¡Organizar una huelga general indefinida y un plan de acción para derribar al gobierno criminal de JOH!

La situación en Honduras ha alcanzado un punto crítico. La impresionante movilización de masas que iniciaron a finales de abril los trabajadores y trabajadoras de la sanidad y la enseñanza, apoyados por los estudiantes, contra el intento del gobierno de Juan Orlando Hernández (JOH) de privatizar y desmantelar los sistemas públicos de salud y educación, se ha convertido en una insurrección de masas exigiendo la salida del gobierno. Tras la negativa de varias unidades policiales a seguir reprimiendo al pueblo, JOH ha recurrido al ejército y a la policía militar y antimotines para intentar aplastar violentamente este levantamiento.

Conspiración de silencio de la clase dominante y sus medios de comunicación

Hasta el momento, los medios alternativos hondureños informan de 3 muertos confirmados, decenas de heridos y detenidos en todo el país. El lunes 24 de junio el ejército tomaba militarmente la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH), en la capital Tegucigalpa. La universidad había sido ocupada por estudiantes y profesores exigiendo la salida del gobierno. Hasta el momento las informaciones hablan de 8 heridos. Dada la confusión reinante, y la cantidad de actuaciones represivas a lo largo y ancho de todo el país, el número de muertos, heridos y detenidos podría ser mayor.

Tanto esta salvaje represión como el carácter criminal del régimen hondureño están siendo ocultados por la burguesía internacional y sus medios de comunicación. Los mismos periódicos, canales de televisión y columnistas que vociferan indignados hablando de dictadura en Venezuela y apoyan entusiasmados al golpista Juan Guaidó –designado presidente por Trump– mantienen un silencio escandaloso ante los crímenes del gobierno de JOH.

Este revalidó su mandato en diciembre de 2017 mediante un fraude electoral, que incluso organismos imperialistas como la OEA y la ONU tuvieron que denunciar. Se ha sostenido desde entonces mediante el asesinato y la represión y varios de sus miembros, incluido el propio presidente, están acusados por la DEA de actividades relacionadas con el narcotráfico.

Este silencio no es casual. El gobierno de Juan Orlando Hernández como todos los anteriores del corrupto Partido Nacional (PN) son fieles peones de la Casa Blanca y las multinacionales estadounidenses y europeas. Los imperialistas saquean los recursos del país en connivencia con la oligarquía hondureña sometiendo a trabajadores y campesinos a una brutal explotación. La caída de JOH como consecuencia de la actual insurrección de masas animaría la lucha de los oprimidos por un gobierno de los trabajadores y el pueblo, y amenazaría al sistema capitalista y a este régimen político títere del imperialismo.  Esto, además, podría servir de inspiración para los trabajadores y oprimidos de todo el continente – incluidos los propios EEUU– y, por supuesto, para el resto de países centroamericanos, donde los índices de pobreza y desigualdad, y la corrupción y saqueo de las oligarquías y el imperialismo son similares.

De Guatemala a Panamá pasando por El Salvador, Nicaragua, Costa Rica o Haití, donde estallaron hace pocos días manifestaciones populares contra la corrupción del gobierno en el manejo de la ayuda humanitaria venezolana de Petrocaribe, toda la región es un polvorín.

La fuerza de la clase obrera hace temblar a la clase dominante

El Partido Nacional, al que pertenece JOH, llegó al poder hace diez años mediante un golpe auspiciado por el imperialismo estadounidense contra el entonces presidente Mel Zelaya, quien tras haber sido elegido por el también oligárquico Partido Liberal, bajo la presión de las masas, se declaró seguidor de Chávez y prometió cambios políticos y sociales.

El PN ha mantenido el poder durante la última década mediante el fraude electoral, la represión y el asesinato, combinado con la amenaza y compra de burócratas sindicales y líderes sociales y el apoyo descarado de la Iglesia Católica y las evangélicas. Estas últimas acaban de declarar su apoyo total y absoluto a la represión gubernamental.

