La lucha del pueblo kurdo en un momento decisivo

Siria es el escenario de un nuevo ejemplo de ese comportamiento escandaloso y manipulador al que nos tienen acostumbrados los medios informativos occidentales.

Los terroristas que enarbolaban las banderas del yihadismo se han convertido, de la noche a la mañana, en honorables “rebeldes” amantes de la “democracia liberal” que visten como tu apacible vecino y propagan en tono suave, tal como les han indicado sus mentores de la CIA, la idea de que pueden construir un oasis de tolerancia y respeto a los derechos humanos.

Una farsa nauseabunda, pues es imposible ocultar que estos títeres de Washington, Ankara y Tel Aviv son fascistas integristas procedentes del ISIS y Al-Nusra (rama siria de Al Qaeda), y llevan años perpetrando matanzas para imponer una dictadura fundamentalista, sometiendo a las mujeres a una opresión brutal en las regiones que controlan, y desatando el terror sistemático contra la población chií, y las comunidades cristianas y alauitas.

Tan solo han pasado unas semanas para que sea evidente el reparto territorial que se está negociando a tres bandas (EEUU, Israel y Turquía) con el consiguiente golpe que han sufrido sus adversarios (Irán, Rusia y China). Pero además existe otra operación en marcha y que suscita enormes temores después de ver las masacres genocidas del sionismo en Gaza, Cisjordania y Líbano.

Nos referimos al futuro de la lucha heroica del pueblo kurdo y a la supervivencia del enclave de Rojava, uno de los objetivos de guerra más preciados del régimen bonapartista y reaccionario de Erdogan. Después de resistir una década logrando triunfos militares importantes contra los yihadistas, las organizaciones kurdas de Rojava y el PKK, que es su fuente de inspiración política, se enfrentan a una encrucijada histórica de gran trascendencia. Y no está nada claro cómo se resolverá el desafío.

Con esta declaración queremos presentar un balance general del momento y trazar las posibles perspectivas teniendo en cuenta lo complicado del escenario y las enormes contradicciones que se han ido entretejiendo.

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Existe otra operación en marcha que amenaza el futuro de la lucha heroica del pueblo kurdo y a la supervivencia del enclave de Rojava, uno de los objetivos de guerra más preciados de Erdogan. 

El Gran Juego imperialista en Siria

Tras la toma de Alepo por el Hayat Tahrir al Shar (HTS), el Ejército Nacional Sirio (ENS) teledirigido desde Ankara anunciaba la Operación Amanecer de la Libertad, ocupando militarmente las ciudades kurdas de Tell Rifaat y Manbij además de otras poblaciones cercanas. Esta operación no oculta su pretensión de llevar hasta el final las ofensivas de 2018 y 2019, cuando la aviación y tropas turcas, junto a sus peones sirios, causaron miles de muertes y el desplazamiento de más de 200.000 civiles en Afrin y otras regiones kurdas.[1] En aquella ocasión Erdogan ya contó con la autorización del Gobierno estadounidense de Donald Trump para acometer la masacre.

Pero la ofensiva sobre Tell Rifaat y Manjib forma parte de un plan político y militar de un alcance mucho mayor: liquidar la Administración Autónoma Democrática de la Región Norte y Este de Siria (AANES), más conocida como Rojava, un enclave en el que viven más de dos millones de personas, mayoritariamente kurdas aunque también minorías árabes, turcomanas, yazidíes, armenias y de otras nacionalidades.

Erdogan ha dejado claro lo que espera: “No creemos que, a corto plazo, ninguna potencia siga colaborando con organizaciones terroristas. Los líderes de organizaciones terroristas como el Estado Islámico y el PKK-YPG serán aplastados lo antes posible”.[2] La identificación de una organización integrista tan odiada en el mundo árabe e internacionalmente como el Estado Islámico con la guerrilla kurda del Partido de los Trabajadores Kurdos (PKK), que sigue manteniendo una poderosa influencia en el sur de Turquía, y con sus aliados sirios del PYD, que dirigen las Unidades de Protección del Pueblo (YPG) y de Defensa de las Mujeres (YPJ) no es casual.

