¡Seguir en las calles y convocar huelga general para acabar con los golpistas!
Tras el fracaso del golpe de Estado del 3 de diciembre en Corea del Sur, y gracias a una movilización permanente en las calles, se ha terminado por decretar la destitución del presidente Yoon Suk-Yeol por parte de la Asamblea Nacional. El intento de golpe militar, plenamente conocido y amparado por el imperialismo norteamericano, ha desencadenado una auténtica rebelión social tanto contra el presidente golpista como contra su partido ultraderechista, el PPP.
Sin embargo, semanas después de su destitución, y a pesar de haberse emitido una orden de detención contra el mismo por parte de los tribunales y la agencia anticorrupción de Corea del Sur, sigue sin ser arrestado por sus crímenes. La razón, según señalan los medios occidentales, es la resistencia de su equipo de seguridad frente a los agentes que venían a detenerle y la existencia de manifestantes progolpistas organizados en torno a su residencia para protegerle. Obviamente, si quisieran detenerlo lo harían, pero cuenta con la complicidad de sectores del aparato del Estado que, entre otras cosas, estuvieron implicados en el golpe militar.
La reacción está tratando de reorganizar sus fuerzas y poder, en un determinado momento, enfrentar al poderoso movimiento que durante estas semanas ha ocupado las calles exigiendo juicio y castigo para todos los responsables. Una realidad que no puede despreciarse, y que podría convertirse en el punto de partida para un nuevo golpe de Estado favorable a la reacción y al imperialismo norteamericano.
La clase obrera, el movimiento feminista y la juventud frenaron el golpe y destituyeron a Yoon Suk-Yeol
Como ya hemos señalado, la clave para que el golpe finalmente fuera derrotado fue la movilización de masas en las calles. La Confederación Coreana de Sindicatos (KCTU) convocó inmediatamente a la huelga general indefinida, impulsando movilizaciones multitudinarias en las calles, y miles de manifestantes se plantaron frente a la Asamblea Nacional para confrontar a las fuerzas armadas que pretendían disolverla y detener a una parte de los líderes de la oposición. Según ha trascendido, una de dichas órdenes de detención iba dirigida contra Yang Kyeung-soo, presidente de la KCTU.
En los días siguientes al fracaso del golpe las huelgas se extendieron: los ferroviarios pararon del 5 al 11 de diciembre, así como el metro de Seúl; en el sector metalúrgico, con la poderosa industria automotriz, se realizaron paros en empresas como Hyundai Motors, Kia y GM. El 6 de diciembre la huelga se extendió al sector educativo, y en los días siguientes numerosas empresas y sectores se sumaron a los paros. A pesar de los llamamientos de los dirigentes de la oposición a la calma, millones de personas exigían la destitución inmediata de Yoon en las calles.
Sin embargo, el día 7, en la primera votación de la Asamblea Nacional de cara a destituirle, todos los diputados de su partido excepto tres, se ausentaron impidiendo sumar la mayoría de 2/3 necesaria para hacerla efectiva. Ese mismo día el movimiento reunió a un millón de personas en las calles. La presión alcanzó tal nivel que se profundizaron las grietas en el régimen y en el PPP.
Una semana después dos millones de manifestantes rodeaban la Asamblea Nacional, produciéndose manifestaciones similares en otras ciudades importantes. Fruto de esta presión, y del miedo de sectores de la clase dominante, y del imperialismo norteamericano, a que la situación se descontrolara aún más, finalmente la Asamblea nacional votó su destitución, sumándose a los votos de la oposición 12 votos de diputados del PPP, alcanzándose los 2/3 necesarios para suspenderle como presidente. Según los sondeos, un 75% de la población era favorable a su destitución. Sin embargo, dicha decisión aún debe ser certificada por el Tribunal Constitucional, controlado hasta ahora por el partido de Yoon.
Tras lograrse la destitución, el presidente del sindicato KCTU emitió un comunicado[1] señalando que levantaban la huelga general indefinida convocada desde el 3 de diciembre, pero que seguirían luchando para garantizar que el TC ratificara dicha decisión, para ilegalizar al PPP, por su implicación en el golpe, y por reformas sociales que necesita el país de cara a acabar con la brutal desigualdad que existe. Sin embargo, como la experiencia está demostrando, todos estos objetivos, y garantizar que no haya un nuevo golpe de Estado, solo será posible manteniendo la presión en las calles, y utilizando la herramienta más poderosa del movimiento obrero, la huelga general.
