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La pandemia del coronavirus ha dejado al desnudo la catástrofe hacia la que se desliza el capitalismo. La matanza perpetrada contra cientos de miles de inocentes en todo el mundo, que todavía puede multiplicarse, se combinará con el derrumbe del aparato productivo, el comercio mundial y una oleada sin precedentes de despidos masivos y sufrimiento colectivo.
La dictadura del capital financiero ha hecho su trabajo a conciencia. El dominio parasitario que ejerce sobre todas las esferas de la vida económica se ha transformado en un freno absoluto para el desarrollo de las fuerzas productivas. Junto al Estado nacional, este poder omnipresente que descansa sobre la propiedad privada de los medios de producción, conduce a millones a una barbarie solo comparable a la padecida durante la Primera y la Segunda Guerra Mundial.
Es difícil tener un cuadro acabado de lo que sucederá en las próximas semanas y meses. Pero una cosa está clara: nada volverá a ser igual en la historia del mundo. Los datos de retroceso del PIB de EEUU o de la UE oscilan entre un 15 y un 10% para el primer trimestre del año, y la economía española no escapará de este sombrío pronóstico: millones de parados y un colapso de la actividad económica ya son una realidad.
Los Gobiernos y los medios de comunicación comparan la hecatombe sanitaria con una guerra que debemos librar “todos juntos”. Pero la primera víctima de una guerra es la verdad. La cascada de mentiras groseras que nos vomitan a cada hora no hace más que confirmarlo. De hecho, la guerra de la que nos hablan con aire circunspecto fue declarada por los poderes capitalistas hace décadas, arrasó con los derechos y servicios sociales, creó una desigualdad obscena, degradó el medio ambiente a una escala intolerable y redujo países enteros a escombros. A lomos de esta guerra ha galopado la pandemia del coronavirus.
Todos a una intentan presentar estos acontecimientos como el fruto de una fuerza descontrolada e imprevisible. Mentira, mil veces mentira. Las grandes potencias conocían perfectamente la gravedad de lo que estaba ocurriendo. ¿Proteger las vidas de las personas? No, por supuesto que no, eso no es lo que importa. Lo único que motiva a los Gobiernos y parlamentos que actúan como mayordomos del capital financiero, es garantizar y salvaguardar los beneficios multimillonarios de los banqueros, los especuladores, y las grandes multinacionales que cotizan en bolsa. Esa sí que es la gran verdad de esta guerra.
Por supuesto, las llamadas desesperadas de la socialdemocracia internacional para poner en marcha un nuevo “Plan Marshall” son una expresión de pánico ante la posibilidad creciente de movimientos revolucionarios. Pero los poderes imperialistas ni van a actuar coordinadamente, ni tienen ninguna intención de garantizar los derechos sociales. El aumento de las tendencias nacionalistas y proteccionistas en la economía, junto al recrudecimiento de las medidas autoritarias y represivas de los Estados es una perspectiva mucho más realista.
Sí, es una guerra, y la clase dominante y sus políticos utilizan las mismas mentiras de las guerras anteriores para ocultar su carácter de clase. Incluso desde el Gobierno PSOE-Unidas Podemos se levanta con fuerza la bandera de la unidad nacional: “Todos unidos remando en la misma dirección”. Pero acaso los ancianos que mueren abandonados en las residencias, nuestros mayores que tienen que esperar durante días enteros en los pasillos de las urgencias desbordadas, los miles de trabajadores sanitarios que se juegan la vida y se contagian, los de los transportes, de los supermercados y de muchos otros sectores que garantizamos los servicios básicos sin medidas de seguridad y protección, o los que en casas de 30 o 40 metros cuadrados nos las vemos y deseamos con nuestros hijos en este confinamiento y que además sufrimos los ERTEs y los despidos… estos millones ¿Formamos en el mismo “ejército” que Amancio Ortega, Ana Patricia Botín, Florentino Pérez y la plutocracia capitalista que nos ha conducido a esta situación?
¿Quién está pagando las consecuencias de esta catástrofe, y quién las pagará aún más duramente cuando la crisis sanitaria se estabilice? Como en todas las guerras, la clase trabajadora ocupamos ahora mismo un lugar bien definido: somos la carne de cañón que perece en el combate, la que pone los damnificados, los desempleados y soporta las calamidades que perseguirán a nuestras familias durante años.
