El movimiento de Las Sardinas y las elecciones en Emilia Romaña

El pasado 26 de enero se celebraron elecciones regionales en uno de los feudos históricos de la izquierda italiana, Emilia-Romaña, con más de cuatro millones y medio de habitantes. Por primera vez en décadas, la posibilidad de una victoria de la ultraderecha estaba encima de la mesa, reforzando más la posición a nivel nacional del líder de la Liga, Matteo Salvini.

Implicándose personalmente en esta campaña, recorriendo durante más de un mes toda la región, Salvini planteó estos comicios como un plebiscito a su favor y contra la legitimidad del Gobierno de coalición formado por el Partido Democrático (PD) y el Movimiento 5 Estrellas (M5S), tras la ruptura el pasado verano del Ejecutivo del M5E y la Liga. Su victoria en Emilia-Romaña pretendía ser la antesala de unas elecciones anticipadas en las que Salvini partiría como claro favorito, todas las encuestas le dan más del 30% de respaldo a mucha distancia de sus rivales. Su mensaje ha sido claro: “Tienen miedo, están aterrorizados. El domingo me daréis poderes para ir a verles y mandarles a casa”.

Duro golpe para Salvini

Sin embargo, el resultado se ha convertido en un duro golpe para las aspiraciones de Salvini. La victoria de la izquierda ha sido más contundente de lo esperado, con casi 8 puntos de diferencia. El candidato del PD, Stefano Bonaccini, obtuvo el 51,4% de los votos (1.195.742), frente al 43,7% (1.014.672) de la ligista Borgonzoni. La crisis y el colapso político del M5S –cuyo máximo dirigente, Di Maio, y ministro del actual Gobierno dimitía tres días antes de esta cita electoral– queda en evidencia con el descalabro mayúsculo obtenido por su lista, el 3,5% de las papeletas (80.823).

Un aspecto clave para entender estos resultados ha sido la fuerte participación, del 67% –casi el doble de la habida en las últimas regionales de 2014, cuando la afluencia a las urnas fue del 37%–,  que indica también la polarización social y política que se está desarrollando. El otro factor que está detrás de estos resultados han sido las masivas movilizaciones que llevan recorriendo las calles y plazas de las principales ciudades italianas los últimos dos meses, el conocido como movimiento de Las Sardinas.

Viendo el rápido ascenso de la Liga en el último año y medio, sus victorias en cada elección que se celebra, ya sea europea, municipal o regional (en Umbría, otro bastión tradicional de la izquierda, donde su candidata al frente de la coalición de derechas sacó 20 puntos de ventaja a sus contrincantes o en Calabria donde formará parte del Gobierno de Forza Italia); viendo como la ultraderecha saca pecho en mítines y calles; que las encuestas siguen señalando que uno de cada tres italianos votaría hoy por Salvini, dando al bloque de la derecha* la posibilidad de alcanzar la mayoría absoluta en las urnas; y ante una xenófoba, sucia y reaccionaria campaña de la Liga –desde la llamada al telefonillo de un inmigrante tunecino señalándole públicamente como narcotraficante, hasta afirmaciones como “si son nómadas, que empiecen a caminar”, en referencia a los campamentos gitanos que pretenden desmantelar– sectores amplios de la juventud y de la clase trabajadora alarmados han reaccionado acudiendo masivamente a las urnas con el objetivo de parar los pies a la extrema derecha.

Según un estudio citado por La Vanguardia, “Bonaccini [el candidato del PD] se ha impuesto en las grandes ciudades –en Bolonia con el 60% de los votos– pero, sobre todo, entre los estudiantes, los parados y los obreros. Quienes votan a la derecha han sido los empresarios, los jubilados y las amas de casa”.

Irrupción del movimiento de Las Sardinas

El 14 de noviembre cuatro jóvenes a través de Facebook convocaban una protesta bajo el lema “6.000 Sardinas contra Salvini”. Su objetivo era llenar la Plaza Mayor de Bolonia, capital de Emilia Romaña, después de que el líder de la Liga lo hiciera pocos días antes. Esta llamada prendió la mecha rápidamente y miles de personas abarrotaron el centro de la ciudad al grito de “Italia non si Lega” (Italia no se une/ata) y cantando el Bella ciao junto a numerosas consignas antifascistas.

