La crisis alimentaria que afecta a más de diez millones de personas en el Cuerno de África (Somalia, Etiopía, Kenia, Yibuti) provocando que dos millones de niños estén malnutridos y que medio millón de ellos corra el “riesgo inminente de morir” —como advirtió en Nairobi el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef)—, pone al descubierto la barbarie del sistema capitalista. La actual sequía que afecta a esa zona sólo está agudizando una situación que no es ninguna novedad en la región.

La crisis alimentaria que afecta a más de diez millones de personas en el Cuerno de África (Somalia, Etiopía, Kenia, Yibuti) provocando que dos millones de niños estén malnutridos y que medio millón de ellos corra el “riesgo inminente de morir” —como advirtió en Nairobi el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef)—, pone al descubierto la barbarie del sistema capitalista. La actual sequía que afecta a esa zona sólo está agudizando una situación que no es ninguna novedad en la región.

Pero debemos tener presente que el hambre que afecta a los países africanos o de otras partes del planeta no es una fatalidad, sino que es algo evitable ya que sus causas fundamentales son económicas y políticas. Hay países con sequías muy fuertes (Estados Unidos, Australia) que no padecen hambrunas importantes. En cambio, países donde desde hace millones de años han vivido y evolucionado nuestros ancestros se ven sometidos a cada vez más frecuentes períodos de “crisis alimentarias”.

Hay un acaparamiento masivo de tierras fértiles por parte de inversores extranjeros, no sólo en el Cuerno de África sino en gran parte de países africanos, asiáticos y latinoamericanos, provocando que miles de campesinos tengan que abandonar sus tierras, lo que a su vez lleva a que desaparezca la agricultura de subsistencia que había y tengan que comprar los alimentos a multinacionales cuya finalidad es el lucro.

Entre los países con sequías periódicas se encuentra Etiopía. Según la web canaria GuinGuinBali, dedicada a temas africanos, una investigación de la ONG Survival ha revelado pruebas alarmantes de que algunas de las tierras de cultivo más productivas de Etiopía les están siendo arrebatadas a los pueblos indígenas locales y arrendadas a empresas extranjeras para el cultivo y la exportación de comida, mientras que miles de sus ciudadanos pasan hambre en medio de la devastadora sequía que afecta a la región. Enormes extensiones de tierra fértil en la zona del río Omo, en el sureste de Etiopía, se están alquilando a empresas malasias, italianas y coreanas.

Lo mismo está sucediendo en Mozambique, Uganda, Mali, etc. con fuertes luchas por parte de los pueblos afectados ya que, al final, el futuro que les espera es trabajar (si pueden) para la multinacional de turno y comprar los alimentos a un precio cada vez más alto, o abandonar la tierra donde han vivido siempre y trasladarse a las ciudades a engrosar las masas de parados y hambrientos de las capitales africanas. La subida del precio de los cereales, provocada por movimientos especulativos en los mercados internacionales, ha sido una de las causas de las hambrunas en el Cuerno de África. En Somalia, el maíz y el sorgo rojo aumentaron un 106% y un 180% en un año. En Etiopía, el precio del trigo subió un 85%, y lo mismo podríamos decir de Kenia, Uganda, Tanzania, etc.

Multinacionales y destrucción de la agricultura

Somalia, a pesar de la frecuencia de las sequías, fue autosuficiente en la producción de alimentos hasta finales de los años setenta. A partir de los ochenta, las políticas impuestas por el FMI para que el país pagara su deuda, hicieron que se aplicaran medidas de ajuste también en la agricultura, lo que significó la apertura de sus mercados para permitir la entrada masiva de productos de empresas multinacionales, como el trigo y el arroz. Estas empresas agroindustriales empezaron a vender sus productos por debajo del precio de coste, haciendo la competencia desleal a los campesinos somalíes. Devaluaciones periódicas de la moneda, alza del precio de los abonos, semillas, etc. y, junto con eso, el fomento de una política de monocultivos para la exportación forzaron, paulatinamente, al abandono del campo por parte de los agricultores somalís.

La ONU y su Programa Mundial de Alimentos (PMA) han ayudado a esta política de ataque a los campesinos somalíes. Como explica T. Mountain en un artículo publicado en Gara (11/08/2011): “Retrocediendo hasta 2006, el PMA empezó a distribuir toda la ayuda de grano de años para Somalia justo en el momento en el que los campesinos somalíes llevaban sus cosechas de grano al mercado. Con miles de toneladas de grano gratis disponible, a los campesinos somalíes les resultó casi imposible vender sus cosechas y tuvieron que enfrentarse al desastre. (…) Después, en 2007, justo cuando la cosecha de grano somalí empezaba a llegar a los mercados locales, el PMA de nuevo distribuyó toda su ayuda de grano de años, sólo que esta vez allí estaba el Ejército etíope para protegerle. Con una sequía de cuatro años que volvía a afectar a la mayor parte de Somalia, se podría decir que el PMA ayudó a dar el tiro de gracia a la agricultura somalí. Por tanto, no cabe sorprenderse mucho de que la resistencia somalí, Al Shabab (Los Muchachos), haya sacado a patadas al PMA de la mayor parte del sur de Somalia que controla”.

Sólo entre 300 y 500 empresas controlan el comercio alimentario global y presionan a los gobiernos para mantener la actual situación que tantos millones de beneficios les da. ¿Que aquí pueden morir 500.000 niños, como advierte Unicef? ¿A quién le importa eso? Son cifras, estadísticas de gente que vive muy lejos y todos sabemos que el hambre no va a acabarse con unas cuantas toneladas de comida. Si queremos acabar con el hambre, primero debemos acabar con el sistema que lo genera, debemos acabar con el sistema capitalista que es el culpable de la miseria de la mayoría para que una minoría de parásitos explotadores acumulen más de lo que pueden consumir ellos y un sinfín de generaciones posteriores.

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