A lo largo de este mes se celebran las asambleas de base del proceso del X Congreso Confederal de CCOO, que se celebrará del 21 al 23 de febrero de 2013. Durante el verano, algunas voces cuestionaron la oportunidad de celebrar este congreso y llegaron a pedir un aplazamiento del mismo por uno o dos años, para así “poder dedicarle el cien por cien de nuestra fuerza a luchar contra la situación a la que este gobierno nos está arrastrando”. Aunque puede parecer que el argumento tiene sentido, en realidad no lo tiene. La celebración de un congreso (al menos tal y como entendemos los marxistas los congresos) es muy conveniente.

CCOO está en una encrucijada. Por un lado, la brutal crisis económica socava el sindicalismo, en primer lugar porque el paro prolongado aleja de las empresas, que son el núcleo básico de la acción sindical, a millones de trabajadores (y cuanto más se prolongue ese paro, peor), y en segundo lugar, porque, en la lucha entre el capital y el trabajo, empezando por la negociación colectiva, la crisis debilita la posición de los trabajadores que conservan su empleo.
Y a la situación objetiva se le suman factores subjetivos, como la furibunda campaña antisindical desde sectores políticos y medios de comunicación de la derecha y, especialmente los males que aquejan a los sindicatos y que solamente son responsabilidad de ellos mismos, como dos altos dirigentes de CCOO (el propio Toxo y Fernando Lezcano) reconocieron en su artículo “Reivindicarnos y repensarnos: Sindicalismo, trabajo y democracia” (ver El Militante de mayo, nº 260).

¿Crisis del sindicalismo o del modelo sindical?

La suma de todos esos factores, objetivos y subjetivos, conduce a que se hable de una crisis del sindicalismo, incluso que haya quien proclame su fin. Nada más lejos de la verdad. El sindicalismo y los sindicatos de masas, como acción y organización de la clase obrera para mejorar sus condiciones de existencia, no sólo están plenamente vigentes en el contexto actual, sino que son imprescindibles para defendernos del intento de liquidar nuestras conquistas históricas y devolvernos a las condiciones laborales de hace muchas décadas. Lo que está en crisis no es el sindicalismo ni los sindicatos, sino un determinado modelo sindical.
La recesión económica es tan grave, que está provocando un cuestionamiento general de todo lo establecido: la política, la monarquía, la judicatura, las instituciones… El problema es que la política pactista practicada por los dirigentes sindicales en los últimos veinte años ha provocado que, a ojos de capas muy amplias de los trabajadores, los sindicatos tengan una imagen excesivamente próxima al poder. Un buen ejemplo de esto lo tenemos en la reforma de las pensiones de principios del año pasado, por perjudicial para la clase obrera y por lo que tuvo de bajada de pantalones tras amenazar con una huelga general.
En su artículo, Toxo y Lezcano decían que la crisis ha provocado que se vea a CCOO como parte del sistema, y se preguntaban si la apuesta por el diálogo social “no puede estar siendo interpretada como una supeditación al poder político”. La respuesta a esa pregunta es un rotundo SÍ.

La lógica infernal del capitalismo

La crisis está poniendo en evidencia lo que los marxistas llevamos explicando mucho tiempo: que el diálogo social no es tal porque los empresarios sólo dialogan cuando les conviene (o sea, si los dirigentes sindicales les hacen concesiones).
Hay una crisis económica de sobreproducción muy grave. Como la economía capitalista se rige por la lógica de la obtención del máximo beneficio, al no poder obtener sus beneficios por el cauce habitual (la venta de sus productos), los empresarios buscan alternativas para mantenerlos. Y sólo tienen una: aumentar la explotación de los trabajadores, aumentar la extracción de plusvalía, apoderarse de una parte mayor de la riqueza creada por la clase obrera. Todos los ataques que estamos sufriendo responden a que esta es su única alternativa para mantener sus beneficios en el contexto de una recesión económica gravísima.
Toxo y Méndez pueden quedarse afónicos intentando convencer a la burguesía de que los recortes provocan una disminución del consumo y, por tanto, agravan la crisis. Todos sus esfuerzos serán en vano. Los capitalistas van a seguir atacando porque ésa es la lógica infernal de la crisis, ésa es la naturaleza del sistema capitalista.

