Un reciente informe de Datanalisis1 [servicio estadístico venezolano] revelaba lo que ya muchas personas sabían y sufrían. La escasez de productos alimenticios básicos se está volviendo intolerable. Este estudio señala que la leche, la carne de vaca y el azúcar son muy difíciles de encontrar. Otros productos como el pollo, el aceite de cocina, el queso, las sardinas y las alubias también son muy escasos. El análisis se basa en entrevistas a 800 personas en unas 60 tiendas diferentes, supermercados y mercados, tanto del sector privado como de la red pública de distribución: Mercal. El 73,3% de los lugares visitados no tenían leche en polvo a la venta. El 51% ya no tenían azúcar refinada, el 40% no tenía aceite de cocina y el 26,7% no tenía alubias, un producto básico en Venezuela.
Dos tercios de los clientes declararon que en un grado u otro había escasez de comida donde habitualmente compraban. Colas de hasta cuatro horas para comprar algo de leche no era algo excepcional. Esta situación recuerda a la de Chile cuando el sabotaje económico se utilizó contra el Gobierno de izquierdas de Unidad Popular en los años setenta.
Sin hacernos eco de las historias de pánico e informes exagerados de los medios de comunicación de la derecha, debemos entender que es un momento seria. Los empresarios incluso han amenazado con extender esta situación al primer trimestre de 2008, especialmente debido a las incertidumbres relacionadas con la propiedad privada que incluye la nueva reforma constitucional. Intentan asfixiar la revolución.
Las campañas histéricas de los medios de comunicación de la burguesía pretenden crear pánico y, más importante aún, quieren crear insatisfacción entre la propia base social de la revolución.
Los empresarios culpan al Gobierno
Los empresarios se quejan de lo que ellos llaman “cerco gubernamental”, es decir, un asedio del Gobierno a la industria y comercio privados mediante todo tipo de nuevas leyes, normas, controles e impuestos.
El portavoz de Conindustria (la federación de empresarios industriales), Gómez Sigala, niega las acusaciones del Gobierno, que culpa al sector privado de la escasez de comida. La situación actual, según este señor, está provocada por la “política equivocada del Gobierno”.
“La tarea fundamental de la industria es producir bienes y servicios de calidad... Desgraciadamente, en los últimos años se nos han puesto toda una serie de obstáculos y barreras que han hecho imposible que el sistema productivo nacional funcione con normalidad.
“Estos obstáculos son los controles de precios, el control de tipos de cambio, las licencias de importación, los nuevos impuestos y la inseguridad general”.
Gómez Sigala también insiste en que “desde 1998 la industria ha caído un 40%. Para recuperar el terreno perdido será necesaria mucha inversión. La política del Gobierno ha tenido efectos contrarios. No solo fracasa a la hora de atraer nuevos inversores, también ahuyenta la inversión existente”.
Nelsón Maldonado, el presidente de la red de comerciantes de Venezuela, Consecomercio, tiene la misma línea de argumentación. Plantea que el Gobierno es el responsable de la escasez de productos alimenticios básicos.
“Los controles de precios y el control de tipos de cambio generan escasez. Cuantos más controles haya en la economía mayor será la escasez. Los comerciantes no son los causantes de la situación. Esto es lo que se ve en todos los países socialistas”.
Después continúa al punto central del argumento de los empresarios: “La escasez actual es la peor en años. Esta es una cuestión fundamental. El Gobierno pretende que hay una crisis en el mercado mundial de leche, pero si se van a Calcuta, Puerto Rico o Miami, encontrarán todo lo que necesiten. Allá donde vayan pueden encontrar leche. Por supuesto no a mil bolívares el litro. Eso no existe. Hay leche disponible al precio que realmente cuesta la leche”.
Beneficio frente a comida
El punto central en realidad es que los empresarios no pueden obtener los beneficios que alcanzaban en el pasado, ahora que el Gobierno ha impuesto precios más bajos. Así que los empresarios e industriales dicen: “Si tengo que renunciar a mis beneficios, mataré de hambre a la población”.
Los responsables de la industria agrícola afirman que esta trabaja a plena capacidad. Las organizaciones campesinas, como el Frente Nacional Campesino Ezequiel Zamora, no aceptan esta afirmación. Por su propia experiencia saben que en muchos lugares los empresarios se niegan a comprar partes de sus semillas de caña de azúcar, por ejemplo. Los trabajadores de las recién creadas plantas públicas procesadoras de leche se quejan de que no pueden trabajar a plena capacidad porque los grandes propietarios de vacas se niegan a venderles la leche necesaria. La negativa deliberada a invertir y aumentar la producción es una realidad. La capacidad industrial ha caído de manera dramática.
Fuentes del Gobierno dicen que el número de unidades de producción industrial ha caído un 35% desde 1998. Desde el comienzo de la revolución han cerrado 6.000 empresas. La economía se mueve básicamente con dinero público, esta ausencia de inversión privada significa un sabotaje económico.
De repente, los medios de comunicación privados son los defensores de la causa de los pobres y de su salud. Recientemente, El Universal, el periódico burgués por excelencia, dedicó todo un artículo a las consecuencias de una dieta desequilibrada para la salud de la población. La escasez de comida como resultado de la política del Gobierno provocará anemia, desórdenes de crecimiento entre los niños y jóvenes, ¡y debilitamiento en la vejez!
Es verdad que el control de precios y todos los demás controles han desorganizado el funcionamiento normal de lo que aún es una economía capitalista en Venezuela. Estas medidas se han tomado con la mejor de las intenciones: garantizar y extender el acceso a los productos alimenticios básicos para capas más amplias de la población. Gracias al control y a los bajos precios, las capas más desfavorecidas de la población ahora tienen acceso a estos productos. En general, el poder adquisitivo de los pobres también ha aumentado. Un reciente informe de la Cámara de Comercio e Industria Americano-Venezolana, revelaba aumentos significativos en los ingresos entre 2004 y 2006.