Este nacionalista podrido, que lleva años recurriendo a la demagogia populista y se balancea entre las potencias mundiales, no ha dudado en poner en marcha una intervención sangrienta en Siria que le permite desviar la atención de los gravísimos problemas que sufre la sociedad turca.

Por un lado, planifica una masacre contra los kurdos en Siria y envía un mensaje contundente a los entre 15 y 20 millones de kurdos (casi el 20% de la población) que viven en Turquía. La supuesta lucha contra el “terrorismo kurdo” le sirve de anillo al dedo para golpear a la izquierda y ensanchar su base fanática y nacionalista. Por otro lado, esgrime la idea de que la economía turca podría sentir un alivio importante si el problema de los 2,9 millones de refugiados sirios que todavía permanecen en suelo turco se resuelve con una expulsión masiva de los mismos.

Ambos argumentos sirven de señuelo para encubrir las ambiciones expansionistas de Erdogan y de la burguesía turca en lo que consideran su área de influencia inmediata, y les permite atizar un severo puntapié a su adversario más importante en la zona: la dictadura iraní de los mulás.

Erdogan ha aprovechado con habilidad el contexto internacional y particularmente los acontecimientos en el Líbano y Gaza. Durante dos años ha jugado al gato y al ratón con las potencias occidentales a las que está vinculada por múltiples pactos. Turquía es miembro de la OTAN, pero ha desempeñado un papel muy cuestionable para Washington y Berlín permitiendo a las empresas rusas establecerse en el país y tejer una red de intermediarios comerciales para sortear las sanciones occidentales. Durante un tiempo vetó la entrada de los países escandinavos en la OTAN con el argumento de que eran santuarios del PKK. Y sus relaciones con China también se han fortalecido en estos años.

Como bonapartista resabiado, Erdogan ha jugado con diferentes barajas para sobrevivir. La calidad de la democracia turca hace aguas por todas partes, pero constituye un actor político que ninguna potencia con intereses en la zona puede soslayar. La UE financia generosamente a Erdogan para que su aparato militar y policial contenga dentro de las fronteras turcas a millones de refugiados provenientes de Oriente Medio y Asia, sin importarles nada que se pisoteen los derechos humanos más elementales.

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Erdogan es nacionalista podrido, que lleva años recurriendo a la demagogia populista y se balancea entre las potencias mundiales que no ha dudado en intervenir en Siria para desviar la atención de los gravísimos problemas que sufre la sociedad turca. 

Este pragmatismo podrido al que nos tienen acostumbrados en EEUU y la UE, también lo domina muy bien Erdogan. Sus discursos a favor de la causa palestina han sido sonados, pero mientras los pronuncia mantiene excelentes relaciones comerciales y militares con Netanyahu, y ahora ha visto una ventana de oportunidad en Siria para hacerse con el control del norte del país y asestar un golpe demoledor a las fuerzas kurdas.

No hace tanto algunos ilusos en la izquierda, que en lugar de realizar un análisis de clase serio jugaban al cálculo geoestratégico, veían a Erdogan como un aliado porque apoyaba a Putin. Hoy están escondidos debajo de la mesa, sin saber que decir.

Erdogan ha reestablecido su alianza militar y política con EEUU para permitir que Washington derroque al régimen de al-Assad y al mismo tiempo observar con silencio cómplice la embestida de las fuerzas sionistas en territorio sirio. Una gran lección para todos aquellos que se fían de los gestos y las palabras de personajes como el presidente turco, y piensan que la causa palestina se puede ver beneficiada de este tipo de demagogia.

La Administración demócrata sabía perfectamente que el régimen sirio carecía de base social y que las posibilidades de que Rusia desviara grandes recursos militares estaban limitadas por el conflicto ucraniano. Los mandos estratégicos del imperialismo estadounidense no dudaron en planificar, con sus aliados turcos e israelíes, una operación que les permitiera recuperar posiciones y autoridad tras las derrotas sufridas en Iraq, en Afganistán, en la propia Siria desde la irrupción militar de Rusia en 2015 y, obviamente, en Ucrania. Tienen aliados sobre el terreno, además de recursos de inteligencia considerables, para apreciar cada cambio de importancia. Y evidentemente la ofensiva sionista en el Líbano y el descabezamiento de Hezbollá, le ofrecía una oportunidad de oro.

