Este mes se cumplen seis meses desde el inicio del conflicto obrero en Ferrocarrils de la Generalitat de Catalunya (FGC). Después de diez jornadas de paros desde junio, y de falsas promesas por parte de la empresa y el Govern, la plantilla aún se mantiene en pie de lucha contra los recortes salariales.
El origen del conflicto

Con la excusa de reducir el gasto público en tiempos de crisis, el Govern aprobó el Decreto Ley 3/2010, de 29 de mayo, que significó, entre otras cosas, la reducción salarial del 5% para los funcionarios de la Administración.
El conflicto surge justamente de ahí, cuando el Govern impone esta reducción también a los trabajadores de FGC, aunque no forman parte de la Administración. Es decir, pese a que se trata de una empresa de capital público, los trabajadores de FGC no son funcionarios propiamente dichos y, por tanto, sus relaciones laborales se rigen según sus propios convenios colectivos. En definitiva, el Decreto viola el convenio colectivo.
El hecho es totalmente singular: no existe ninguna otra empresa pública de las mismas características en la que se hayan atrevido a imponer la famosa reducción salarial: ni a nivel estatal (en empresas como AENA, Renfe, ADIF...) ni a nivel local (como TMB, en Barcelona). Además, es la única empresa ferroviaria que se ve afectada por esta reducción en todo el Estado español.
La lucha sindical no se hizo esperar y las primeras jornadas de paros tuvieron lugar el 29 y 30 de junio. Posteriormente, gracias a la presión de la plantilla y a la repercusión de los paros, en la mesa de negociación se llegó a un principio de acuerdo (firmado tanto por el conseller de Política Territorial y Obras Públicas, como por la empresa) en el cual se comprometían a devolver el 5% y a volver a respetar el convenio colectivo de la plantilla. Pero el Govern nunca ratificó este acuerdo, y esto llevó a otra jornada de paros el día 14 de septiembre. Los dirigentes sindicales de CCOO y UGT tuvieron la oportunidad de dar un giro táctico en la lucha.

Unificar la lucha de todo el sector público

Aprovechando el calor de la huelga general que era inminente y que los trabajadores afectados no eran sólo de FGC sino todos los funcionarios, era el momento de dar un paso adelante: lanzar una lucha seria con el conjunto de los trabajadores del sector público afectados era la mejor baza que las cúpulas sindicales de CCOO y UGT podían jugar. Qué mejor manera de unificar la lucha y a la vez extenderla, darle mayor repercusión y, combinado con una campaña informativa, ganarse la simpatía de la clase trabajadora barcelonesa en general. Además, ¿qué sentido tiene defenderse sólo en una empresa de los mismos ataques del gobierno? ¿Por qué luchar en una empresa sí y el resto no? ¿Sólo es injusto el recorte en FGC?

Enorme participación de la plantilla

En las siguientes movilizaciones, la plantilla respondió siempre de manera entusiasta: 7, 8 y 10 de noviembre (coincidiendo con la visita del Papa a Barcelona) y, más recientemente, los días 15, 17, 22 y 24 de noviembre (en los que la empresa ha repartido hojas calumniando la lucha de los trabajadores, un ejemplo más del odio hacia esta lucha).
La participación de la plantilla es tal que en las últimas jornadas de paros no han sido necesarios piquetes, porque no había trabajadores dispuestos a hacer de esquiroles. Además, y gracias a esta participación, la propia empresa se quedó "con el culo al aire" debido a que los paros no se programaban para las horas punta y, por tanto, no podían imponer los escandalosos servicios mínimos. El resultado: todas las estaciones de FGC (que mueven decenas de miles de pasajeros diariamente) cerradas durante las horas de huelga.
Después de las elecciones a la Generalitat y del cambio de color político, no albergamos ninguna esperanza en que las cosas vayan a cambiar. Por eso, lejos de la protocolaria confianza inicial en los nuevos gobiernos, el comité de empresa debería apoyarse en la plantilla y la simpatía del conjunto de los trabajadores barceloneses para dar pasos adelante e incrementar la presión, llevando adelante acciones que puedan recoger ese apoyo, sacando la lucha fuera de las estaciones (con manifestaciones, repartos de hojas informativas a los usuarios contrarrestando la propaganda de la empresa,...) e intensificando las huelgas. Además, los dirigentes de CCOO y UGT deberían retomar la movilización de la función pública y unificarla con la de FCG para frenar todos los ataques y lograr una victoria importantísima para toda la clase trabajadora.

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