La nueva Estrategia de Seguridad Nacional (ESN) de EEUU, presentada públicamente el pasado 5 de diciembre, confirma las ambiciones del imperialismo estadounidense en la batalla por la hegemonía. Este documento, de un valor político evidente, es también un rotundo desmentido a todos aquellos que, desde posiciones conservadoras clásicas, socialdemócratas o incluso pretendidamente marxistas, planteaban que las políticas de Trump eran la obra de un hombre ajeno al sistema, un outsider que actuaría según los impulsos de sus excentricidades y al margen de la clase dominante norteamericana.
La lectura del documento muestra que, lejos de ser un bufón imprevisible, Trump expresa los intereses de sectores de mucho peso en la burguesía de su país ante el cambio radical que está atravesando el mundo. La hegemonía global de EEUU ha sido desafiada con éxito por el imparable ascenso de China como nueva potencia imperialista. Un nuevo orden empieza a emerger y una nueva clase capitalista, la burguesía china, eficazmente encuadrada en la defensa de sus intereses por la burocracia del PCCh, reclama una posición en la esfera mundial acorde a su peso industrial, tecnológico y militar.
La palabrería de las anteriores ESN, repletas de invocaciones hueras a la “democracia” y a los “derechos humanos”, desaparece completamente para dejar paso al lenguaje descarnado del imperialismo más agresivo. Como hemos explicado en declaraciones anteriores, el genocidio sionista en Gaza no es un hecho excepcional y aislado, y se convierte en la norma de lo que el imperialismo norteamericano va a promover allí dónde perciba un riesgo para sus intereses.

El objetivo principal de este nuevo texto-guía no deja lugar a dudas: “Queremos detener y revertir el daño continuo que actores extranjeros infligen a la economía estadounidense […] y mantener cadenas de suministro seguras y confiables y acceso a materiales críticos” (pág. 5 de la ESN), y si no pueden hacerlo mediante las palancas de la competencia económica el documento, nos recuerdan que EEUU cuenta con “el ejército más poderoso y capaz del mundo” (pág.6) para conseguir sus objetivos: “fortalecer el poder y la preeminencia de Estados Unidos y hacer que nuestro país sea aún más grande que nunca” (pág.7). “Estados Unidos no puede permitir que ninguna nación se vuelva tan dominante que pueda amenazar nuestros intereses” (pág. 10).
EEUU intenta socavar a China por todas las vías
La estrategia trumpista de “hacer América grande otra vez” empezó con mal pie. Los ataques económicos a China aprobados por Trump en los primeros meses de su mandato fracasaron estrepitosamente, como antes lo habían hecho los de Biden.
Ni los aranceles, ni las sanciones directas contra grandes compañías como Huawei, ni las prohibiciones de exportación de productos tecnológicos avanzados hicieron mella en el progreso de la economía china. Al contrario, esas medidas solo están sirviendo para empobrecer a la población trabajadora norteamericana y que monopolios como Nvidia y otras tecnológicas pierdan cuota de mercado. Por si fuera poco, la dependencia de EEUU respecto a la industria de tierras raras de China ha dejado al desnudo la vulnerabilidad de Washington.
Al evidente fracaso de la guerra comercial su sumó la derrota de la estrategia del imperialismo occidental en Ucrania, abiertamente reconocida por Trump en recientes fechas al presentar su plan de paz.
Ni económica ni militarmente ha podido EEUU frenar al bloque formado por China y sus más cercanos aliados, de modo que se imponía un cambio de estrategia. En lugar de actuar directamente contra China, ahora se trata de coartar su expansión en otras zonas del mundo y actuar con extrema agresividad contra sus socios comerciales.
La ESN proclama que “el presidente Trump, por sí solo, revirtió más de tres décadas de suposiciones erróneas de los estadounidenses sobre China”. Pero esas suposiciones, que como el documento reconoce supusieron “alentar a las empresas estadounidenses a invertir en China y externalizar nuestra fabricación a China”, llenaron los bolsillos de los oligarcas norteamericanos. Ahora Trump y sus asesores reconocen, ¡Oh sorpresa!, que “China se hizo rica y poderosa, y utilizó su riqueza y poder para obtener una ventaja considerable”.