Por eso la “unidad nacional” que pregona el Gobierno es una completa falacia. Los capitalistas no tienen la intención de hacer ningún sacrificio. Al contrario, para salvar su cuenta de resultados cargarán toda esta devastación sobre los recursos públicos y las espaldas de los millones de nuevos parados.
Este Gobierno, que fue votado por millones de trabajadores y jóvenes, debe rectificar urgentemente. ¡Actuar en defensa de la población nacionalizando inmediatamente la banca y las empresas estratégicas (muchas de ellas eran estatales y fueron privatizadas) para resolver esta emergencia sanitaria, social y laboral! En todo el mundo, y en el Estado español también, las políticas capitalistas han fracasado por completo. Si seguís adoptándolas, la catástrofe será aún mayor. Dinero y riqueza hay mucha, la producimos los trabajadores, pero queda en manos de una minoría a la que le importa un bledo la vida de millones de personas.
Los trabajadores tenemos que pasar a la acción directa, desde abajo. Sólo la clase obrera tiene la capacidad de enfrentar estas circunstancias con éxito. Debemos exigir a nuestros sindicatos que paralicen toda la actividad no esencial, y solo podremos conseguirlo impulsando acciones en los centros de trabajo, organizar asambleas y votar democráticamente la paralización de la producción.
Los comités de empresa de todos los sectores industriales, junto a los delegados sindicales y a las plantillas tenemos que tomar el control para reconvertir la producción y fabricar inmediatamente todo el material necesario: desde respiradores, que se podrían producir rápidamente en la SEAT, en VW, Citroën, Opel… cuyas cadenas de montaje se pueden adaptar fácilmente, a todas las empresas textiles, empezando por Inditex, para que fabriquen batas, mascarillas y equipo sanitario urgente.
Hay que movilizar todos los recursos financieros y productivos, que deben ser nacionalizados inmediatamente, bajo el control de asambleas de trabajadores y comités votados y constituidos para tal fin, en coordinación con los empleados sanitarios de los hospitales. ¡La clase obrera sabe muy bien lo que se necesita, como producirlo y como asignar estos recursos con eficiencia! En la sanidad pública, las y los médicos, enfermeras/os, personal de mantenimiento, limpiadoras/es… debemos crear comités de control y gestión de los recursos, y corregir todas las decisiones contraproducentes de los gerentes.
Sólo la socialización de los medios de producción puede resolver el colapso económico y la barbarie que se dibuja ante nuestros ojos. Las fuerzas productivas mundiales necesitan un nuevo sistema social que las organice y planifique armoniosamente y democráticamente. Pero el socialismo no caerá como fruta madura, sino como resultado de la intervención consciente de la clase obrera y la juventud en la acción.
Los trabajadores y jóvenes que formamos parte de IZQUIERDA REVOLUCIONARIA, que hemos construido el Sindicato de Estudiantes, que hemos impulsado Libres y Combativas, que participamos de manera militante en el sindicalismo de clase y en los movimientos sociales defendiendo un programa anticapitalista y socialista, creemos que no debemos conformarnos con votar. Ninguna aritmética parlamentaria puede modificar el plan de la burguesía española y europea de volver a la carga con más recortes, más austeridad, más ataques a nuestros derechos. Si queremos derrotar a los capitalistas necesitamos la movilización masiva de la población y transformar esta lucha en organización consciente en los centros de estudio, en las empresas y fábricas, en nuestros barrios.
Por un verdadero escudo social contra la crisis sanitaria, social y económica:
1. Nacionalización de la banca y los grandes monopolios bajo control democrático de los trabajadores para establecer un plan de producción que ponga por encima los derechos de la gente y sus vidas. Fuera la monarquía: expropiación de todos los bienes y fortunas de la Casa Real para ponerla al servicio de la lucha contra la pandemia.