Todos ganaban con ello, EEUU y por supuesto Israel, que ya ha extendido su control más allá de los altos del Golán. Por su parte Turquía se afianza como potencia regional y tomando Tell Rifaat y Manjib “ha consolidado su control sobre áreas clave al oeste del Éufrates y ha creado una nueva zona de amortiguación a lo largo de sus límites territoriales”.[3]

La lucha de liberación kurda y Rojava 

La intervención en Siria abre una perspectiva bastante seria para que Erdogan pueda hacerse con uno de los botines de guerra más preciados: el enclave de Rojava, un símbolo internacional de la resistencia kurda y donde el PKK y sus aliados han levantado toda una administración política, social y económica.

No nos extenderemos en el hecho bien conocido de que el régimen turco oprime desde su fundación a los kurdos, negándoles el derecho a la autodeterminación, prohibiendo su idioma y cultura e, incluso, rechazando su existencia como pueblo al adjudicarles el apelativo de “turcos de las montañas”. El pueblo kurdo es la mayor nación sin Estado del planeta. El Kurdistán, con una superficie similar a la Península Ibérica y casi 40 millones de habitantes, permanece dividido entre Turquía (15-20 millones), Irán (aproximadamente 10 millones), Iraq (8,5) y Siria (3), además de los 2 millones de kurdos en la diáspora y emigrados, mayormente a Alemania.

La opresión nacional y la discriminación que sufren las minorías kurdas han provocado numerosos levantamientos e insurrecciones que siempre han sido aplastadas por las oligarquías burguesas de los países en los que se encuentran dispersas, y por la colaboración activa que han recibido estas del imperialismo occidental. La lucha armada del PKK en Turquía se viene desarrollando desde finales de los ochenta del siglo pasado, y ha sido el conflicto más sangriento para el Estado turco en décadas.

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En la crisis revolucionaria de la Primavera árabe, el pueblo kurdo jugó un papel de vanguardia luchando ejemplarmente. Fue la brutal represión desatada por Assad en todo el país la que aceleró una sangrienta guerra civil a partir de 2012- 2013. 

En cualquier caso la situación experimentó un cambio a partir de las intervenciones militares en Iraq y Siria por parte de los EEUU. El derrocamiento de Sadam Hussein y la invasión de las fuerzas militares de EEUU, Gran Bretaña y sus aliados no estabilizó la situación ni mucho menos. Las fuerzas invasoras intentaron construir una administración política a su medida, que quedó reducida a la capital, Bagdad y algunas grandes ciudades, mientras la actividad militar contra las fuerzas ocupantes se multiplicaba por el país. Irán intervino forjando sus propias milicias, y también organizaciones integristas como Al Qaeda surgieron con fuerza. En ese contexto las fuerzas kurdas de Iraq, dominadas por una élite burguesa con intereses económicos muy definidos, se embarcaron en una operación para el control de los amplios yacimientos de petróleo que estaban en sus territorios y llegaron a amplios acuerdos con empresas estadounidenses para sacar ilegalmente el crudo del país. Evidentemente nada de esto se realizó sin la supervisión política de Washington.

El estallido de la crisis revolucionaria en Siria a lo largo de 2011, como parte de la Primavera Árabe, colocó a la odiada dictadura de al-Assad contra las cuerdas. El levantamiento de la población siria, con huelgas generales y manifestaciones de masas, ocupaciones de fábricas y ciudades y, finalmente, la lucha armada dirigida por cientos de comités revolucionarios contra los sicarios y las tropas del régimen alarmó a todas las potencias que tenían intereses en la zona, desde EEUU a Israel, y por supuesto a Rusia y China.

En aquella crisis revolucionaria el pueblo kurdo jugó un papel de vanguardia luchando ejemplarmente. Fue la brutal represión desatada por Assad en todo el país la que aceleró una sangrienta guerra civil a partir de 2012- 2013, y creó unas condiciones caóticas que aprovecharon Estados Unidos, Israel, Turquía, Irán y la propia Rusia para intervenir. La revolución popular fue definitivamente aplastada y descarrilada.

