¡Los trabajadores y campesinos pobres al poder!
Ecuador vive desde el pasado 13 de junio un levantamiento revolucionario que ha puesto contra las cuerdas al Gobierno derechista de Guillermo Lasso, un banquero que desde su llegada al poder no ha hecho otra cosa que aplicar medidas contra los más desfavorecidos, y que ha respondido a estas movilizaciones con una brutal represión que ha causado ya 4 muertos y decenas de heridos.
Tras haber vencido el estado de excepción y haber tomado literalmente la capital, Quito, a pesar del despliegue del ejército para impedirlo, las condiciones para tumbar a Lasso y acabar con sus políticas capitalistas están encima de la mesa. Para ello es necesario que los dirigentes de la CONAIE (Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador), a la cabeza de las protestas, llamen a intensificar la batalla en las calles, rechazando las maniobras parlamentarias con las que se pretende desviar y frenar este nuevo estallido revolucionario, y llamando a la huelga general indefinida.
La acción directa de las masas derrota el estado de excepción y la represión
La lucha se inició con la exigencia por parte de la CONAIE de medidas contra el hundimiento de las condiciones de vida frente a la brutal subida de los precios, especialmente de los combustibles en un país productor de petróleo, y frente a las políticas de ajuste de Lasso que siguen fielmente las directrices del FMI. Una catástrofe social que ha extendido la miseria, golpeando especialmente a la población indígena, la más pobre del país.
La CONAIE ha presentado un programa de 10 puntos entre los que se encuentran la reducción y congelación del precio de los combustibles, precios justos para los productos del campo, más presupuesto para la educación y sanidad, freno a la explotación minera en los territorios de los pueblos originarios y una moratoria en el pago de la deuda de las familias.
Desde los primeros días, el Paro ha tenido un seguimiento masivo por parte del movimiento indígena, formado principalmente por campesinos de las zonas rurales del país y trabajadores de la periferia de las grandes ciudades. Temiendo la extensión de las protestas, Lasso recurrió desde el primer momento a la represión, incluyendo el encarcelamiento de Leónidas Iza, presidente de la CONAIE. Su objetivo era atemorizar al movimiento pero tuvo el efecto opuesto, y se vieron obligados a liberarlo al día siguiente fruto de la presión popular.
Pero el Gobierno declaró el estado de excepción en 6 provincias, entre ellas Pichincha, donde se encuentra Quito, desplegando miles policías y militares con el objetivo de disolver las protestas con gases y bombas aturdidoras e impedir que las marchas iniciadas por los indígenas en diferentes regiones del país confluyesen en la capital. Incluso han tratado de movilizar a su reaccionaria base social, agrupando a unos miles en el barrio más rico de Quito.
La fuerza de la protesta ha sido tal que todas estas maniobras han fracasado, y Lasso se ha visto obligado finalmente a levantar incluso el estado de excepción. De hecho, la represión, lejos de arrugar al movimiento, le ha dado aún más fuerza, sumando a nuevos sectores a la lucha como la Federación de Estudiantes Universitarios de Ecuador, sindicatos obreros, activistas del Frente Unitario de Trabajadores y otros colectivos sociales y partidos y organizaciones de izquierda. Decenas de miles se han ido sumando a las protestas, inundando las calles, bloqueando las principales vías de comunicación y el trasporte de petróleo, y tomando incluso el control de cerca de 100 pozos petrolíferos.
Las imágenes de bloques cada vez más nutridos de manifestantes entrando en Quito, pese a su militarización por parte del Gobierno, a los que se unían entusiasmados jóvenes y trabajadores de la capital, y la celebración de asambleas populares masivas en la calle y en espacios públicos emblemáticos de anteriores levantamientos como la Casa de la Cultura de Quito para discutir los siguientes pasos en la lucha, muestran una correlación de fuerzas enormemente favorable y el completo aislamiento del Gobierno de Lasso.
El Gobierno de Lasso y el capitalismo contra las cuerdas
Como en anteriores movimientos insurreccionales, el movimiento indígena está actuando como aglutinante del descontento contra el primer año de pesadilla del Gobierno de Lasso y sus medidas antisociales. La clase dominante lo sabe y se han abierto divisiones en su seno y en el aparato del Estado.
Un vídeo difundido por redes sociales mostraba a militares criticando la represión y amenazando con desafiar al gobierno y unirse al pueblo. La respuesta del Estado Mayor del ejército ha sido redoblar la represión y amenazar a todo el que desafíe el estado de excepción, calificando a los dirigentes de la CONAIE de golpistas y narcotraficantes. Que las masas consiguiesen superar el cerco militar y entrar en Quito muestra que estas divisiones son profundas y que es posible ganar a la base del ejército con un plan y un llamamiento a la lucha que transmita confianza y decisión de ir hasta el final.
