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Por la retirada inmediata del plan de privatización de la sanidad pública

Por la readmisión de los profesores despedidos y la anulación de los recortes a la enseñanza pública

Contra la destrucción de empleo en el sector público y privado y el mantenimiento de todos los puestos de trabajo

Hasta lograr la caída del gobierno del PP en la Comunidad y en el Ayuntamiento

Madrid se ha convertido en la punta de lanza de la rebelión social contra las políticas del PP. Desde el mes de junio, el Madrid obrero ha ocupado las calles en un desafío constante a un gobierno estatal, regional y municipal que, con descaro y arrogancia, pretenden laminar los servicios públicos esenciales, convertirlos en un jugoso negocio para los empresarios de siempre, y despedir a miles de trabajadores. La capital del “Reino”, esa que desde la derecha se ha pretendido presentar constantemente como una plaza fuerte de la reacción, como un baluarte del PP de Esperanza Aguirre y sus acólitos, está ofreciendo una imagen mucho más real que la que se nos vende a través de los medios de comunicación del régimen. Sólo se puede encontrar un precedente a lo que está pasando en Madrid en las grandes luchas de los años setenta, cuando la clase obrera madrileña ocupó un lugar de vanguardia en la batalla por derribar la dictadura franquista.

 

Una movilización permanente, desde abajo y desbordando a las direcciones sindicales

Tan sólo desde el mes de julio, Madrid ha vivido una cascada de huelgas y manifestaciones que han congregado a millones de trabajadores, jóvenes, parados y pensionistas. Después de la inmensa manifestación de la jornada de huelga general del 29M, con un millón abarrotando las arterias del centro de la ciudad, la movilización no cesó, impulsada desde la base y superando en muchas ocasiones los límites que las direcciones sindicales intentaban imponer al movimiento. En el mes de julio el Madrid obrero dio una lección tremenda de fuerza y decisión. El lunes 10, más de 70.000 trabajadores y jóvenes recibimos a los mineros, y les acompañamos en una marcha nocturna que puso los pelos de punta a todos los asistentes; de nuevo al día siguiente, 150.000 desfilamos con ellos por la castellana y eso que era laborable (es obvio que las direcciones sindicales se encargaron de evitar conscientemente que los mineros fueran recibidos en fin de semana por temor a una movilización mucho más masiva).

Estas manifestaciones conectaron inmediatamente con la sacudida del sector público madrileño y del conjunto del Estado, después de que Rajoy anunciara un recorte brutal del salario de los empleados públicos (y suprimiera la paga extra de navidad). Decenas de miles de trabajadores, muchos de ellos en condiciones muy precarizadas y con bajos salarios, pero también funcionarios que han visto reducir su capacidad adquisitiva de manera muy acusada en los últimos años, tomaron la iniciativa, abandonaron sus centros de trabajo y salieron a cortar las calles de Madrid durante dos semanas. Bomberos, trabajadores municipales, sanitarios, funcionarios, trabajadores de la limpieza, jardineros, incluso policías municipales y nacionales… superaron la rutina oficinesca y los clichés de “Hombres de Estado” que esgrimen constantemente las direcciones sindicales y, como meses antes lo habían hecho los profesores con la marea verde, impulsaron desde abajo los métodos asamblearios y la acción directa. Los sindicatos se vieron obligados a convocar las marchas del 19 de julio, que superaron todas sus previsiones, y que en el caso Madrid concentró a más de un millón de manifestantes.

A partir de esa fecha, era evidente que las cúpulas de CCOO y UGT entendieron muy bien los mensajes que mandaban estas movilizaciones, y pretendieron ralentizar la respuesta y acomodarla a su hoja de ruta: nada de huelga general, ¡referéndum!, y retomaron las señales tibias y confusas a la que nos tienen acostumbrados, o dicho con palabras más científicas, intentaron de nuevo volver a la senda de la desmovilización general. Pero una vez más se volvió a demostrar que la táctica de los dirigentes sindicales no tenía engarce en la realidad que vive hoy la lucha de clases. Sus maniobras, especialmente esta consideración del movimiento obrero como un grifo que se abre y se cierra a discreción, y su lenguaje acartonado, carente de garra y de alternativas concretas a la crisis y a la política del gobierno, no conectan, y lo más importante, no paralizan la respuesta del movimiento que ha adquirido un impulso y una dinámica tremenda. A la pretensión de cerrar el capítulo de la protesta con la Marcha Estatal del 15 de septiembre, la respuesta fue inmediata: la movilización del 25S y la posterior del 29S en Madrid. Cientos de miles de personas rodearon el parlamento y ocuparon las calles contra la represión policial dirigida por una delegada del gobierno en Madrid, Cristina Cifuentes, cuya actuación sólo se puede comparar a la de Fraga Iribarne o Martín Villa cuando estaban al frente de la maquinaria represiva de la dictadura.