Como es conocido, el apoyo de Teherán, y sobre todo de Moscú, fue determinante para sostener a Assad y derrotar al Estado Islámico. Por su parte Washington, Tel Aviv y Ankara financiaron y armaron al ISIS y Al Qaeda y posteriormente a sus escisiones HTS y ENS. El resultado fue una espiral de destrucción, violencia reaccionaria y sectaria que en 2022 había provocado ya casi medio millón de muertos, 6,8 millones de desplazados internos y 5,2 millones de refugiados en otros países.

En este contexto cristalizó un acuerdo militar y político sin precedentes entre el imperialismo norteamericano y las Unidades de Protección del Pueblo (YPG) y de Defensa de las Mujeres (YPJ), que son la parte fundamental de las Fuerzas Democráticas Sirias, una denominación acordada con Washington desde 2014 para combatir militarmente al Estado Islámico. En esos momentos el ISIS estaba escapando al control de Washington, su crecimiento en influencia y capacidad militar era una amenaza para sus antiguos mentores, y tenía una agenda política propia: extender su “califato” por Siria, Iraq y el conjunto de Oriente Medio.

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Como en Iraq, los dirigentes kurdos de Rojava han llegado a acuerdos muy beneficiosos con empresas estadounidenses para exportar crudo de los campos petrolíferos que controlan. 

Esta nueva alianza se forjó en el momento que tomaba fuerza el giro ideológico del PKK, y cuando su máximo dirigente, Abdullah Öcalan, condenado a cadena perpetua por la justicia de Erdogan, planteó la posibilidad de abrir negociaciones de paz con el régimen turco. Estas últimas fracasaron ante la intransigencia manifiesta de Ankara y su exigencia de un desarme sin condiciones del PKK lo que equivalía a la completa rendición. A partir de esa fecha la actividad armada se reanudó, aunque con una intensidad mucho más baja dentro de las fronteras turcas, mientras la actividad fundamental se concentraba dentro de Siria.

Es un hecho reconocido internacionalmente que las milicianas y milicianos de las YPG y de las YPJ combatieron valerosamente al Estado Islámico, derrotándolo en varias batallas y ganando el control de una franja de 50.000 km en el noreste de Siria. Estas victorias abrieron nuevas perspectivas para la lucha de liberación del pueblo kurdo y generaron una gran solidaridad internacionalista por todo el mundo. 

Las leyes declarando una confederación democrática laica, con igualdad de género y respeto a todas las etnias y religiones hicieron de Rojava un faro de esperanza para millones de oprimidas y oprimidos en Siria, en Oriente Medio y también en la propia Turquía.

En 2015 y 2016, el frente unitario de los kurdos y sectores de la izquierda turca (HDP) consiguió un apoyo histórico en las elecciones. Las posibilidades de que el PKK y sus aliados utilizasen toda esa fuerza para levantar una alternativa revolucionaria, comunista, llamando a todos los trabajadores de Turquía y de Oriente Medio a la lucha por el socialismo, estaban madurando. Rojava podría haber pasado de ser un símbolo heroico, a una palanca formidable para extender la revolución y combatir eficazmente al sionismo, al integrismo y a todos sus patrocinadores occidentales. Pero las cosas no se han desarrollado de este modo, ni mucho menos.

La trampa mortal de los pactos con EEUU

La evolución política desde el estalinismo hacia un “socialismo libertario y confederal” que ha protagonizado Abdullah “Apo” Öcalan, ha tenido consecuencias importantes que no podemos tratar en profundidad en este artículo. Pero la incorporación de la lucha por la liberación de la mujer al programa del partido y de las milicias armadas, o las conquistas sociales y democráticas de Rojava, contrastan elocuentemente si las comparamos con experiencias como las de Hamás en Gaza, la ANP en Cisjordania, o Hezbollá en el Líbano.

Es evidente que con la intervención de Rusia en Siria y el restablecimiento de la autoridad temporal de al-Assad, Washington necesitaba contar con tropas sobre el terreno con capacidad de combate para contener dentro de unos límites a los fundamentalistas. Otro detalle que tampoco pasaba desapercibido para los cálculos del imperialismo norteamericano es que los kurdos eran enemigos de Erdogan, y maniobrar utilizando su apoyo podría servir para negociar con el régimen turco y presionarle si iba demasiado lejos en sus acuerdos con Rusia.