Esta situación también ha hecho saltar las alarmas entre los imperialistas y el resto de burguesías latinoamericanas. Su preocupación se refleja en editoriales como el de El País del 23 de Junio alertando de que “el escenario que hoy vive Ecuador es una dura llamada de atención a todos los gobiernos de la región” y “la negociación que reclaman tanto Naciones Unidas como la UE es la única vía de salida para no agravar el conflicto”.
En estos momentos el Gobierno de Lasso pende de un hilo. Reflejando la presión de abajo, los 47 diputados de la UNES (el frente político en el que se ha agrupado el correísmo) han planteado una moción de censura, pero necesitarían 92 votos, algo que parece difícil en este momento. Los partidos del régimen, desde la derecha más conservadora hasta la socialdemócrata Izquierda Democrática, han cerrado filas con Lasso.
Por otro lado, el levantamiento está agudizando las divisiones dentro del Movimiento Pachakutik, la fuerza política vinculada históricamente a la CONAIE. Unas divisiones que ya se produjeron durante la segunda vuelta de las últimas elecciones presidenciales, cuando una parte de su dirección rechazó dar su apoyo al candidato del correismo frente a Lasso, garantizando la victoria de este último. Ahora, mientras un grupo de diputados ha apoyado la movilización y ahora la moción de censura, otro refleja la presión de la burguesía dentro del movimiento indígena e insiste en mantener una postura conciliadora con el gobierno.
Pero la clave no está en el debate en el parlamento, impulsando una moción de censura, sino en mantener, intensificar y extender la movilización en la calle. Incluso si la moción de censura prosperase, la sustitución de Lasso por su vicepresidente (responsable de las mismas políticas) mientras se convocan nuevas elecciones concede un margen de maniobra muy peligroso a la reacción y la élite capitalista. De hecho, la moción de censura busca justamente eso. Es una maniobra apoyada incluso por sectores de la clase dominante para intentar frenar la movilización en las calles y volver a las tranquilas aguas del parlamentarismo burgués.
¡Levantar una alternativa revolucionaria con un programa socialista!
Los dirigentes de la CONAIE cometen un grave error cuando insisten en negociar con Lasso su programa de 10 puntos, cuando tanto este como el conjunto de la oligarquía y los capitalistas han dejado claro que nunca los aceptarán. El punto central es plantear un plan para luchar por el poder político y económico lo que implica no conceder ningún balón de oxígeno que permitan a Lasso y a la clase dominante seguir maniobrando, desgastar al movimiento y, cuando llegue el momento oportuno, asestarle el golpe decisivo.
Si un sector de la clase dominante ha llamado al orden a Lasso para que se siente a dialogar es para ganar tiempo, que la movilización no siga extendiéndose, pudiendo incluso contagiarse a otros países y, en cuanto puedan, intentar frenarla y aplastarla. La represión ha fracasado, y por ahora su única baza es la vía parlamentaria y apoyarse en los dirigentes reformistas y en la derecha del movimiento indigenista.
Para ganar esta lucha hay que impulsar un frente único de las organizaciones y partidos de izquierda y levantar una alternativa revolucionaria. El primer paso es romper con la política conciliadora y de colaboración de clases que intentan imponer los sectores más a la derecha de Pachakutik dentro de la CONAIE. Junto a ello hay que explicar claramente que las políticas reformistas de regular y controlar el capitalismo que defienden los dirigentes de la UNES correísta no pueden resolver tampoco los problemas del pueblo, tal y como se vio al final de la propia presidencia de Rafael Correa.
El movimiento indígena tiene que basarse en el enorme apoyo y poder de las masas extendiendo el paro al conjunto de la economía, empezando por los trabajadores de las empresas públicas y privadas; organizando una gran huelga general indefinida que paralice el país hasta derribar al gobierno asesino de Lasso; llamando a tomar empresas y multinacionales como se ha hecho con los pozos petrolíferos; impulsando asambleas populares como las que hemos visto en Quito en todos los barrios y centros de trabajo, unificándolas a nivel local, regional y nacional mediante delegados elegibles y revocables, y eligiendo un gobierno revolucionario de las y los oprimidos.
Junto a ello hay que plantear un programa socialista que aglutine a las masas en torno a la única alternativa que puede ofrecer una salida lejos de las garras de FMI, acabando con las políticas y leyes reaccionarias de Lasso y las privatizaciones y contra-reformas de Lenín Moreno, planteando la nacionalización de sectores estratégicos como la banca o la industria petrolera bajo control obrero, el reparto de la tierra -acabando así con los latifundios-, plenos derechos económicos sociales y políticos para los pueblos originarios y la anulación de la deuda contraída por el estado con los poderes imperialistas.
¡Por la victoria del levantamientos revolucionario! ¡Es la hora de la lucha por el socialismo en Ecuador!