Hay fuerza para vencer: continuar la lucha con una huelga general de 48 horas
“Milei sin ley”, “Marcha atrás”, “De la victoria al fracaso en un día”... los titulares de los principales medios de comunicación argentinos reflejan el desconcierto de la clase dominante después de que el Gobierno liderado por el fascista Javier Milei se viese obligado el 7 de febrero a retirar la “ley Ómnibus”, su gran apuesta y el mayor ataque a los derechos democráticos y sociales en décadas.
Este giro brusco solo se puede entender partiendo del cambio en la correlación de fuerzas que representó el éxito la huelga general del 24 de enero. El paseo militar con el que soñaban Milei, sus aliados Macri y Bullrich, y los Consejos de Administración de los grandes bancos y empresas que dictan la agenda ultraneoliberal y totalitaria del Gobierno, se ha transformado en un vía crucis de movilizaciones constantes. El desafío, un día sí y otro también, a su fascista protocolo antiprotestas y a la brutal represión policial, ha cambiado el panorama por completo.
La ley que ya tenían aprobada colapsó
La sorpresa y zozobra en las filas de la oligarquía argentina es mayor si cabe porque la ley, que modificaba centenares de normativas legales, desguazando el Estado, concediendo poderes especiales a Milei para imponer medidas económicas, fiscales, de seguridad y en otras áreas por decreto, y que además privatizaba decenas de empresas públicas y reducía a cenizas buena parte de los derechos laborales y sociales conquistados por el movimiento obrero, había sido aprobada de forma genérica pocos días antes, el 2 de febrero.
Y lo había sido con el voto favorable de 144 diputados: el partido de Milei (La Libertad Avanza), sus aliados en el Gobierno (el PRO de Macri y Bullrich) y la inmensa mayoría de representantes de la “centroderechista” UCR y otras fuerzas de derecha vinculadas a los gobernadores regionales.
Milei, de visita oficial en Israel, mostrando del modo más nauseabundo su apoyo al criminal genocidio del pueblo palestino, ya sacaba pecho saboreando su primera gran victoria parlamentaria en compañía de su amigo y camarada de armas Netanyahu. Pero en el último momento, nuevas exigencias inesperadas para recortar sus poderes especiales por parte de sus aliados del día anterior hicieron que todo saltase por los aires.
Los gobernadores y los dirigentes de la UCR comparten la necesidad de un ataque despiadado contra el movimiento obrero y la izquierda, las privatizaciones y la entrega de los recursos del país a las multinacionales imperialistas. Pero temiendo que el malestar social pueda provocar levantamientos como el que ya sacudió en junio del año pasado la región de Jujuy, exigieron a Milei participar en la gestión del impuesto PAIS, en las privatizaciones y obtener para ellos mismos más financiación.
La respuesta de Milei al recorte de su poder y a la posibilidad de una derrota humillante en la votación parlamentaria si se hacía artículo por artículo, ha sido retirar la totalidad del proyecto. Y lo ha hecho lanzando todo tipo de insultos y amenazas contra sus aliados y planteando que llevará adelante sus medidas igualmente.
La política de Milei agrava la crisis económica y desata la movilización social
El problema de fondo, como ya señalamos tras su arrolladora victoria electoral, es que sus medidas ultraneoliberales solo pueden agravar aún más la crisis del capitalismo argentino.
En apenas dos meses de gobierno de este fascista que se presentaba como salvador del país, la hiperinflación ha superado ya el 200% (¡la más alta del mundo!), y las ventas de los supermercados se han desplomado un 30%, lo mismo que las “ventas de frontera”, comercio con países vecinos aprovechando la devaluación del peso que se ha convertido en un balón de oxígeno para muchas empresas y los gobernadores de algunas regiones fronterizas.
Como resultado del vertiginoso deterioro económico, el apoyo a Milei ha caído del 56% con que ganó las presidenciales al 40%, el descenso más rápido experimentado por un presidente argentino en sus primeros 60 días de gobierno. El rechazo a los Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU) y la ley Ómnibus supera el 50% según diferentes encuestas y, como pusieron de manifiesto las manifestaciones masivas que acompañaron la huelga general del 24E, el descontento no se concentra únicamente en Buenos Aires. En ciudades y regiones del interior donde Milei superó el 60% de votación, la contestación también es masiva y su imagen se erosiona rápidamente.