Lo que surgió como una protesta simbólica de rechazo al fascismo y al racismo, ha dado lugar a manifestaciones masivas y llenas de rabia. En pocos días, trabajadores, pensionistas, parados, jóvenes precarios y estudiantes organizaron protestas con el mismo objetivo. Centenares de miles han llenado las principales plazas de decenas de ciudades: Módena, Florencia, Turín, Milán, Génova, Nápoles…, culminando con una concentración en Roma el 14 de diciembre que reunió alrededor de 100.000 personas.

Un movimiento que refleja el enorme descontento social acumulado tras años de profunda crisis económica, social y política, y que evidencia la posibilidad real de impulsar un movimiento que rompa con la política de paz social y libre una lucha consecuente contra el ascenso de la extrema derecha y en defensa de unas condiciones laborales y de vida dignas para la mayoría.

No obstante, muy pronto se han observado las limitaciones del programa propuesto por la dirección de las Sardinas que carece de una alternativa al sistema y de una estrategia de lucha más allá de las elecciones en Emilia-Romaña. Aunque han hecho un llamamiento correcto a frenar al fascismo en las calles y en las urnas, defendiendo el voto a las candidaturas de la izquierda, ponen todas sus esperanzas en las instituciones capitalistas europeas e italianas, es decir, en los responsables de los recortes y ataques a la clase obrera, de las políticas racistas contra inmigrantes y refugiados, en los abanderados de los rescates a la banca, en definitiva, en los mismos que han puesto la alfombra roja para el ascenso de Salvini.

Uno de sus fundadores, Mattia Santori, ha afirmado en diferentes entrevistas que las Sardinas no tienen ideología, ni bandera, y que su intención es defender simplemente los valores de la “democracia” y una política “más transparente y justa”. Giulia Trappoloni, otra de sus fundadoras, afirmaba al diario La Repubblica que se trata de una “revolución silenciosa porque no necesita gritar a nadie, una revolución amable”. De hecho, la última gran manifestación el 19 de enero en Bolonia, a la que acudieron 40.000 personas, fue convocada bajo forma de concierto, y en ningún momento se ha exigido a los sindicatos organizar una jornada de huelga ampliando las reivindicaciones e implicando al conjunto de la clase trabajadora. A la vez, el PD está tratando de copar la dirección del movimiento, dirigentes históricos del partido como el exprimer ministro Prodi o su actual secretario general Zingaretti han apoyado públicamente a las Sardinas, dándoles sustanciosos donativos, en un claro intento de controlarlo y evitar su radicalización. En este sentido, es significativo que el 14 diciembre en Roma, cuando Santori desde el escenario proponía “repensar” los reaccionarios decretos de seguridad** [aprobados por Salvini y M5S], una gran parte de los manifestantes gritara “derogación, derogación”, haciendo que corrigiese sus palabras.

Levantar una izquierda de combate y anticapitalista

Las elecciones en Emilia-Romaña han sido muy importantes pero ni mucho menos se puede dar por derrotado a Salvini. Lo que hace falta es gritar bien alto a la ultraderecha y a los capitalistas que “no pasarán”. Y para ello hay darle continuidad al movimiento de las Sardinas, extenderlo y dotarlo de un programa de clase y revolucionario. Hay que dejar bien claro que no se puede confiar en las instituciones capitalistas, ni en el actual Gobierno del PD y M5S, avalado por la burguesía europea, y que ya ha demostrado que no tiene entre sus objetivos echar atrás ninguna de las leyes reaccionarias y antiobreras aprobadas por los anteriores ejecutivos.

Es necesario organizar comités antifascistas en los barrios contra las agresiones xenófobas y homófobas, e impulsar un gran movimiento que obligue a las direcciones sindicales, especialmente a la CGIL, a convocar una huelga general por la derogación inmediata de todas las leyes que están cercenando los derechos democráticos y laborales básicos –desde los decretos de seguridad hasta las contrarreformas laboral y de pensiones– y reconstruir una izquierda de combate, anticapitalista e internacionalista, que eche raíces en el movimiento obrero, estudiantil, entre las mujeres y los inmigrantes, que unifique a los oprimidos por encima de distinciones de raza, que impulse la lucha de masas y levante un programa por la transformación socialista de la sociedad.

* Con una estimación de voto para Hermanos de Italia del 9,5% y del 7% a Forza Italia y más del 30% a la Liga.

** Endurecen las condiciones de entrada de los inmigrantes en el país y agiliza su reclusión en

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