La colaboración de las milicias kurdas y Washington se ha saldado negativamente para las fuerzas de Rojava. Mientras 11.000 milicianos y milicianas han caído en los diferentes frentes de batalla, los militares de EEUU que combatían junto a ellos sobre el terreno solo han sufrido 8 bajas. Pero lo peor son las concesiones políticas que ha conllevado: la primera y más importante renunciar a medidas socialistas e incluso antimperialistas consecuentes. Las reformas económicas han sido muy limitadas, y como se considera a los comerciantes y propietarios de tierras y negocios como aliados fundamentales, las condiciones de explotación y opresión se han mantenido para cientos de miles de personas.

La acumulación capitalista y el enriquecimiento privado no ha desaparecido, por mucho que se quieran presentar la Constitución de Rojava aprobada en 2014 como una prueba del triunfo de las comunas autónomas y autogestionadas.[4]

Pero existen más problemas. A cambio de armas y dinero, los norteamericanos han logrado que en Rojava se instalen cárceles y campos de concentración como el de Al Hol, donde inicialmente había unos pocos miles de combatientes del ISIS hechos prisioneros y hoy malviven más de 60.000 hombres, mujeres y niños, creando un foco de malestar e incluso resurgimiento del fundamentalismo.[5]

Además, como en Iraq, los dirigentes kurdos de Rojava han llegado a acuerdos muy beneficiosos con empresas estadounidenses para exportar crudo de los campos petrolíferos que controlan.[6] Obviamente no tiene sentido negar que el pueblo de Rojava tiene derecho a obtener recursos económicos, pero la cuestión no es esa. La alianza económica con empresas norteamericanas no es gratis: la garantía es el mantenimiento de la alianza militar con EEUU y la subordinación política a los intereses del Departamento de Estado. Y estos pueden cambiar en cualquier momento, como está quedando claro.

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Öcalan recibió a dos diputados kurdos del partido DEM. Antes el dirigente de la ultranacionalista MHP, Devlet Bahçeli, principal aliado del gobernante AKP del presidente Erdogan, propuso invitar a Öcalan al Parlamento turco para anunciar “la disolución del PKK”. 

Como tantas veces ha ocurrido en la historia, la perspectiva de la revolución socialista se ha visto truncada por los cálculos tácticos basados en un supuesto “realismo geoestratégico”. Y las consecuencias de ello han sido muy negativas. Con el fin de garantizar la supervivencia de Rojava, los dirigentes kurdos han hecho de sus pactos con Washington el eje fundamental de su acción. Pero en realidad era un espejismo. EEUU ha utilizado a las milicias kurdas para sus objetivos, y ahora las sacrificará sin mayor contemplación permitiendo a Erdogan y sus militares hacer una escabechina.

Este error, de colocar la acción militar por encima de cualquier otra consideración, lleva a otros hechos. La política internacionalista y socialista es sustituida por los acuerdos diplomáticos para no incomodar a la potencia imperialista que garantiza tu armamento. En definitiva, sustituir una política revolucionaria e internacionalista por maniobras por arriba con los imperialistas solo sembrará desmoralización en las filas kurdas.

Mientras los fascistas integristas de HTS y ENS forman un nuevo Gobierno en Damasco que implicará una pesadilla para las masas, y actuará en las cuestiones decisivas como peón de EEUU, Israel y Turquía, el líder militar de Rojava, Mazloun Abdi, ha defendido públicamente participar en ese Gobierno y disolver las milicias kurdas en un ejército sirio unificado bajo control fundamentalista e imperialista:

“Estamos dispuestos, en el marco de un alto el fuego, a retirar nuestras fuerzas de Kobane y dejar paso a fuerzas de seguridad bajo la supervisión de entidades como Estados Unidos. Estamos discutiendo esta cuestión con los estadounidenses, y ellos están discutiendo esta propuesta con Turquía. Todavía no sabemos qué política seguirá la nueva Administración estadounidense en Siria. Estamos en constante comunicación con varios representantes electos de todos los bandos en Estados Unidos. Les pedimos ayuda para presionar a los turcos para que detengan su ofensiva. Pero no sólo hablamos con los estadounidenses, también estamos en contacto con nuestros otros socios y amigos de la coalición internacional. Por último, pedimos al nuevo Gobierno central de Damasco que cumpla con su deber trabajando por un alto el fuego en toda Siria (…)