¿Qué puede hacer EEUU para revertir esta situación? La ESN desgrana una larga lista de acciones: que la tecnología de EEUU esté a la vanguardia mundial, que el país se reindustrialice y se reduzca su gigantesco déficit comercial, que se asegure el dominio norteamericano de las cadenas de suministro y del acceso a materiales críticos, que se asegure una base industrial sólida para su ejército, etc.

Grandiosos deseos, pero desgraciadamente para el imperialismo yanqui su burguesía ha estado haciendo todo lo contrario al menos durante los últimos 50 años. El capitalismo norteamericano ha girado en torno a la especulación financiera e inmobiliaria y ha reducido considerablemente la inversión productiva, más arriesgada y lenta en producir beneficios que Wall Street y chupar de la deuda pública. En vez de renovar su base industrial, la clase dominante de EEUU ha preferido engordar sus cuentas de resultado empobreciendo a su propia clase trabajadora y drenando de forma parasitaria recursos de todo el mundo y de su propio Estado.
Por mucho que Trump lo proclame, su Administración difícilmente revertirá la decadencia nacional para hacer resurgir el poderío del que EEUU disfrutaba al finalizar la Segunda Guerra Mundial.
Como hacer retroceder la rueda de la historia es difícil, la ESN se contenta con un objetivo que considera más fácil: obstaculizar el crecimiento de China utilizando la extorsión a otros países. Sin avergonzarse ante lo brutal de su propuesta, la ESN explica que “hemos dejado claro a nuestros aliados que el déficit por cuenta corriente de Estados Unidos es insostenible. Debemos alentar a Europa, Japón, Corea, Australia, Canadá, México y otras naciones importantes a adoptar políticas comerciales que ayuden a reequilibrar la economía china…” (pág. 22). Es decir, EEUU exige a sus “aliados” que apliquen aranceles o sanciones a la industria china, a pesar de que eso vaya en contra de sus propios intereses. El chantaje ha funcionado con algunos, pero esto no revertirá la decadencia estadounidense, sino que agrietará aún más el bloque occidental en beneficio de…China.
A pesar de que la Unión Europea se ha humillado una y otra vez ante EEUU, Trump quiere todavía una mayor sumisión, y por eso en la ESN hace una referencia amenazadora a Alemania con motivo de que “hoy en día, las empresas químicas alemanas están construyendo algunas de las plantas de procesamiento más grandes del mundo en China, utilizando gas ruso que no pueden obtener en su país” (pág. 26). A Trump no le parece suficiente haber arruinado a la industria alemana y haber sumido al país en una recesión a causa de las sanciones comerciales a Rusia y exige que también cese la colaboración económica europea con China.
Una guerra financiera contra el mundo
EEUU quiere abrir un frente en las finanzas mundiales y en los flujos globales de inversión. A pesar de su pérdida de peso industrial, cuenta con la baza de poseer el mayor mercado de capitales y de mantener al dólar, de momento, como la principal divisa de las transacciones financieras y principal moneda de reserva.
Pero esta ventaja financiera se está viendo progresivamente erosionada por el peso comercial de China y por el papel creciente del yuan. No es de extrañar que inmediatamente después de su victoria electoral, Trump declarase que la idea de los BRICS (Brasil, China, Egipto, Etiopía, India, Indonesia, Irán, Rusia, Sudáfrica y Emiratos Árabes Unidos) de crear una nueva moneda para sus intercambios comerciales y financieros, dejando de lado al dólar y los sistemas de pago y compensación controlados por EEUU, sería considerada una agresión a su país.

En línea con este temor, la ESN proclama “preservar y fortalecer el dominio del sector financiero estadounidense. Estados Unidos cuenta con los principales mercados financieros y de capital del mundo, pilares de la influencia estadounidense que brindan a los responsables políticos un importante poder de negociación y herramientas para impulsar las prioridades de seguridad nacional de Estados Unidos. Sin embargo, nuestro liderazgo no puede darse por sentado. Preservar y fortalecer nuestro dominio implica aprovechar nuestro dinámico sistema de libre mercado y nuestro liderazgo en finanzas digitales e innovación para garantizar que nuestros mercados sigan siendo los más dinámicos, líquidos y seguros, y la envidia del mundo” (Págs. 14-15).