Inmediatamente después de estas movilizaciones, la huelga general del 17, 18 y 19 de octubre, organizada por el Sindicato de Estudiantes, puso en pie de guerra los centros de estudio contra la contrarreforma franquista del ministro Wert. En Madrid, la huelga fue tremenda, con una manifestación de 70.000 estudiantes el 17 de octubre, y otra de más de 150.000 padres, profesores y estudiantes, el 18 de octubre a la tarde, convocada en unidad de acción por el SE y la CEAPA.

Este ambiente general, esta protesta social que acrecienta sus fuerzas y que se reforzó con las movilizaciones contra los desahucios impulsadas por la Plataforma de Afectados por las Hipotecas (PAH), y el comienzo de la gran rebelión en los hospitales públicos de Madrid, es lo que explica la convocatoria final de la huelga general del 14N por parte de las direcciones de CCOO y UGT, y su éxito. La masividad de la huelga y las históricas manifestaciones del 14N, con más de cinco millones en las calles y una manifestación monstruo en Madrid de más de un millón, sacó a la superficie la rabia, el hastío, la furia y la decisión de defender el presente y el futuro de varias generaciones. Vivimos una guerra de clases y esta idea está siendo comprendida por millones.

La lucha ejemplar de los trabajadores de la sanidad pública madrileña marca el camino

Tras el anuncio por parte del Gobierno del PP de la Comunidad de Madrid (CAM) de un plan salvaje para desmantelar la sanidad pública madrileña, hemos asistido a un auténtico levantamiento por parte de los trabajadores de la sanidad, que ha contado con el apoyo activo de la inmensa mayoría de la población madrileña.

Las cuatro jornadas de huelga convocadas por el conjunto de los sindicatos de la sanidad, junto a la huelga indefinida que mantienen los médicos, impulsada por la Asociación de Médicos Especialistas de Madrid (AFEM), y respaldada por AMYTS, han sido un rotundo éxito, demostrando la fuerza y decisión que existe para frenar los planes privatizadores del PP. Las multitudinarias manifestaciones convocadas desde que estalló el conflicto muestran también como el PP ya ha perdido una primera batalla en el ámbito de la opinión pública, posicionada mayoritariamente con los trabajadores de la sanidad frente a las constantes mentiras e insultos vertidos por el Gobierno Regional.

La lucha de los trabajadores de sanidad marca el camino a seguir. Un movimiento decidido, organizado por abajo y que ha tomado medidas muy contundentes, como los encierros y ocupaciones en 25 hospitales y más de 150 centros de salud, convirtiéndose en una inspiración para el conjunto de la clase trabajadora. Una movilización que ha implicado a miles de usuarios, que ha retomado métodos de lucha basados en las asambleas —democráticas y participativas—, en la organización de comités, que se han coordinado para lograr más efectividad en las acciones, que han realzado una intensa campaña de propaganda con el fin de ganar el apoyo activo de la población, que han puesto en marcha las cajas de resistencia. Un ejemplo de cómo se hacen las cosas y de que las tradiciones clasistas del movimiento obrero se pueden y deben recuperar para garantizar el éxito de la movilización.

CCOO, UGT y CGT deben organizar una huelga general de toda la Comunidad de Madrid. Las asambleas, los comités de empresa, las secciones sindicales, debemos impulsarla desde abajo

Este maravilloso movimiento está poniendo sobre la mesa todo el potencial de organización y de lucha del conjunto de la clase trabajadora, marcando el camino de cómo se puede vencer la estrategia del PP y frenar la privatización de la sanidad, la enseñanza, los servicios sociales y las infraestructuras públicas. Después de las cuatro jornadas de huelga, las asambleas de médicos y trabajadores sanitarios han decidido convocar otras dos jornadas más para el 19 y 20 de diciembre. Como señalaban los médicos, en la gran mayoría jóvenes, y que participaron en la asamblea histórica del pasado miércoles 5 de diciembre en Madrid: “Estamos perdiendo dinero pero ganado en dignidad”. Esta lucha ha conquistado la conciencia y los corazones de la inmensa mayoría de la población madrileña. Por eso los trabajadores sanitarios gritan, con toda la razón, ¡Sí se puede! Y es verdad, se puede derrotar al PP en Madrid, y esta derrota abriría las compuertas a nuevas victorias de los trabajadores.