Hasta ahora, las declaraciones de la nueva Administración de Damasco son positivas y las acogemos con satisfacción. El HTS no quiere establecer un régimen autoritario, como ocurría con los al-Assad, ni queremos un régimen federal, ni la partición del país. Queremos formar parte de Siria, y queremos que los representantes de esta provincia y de esta región participen plenamente en el proceso político para que juntos podamos construir una nueva Siria”[7].

Por mucho que se quieran disfrazar, estos argumentos son una completa capitulación. Jamás el Kurdistán sirio será libre de la mano de las fuerzas yihadistas que controlan Damasco, de EEUU o de Israel. Pensar que con estas muestras de subordinación podrán convencer a Washington para que frene la ofensiva militar de Turquía sobre Rojava es una completa insensatez, por decirlo suavemente.

Tampoco es casual que estas declaraciones de los máximos líderes militares de Rojava se produzcan en el momento en que una delegación se entrevistó, por primera vez en una década, con Öcalan en la prisión de la isla de Imrali, en el mar de Mármara, a unos 50 kilómetros de Estambul.

Öcalan recibió el sábado 28 de diciembre a los diputados Sirri Süreyya Önder y Pervin Buldan, dos figuras históricas del partido DEM (antes conocido como HDP) que ya formaron parte de la delegación del partido prokurdo (entonces conocido con las siglas BDP) que en 2013 se reunió con él y al que representaron en las negociaciones de paz posteriores.

El encuentro en prisión se produce después de que el dirigente de la formación ultranacionalista y de extrema derecha MHP, Devlet Bahçeli, principal aliado del gobernante AKP del presidente Erdogan, propusiera invitar a Öcalan al Parlamento turco para anunciar “la disolución del PKK”.

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Jamás el Kurdistán sirio será libre de la mano de las fuerzas yihadistas que controlan Damasco, de EEUU o de Israel. Pensar que subordinándose a Washington, los EEUU frenarán la ofensiva militar de Turquía sobre Rojava es una completa insensatez. 

En el comunicado que emitieron los dos diputados kurdos se señalan con precisión las palabras de Öcalan. Lo reproducimos textualmente:

“A la Prensa y al Público,

El 28 de diciembre de 2024, llevamos a cabo una reunión exhaustiva con el Sr. Abdullah Öcalan en la isla de Imrali. Su salud es buena y su moral es bastante alta. Sus valoraciones sobre la búsqueda de una solución permanente a la Cuestión Kurda fueron de vital importancia.

En la reunión, en la que también se evaluaron los recientes acontecimientos en Oriente Medio y Turquía, el Sr. Öcalan presentó propuestas de solución positivas para contrarrestar los oscuros escenarios futuros impuestos.

El marco general de sus reflexiones y planteamientos es el siguiente:

El fortalecimiento de la hermandad turco-kurda no es sólo una responsabilidad histórica, sino que ha adquirido una importancia crítica y urgente para el destino de todos los pueblos. Para el éxito de este proceso, es esencial que todos los círculos políticos de Turquía tomen la iniciativa sin dejarse atrapar por cálculos estrechos y a corto plazo, actúen de forma constructiva y contribuyan positivamente. Sin duda, una de las plataformas más importantes para estas contribuciones será la Gran Asamblea Nacional de Turquía (TBMM).

Los acontecimientos de Gaza y Siria han demostrado que esta cuestión, que las intervenciones exteriores han intentado exacerbar hasta convertirla en una crisis crónica, no puede aplazarse por más tiempo. Las aportaciones y propuestas de la oposición también son valiosas para lograr una solución proporcionada a la gravedad de este asunto.

Tengo la competencia y la determinación para aportar la contribución positiva necesaria al nuevo paradigma reforzado por el Sr. Bahçeli y el Sr. Erdoğan.

La delegación compartirá este enfoque mío con los círculos estatales y políticos. En vista de ello, estoy dispuesto a dar el paso positivo necesario y hacer el llamamiento.

