El pasado 18 de febrero tuvo lugar en Riad (Arabia Saudí) el primer encuentro negociador entre Rusia y EEUU para el fin de la guerra de Ucrania. Lo que ha trascendido a la luz pública de esta primera reunión, y los acontecimientos que se han desarrollado posteriormente, indican claramente cual es el saldo de estos tres años de conflicto: una derrota severa del imperialismo occidental en el terreno militar, industrial y político.
La demagogia de Trump y la paz en Ucrania
Donald Trump lleva meses presentándose como un pacifista que quiere acabar con el sufrimiento del pueblo ucraniano, y ha dejado claro que está dispuesto a apretar las clavijas tanto a Zelenski como a la UE para lograrlo. Pero hay que saber leer lo que esconde esta propaganda demagógica, que no es otra cosa que negar el resultado terrible que EEUU cosecha después de haberse comprometido a fondo con una guerra que ha perdido.
Trump y el Partido Republicano nunca han sido el partido de la paz, ni en Oriente Medio, ni en Ucrania. En primer lugar, el enorme suministro de armamento y ayuda material que la Administración Demócrata destinó en estos años a Kiev, fueron aprobados con el apoyo de los congresistas y senadores del Partido Republicano. Estos últimos recibieron entusiasmados a Zelenski en muchas ocasiones, y sus declaraciones belicistas fueron contundentes.
Pero hay más hechos que prueban el militarismo agresivo de los trumpistas. En 2017, durante su primer mandato, Trump desbloqueó el envío de material bélico letal a Ucrania al que se había opuesto Obama. Envió sistemas antitanque Javelin continuando así las provocaciones contra Rusia, y en ningún momento se opuso a las agresiones del Gobierno de Kiev contra la población civil en los territorios del Donbás. La sintonía de la extrema derecha estadounidense con sus homólogos ucranianos ha sido completa hasta hace muy poco. Las decenas de mercenarios trumpistas que se enrolaron al principio de la guerra en batallones como el Azóv, lo dejan muy claro.
En abril de 2022 podíamos escuchar a Trump decir cosas como: “Lo que está sucediendo en Ucrania. Eso es un genocidio” o que ni Estados Unidos ni la OTAN deberían haberse “mantenido al margen del conflicto”. Ahora toda su demagogia tiene el objetivo de montar un escenario en el que pueda vender esta derrota como un logro positivo de su Gobierno. Teniendo en cuenta la puesta en escena que pretende mostrar a Donald Trump como un líder férreo e implacable, al espectáculo bochornoso con Zelenski el 28 de febrero tiene toda su lógica. Allí, en directo, ante las cámaras de televisión que transmitían para todo el mundo, Trump y Vance recriminaron al presidente ucraniano con el tono de los matones de la mafia.

Al fin y al cabo sabían perfectamente que sin la ayuda estadounidense la guerra no se puede sostener, y podían brindar un sabroso espectáculo a su base social. Este show, completamente medido y planificado, tenía también la intención de mandar un mensaje contundente a los dirigentes de la UE, que no han dejado de prodigarse en cumbres de apoyo a Ucrania y declaraciones impotentes que ponen aún más de relieve su completa irrelevancia.
La actitud beligerante de Trump ha aumentado las grietas que recorren al bloque imperialista occidental, y podemos anticipar que lejos de repararse se profundizarán mucho más a tenor de la ofensiva arancelaria y la búsqueda desesperada del imperialismo estadounidense por mantener una posición hegemónica harto cuestionada. La idea de romper la UE y ganar influencia en países específicos de la mano de la extrema derecha europea, es una de las claves de la estrategia trumpista. Obviamente, este planteamiento puede forzar a un amplio sector de la clase dominante europea a buscar otros socios más fiables y, en lugar de cortar, reforzar sus lazos con China.
