El viernes 28 de noviembre de 2025, Italia vivió una jornada de huelga general convocada por la Unione Sindacale di Base (USB) junto a COBAS, CUB y SGB. La movilización paralizó sectores estratégicos de la economía italiana durante 24 horas, con especial incidencia en transporte, educación, sanidad y prensa. Más allá del impacto económico inmediato, esta huelga que es una continuación de la jornada de huelga que sacudió el país el pasado 3 de octubre en defensa del pueblo palestino representa el descontento de fondo que existe con el Gobierno de Meloni.
Presupuesto de guerra, austeridad y precarización
El paro responde al proyecto de Ley de Presupuestos para 2026 del Ejecutivo de Giorgia Meloni, que plantea un fuerte aumento del gasto militar a costa de los servicios públicos.
Los datos son contundentes: el presupuesto contempla inversiones de 900.000 millones de dólares en armamento durante los próximos diez años, elevando el gasto militar a 32.000 millones de euros para 2025, cumpliendo así con las exigencias de Trump y la OTAN, mientras impone recortes sistemáticos en sanidad, educación y servicios públicos. Este proyecto de presupuestos es una declaración de guerra contra la clase trabajadora italiana: mientras Meloni destina cifras astronómicas para tanques, aviones de combate y sistemas de armamento, millones de trabajadores ven cómo los servicios públicos básicos se desmoronan y sus salarios pierden poder adquisitivo.
En Génova, miles de portuarios, trabajadores de diversos sectores y estudiantes marcharon junto a figuras internacionales como Greta Thunberg y Francesca Albanese, relatora de la ONU para los territorios palestinos, mientras resonaban cánticos como "Siamo tutti antifascisti" (Todos somos antifascistas).

Milán registró una de las mayores movilizaciones con más de 15.000 personas; en Bolonia se contabilizaron unas 10.000 personas; en Florencia, las movilizaciones recorrieron el centro desde temprano. En Venecia se produjeron enfrentamientos cuando la policía utilizó cañones de agua y efectuó una carga para impedir que los manifestantes se acercasen a la sede de la división de helicópteros de Leonardo, empresa clave del complejo militar-industrial italiano.
En total hubo manifestaciones en más de 50 ciudades, con cientos de miles de personas protestando contra la economía de guerra del gobierno Meloni, enlazando las reivindicaciones concretas con el apoyo al pueblo palestino.
La solidaridad con el pueblo palestino en el centro
Esta huelga es la tercera acción de magnitud nacional en poco más de dos meses. La primera fue el 22 de septiembre con el movimiento "Blocchiamo Tutto" (Bloqueemos Todo), cuando cientos de miles salieron a las calles en respuesta al ataque israelí a la Global Sumud Flotilla. Esa acción fue de tal magnitud que tras el asalto final a la flotilla por parte del estado sionista el 1 de octubre, obligó a la CGIL a convocar la huelga del 3 de ese mismo mes que tuvo un profundo impacto político.
El 28 de noviembre también se convocó una huelga de periodistas, la primera en más de diez años, por la renovación del convenio colectivo, razón por la cual los principales medios italianos no actualizaron sus portadas, generando un apagón informativo que permitió visibilizar la potencia del movimiento.
La CGIL, primer sindicato del país y uno de los más grandes de Europa, se negó a sumarse a la huelga del 28 de noviembre, convocando en su lugar para el 12 de diciembre, tres semanas después y poco menos de dos semanas antes de la fecha límite para la aprobación del presupuesto.
Maurizio Landini, secretario general de la CGIL, admitió que el presupuesto "es injusto" y que "es una locura" invertir 900.000 millones de dólares en armas, señalando que "la seguridad y la paz se construyen sobre la justicia social y el trabajo". Sin embargo, se negó a apoyar la fecha del 28 de noviembre. La dirección de la CGIL tiene miedo a que el poderoso movimiento que se ha puesto en marcha en los últimos meses la desborde, y por eso intenta fragmentar y contener la movilización mediante la táctica del “diálogo social”.
Y es que dentro de la propia CGIL surgieron críticas de sectores de base. Una moción interna pedía participar en la huelga del 28, pero fue rechazada. Ya en septiembre y octubre, los sindicatos alternativos impusieron su agenda, influyendo en la propia base de la CGIL y arrastrando a Landini bajo la presión de estibadores, trabajadores de diversos sectores y estudiantes.
Nueva huelga general el 12 de diciembre. Hay que pararlo todo
La huelga del 28 de noviembre y las movilizaciones que la han precedido demuestran que existe un potencial enorme en la clase trabajadora y la juventud italianas. El movimiento ha logrado romper con el inmovilismo de la burocracia sindical tradicional, unificando demandas salariales inmediatas con el rechazo al militarismo imperialista y la solidaridad activa con el pueblo palestino. La consigna "La mano que explota es la misma que bombardea", coreada en las calles de Génova, Milán y docenas de ciudades italianas, sintetiza perfectamente esta comprensión política: no es posible separar la lucha contra la explotación capitalista en Italia de la lucha contra las guerras imperialistas que ese mismo sistema genera.

Es necesario unificar las luchas desde abajo con comités en los centros de trabajo, universidades y barrios obreros que confronten con las burocracias sindicales. Estos comités deben ser democráticos, con delegados elegidos y revocables. El movimiento "Blocchiamo Tutto" demostró en septiembre que cuando los trabajadores de sectores estratégicos como los puertos toman la iniciativa, pueden arrastrar al conjunto del movimiento obrero y obligar incluso a la podrida burocracia de la CGIL a movilizar.
La convocatoria de huelga general para el 12 de diciembre por parte de la CGIL es resultado directo de la fuerza y disposición a luchar que ha mostrado la huelga del 28 y de la presión de sus bases. Los sindicatos combativos deben coger con las dos manos esta convocatoria del 12D -que la burocracia de la CGIL intentará organizar pisando el freno y con el objetivo de soltar vapor y no darle continuidad- y convertirla en un huelgón que lo desborde todo contra Meloni y que muestre aún más fuerza y masividad en las calles. Al mismo tiempo hay que incrementar la presión planteando desde ya que el siguiente paso debe ser una huelga general de 48 horas que paralice efectivamente el país y obligue al gobierno Meloni a retroceder en sus planes de austeridad y rearme.
Hace falta un plan de lucha continuado y contundente que ponga en jaque la economía italiana y muestre al Gobierno reaccionario de Meloni y a la burguesía italiana que la clase trabajadora no está dispuesta a pagar por sus guerras imperialistas.
¡Abajo el Gobierno de Meloni y sus presupuestos de guerra!



