Los médicos y los trabajadores del sector sanitario madrileño han puesto el dedo en la llaga: las luchas deben ser contundentes, serias, organizadas desde abajo con métodos democráticos, involucrando a toda la población. Deben paralizar efectivamente el servicio para poner en todo su relieve el poder real de los trabajadores, y se deben defender argumentos y alternativas sólidas y claras, como ellos han hecho: No es verdad que la privatización ahorre costes y mejore la asistencia, es todo lo contrario.

Pero en Madrid no sólo está en juego la sanidad pública. También están en el punto de mira la enseñanza pública, que ha sufrido brutales recortes por parte de Esperanza Aguirre y de su sucesor; están amenazados más de 800 puestos de trabajo en TeleMadrid, por un ERE que el gobierno autonómico ha puesto en marcha y que ha sido contestado por la plantilla con una huelga general de 72 horas que ha sido un rotundo éxito. También 4.500 puestos de trabajo en Iberia, cuya dirección ha presentado un plan de desmantelamiento de la empresa, que también ha sido respondida con la convocatoria por parte de los trabajadores de una huelga de seis días. Están bajo ataque los trabajadores de metro, de la EMT, del ayuntamiento de Madrid (tanto personal laboral, como funcionario), del SAMUR, del SUMA, del SAMUR social; los que aunque realizan tareas de servicio público, pertenecen a empresas privadas subcontratadas por el gobierno de la CAM o del Ayuntamiento, como los de la recogida de residuos sólidos urbanos, los de los servicios de limpieza de la vía pública o de edificios y un largo etc. Todos estamos sufriendo desde hace mucho retrocesos continuos en nuestras condiciones laborales, salariales y de vida.

Unificar estos conflictos, poniendo sobre la mesa un plan contundente y ascendente, empezando por una gran Huelga General en la Comunidad de Madrid para comienzos del año, en el mes de enero, garantizaría una victoria sin paliativos frente a los planes del Gobierno Regional. Los dirigentes de CCOO, UGT y CGT de Madrid, con capacidad para articular esta respuesta a través de los miles de delegados y comités de empresa que agrupan, deben impulsar este proceso, convocando esta huelga general en toda la Comunidad de Madrid y apoyándose en la firme voluntad de lucha que ha demostrado la clase obrera y la juventud madrileña. Y si el Gobierno Regional no retrocede en sus ataques, hay que organizar una nueva Huelga General de 48 horas y ocupación indefinida de los centros de trabajo hasta la retirada definitiva de todos los planes de ajuste, recortes y privatizaciones. Una movilización unificada y general que debe servir para exigir la dimisión del gobierno del PP en la Comunidad y en el Ayuntamiento, porque sólo representan los intereses de los empresarios, de los banqueros, de los especuladores y los corruptos.

  • Retirada inmediata del plan de privatización de la sanidad pública madrileña. La sanidad pública no se vende, se defiende.
  • Retirada de los recortes en educación, la readmisión inmediata de los profesores despedidos, así como la restitución de las becas de comedor y libros. Retirada la contrarreforma franquista de la educación.
  • Pago de la paga extra de navidad para los empleados públicos.
  • Retirada de la contrarreforma laboral. Ni un euro público al bolsillo de los banqueros; el dinero de todos, para defender nuestras condiciones de vida y los servicios sociales: sanidad, educación, subsidios de desempleo; pero también para centros deportivos, para la limpieza viaria, mantenimiento de los parques, ayuda a la tercera edad, etc.
  • Por el mantenimiento de los puestos de trabajo del sector público y privado, ni un solo trabajador despedido ni en TeleMadrid ni en Iberia, ni en ninguna otra empresa.
  • Por la dimisión del gobierno del PP en la Comunidad y en el Ayuntamiento

¡Si se puede!

¡Juntos y organizados, actuando con contundencia podremos derrotar los planes del PP!

¡Por una huelga general en Madrid!

¡Únete a la Corriente Marxista El Militante!

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