El pasado 5 de abril EEUU vivió una gran jornada de lucha con más de 1.400 manifestaciones en los 50 estados del país. Cientos de miles de personas llenaron las calles de New York, Boston, Chicago, Los Ángeles… y así hasta cuatro millones de personas que se volcaron en lo que ha sido la primera y multitudinaria movilización contra la agenda reaccionaria, racista y represiva de la Administración Trump.

La clase obrera muestra el puño

Trump lleva tres meses aplicando su programa contando con la pasividad el Partido Demócrata y las cúpulas sindicales, que lejos de organizar y levantar un plan de acción contundente se han dedicado a imponer la parálisis y a realizar llamamientos a confiar en que el aparato judicial derogase las leyes racistas, machistas y antiobreras de Trump.

En este contexto surgió la convocatoria Hands off, que cuenta con adhesiones de más de 100 organizaciones de la izquierda y movimientos sociales. La idea de hacer confluir a todos los sectores golpeados por Trump y su Gobierno de extrema derecha es un planteamiento que conectó con el sentimiento de un amplísimo sector de la clase obrera, la juventud y todos los oprimidos del país. Los activistas de la lucha antirracista, los que levantan la solidaridad con Palestina en las universidades, los que han participado en la reciente oleada de conflictos sindicales… se sintieron claramente llamados a participar. No es ninguna casualidad que casi 600.000 personas se hayan inscrito para organizar y participar en las movilizaciones.

También acudieron miles de trabajadores del sector público para denunciar los despidos masivos y los ataques a la libertad sindical que Musk está emprendiendo en la Administración federal. Las consignas y las pancartas contra este reaccionario, llamando a combatir sus políticas racistas y a los plutócratas que han tomado el timón directo de la Casa Blanca, se hicieron visibles por miles.

Esta entrada a la acción de las masas no se ha producido gracias a los dirigentes del Partido Demócrata, sino a pesar de ellos. Esto no es difícil de comprender cuando ves las manifestaciones rebosantes de kufiyas y banderas palestinas, portadas por esos mismos jóvenes que se enfrentaron a la represión durante el gobierno de Biden y que ahora levantan la resistencia contra Trump en las universidades.

¿Se puede derrotar a Trump?

Definitivamente sí. La fuerza que tiene nuestra clase y su capacidad para derrotar a este reaccionario ya ha quedado patente en esta convocatoria formidable.  El desastre económico fruto de la política arancelaria también vaticina una nueva agudización en la lucha de clases. La inflación y los despidos masivos sin duda serán un revulsivo para el joven movimiento sindical que ha despertado en los últimos años.

Aunque los dirigentes demócratas y la burocracia sindical intenten buscar acuerdos con Trump o lo confíen todo a la acción de los tribunales capitalistas, este dique de contención no podrá frenar el tsunami que se prepara por abajo.

En los próximos meses veremos cómo la rabia, y la furia, se seguirán expresando en nuevas movilizaciones, y también como las presiones para apoyar una alternativa de clase de la izquierda combativa, que rompa con la subordinación hacia el aparato demócrata ganará apoyos decisivos.

Los acontecimientos en Estados Unidos están al rojo vivo y demuestran que Trump, al igual que su amigo Milei en Argentina, va a enfrentarse a la respuesta vibrante de las masas. Este sábado sin duda es una lección para todos los escépticos que piensan que la clase obrera no sabe perfectamente quién es el enemigo.

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