Todo esto antes de que los peores efectos de las medidas que está imponiendo golpeen aún más directamente a millones de personas. Siete millones de usuarios del trasporte público de Buenos Aires y su cordón urbano han visto como subían las tarifas de los autobuses un 251% y la de los trenes de cercanías entre 168% y 247% dependiendo del servicio.
La congelación de las obras públicas decretada por el Gobierno supondrá, según la Cámara de la Construcción, destruir en los próximos meses al menos 200.000 empleos del medio millón que genera el sector. A todo ello se suman los miles de despidos en la Administración y diferentes empresas públicas y los recortes en servicios sociales, sanidad y educación, que ya se están traduciendo en medidas tan criminales y escandalosas como cerrar el servicio público y ayudas para enfermos oncológicos y otras enfermedades graves sin recursos.
¡Huelga general de 48 horas ya!
El fantasma del estallido social sobrevuela una vez más Argentina. Los choques dentro de la clase dominante responden precisamente a diferencias tácticas sobre cómo enfrentar la movilización social y repartirse el botín. Las decisiones judiciales invalidando partes de algunos decretos de Milei o los llamamientos a suavizar algunas de sus medidas en el Parlamento solo buscan contener la presión social y engañar al pueblo. Para ello cuentan también con la inestimable colaboración de la burocracia sindical.
Pero es precisamente ahora que el Gobierno ha sufrido su primera derrota, y de forma clamorosa, justo después de que la clase obrera argentina mostrara su fuerza con la huelga general, cuando resulta más urgente e imprescindible mantener e intensificar la movilización en las calles. Si no se aprovecha este momento, Milei no dudará en volver a la carga con más saña y violencia.
Durante la huelga general del 24E y las movilizaciones posteriores ante el Parlamento contra la ley Ómnibus han reaparecido formas de organización del movimiento como las asambleas barriales, recordando las tradiciones del Argentinazo.
La izquierda, los sindicatos combativos, el movimiento piquetero y los movimientos sociales han tenido un papel clave en impulsar estos métodos. La combatividad y resistencia de las movilizaciones contra la ley ante el Parlamento han abierto también divisiones dentro de los sindicatos y la izquierda peronistas.
Mientras los sectores más corrompidos y derechizados de la burocracia sindical mantenían negociaciones secretas con el Gobierno para frenar la lucha a cambio de concesiones en las cuotas sindicales y otros privilegios, miles de militantes de base de la CGT, las CTA y la izquierda peronista han participado en las movilizaciones junto a la izquierda combativa, sufriendo y enfrentando la represión. La presión por abajo incluso ha llevado a algunos dirigentes a hacer declaraciones defendiendo la necesidad de dar continuidad a la huelga general.
Estamos ante una oportunidad inmejorable para plantear una política revolucionaria de frente único. La consigna del momento tiene que ser ¡huelga general de 48 horas ya! La izquierda que se declara revolucionaria tiene que llamar a las bases y dirigentes peronistas a luchar juntos. Hay que exigir a los dirigentes de la CGT, las dos CTA y la UP la convocatoria de esa huelga general, su votación y organización mediante asambleas en todos los centros de trabajo como parte de un plan de lucha sostenido y ascendente hasta imponer la retirada total y definitiva de la ley Ómnibus, los DNU y todos los demás ataques y medidas del Gobierno, explicando que solo así se conjurará la amenaza mortal que representa la política de un fascista como Milei.
Al mismo tiempo hay que impulsar comités de acción y asambleas barriales, obreras y populares para organizar la huelga y la autodefensa contra la represión de la policía y las bandas fascistas.
Y plantear clara y decididamente que la única alternativa que puede hacer frente a la crisis y resolver los problemas de la inmensa mayoría es un programa socialista que incluya la expropiación de los bancos, la tierra y las grandes empresas bajo gestión democrática de la clase obrera.
Milei ha sufrido una primera derrota, pero hay mucho por hacer todavía.