El terrorismo de Estado sionista tiene un nuevo jalón, con la masacre realizada en la llamada Flotilla de la Libertad, que se dirigía con ayuda humanitaria a Gaza. Esta vez las víctimas, como tantas otras veces, no provienen de la población palestina, sino de los cientos de activistas de todo el mundo que participaban en el viaje. Hasta 19 personas han podido morir en la criminal ocupación militar israelí del Mavi Mármara y otros barcos.
El terrorismo de Estado sionista tiene un nuevo jalón, con la masacre realizada en la llamada Flotilla de la Libertad, que se dirigía con ayuda humanitaria a Gaza. Esta vez las víctimas, como tantas otras veces, no provienen de la población palestina, sino de los cientos de activistas de todo el mundo que participaban en el viaje. Hasta 19 personas han podido morir en la criminal ocupación militar israelí del Mavi Mármara y otros barcos.
Los alrededor de 700 participantes en el convoy fueron ilegalmente detenidos, trasladados a la ciudad israelí de Ashdod, y conminados a volver a su país de origen o a ser encarcelados y sometidos a un proceso de deportación por inmigración ilegal. La gran mayoría de ellos, 480, no han aceptado la primera opción, que implicaría el reconocimiento de la autoridad israelí fuera de sus fronteras, y por tanto siguen en prisión, teóricamente por un delito kafkiano: ingresar ilegalmente en un país a donde han sido conducidos obligados por su Ejército.
La brutal intervención se ha intentado justificar por la resistencia violenta de los activistas. Es imposible valorar la exactitud de lo ocurrido, ya que son las tropas sionistas quienes disponen de la gran mayoría de los testigos, del escenario del crimen y de todos los medios. Es evidente que no van a permitir la existencia de una grabación de vídeo que desmienta su versión. En todo caso, incluso si ha habido algunos pasajeros que hayan resistido -según los propios militares, con tirachinas, bolsas de canicas, palos y sillas de plástico-, es un sarcasmo insinuar que el Ejército más poderoso de la zona -el único nuclear- es incapaz de neutralizar tamaña resistencia más que provocando una carnicería.
Una actuación consciente del Gobierno sionista
Una vez más, el sionismo, aliado del imperialismo, ha demostrado ser una poderosa fuerza contrarrevolucionaria. Su actuación en este caso no es debida a ningún exceso de celo de ningún general demasiado belicista, ya que ha sido firmemente avalada por el Gobierno israelí. No, no han hecho más que actuar igual que actúan con la población palestina, reprimiendo con balas cualquier protesta y justificándolo después, con la violencia de los agredidos.
La Flotilla de la Libertad llevaba 10.000 toneladas de ayuda humanitaria a Gaza. Desde material de construcción para montar cien viviendas prefabricadas, hasta libros, medicinas, y 500 vehículos eléctricos para discapacitados. A bordo viajaban activistas de 60 países, incluyendo a diputados de cinco países de la UE, a un diputado del Parlamento israelí, a Mairead Maguire (Premio Nobel de la Paz irlandesa), al escritor sueco Henning Mankell, y al periodista valenciano de la venezolana TeleSur, David Segarra. La principal asociación organizadora del convoy es Insani Yardim Vakfi, ONG islámica turca de ayuda a víctimas de guerras y desastres naturales. También participaban, entre otros colectivos, Free Gaza Moviment y la española Asociación Cultura, Paz y Solidaridad Haydée Santamaría. El objetivo de la flotilla no sólo era ayudar a la maltrecha población de Gaza, sino denunciar e intentar romper el bloqueo al que le somete el Estado israelí. Con su cinismo habitual, el gobierno de Benjamin Netanyahu, Lieberman y los laboristas considera que ‘las necesidades en Gaza están cubiertas'.
Muy posiblemente, los sionistas pretendían, con esta matanza, tanto evitar la llegada del convoy como justificar la ruptura de las negociaciones de paz antes incluso de que empezaran. Estaban previstos encuentros por separado de Obama con Netanyahu y Mahmud Abás, como paso previo a reabrir la mal llamada negociación, pero es evidente que después de la masacre es imposible retomarla. Como decíamos en el número anterior de El Militante, ‘el gobierno judío actual (...) no esconde sus planes, no simula ningún intento de negociación. Más que nunca, su política es mantener la situación actual'. El veneno del chovinismo y el militarismo en la sociedad israelí, ése es su único arma para seguir controlando el poder, y sin alternativa revolucionaria que lo desenmascare, ese veneno no tiene antídoto.
Este nuevo ejemplo del terrorismo de Estado sionista, más allá de las vehementes protestas formales de las organizaciones internacionales (ONU, Liga Árabe, etc.), no va a cambiar la alineación del imperialismo USA (ni del europeo) con el sionismo. De hecho, ni la ONU ni Obama han condenado al gobierno Netanyahu. En cuanto a Zapatero, sus declaraciones al telediario del 31 de mayo son claras: los hechos le parecen ‘graves y preocupantes' (sic).
En lo que sí tendrá efecto este brutal crimen de guerra es en consolidar el nuevo rumbo exterior de Turquía. Este país fundador de la OTAN, habitual aliado de Israel, está variando sus intereses con la llegada del Gobierno islamista de Recep Erdogan. Su evolución está siendo hacia el enfriamiento de relaciones con Israel (podría romperlas a raíz de la matanza; la mayor parte de los pasajeros eran turcos) y hacia la amistad con Irán y Siria, con los que tiene intereses comunes; esto, a su vez, crea un nuevo problema para el imperialismo estadounidense, que ve cómo una pieza clave en la zona parece escaparse de su control.