La situación en el campo de batalla
Desde el inicio de la guerra en febrero de 2022, según los datos del Instituto de Kiel, se han enviado 922 tanques a las fuerzas armadas ucranianas. Entre ellos 31 Abrams M1A2, 111 Leopard 2, y 14 Challenger 2. Para hacernos una idea de lo que supone esta ayuda, podemos comparar estos datos con los stocks de algunos de los países europeos más importantes. Por ejemplo, Alemania dispone aproximadamente de 212 tanques completamente operativos y Francia de 172. Es decir, se han enviado a Ucrania más de cuatro veces el stock de las principales potencias europeas. Pero esto no ha servido para cambiar el rumbo de la guerra. De hecho, algunos de ellos se pueden contemplar en el museo de trofeos militares en Moscú.
Pero no solo se han enviado tanques, también se han “donado” a Ucrania otros 1.300 vehículos de infantería de combate, 800 piezas de artillería y 77 baterías antiaéreas, todo ello material bélico occidental. A esto se añaden los 50 aviones de combate F16 y Mirage 2000, que como reconocen muchos artículos están realizando solo misiones de defensa aérea ante el riesgo de ser derribados por las fuerzas rusas si se acercan demasiado al frente.
También se han enviado miles de armas antiaéreas portátiles Stinger, antitanques Javelin y por supuesto miles de drones. En total, alrededor de 130.000 millones de euros en ayuda militar directa. Pero a pesar de todo este arsenal diariamente siguen impactando drones y misiles a lo largo y ancho de Ucrania, y no han podido evitar una derrota militar vergonzante.
Un punto fundamental de cara a las negociaciones de paz es la situación concreta del campo de batalla. El ejército ruso continúa con su ofensiva firme en el este. Siguen avanzando en la zona de Pokrovsk que ya han deshabilitado como nudo logístico. Además es una población clave para la defensa de Kramatorsk y Sloviansk
La aventura de Kursk ha llegado a su punto final con una derrota que conlleva efectos morales muy negativos para las tropas ucranianas. En enero el ejército de Kiev lanzó una ofensiva conquistando unas cuantas localidades en este territorio ruso, con la intención de utilizarlo en unas posibles negociaciones. La campaña propagandística que se desató fue tremenda, presentando el movimiento como una prueba de la solidez ucraniana y la debilidad rusa. Ahora es evidente que el ejército ruso permitió que se mantuvieran en su territorio para aniquilar a una buena parte de los mejores batallones ucranianos y expulsarlos definitivamente.
Mientras tanto, el ejército ruso penetró en el óblast ucraniano de Sumy, en un primer momento para cortar las líneas de suministro hacia Kursk, y después para ampliar el terreno conquistado. En resumen, el ejército ruso sigue avanzando en todos los frentes.

Putin se fortalece a costa del bloque occidental
Después de 16 paquetes de sanciones de EEUU y la UE contra Rusia, y que afectaban a todos los sectores de su economía, podemos afirmar sin lugar a dudas que no han conseguido sus objetivos.
Putin y su Gobierno, con el apoyo fundamental de China con la que ha más que duplicado sus intercambios comerciales desde 2022, han sido capaces de reconvertir la estructura productiva de Rusia en una economía de guerra bastante eficiente. El modelo de capitalismo de Estado de China ha sido tenido en cuenta en estas circunstancias, y de hecho Putin ha logrado disciplinar más a la oligarquía capitalista en la que se apoya.
Como bonapartista burgués, y chovinista gran ruso, Putin ha logrado movilizar a una parte considerable de la población detrás de una demagogia nacionalista que no tiene nada de comunista. Sus apelaciones a la Gran Guerra Patria, y su recurrente agitación contra el “nazismo”, puede engañar a los que ya están predispuestos para ser engañados. Pero realmente Putin tiene un programa reaccionario, anticomunista, y responde a los intereses de los grandes capitalistas rusos.
