El pasado 13 de abril,  miércoles, tuvo lugar una manifestación en la comarca del Nalón, reclamando el derecho a vivir y trabajar en las comarcas mineras, donde se denunció además el fracaso de la “reindustrialización” y la difícil situación por la que pasan los trabajadores de varias empresas que se encuentran en situación de quiebra. En medio de una sequía generalizada de movilizaciones de carácter general, esta es la tercera gran manifestación celebrada en el Nalón en año y medio. Entrevistamos a José Manuel Zapico, secretario general de la Unión Comarcal de CCOO.

El Militante.— ¿Qué consecuencias está teniendo la crisis económica en una comarca ya de por sí tan castigada como ésta? ¿Cómo abordáis esta problemática desde la Unión Comarcal?
José Manuel Zapico.— La crisis vino a demostrar la debilidad de los pilares de la reindustrialización. Empresas que nos vendieron como ejemplo de diversificación están en quiebra, o con despidos, etc. Los ejemplos más conocidos son Venturo o Alas pero están otros como Diasa Pharma, o Kerkus… y en los últimos tres años tenemos 4.000 parados más, estamos en 14.000 parados, con cifras superiores a las de los años 90 en plena reconversión minera y, sin embargo, somos 27.000 vecinos menos. Si a todo eso sumamos que en la Unión Europea decretaron a finales del año pasado el cierre de la minería, efectivo para el 2013, para aquellas empresas que no presenten un plan alternativo al fin de las ayudas, tenemos un panorama desolador.
Desde la Unión intentamos no quedarnos sólo en el apoyo a los conflictos, sino orientarlos hacia una coordinación que permita unir las fuerzas de los trabajadores, independientemente del sector y de la empresa en que se encuentren. Coordinar esas luchas para hacerlas más eficaces y golpear juntos en defensa del empleo, esa era la idea que lanzamos en la manifestación del día 13.
EM.— ¿Cómo valoras la dinámica sindical de este último periodo, en particular el pacto de las pensiones o la actual negociación para reformar la negociación colectiva?
JMZ.— Desde la unión comarcal entendemos que frente a la crisis las organizaciones sindicales deberíamos situarnos a la ofensiva, para salir de ella con más derechos y más igualdad, y no a la defensiva. En una negociación a la que se va sin movilización, pocos frutos podemos sacar en beneficio de la clase trabajadora. Por lo tanto, nosotros, respetando las mayorías dentro del sindicato, entendemos que determinados acuerdos son erróneos, no sólo porque vamos a tener que trabajar más para tener peores pensiones, sino que este pacto nos sitúa en una correlación de fuerza más débil para afrontar otros procesos.
Por ejemplo, estos días salta a la luz pública que Telefónica, que este año tiene beneficios récord, recorta la plantilla y encima reparte dividendos entre los directivos. Esto denota que el capital se siente vencedor y no tiene ningún tipo de escrúpulos para seguir explotando a los trabajadores.
Respecto a la reforma de la negociación colectiva, lo cierto es que no hay documentos sobre los que poder posicionarse. Confiamos, y estamos seguros de que será así, que antes de llegar a ningún tipo de acuerdo contemos con esa documentación. Lo que no puede ser es que los dirigentes tomen una posición sin consultar al menos al conjunto de la militancia. Es fundamental recuperar la participación interna dentro del sindicato para que el conjunto de los afiliados puedan posicionarse en estos grandes temas. En Asturias, donde se posibilitó el debate en cada una de las estructuras sindicales el rechazo al pacto fue abrumador, la posición era contraria a la firma del acuerdo
EM.— A raíz del anuncio de Telefónica de recortar un 20% su plantilla, IU ha demandado su nacionalización. ¿Qué opinión te merece? ¿Crees que es extrapolable a otras empresas?
JMZ.— Un Estado que renuncia desde lo público a planificar la economía y a controlar determinados sectores estratégicos está condenando a los trabajadores a la precariedad y al paro y tampoco puede ejercer su soberanía. Estoy pensando en sectores como el energético, pero también los recursos hídricos, el transporte o la minería del carbón…
EM.— Hemos asistido en el último periodo a movilizaciones masivas en muchos países europeos contra los recortes. En el caso del Estado español, ¿cómo piensas que debería abordarse la lucha?
JMZ.— Hombre, como decían los clásicos, las condiciones objetivas existen, lo que fallan son las condiciones subjetivas, es la organización de los trabajadores en sus diferentes variables: sindical, política…, incluso cultural, lo que en estos momentos no está a la altura de las circunstancias.
EM.— ¿Qué modelo de sindicato hay que defender para propiciar esos pasos hacia la organización? Nosotros pensamos que la huelga general del 29-S demostró, una vez más, que la gente quiere luchar contra los ataques, y de hecho lo que no encuentra es un cauce para poder hacerlo.
JMZ.— El modelo tiene que ser sencillo y muy claro: participación, unidad y lucha. Se tiene que caracterizar por la participación interna, donde la asamblea de trabajadores tenga protagonismo, por la unidad en la ejecución de los acuerdos que se tomen en esa asamblea y por la lucha, sobre todo en estos tiempos de crisis. Apostamos por un modelo donde la gente sea más militante que afiliado, donde el sindicato sea muy flexible en las formas, que permita llegar a sectores que no tienen afiliación... Un modelo donde la organicidad sea un criterio importante, que los órganos se reúnan de manera periódica, tomen acuerdos, levanten actas y lo trasladen a la militancia y al conjunto de la sociedad.
EM.— Lo que se está produciendo es una pérdida de militancia generalizada, tanto en CCOO como en UGT, como una reacción a esta política de pactos. Hay un cierto descrédito de las organizaciones sindicales. ¿Qué plantearías tú para animar a la afiliación?
JMZ.— La idea básica es que a los trabajadores nunca nos han regalado nada, los derechos que tenemos, desde los servicios públicos hasta los derechos laborales, los hemos conquistado luchando y la mejor manera de hacerlo es a través de la organización de los trabajadores. Y ahí el sindicato sigue jugando un papel fundamental como instrumento. De nosotros depende que ese instrumento se oriente hacia un modelo a la ofensiva que además de reivindicar derechos, ponga en el horizonte la supresión del sistema capitalista y no hacia un modelo de gestión que se ha demostrado que no sirve. El sindicalismo, si no se orienta hacia la supresión del capitalismo, no puede ser un sindicalismo de clase.

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