El Gobierno reaccionario de Nueva Democracia ha lanzado una ofensiva sin precedentes contra la clase trabajadora con un borrador de reforma laboral que pretende, entre otras cosas, legalizar la jornada laboral de 10 horas. La respuesta no ha tardado y la convocatoria de huelga general del pasado 6 de mayo ha sido un éxito, a pesar de las restricciones sanitarias y las medidas represivas.

La economía griega de nuevo ante una crisis profunda

El país heleno, una de las economías más débiles de la Unión Europea y cada vez más dependiente del turismo (el 25% del PIB), nuevamente se encuentra —tras una década de empobrecimiento masivo— ante una situación económica y social insostenible: la deuda pública alcanzó a finales de 2020 un 205,6% del PIB; la deuda per cápita es de unos inasumibles 31.816 euros por habitante; la tasa de paro se sitúa en el 16% y la de paro juvenil, en el 36%; el sistema sanitario, completamente desmantelado en los últimos diez años, cuenta con la mitad de camas de la media de la UE y, en ese mismo periodo, el dinero destinado a las pensiones se ha reducido en un 30%.

Mientras tanto, a comienzos de la pandemia el Gobierno movilizó casi 6.800 millones para salvar a las grandes empresas y, en el marco de las tensiones diplomáticas con Turquía, ha aumentado el gasto militar de 2021 en un 57%.

Desde el estallido de la crisis de 2008, la clase trabajadora griega protagonizó movilizaciones y huelgas históricas contra los brutales planes de austeridad impuestos por la troika. Esta explosión social aupó a una victoria histórica de Syriza, en quien estaban puestas todas las esperanzas de que un Gobierno, por fin, aplicase una política anticapitalista y de confrontación con los mercados europeos. La clase obrera y la juventud griega demostraron estar dispuestos a enfrentarse hasta el final a las políticas capitalistas: el referéndum contra el plan de rescate dio una contundente victoria al NO.

Sin embargo, el problema estaba en la dirección del movimiento. Como hemos analizado en artículos anteriores[1], el partido liderado por Tsipras claudicó vergonzosamente, ignoró el resultado de ese referéndum, se plegó ante los grandes poderes económicos y continuó con una legislatura de recortes y retrocesos sociales aceptando las directrices de la troika, lo que condujo a la desmovilización de su base social, allanando el camino para la vuelta al poder de la derecha de Nueva Democracia en 2019.

Ahora, el Ejecutivo de Kyriakos Mitsotakis pretende aplicar las mismas recetas que hace diez años: que la clase trabajadora pague la crisis para que las grandes empresas griegas mantengan su tasa de beneficios. El año pasado comenzó a preparar ya el terreno para aplicar sus planes aprobando —al poco de acabar el confinamiento— una nueva ley que endurece el derecho a huelga y manifestación, conocida como la “ley de la dictadura”, que provocó movilizaciones en 40 ciudades del país[2].

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El partido liderado por Tsipras se plegó ante los grandes poderes económicos lo que condujo a la desmovilización de su base social, allanando la vuelta al poder de la derecha de Nueva Democracia en 2019.

Ofensiva patronal sin precedentes. No hay tregua para la clase obrera

Bajo la cobertura de la “digitalización”, “modernización” e impulso a la “economía verde” que presuntamente traerán los fondos de ayuda de la Unión Europea (72.000 millones de euros) —y cuando muchas empresas ya han anunciado despidos masivos— el Ejecutivo ha elaborado un borrador de reforma laboral en connivencia con los capitalistas europeos que es toda una declaración de guerra contra la clase trabajadora.

Se abre la puerta a que el empresario negocie individualmente con el trabajador si quiere alargar la jornada laboral a 10 horas. Esto supondrá, en la práctica, aniquilar los convenios colectivos y legalizar y generalizar jornadas laborales todavía más insoportables. Además, se pretende acabar con la semana laboral de 5 días y en caso de que un despido sea declarado improcedente, la empresa podrá rechazar readmitir al trabajador.

La reacción social ante este borrador no se ha hecho esperar y el enorme descontento forzó a los principales sindicatos del sector público (ADEDY) y del sector privado (GSEE) a convocar una huelga general de 24 horas, que tuvo un seguimiento notable en sectores como la sanidad pública, los transportes, la radio, y también en algunas fábricas y aeropuertos, provocando la cancelación de numerosos vuelos. La marcha más importante fue la de Atenas, donde casi 7.000 trabajadores se manifestaron en la Plaza Sintagma al grito de “no seremos los esclavos del siglo XXI”.

Los representantes de las principales organizaciones de la izquierda acudieron a las movilizaciones y manifestaron su rechazo al borrador de la ley laboral: Syriza, MeRA25 (escisión de Syriza liderada por Varoufakis) y el Partido Comunista (KKE) se sumaron a las protestas. Las declaraciones de Tsipras diciendo que “mientras la pandemia lleva a Gobiernos de todo el mundo a darse cuenta de que la vida humana está por encima de los beneficios, el Gobierno griego se mueve en la dirección opuesta”, no son más que otra muestra de la impotencia política del reformismo para hacer frente a los planes de la burguesía y de la renuncia completa a dar continuidad a la lucha. Por no hablar del hecho de que ninguno de los Gobiernos capitalistas ha priorizado las vidas humanas sobre los beneficios de las empresas.

Con su política de desmovilización y colaboración de clases las direcciones de los sindicatos y organizaciones de la izquierda parlamentaria no han hecho más que envalentonar a la burguesía. Hay que pasar a la ofensiva, establecer un plan de confrontación claro contra las políticas de austeridad empezando por impulsar otra huelga general todavía más firme que paralice por completo el país y exija la retirada inmediata de este borrador junto a la recuperación de todos los derechos perdidos durante la última década, para garantizar empleos y salarios dignos.

La crisis no ha hecho más que comenzar. La confrontación en las calles volverá a marcar la lucha de clases en el país. La clase trabajadora griega ha dado numerosas muestras de su enorme combatividad contra este sistema. Una victoria frente al Gobierno de la derecha sería un gran ejemplo y un soplo de ánimo para los trabajadores griegos y de otros países del continente que estamos sufriendo ataques similares. ¡La lucha es el único camino!

 

[1]  Grecia. La derecha gana las elecciones tras cuatro años de austeridad con Syriza

[2]  Grecia. El Gobierno de la derecha incrementa los instrumentos de represión frente a la lucha social

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