandera de la lucha de clases. Por ese motivo tuvo que soportar el hostigamiento de muchos a los que él mismo había iniciado en el movimiento sindical. Marcelino probó, en los momentos en que los principios nadan contra la corriente y deben defenderse con más tesón, que él estaba hecho de una pasta diferente.
Marcelino era un entusiasta. No dejó de participar en todas aquellas causas justas de nuestra clase, en todos los combates que ha librado en los últimos cuarenta años. Era además especialmente sensible a la lucha de la juventud. No podremos olvidar el apoyo incondicional que siempre prestó al Sindicato de Estudiantes, participando codo con codo con cientos de miles de jóvenes en las grandes movilizaciones del año 86/87, en todos los congresos del SE, en defensa de la educación pública. Pero además Marcelino jamás fue un sectario. Podía no estar de acuerdo con muchas posturas, pero siempre mantuvo una actitud abierta para colaborar con la izquierda marxista. En los últimos veinte años, Marcelino respondió con afecto a las numerosas entrevistas que le realizamos desde El Militante, colaborando activamente en numerosos actos públicos con nosotros. Con la Fundación Federico Engels mantuvo una relación estrecha, y disfrutamos muchos años en la Feria del Libro de Madrid de su presencia, cuando en la caseta de la FFE, y junto con su compañera de vida y de combate Josefina, dedicaba horas a firmar los libros de los clásicos marxistas.
Compañero y camarada Marcelino. Desde el Sindicato de Estudiantes, El Militante y la Fundación Federico Engels te rendimos tributo y lloramos tu ausencia. Pero nuestro recuerdo hacia tu figura no es sentimental, está basado en el compromiso. Nuestro homenaje a lo que tú has representado lo haremos día a día, a través de la organización de los trabajadores y la juventud por la transformación socialista de la sociedad.
Ni, nos domaron, ni nos doblaron, ni nos van a domesticar.
¡Viva la lucha de la clase obrera!