El viernes 21 de enero una manifestación de más de 20.000 personas, llegadas de todo el país, frente a la sede del gobierno albanés en Tirana, terminó en fuertes enfrentamientos con la policía, con el resultado de tres manifestantes muertos por disparos y varias decenas de heridos y detenidos. Esta movilización tuvo como causa de fondo el estado de inestabilidad que vive Albania desde junio de 2009, cuando las últimas elecciones parlamentarias dieron la victoria por un estrecho margen, y bajo fuertes acusaciones de fraude, al conservador Sali Berisha frente al opositor Edi Rama del partido socialdemócrata.
Berisha pudo mantener un frágil equilibrio en el gobierno gracias al apoyo de un pequeño partido, la Liga Socialista para la Integración, del viceprimer ministro Ilir Meta. Éste se vio obligado a dimitir a principios de año tras publicarse un vídeo, grabado con cámara oculta, donde se le ve tratando de manipular una licitación pública. Ésta fue la chispa que hizo saltar por los aires, finalmente, la paciencia de los albaneses. Una paciencia que viene poniéndose a prueba desde muchos años atrás.
Albania, el país más pobre de Europa, sufre un cóctel que mezcla corrupción, crimen organizado y un masivo empobrecimiento de su población, factores que son el origen del estallido que se ha vivido estos días.
Los efectos de la crisis griega
Desde la caída del estalinismo en 1991 miles de trabajadores albaneses han buscado un futuro mejor en Grecia. Los permisos oficiales del gobierno heleno señalan una cifra aproximada de 400.000, pero ese número puede quedarse muy corto si se añade el número de inmigrantes ilegales no contabilizados. Radicados fundamentalmente en el sector de la construcción, el primer punto de inflexión hacia abajo del sector fue el final de las obras para las olimpiadas de Atenas en 2004, que sumió ya a muchos de ellos en el paro. La situación se ha agravado rápidamente como consecuencia de la brutal crisis económica que asola a Grecia, disminuyendo de forma sistemática las divisas que los trabajadores albaneses pueden enviar a su país, así como las inversiones que los capitalistas griegos realizan en Albania. Todo ello ha contribuido a aumentar mucho más la situación de miseria de la población albana.
Capitalismo, nada que ofrecer
El ejemplo del pueblo tunecino ha mostrado como la movilización de los trabajadores, los estudiantes y las clases más desfavorecidas pueden derribar hasta al régimen más tiránico. Esto también ha tenido su influjo en Albania, incluso miembros del propio gobierno han acusado a los manifestantes de querer dar un "golpe de estado similar al de Túnez". También, en la actuación de la autoproclamada "comunidad internacional" hay similitudes con los sucesos de Túnez. Las potencias imperialistas no dudan en apoyar a estos gobiernos tiránicos y corruptos siempre que los mismos estén dispuestos a plegarse a sus intereses. Sólo el terror que les infunden las masas en movimiento hace que empiecen a soltar lágrimas de cocodrilo y a hablar de paz, libertad y comisiones de investigación. Cuán diferente es la actitud de "los campeones de la democracia" con Cuba y Venezuela hacia donde siempre están preparados a lanzar todo su veneno criminal a las primeras de cambio.
Los medios burgueses buscan ahora convencernos que es el "huevo" de la corrupción y la tiranía el que produce la "gallina" del fracaso del capitalismo. Pero el orden de factores es el contrario y sí altera el producto. Pues es un capitalismo senil y decadente, que ya no tiene nada que ofrecer a las clases oprimidas, el que permite y necesita para su propia supervivencia de la existencia de los Berisha, Ben Alí y demás alumnos destacados del FMI y el Banco Mundial.