A pesar de este paso atrás por parte de la dirección del KCTU, no se han detenido las manifestaciones en las calles ya que existe una más que justificada desconfianza en un sistema judicial plagado de nepotismo y corrupción. El 21 de diciembre en una nueva movilización en Seúl, más de 300 mil personas exigían de nuevo la renuncia y el arresto de Yoon. El New York Times transcribía la declaración de una manifestante, Kim Myoung-Sook, de 60 años, que señalaba que “la ley marcial es una declaración de guerra al pueblo”[2].
En todo este proceso, las mujeres, jóvenes y trabajadoras, han estado en primera línea de batalla contra un Gobierno que les ha declarado la guerra impulsando una campaña de criminalización contra el movimiento feminista, al estilo de Trump, Milei y el resto de la ultraderecha mundial, y políticas misóginas y machistas en un país con la mayor brecha salarial de género de toda la OCDE. A las protestas también se han sumado decenas de miles de jóvenes, e incluso los agricultores, que marcharon a Seúl con sus tractores exigiendo la destitución de Yoon y la derogación de una Ley aprobada por el Gobierno que beneficia a las grandes multinacionales de la alimentación[3].
La crisis del régimen se profundiza pero la reacción trata ganar tiempo
La crisis del régimen coreano, uno de los más estables hasta ahora en Asia y modelo de democracia para la propaganda occidental frente a la "pérfida dictadura” china, ha dado un enorme salto hacia adelante. El golpe de Estado se produjo en una situación de práctica ingobernabilidad, con la Asamblea Nacional enfrentada al Gobierno por el presupuesto de 2025, por la renovación del Tribunal Constitucional y otros organismos, y por acusaciones de corrupción contra el expresidente y su mujer.
Sin embargo, detrás de estas razones formales bullen causas de fondo. Por un lado, como ya explicamos[4], la grave crisis que atenaza al capitalismo coreano, con una crisis de vivienda sin precedentes, y un movimiento obrero en alza que exige mejores salarios y condiciones laborales, y acabar con una desigualdad lacerante que no deja de avanzar. También la lucha feminista ha puesto en el punto de mira el machismo y la misoginia de una sociedad muy conservadora, convirtiéndose en un blanco central de la reacción.
El otro factor es la batalla que se está librando en Corea, como en el resto del mundo, entre los dos grandes bloques imperialistas, EEUU y China, por la hegemonía mundial. La propia participación de tropas norcoreanas en Ucrania en favor de Putin, y la firma del Tratado de Asociación Estratégica Integral entre Corea del Norte y Rusia, que casualmente entró en vigor al día siguiente del intento de golpe, incrementó aún más estas tensiones, planteando el Gobierno de Yoon el envío de armamento letal a la Ucrania de Zelenski[5] y profundizando sus alianzas con EEUU y, sobre todo, con Japón, renunciando a las indemnizaciones históricas reclamadas por Corea del Sur por el brutal genocidio japonés y despertando indignación entre amplios sectores de la población.
La justificación del golpe apelando a que la oposición está al servicio de Corea del Norte es una auténtica cortina de humo. La realidad es que el Gobierno de Yoon, en coordinación con el imperialismo norteamericano, no ha cesado en sus provocaciones al régimen de Pyongyang, de cara a justificar una escalada militar y ahora la Ley marcial. Desde marzo Corea del Norte denunció la presencia de drones surcoreanos en su espacio aéreo, y en octubre y noviembre algunos de estos drones lanzaron miles de panfletos en algunos puntos de Pyongyang.
A esta política de provocaciones, se suma el intento del Gobierno de Yoon de convertir el país en un mero apéndice del imperialismo norteamericano. Corea del Sur ostenta una posición estratégica de cara al control del mar de China oriental, y EEUU cuenta con más de 28.000 militares en su territorio, siendo el tercer país del mundo con más bases y personal militar norteamericano. De hecho, en octubre, la Administración Biden renovó el acuerdo de colaboración militar por el que Corea pagará a EEUU 1.000 millones de dólares por dicha presencia, siendo ratificado por la oposición en la Asamblea Nacional.
A pesar de estos fuertes lazos, que la oposición tampoco pone en cuestión, la realidad es que la economía china ha adquirido una colosal importancia, cada vez más decisiva, para la industria coreana. De ahí la división de la clase dominante, y la posición de la oposición para que no haya confrontación con China, manteniendo una política de ambigüedad que permita balancearse entre Washington y Beijing.
De momento el fracaso del golpe ha supuesto un revés para el imperialismo norteamericano, que vuelve a ver como ya no puede imponer gobiernos títeres a su antojo, y que ve desacredita toda su propaganda sobre la “democracia” surcoreana en contraposición a la China de Xi Ping.