Tras varios movimientos de masas y levantamientos populares durante la última década, la actual movilización, iniciada por la clase obrera magisterial y del sector salud, ha conseguido agrupar todo el malestar social y poner contra las cuerdas al régimen. Lo único que sostiene a JOH en estos momentos es la represión del ejército y el apoyo del gobierno imperialista y reaccionario de Donald Trump.

Tras la impresionante demostración de fuerza que supusieron los paros nacionales de los días 30 y 31 de mayo, el ejecutivo quedó paralizado y se abrieron contradicciones importantes dentro del imperialismo y la oligarquía.

El que fuera embajador estadounidense durante el golpe militar de 2009 contra Zelaya, Hugo Llorens, responsabilizó a Juan Orlando Hernández de la crisis política y exigió su dimisión. La Conferencia Episcopal también marcó distancias con el gobierno. Los dirigentes del Partido Liberal se sumaron a partidos que critican abiertamente al régimen –como el de Zelaya (LIBRE)– y al periodista Salvador Nasralla, fundador del Partido Anticorrupción, al que JOH arrebató fraudulentamente la victoria en las presidenciales de 2017.

Tanto LIBRE como Nasralla exigen la salida inmediata del actual presidente y han apoyado públicamente la insurrección, llamando a las unidades del ejército y de la policía que siguen sometidas al gobierno a romper con éste y unirse a la insurrección.

Por otro lado, los sectores de la clase dominante que llevan en este momento la batuta temen que sacrificar a Juan Orlando Hernández –en el contexto de inestabilidad y crisis profunda del capitalismo latinoamericano– no calme a las masas sino que las anime a luchar aún con más fuerza. Este sector ha cerrado filas en torno al gobierno y parece contar con el apoyo del ultraderechista Trump. La Casa Blanca, que niega el cambio climático, ha anunciado el envío de 300 marines a Honduras “para luchar contra los efectos del cambio climático”. Una burda excusa, que no puede ocultar la realidad: el tipo de cambio que pretenden evitar es muy diferente.

Un sector de la policía se suma al pueblo

Las condiciones para paralizar la maquinaria represiva del Estado, tumbar a JOH y sustituirlo por un gobierno de los trabajadores y el pueblo son las más favorables en mucho tiempo. La rebelión y huelga de brazos caídos anunciada por varias unidades de policía de la Escala básica el pasado 20 de junio y el comunicado que hicieron público así lo demuestran: “En nombre de la Escala Básica se convoca a todos los diferentes miembros de la Policía Nacional (…) unirse a nuestra causa, reiteramos nuestro apoyo al pueblo ya que nosotros somos parte del mismo y nos beneficiamos de las causas por las cuales ellos están luchando”.

Como en todo proceso de revolución y contrarrevolución, llegados a un punto crítico como éste, es imprescindible una dirección al frente de la lucha con las ideas muy claras y un plan de acción que transmita sin ningún género de dudas al conjunto de los oprimidos, y en particular a los soldados y agentes de policía que forman la base de las fuerzas represivas, que la insurrección tiene estrategia clara para vencer.

Los dirigentes de la Plataforma en Defensa de la Salud y la Educación han ganado una enorme autoridad durante estos dos meses de lucha por haber desafiado a JOH y no haber cedido a las presiones, maniobras y amenazas del régimen. Pero, hasta el momento, se han negado a asumir las consignas que grita el pueblo en las manifestaciones: “Fuera JOH” o “la dictadura va a caer” y siguen planteando que sus exigencias no son políticas, limitándolas a la salud y la educación. Esto representa un gravísimo error que ya está teniendo consecuencias dramáticas para la lucha.  