Por supuesto, esto no nos impide reconocer los avances del régimen capitalista ruso en el terreno militar: las bombas planeadoras con las que han destrozado las defensas ucranianas, o la producción de drones Geran que se ha incrementado desde los 2.738 del año 2023 a 5.076 en los nueve primeros meses de 2024, lo demuestran. La adaptación de su economía, según el ministro alemán de Defensa, les permite fabricar en la actualidad el cuádruple de armamento que el conjunto de Europa.
La estabilidad lograda en el terreno económico tiene pocos precedentes para una potencia sometida a las tensiones de un conflicto militar de gran envergadura. La comparación sería los EEUU durante la Segunda Guerra Mundial, cuando el conflicto bélico fuera de sus fronteras permitió al capitalismo estadounidense avanzar con botas de siete leguas. En 2024, el PIB ruso aumentó un 4,1 %, alcanzando un máximo histórico de 200 billones de rublos, y los salarios reales experimentaron el incremento más significativo en 16 años, un 9,1%.
Estos resultados han proporcionado al régimen de Putin una estabilidad que nada tiene que ver con lo que se vive en el bloque occidental.
Todas las divisiones que se están profundizando en el bloque occidental son la consecuencia de una derrota militar, económica y política muy seria. Como siempre hemos defendido, esto no era una guerra entre Rusia y Ucrania y mucho menos una guerra de liberación nacional, sino una batalla por mantener la influencia estadounidense en el Viejo Continente y cortar los vínculos de este con Rusia y China. A la vista de los resultados, la estrategia conjunta de Washington y Bruselas ha salido muy mal parada.
Rusia está en una posición de fortaleza para abordar las negociaciones de paz. El acuerdo parcial de alto el fuego, que incluye bloquear las acciones contra infraestructuras energéticas (que solo está respetando Rusia) es una concesión muy limitada ahora que se ha acabado el invierno. Lo mismo que el acuerdo para el comercio en el Mar Negro, supeditado a que Estados Unidos de la orden a Ucrania para suspender sus operaciones militares y garantizar a los buques rusos el transito seguro.

Todos los factores decisivos muestran que el régimen de Kiev se prepara para firmar la derrota. No pueden sostener los combates mucho más tiempo sin una sangría de sus fuerzas. Las dificultades del reclutamiento son evidentes y no hacen más que aumentar el descontento de una población harta de guerra. Por eso, la propuesta de los líderes europeos de crear una coalición para la paz en Ucrania choca con la realidad. El ministro de Exteriores Sergei Lavrov tachó de ilusos a los dirigentes de la UE y les advirtió de que un despliegue de tropas semejantes en Ucrania sería inaceptable para Rusia.
Esta realidad también ilumina otro hecho, y es que el Gobierno de Trump no ha impugnado lo esencial: que Rusia mantendrá el terreno conquistado hasta el momento de la firma del acuerdo, que las sanciones se retirarán, que el Nord Stream 1 se reabrirá y el 2 se tendrá que reparar, y que Ucrania obviamente no podrá pertenecer a la OTAN. Además Rusia está planteando que para comenzar las negociaciones es necesario que se elija un nuevo Gobierno sin Zelenski, amparado por la ONU y EEUU.
En definitiva, lo que se está desarrollando en Riad es una rendición del imperialismo norteamericano ante el bloque chino-ruso, que se pretende enmascarar con diferentes fórmulas. Una de ellas, un supuesto reparto del botín económico. Pero que EEUU firme con Kiev un contrato multimillonario para explotar las tierras raras de Ucrania, en nada afecta a lo fundamental. La posibilidad de que esas explotaciones puedan ser rentables se fían para dentro de…sesenta años, y por eso ni Moscú ni Beijing presentan grandes objeciones, sabiendo que cuentan con el control de su producción global y de su refinamiento.
Rusia está dejando que Estados Unidos escenifique una negociación, mientras la sartén la sostiene por el mango. Y efectivamente, las consecuencias de esta derrota van a ser demoledoras tanto para las relaciones interimperialistas como para la lucha de clases mundial.