Ahora tratan de contener los daños, aunque ya ha renunciado el ministro de Defensa, que ha sido detenido, y el Fiscal General, y se ha destituido a Yoon, que pidió perdón en un intento desesperado de evitar su caída, aunque aún no ha sido arrestado. Por otro lado, el nuevo presidente, que era y es también el actual primer ministro, está en el punto de mira de la Asamblea Nacional que quiere destituirle si bloquea la renovación del Tribunal Constitucional, con cuatro de seis miembros designados por Yoon, y con tres vacantes que deberían cubrirse para que pueda abordarse el caso del expresidente.
La oposición, liberal y procapitalista, y atenazada también por la corrupción, quiere reducir todo a la mera batalla legal y parlamentaria, y por eso no deja de llamar a la calma intentando poner fin a la rebelión masiva surgida en las calles. Sin embargo, por esa vía, como se está viendo, existirán muchas dificultades para depurar responsabilidades, ya que una gran parte del aparato del estado participó del mismo.
El PPP y el expresidente Yoon, asesorados por Washington, están tratando de ganar tiempo, y evitar nuevas elecciones presidenciales que podrían dar la victoria al Partido Democrático y resto de fuerzas de la oposición. Esta perspectiva podría frenar en seco la consolidación del bloque militar entre EEUU, Japón, Corea del Sur y Taiwán frente al enemigo chino. Además un desenlace de este tipo animaría a la oposición del Kuomintang en Taiwán, también favorable a unas relaciones amistosas con China.
¡Huelga general para frenar a la reacción y a los golpistas!
A la vez que buscan ganar tiempo, el PPP está tratando de agrupar a su base social. Ante los titubeos de la Asamblea Nacional, Yoon está pasando a la ofensiva movilizando a esos sectores ultraderechistas y más conservadores para contrarrestar la movilización de masas contra el golpe. A pesar de no igualar aún estas manifestaciones, el otro día agruparon a cerca de 30.000 personas agitando banderitas estadounidenses.
La alternativa frente al peligro de la reacción y de un nuevo golpe de Estado, no pasa por la acción legal y parlamentaria. Los partidos de la oposición, principalmente el Partido Demócrata, de corte liberal-socialdemócrata, y muy vinculados a la clase dominante, no tiene en su agenda revertir la degradación social ni la precarización, ni plantea ningún programa que implique nacionalizar los grandes conglomerados empresariales que dominan el país, ni siquiera plantean la completa depuración de los elementos que organizaron el golpe o tomar medidas contra el imperialismo norteamericano, completamente implicado.
La movilización desde abajo, mediante la acción directa, con manifestaciones de masas y huelgas ha sido clave para desbaratar el golpe, y es la única herramienta capaz de tumbar al Gobierno de Yoon, al PPP y a la reacción que trata de levantar la cabeza en las calles. Para eso es clave el papel del movimiento sindical, y del poderoso KCTU, que agrupa a más de un millón de trabajadores, muchos de ellos en sectores decisivos.
Hay que retomar la vía de la huelga general, constituyendo comités en cada empresa, en los barrios, en el movimiento feminista, y organizando la huelga general hasta la caída del Gobierno, la disolución del PPP y la depuración del aparato del Estado, de jueces, policías y militares implicados en la asonada del 3 de diciembre.
Y dotarse de un programa político con reivindicaciones claras que vayan más allá de las medidas contra el golpe, y que planteen medidas económicas radicales de cara a acabar con la precariedad y los bajos salarios, la pobreza y la desigualdad, con esos grandes conglomerados empresariales que en la práctica dirigen el país con mano de hierro. Si queremos democracia real, ¡hay que poner en cuestión el capitalismo!
El KCTU y los sindicatos de clase, la izquierda combativa, el movimiento feminista y los movimientos sociales deben levantar, con este programa, una auténtica alternativa de izquierdas, revolucionaria, que represente una genuina oposición no solo a los golpistas, sino a aquellos sectores de la oposición parlamentaria y de la clase dominante que no tienen interés en un auténtico cambio. ¡Esa es la alternativa que ahora necesitamos! ¡Esa es la alternativa que estamos construyendo desde Izquierda Revolucionaria!
Notas:
[1] Korean Confederation of Trade Unions
[2] El presidente de Corea del Sur es destituido tras la crisis de la ley marcial
[3]Corea: Los movimientos campesinos denuncian la reducción de aranceles y piden medidas para aumentar la Soberanía Alimentaria
[4]La movilización obrera y popular derrota el golpe de Estado en Corea del Sur
[5]Empiezan a surgir detalles del intento de golpe de estado 'más chapuza' de Corea del Sur