¿Y cómo preservar este dominio? Pues sumando a las medidas señaladas en el apartado anterior, una nueva era de dependencia para los antiguos países coloniales y semicoloniales. La ESN expone abiertamente el plan que EEUU quiere ejecutar con la colaboración, de buen o mal grado, de sus socios:
“Las empresas chinas, tanto estatales como privadas con el apoyo estatal, destacan en la construcción de infraestructura física y digital, y China ha reciclado aproximadamente 1,3 billones de dólares de sus superávits comerciales en préstamos a sus socios comerciales. Estados Unidos y sus aliados aún no han formulado, ni mucho menos ejecutado, un plan conjunto para el llamado ‘Sur Global’, pero juntos poseen enormes recursos. Europa, Japón, Corea del Sur y otros países poseen activos netos en el extranjero por valor de 7 billones de dólares. Las instituciones financieras internacionales, incluidos los bancos multilaterales de desarrollo, poseen activos combinados por valor de 1,5 billones de dólares. Si bien la expansión de su misión ha socavado la eficacia de algunas de estas instituciones, esta Administración se compromete a utilizar su liderazgo para implementar reformas que garanticen que sirven a los intereses estadounidenses” (Pág. 22).
Las intenciones son muy claras, pero la capacidad de EEUU de imponer al mundo un orden financiero que ya no se corresponde al peso real de su economía es muy dudosa. Pese a lo rotundo de su redacción, en la ESN se aprecia un tufo de creciente impotencia y desesperación.
Nuevas agresiones imperialistas en el horizonte
La debilidad de EEUU conduce inevitablemente a un aumento de su agresividad imperialista, con serias consecuencias políticas para todo el mundo.
EEUU quiere colocar a Europa, América Latina, África y Asia ante un grave dilema: “la disyuntiva que todos los países deberían afrontar es si quieren vivir en un mundo liderado por Estados Unidos, con países soberanos y economías libres, o en un mundo paralelo, en el que estén influenciados por países del otro lado del mundo” (Pág. 18). No cabe mayor claridad sobre sus intenciones. Ya lo hemos visto con el genocidio en Gaza, los ataques a Irán, la intervención en Siria, la agresión a Venezuela, y toda la injerencia política en América Latina.
Respecto a Europa, la ESN formula una hoja de ruta brutal. Describe una Unión Europea al borde de la “aniquilación de su civilización” y, dejando de lado las habituales cortesías diplomáticas, da su abierto apoyo a las fuerzas de la extrema derecha y del fascismo europeo, únicas que en opinión de la Administración Trump pueden salvar al viejo continente de la destrucción.

Aunque no lo plantea abiertamente, la liquidación de la Unión Europea subyace a lo largo de estas páginas de la ESN. El servilismo en la fallida política ucraniana no ha obtenido recompensa alguna. Al contrario, Washington exige una subordinación total, lo que incluye un drástico aumento del gasto militar europeo en una escala que aseguraría la completa destrucción de lo que queda del agonizante “Estado del bienestar”.
En cuanto a América Latina, la ESN reafirma que su lugar en el mundo es el de “patio trasero” de EEUU: “Tras años de abandono, Estados Unidos reafirmará y aplicará la Doctrina Monroe para restaurar la preeminencia estadounidense en el hemisferio occidental y proteger nuestro territorio nacional y nuestro acceso a geografías clave en toda la región. Negaremos a competidores no hemisféricos la capacidad de posicionar fuerzas u otras capacidades amenazantes, o de poseer o controlar activos estratégicamente vitales en nuestro hemisferio” (Pág. 15).
Acorde a este enfoque, EEUU pone en su punto de mira las inversiones o colaboraciones económicas de China en lo que llaman “su hemisferio”. Las sanciones a Colombia por la participación de Beijing en la construcción del futuro metro de Bogotá, o las reticencias ante la construcción en Perú del puerto de Chancay, unidas a las recientes interferencias en varios procesos electorales como en Argentina y Honduras, son solo una vuelta de tuerca de las viejas políticas de “seguridad nacional” de los años 60 y 70, cuando EEUU promovió dictaduras militares y una represión despiadada a lo largo del continente.