La ausencia de un plan ampliando las demandas de los trabajadores de la salud y educación al resto de sectores, a los campesinos, etc., y unificando todas ellas en un programa común, el no vincular este movimiento a la lucha por derrocar y juzgar por sus crímenes al gobierno de JOH, así como no haber convertido inmediatamente los paros del 30 y 31 de mayo en una huelga general indefinida, tal como demandaban los sectores más combativos del movimiento, es lo que ha permitido al gobierno tomar oxígeno y reponerse de la conmoción que le produjo la masividad de los paros. Así, ha retomado la iniciativa y lanzado la actual represión. Esta ofensiva todavía puede ser derrotada, pero es necesario un giro de 180º en la dirección del movimiento y actuar con urgencia y decisión.

¡Huelga indefinida hasta derribar y juzgar por sus crímenes a JOH!

¡Por un gobierno de los trabajadores y el pueblo!

En las circunstancias actuales de Honduras, negarse a reprimir a las masas significa rebelarse abiertamente contra el régimen y jugarse la vida. Según distintos cálculos –y pese a la ausencia de una dirección con un programa claro el frente para tomar el poder– hasta el momento entre un 10% y 20% de los efectivos policiales se han sumado a la huelga de brazos caídos y se niegan a participar en la represión.

Para mantener este apoyo, conseguir que se sumen muchos más y paralizar la maquinaria represiva del Estado hace falta concentrar toda esa inmensa fuerza que están mostrando las masas en la calle, cuyo punto álgido fue el paro nacional del 30 y 31 de mayo. La herramienta para ello es una nueva huelga general que paralice totalmente el país y contagie toda la fuerza y ánimo de la clase obrera al conjunto de los oprimidos y a la base del ejército y la policía. Esta huelga general debe ser indefinida e ir acompañada de un plan concreto para acabar con el gobierno de JOH: detenerle por sus crímenes y que sea juzgado por el pueblo. A la vez hay que realizar un llamamiento internacionalista a los pueblos vecinos y a los trabajadores y jóvenes del resto del mundo a movilizarse en solidaridad con la revolución hondureña y contra la represión.

Durante los últimos dos meses de lucha el movimiento ha creado asambleas y comités de acción para organizar la protesta, hay que extender estos comités y asambleas a los centros de trabajo y barrios donde no existan y, muy importante, a los cuarteles. Una tarea inmediata de esos comités debe ser organizar, junto a los policías y soldados que apoyan al pueblo, milicias de autodefensa obrera y popular sometidas al control de las asambleas. Esto también será clave para empujar a los soldados y policías indecisos al campo de la revolución.

Cada asamblea debe designar en cada centro de trabajo, barrio o cuartel a delegados elegibles y revocables. Estos delegados deben coordinarse a nivel local, regional y nacional. Esto permitiría elegir una verdadera Asamblea Nacional de los trabajadores y el pueblo alternativa al parlamento corrupto que controla JOH. Esta asamblea debe sumar a todas las exigencias ya planteadas por los trabajadores de la sanidad y la enseñanza las del resto de la clase obrera y los oprimidos, así como las que han presentado los propios policías que apoyan la lucha, y elegir un gobierno de los trabajadores y el pueblo que las lleve a cabo.

Junto a la defensa de este plan de acción, los activistas más a la izquierda de la Plataforma en Defensa de la Educación y la Salud, los militantes revolucionarios de LIBRE y la izquierda anticapitalista hondureña deben plantear un programa socialista que defienda la expropiación de los bancos, la tierra, las grandes empresas y las multinacionales que hoy expolian la riqueza del país y ponerlos bajo la gestión directa de un gobierno y un estado revolucionario de los trabajadores y el pueblo. Esto permitiría planificar democráticamente la economía, acabar con la corrupción, la desigualdad y la pobreza y satisfacer las necesidades del conjunto de la población.

Hay fuerza para derrotar los planes contrarrevolucionarios de la oligarquía y el imperialismo y conseguir la victoria de la revolución hondureña, pero no hay tiempo que perder. ¡Es urgente construir una alternativa revolucionaria enraizada en la clase obrera y la juventud y armada con el programa y los métodos del marxismo!

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