Todos estos esfuerzos elevarán al país al nivel que le corresponde y servirán también de guía muy valiosa para la transformación democrática.

 Esta es la era de la paz, la democracia y la fraternidad para Turquía y la región.

 Con respeto al público, Pervin Buldan y Sırrı Süreyya Önder, 29 de diciembre de 2024”.[8]

El comunicado deja poco lugar a la especulación. Parece que el máximo dirigente del PKK está dispuesto a realizar las mayores concesiones políticas a Ankara.

Durante años sectores de la izquierda y grupos que se declaran anarquistas y trotskistas han idealizado a los dirigentes de Rojava, cerrando los ojos ante el peligro mortal que representaba su política de poner el destino de la lucha kurda en manos de una fuerza tan criminal y reaccionaria como el imperialismo estadounidense.

Si EEUU quiere (y puede) convencer a Erdogan de aceptar la rendición que propone Abdi, el resultado solo puede ser la subordinación total de las fuerzas kurdas al imperialismo y una degeneración y corrupción como las que vemos en la Autoridad Nacional Palestina. O peor si cabe: acabar en el mismo terreno que el régimen reaccionario kurdo controlado por la familia Barzani en el norte de Iraq, que no dudó en ser cómplice de la sangrienta ocupación estadounidense y sigue bailando al son que marcan EEUU, Israel e incluso el régimen turco.  En definitiva, una derrota que no merecen las generaciones de luchadores y mártires de la causa kurda.

El gran juego imperialista en Siria y el cerco sobre Rojava también responden contundentemente a quienes desde la izquierda fomentan ilusiones en la “multipolaridad” y el supuesto papel de los “imperialistas amigos” chinos y rusos como contrapeso a Estados Unidos, Israel o Turquía. ¿Qué ha hecho China —segundo socio comercial de Israel— para impedir el genocidio del pueblo palestino? Absolutamente nada. ¿Y Rusia? Lo mismo. Beijing y Moscú no cargan con el historial de muerte y destrucción de Washington, pero lo único que les interesa es mantener sus negocios y áreas de influencia. Y tratan la cuestión kurda con ese mismo enfoque.

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La acción de las armas es importante. Pero la lucha armada se muestra completamente impotente si se desvincula de la acción de masas, si no está subordinada a un programa de clase y de transformación social. 

Bajo el dominio capitalista e imperialista. pueblos oprimidos como el kurdo o el palestino solo pueden esperar barbarie, guerras y opresión. Cualquier pacto o compromiso con las burguesías podridas de la zona y sus mentores imperialistas será papel mojado y solo sembrará desmoralización y división, preparando nuevas masacres y derrotas. La liberación nacional del pueblo kurdo, el derecho a contar con un territorio propio y a la independencia, está ligada estrechamente a la revolución socialista y a la defensa de un programa internacionalista.

La acción de las armas es importante. Pero la lucha armada se muestra completamente impotente si se desvincula de la acción de masas, si no está subordinada a un programa de clase y de transformación social. Acabar con la pesadilla de tanta destrucción, con el sionismo genocida, con la utilización de las diferencias étnicas, nacionales y religiosas en guerras reaccionarias que solo sirven intereses imperialistas, implica abrazar con fuerza las ideas que nunca han fallado a los oprimidos, las del auténtico comunismo revolucionario, y pelear por una Federación Socialista de  Oriente Medio.

 

Notas:

[1]¡No a la agresión imperialista contra el pueblo kurdo!

[2]Erdogan asegura que las milicias kurdas serán “erradicadas” de Siria y ofrece ayuda para redactar la nueva Constitución

[3]No hay paz para Siria: Turquía e Israel redibujan el mapa con ofensivas al norte y al sur

[4]Especial: Texto completo de la Constitución de las comunidades autónomas kurdas de Rojava

[5]Al Hol: una sombra que ahoga

[6]Siria afirma que una petrolera de EEUU ha firmado un acuerdo con los rebeldes kurdos

[7]Para el comandante en jefe de las FDS, “la guerra no ha terminado en Siria”

[8]Encuentro de responsables del partido DEM con Abdullah Öcalan en la prisión de Imrali

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