África solo ocupa un mínimo lugar en la ESN, como importante fuente de recursos naturales críticos que “pueden generar ganancias para las empresas estadounidenses” (Pág. 29). En cuanto a Oriente Medio, además de ensalzar a Israel y de felicitarse porque gracias a la masacre de Gaza “se ha progresado hacia una paz más permanente” (Pág. 28), la ESN se limita a reafirmar lo ya conseguido mediante el holocausto del pueblo gazatí: “queremos evitar que una potencia adversaria domine Oriente Medio, sus suministros de petróleo y gas, y los cuellos de botella por los que pasan, a la vez que evitamos las ‘guerras eternas’ que nos han estancado en esa región a un alto precio” (Pág. 5).
Por supuesto, las páginas de la ESN que se dedican a China y a la región del Indo-Pacífico son claves. El amenazador despliegue militar occidental en el mar de la China Meridional, hasta ahora ejecutado a través de la alianza Quad (EEUU, Japón, Australia e India), se va a reforzar empujando a los países que forman la llamada Primera Cadena de Islas (Japón, Corea del Sur, Indonesia, Filipinas, Malaysia y Taiwán) a aumentar su gasto militar con vistas a poder aplicar un bloqueo marítimo contra China en un futuro próximo. Las recientes tensiones entre Beijing y Tokio a cuenta del rearme de este último son un serio aviso del ambiente militarista que EEUU está promoviendo en esta estratégica zona.
La amenaza de la extrema derecha aumenta bajo la batuta de EEUU
La agresividad imperialista va inevitablemente acompañada por la agudización de la lucha de clases y por el reforzamiento de las tendencias autoritarias y bonapartistas. La ESN no es ajena a esta tendencia y no duda en señalar al “enemigo interno” que amenaza el futuro de EEUU: las trabajadoras y trabajadores migrantes, calificados como “invasión” que pone en riesgo la supervivencia del país.
Al igual que el nazismo se inventó la “amenaza judía” para intentar desviar el malestar social hacia un chivo expiatorio y dividir a la clase trabajadora, el capitalismo occidental en crisis recurre ahora al espantajo de la “invasión inmigrante”. Trump ya ha puesto en marcha una salvaje campaña de acoso utilizando un cuerpo policial fuertemente militarizado, el ICE, que, con métodos que recuerdan a los de la Gestapo y las SA nazis, siembra el terror en las principales ciudades de EEUU.

Pero no se conforma con esto. Quiere extender su campaña antiinmigración a los países europeos y convertirlo en el eje político central del programa de la extrema derecha mundial, tal como ha ocurrido en Chile con la victoria de Kast.
Esta preparación para el autoritarismo y la dictadura, esta estrategia racista para meter una cuña en la clase trabajadora mundial, no son un accidente. Son un pilar fundamental en la estrategia reaccionaria de Trump y del capitalismo occidental, y de esta fase de acumulación capitalista, que amenaza directamente los derechos democráticos conquistados con la lucha obrera.
Los planes de Trump incluyen asociar a las élites empresariales y financieras de los países que quiere atraer a su estrategia, a la desmesurada burbuja bursátil generada en EEUU en torno a la Inteligencia Artificial y al sector tecnológico. Pero hasta el momento, esta burbuja no ha sido capaz de crear un nivel de riqueza ni remotamente parecido al que EEUU generó en las tres décadas posteriores al final de la Segunda Guerra Mundial.
Con un capitalismo renqueante, que aún no ha superado las causas profundas de la gran crisis de 2007/2008, los beneficios empresariales solo pueden aumentar a costa del empobrecimiento de la fuerza de trabajo, del saqueó de los servicios públicos, y el amordazamiento de los derechos democráticos. La burguesía norteamericana se prepara a conciencia para aplastar a su propia clase obrera, al tiempo que anima a sus colegas de otros países a seguir con decisión sus pasos.
La perspectiva es cristalina: una estrategia global de gravísimas consecuencias que plantea un reto formidable a todas las organizaciones revolucionarias del mundo. No hay tiempo que perder para levantar la resistencia de masas con un programa de clase, socialista e internacionalista



