El 58%, el sector más pobre de la población, ha visto cómo sus ingresos reales aumentaron un 130%, después de descontar la inflación. Estas conquistas no incluían los beneficios asociados con los diferentes programas sociales o “misiones”, que proporcionan educación gratuita, sanidad, etc. Una explicación común a la escasez por parte del Gobierno es el aumento de la demanda, gracias al incremento del poder adquisitivo, que supera lo que el mercado es capaz de ofrecer.
Por esa razón, el ministro de Alimentación, el general de División Rafael Oropeza, “invita a la industria y a la agroempresa a aumentar su producción con el objetivo de cubrir la demanda local de productos alimenticios”. Teme que la situación actual de escasez cree una situación de desesperación entre la población.
Rafael Oropeza también dijo recientemente que no sabía si esta situación estaba provocada por razones políticas o por problemas administrativos. También pretende no saber si es “¡a propósito o no!”.
En realidad, la red pública de distribución de alimentos, Mercal, intenta cubrir la demanda que no satisface el sector privado porque se niega a aumentar la producción.
Hacen falta medidas audaces y acción de masas
El llamamiento de Rafael Oropeza a las empresas para que “satisfagan la demanda” parece algo ingenua, por decir poco. También revela una falta de conocimiento de cómo funciona una economía capitalista. Los capitalistas no invierten ni producen para “satisfacer la demanda”, aunque lo pretendan. Solo lo hacen por una razón: conseguir beneficios. Si no pueden ya conseguir más beneficios retirarán la inversión o la reducirán a su mínima expresión. Eso es lo que hoy ocurre en Venezuela. Todas las reformas progresistas como los controles de precios, etc., tienden a desorganizar el funcionamiento normal de la economía capitalista. Los reformistas en el movimiento bolivariano creen que estas reformas son compatibles con el funcionamiento de la economía capitalista. Eso es lo que dicen continuamente.
Las principales exigencias de las diferentes organizaciones empresariales son la eliminación de todas las medidas de control del Gobierno. Ellos estarían encantados de responder a estas exigencias a cambio de más mercancías, pero esta situación puede tener el efecto contrario. La revolución no se puede detener por esta o ninguna otra cuestión. Son necesarias medidas audaces. La nacionalización de la producción y distribución de alimentados bajo el control democrático de los trabajadores, campesinos y consejos comunales es la mejor respuesta a aquellos que intentan matar de hambre a la población. El FNCEZ, tiene razón cuando dice a los empresarios: Si os negáis a alimentarnos os arrebataremos vuestras tierras y fábricas”. Es el momento de llevar a la práctica estas palabras.
La situación de escasez de productos alimenticios no es un fenómeno reciente, aunque en los últimos meses ha dado un giro abrupto. El momento no es una casualidad. En la campaña para el referéndum de la nueva reforma constitucional esperan reducir el voto al Sí o incluso ganar el referéndum con la campaña del No. Es parte de una campaña generalizada para socavar la revolución en el frente económico. Esta campaña escandalosa afecta especialmente a los más pobres. El objetivo es evidente. Con la organización de una escasez artificial esperan desmoralizar a aquellos sectores de la población que constituyen la base social de la revolución.
La escasez, y su aspecto inevitable de crear un mercado negro paralelo con precios más elevados, pueden neutralizar el efecto del aumento del poder adquisitivo y el control de precios. “¿Para qué vale la revolución si ya no puedes comprar leche?”. Ese es el sentimiento que la contrarrevolución quiere introducir entre la población. Las capas políticamente más atrasadas de la revolución pueden estar tentadas a esta reacción, sobre todo cuando las bombardean diariamente con informes terroríficos en los medios de comunicación.
La reacción del Gobierno es una combinación de llamamientos a las empresas a que aumenten la producción, importaciones masivas de los productos desaparecidos y distribución a través de la red Mercal, además de intentar desarrollar una industria pública alimenticia paralela. A esto se debe añadir las expropiaciones limitadas y muy parciales de empresas abandonadas en la cadena de producción alimenticia y tímidas medidas contra los ejemplos flagrantes de retención, corrupción y especulación.
Como el Mercal no funciona bajo el control democrático eso hace que esté lleno de corrupción. También es una de las razones por la el Mercal sufre la escasez de comida. Enormes cantidades de productos del Mercal “encuentran su camino” hacia el mercado negro. Algunos burócratas hacen contrabando con estos productos que después venden a los buhoneros o a vendedores callejeros a precios incontrolados, y por lo tanto, muy elevados.
La revolución en Venezuela está de nuevo en una encrucijada. Es atacada en todos los frentes. En el frente económico necesita urgentemente pasar a la ofensiva. Las medidas a medio camino no combatirán la amenaza del sabotaje económico. La economía es el talón de Aquiles de la revolución. Hasta ahora los reformistas en el Gobierno han podido responder a esta debilidad con inversión pública masiva e importaciones financiadas por los ingresos del petróleo. Todo esto se hace dentro de los límites de la economía capitalista. Esperan posponer o evitar un enfrentamiento con la oligarquía. Pero todo es inútil, como demuestra esta situación.
Los batallones socialistas, como las agrupaciones locales del recién formado Partido Socialista Unido de Venezuela, deberían encabezar un programa de acción de masas por el control obrero de los precios, de la cadena de productos alimenticios y por la nacionalización.
Notas:
1. Análisis Monitoreo exploratorio del mercado de productos con precios regulados por el Estado. Datanalisis, 16 octubre 2007.