La necesidad del congreso y la propuesta oficial

El congreso es necesario porque el modelo sindical actual no sirve. En realidad, desde la perspectiva del objetivo último de un sindicato de clase (la defensa de los intereses de los trabajadores) ya no servía antes, pero ahora, además, se convierte en un obstáculo porque impide hacer frente adecuadamente a los ataques. Hay que replantearse todo: el programa, la acción sindical, los métodos, los criterios organizativos, la política financiera…
Lamentablemente, el documento congresual aprobado por el Consejo Confederal insiste en un modelo que la realidad se ha encargado de dejar en evidencia. Sus ejes centrales son los siguientes.
En el terreno del análisis general, todas las ideas contenidas en el documento van dirigidas a proponerle a la burguesía que aplique otra política: otro proyecto europeo, otro modelo productivo, otra política económica, etc. Los dirigentes del sindicato dirigen sus esfuerzos a intentar convencer a la burguesía, como si ellos supiesen mejor que los empresarios qué es lo que le conviene al capitalismo. En este aspecto, el documento no pasa de ser una propuesta de capitalismo de rostro humano.
Por supuesto, en lo referido a la acción sindical, se apuesta por recuperar el “diálogo social” y por seguir debilitando el papel de los comités de empresa como órganos de representación unitaria de los trabajadores, al considerarlos como una “competencia” para la sección sindical, lo cual es un tremendo error.
En cuanto a las propuestas organizativas, aunque el documento está lleno de referencias al fomento de la participación de los afiliados, las propuestas que se están haciendo van en la línea contraria. Por ejemplo, en el mismo apartado donde se dice que hay que “favorecer y ampliar la participación” (párrafo 726) se dice también que las asambleas de delegados no son “el instrumento para la participación, sino actos de información” (párrafo 729). Pero lo peor está en las propuestas organizativas que se están haciendo en toda una serie de organizaciones de la Confederación. Por ejemplo, la dirección de FITEQA (la federación de textil-químicas) propone cambios en los estatutos orientados descaradamente a concentrar todo el poder en las cúpulas de la federación y despojar de derechos colectivos tanto a los afiliados como a los sindicatos comarcales o provinciales. Así, quieren suprimir la constitución de una sección sindical a propuesta de un tercio de los afiliados del centro de trabajo, lo que antes eran competencias de las secciones sindicales (o sea, de todos los afiliados) quieren que pasen a ser competencias de la comisión ejecutiva de la sección sindical, quieren convertir los sindicatos comarcales y provinciales, actualmente órganos con capacidad y autonomía en su ámbito, en meras delegaciones que actúen al dictado de las direcciones autonómicas de la federación, etc.
También hay un apartado dedicado a analizar el desprestigio del movimiento sindical. El documento (párrafos 951-954) recoge el “compromiso solemne” de tomar tres medidas: publicar en la web las cuentas de CCOO, remitir al Tribunal de Cuentas la memoria económica anual y realizar un informe anual de actividad. Si alguien se piensa que eso basta para resolver la situación, es que no entiende lo fundamental: que el mal llamado diálogo social ha contribuido de manera decisiva a ese desprestigio.
Hay que recuperar el prestigio de los sindicatos entre los trabajadores. Pero esto exige otro modelo sindical, exige un sindicalismo combativo, de clase y democrático, empezando por dar una respuesta a la altura de las circunstancias, es decir, convocar una huelga general de 48 horas bien preparada con asambleas, propaganda, formación de comités de huelga y con la firme disposición a aumentar la intensidad de la lucha para echar abajo los recortes. Sin duda, tal convocatoria ayudaría a acercar a la realidad y dotar de contenido el proceso congresual (ahora lo importante son las votaciones, no el debate sobre el modelo sindical) e incentivaría la participación de los afiliados. Y exige, sobre todo, un sindicalismo con un perfil sociopolítico nítido, un sindicalismo que comprenda que los problemas de los trabajadores sólo tendrán una solución definitiva con la transformación socialista de la sociedad. La participación en el proceso congresual debe servir para explicar estas propuestas y para aumentar la influencia del marxismo dentro de CCOO, las únicas ideas que ofrecen una alternativa a la crisis del sistema capitalista.
A lo largo de los próximos meses, desde estas páginas iremos desarrollando pormenorizadamente todas estas cuestiones.

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