2. En defensa de la sanidad pública, medios materiales y humanos ya. Contratación inmediata de 20.000 profesionales sanitarios para hacer frente a esta crisis. Apertura de todas las instalaciones hospitalarias públicas, refuerzo y ampliación de las UVI y compra de material médico y quirúrgico necesario. Atención prioritaria a las residencias de mayores: no podemos permitir que mueran impunemente y en soledad. Que el Estado tome el control completo de toda la sanidad privada, de sus recursos humanos y técnicos, hospitales y clínicas, para atender de forma gratuita a todos los enfermos de coronavirus. Aquellas empresas, clínicas y hospitales que se nieguen serán expropiados automáticamente y pasarán a titularidad pública.
3. ¡Nacionalización del sector farmacéutico ya, gratuidad de todas las medicinas necesarias para enfrentar el coronavirus y el resto de las enfermedades! Fuera todos los recortes y el copago.
4. Paralización inmediata de toda la actividad productiva que no sea esencial para luchar contra la pandemia. El Gobierno de PSOE-Unidas Podemos debe garantizar por ley que todas las trabajadores y trabajadores de fábricas y empresas que no sean esenciales deben estar en casa con permisos retribuidos, que todos sus empleos sean respetados y que no se pierde ningún derecho laboral. Para los trabajadores de las empresas esenciales el Gobierno debe proporcionar todos los medios de protección sanitaria necesarios (guantes, mascarillas, equipos…), imponiendo penas económicas muy severas a los empresarios que incumplan estas medidas.
5. A todas las trabajadoras y trabajadores que tienen a su cargo hijas, hijos o familiares dependientes se les deben aplicar el artículo 37.3d) del Estatuto de los Trabajadores. De acuerdo al mismo, cuando se tiene un deber inexcusable, como es el cuidado de una persona dependiente, el trabajador tendrá derecho a ausentarse del trabajo con el 100% de su retribución y sin que sea computable como tiempo de vacaciones.
6. Ningún despido, ERTE o ERE al amparo del coronavirus. Ninguna reducción salarial. ¡Que los empresarios pongan su parte de todos los beneficios acumulados estos años! ¡Que se devuelva el dinero de los rescates patronales y bancarios!
7. Reducción por ley de los precios de los productos fundamentales para la vida diaria de las familias trabajadoras y persecución contundente de la especulación. ¡Basta de que las grandes cadenas de supermercados y las multinacionales del sector alimentario se hagan de oro!
8. Ninguna restricción a la libertad de expresión, manifestación y organización. Formación de comités de personal sanitario, usuarios y delegados sindicales en los centros hospitalarios para controlar la calidad de la atención médica y poder reclamar los medios necesarios.
9. Defensa de los derechos de los inmigrantes y refugiados. Supresión de los CIEs y de la Ley de Extranjería.
10. Anulación por ley de todos los desahucios, y garantía de la suspensión temporal del pago de los alquileres, electricidad, gas, agua, calefacción y telecomunicaciones, manteniendo todos estos servicios para las familias trabajadoras que lo necesiten. Movilizar los recursos públicos para asegurar la alimentación y una vida digna para toda la población en riesgo: comedores públicos gratuitos, incremento drástico en la dotación material y humana de los servicios sociales.
11, Por el derecho a vivir dignamente y por unas condiciones de trabajo decentes. Derogación de las contrarreformas laborales y de las pensiones. Jubilación a los 60 años con el 100% del salario y contratos de relevo para la juventud. 35 horas semanales sin reducción salarial. SMI de 1.100 euros, y subsidio de desempleo indefinido equivalente para todos los parados hasta encontrar un empleo. Fin de la precariedad laboral: a los 15 días fijos en plantilla.
12. Derecho a techo. Prohibición por ley de los desahucios. Parque de viviendas públicas con alquileres sociales, expropiando los pisos vacíos en manos de los bancos.
13. Enseñanza pública de calidad, democrática y gratuita desde infantil hasta la universidad. Derogación de la LOMCE y del 3+2. Fuera la religión de los centros de enseñanza. Ni un euro del presupuesto público para la enseñanza privada y concertada.
14. Remunicipalización de los servicios públicos privatizados, manteniendo y ampliando las plantillas y respetando los derechos laborales.
15. Contra la catástrofe ecológica que nos amenaza: Nacionalización de las empresas energéticas (eléctricas, compañías mineras, de petróleo y gas, empresas de producción de energía eólica y solar, etc…), y un plan público de inversiones para establecer una industria energética 100% ecológica y sostenible. Por una red de transporte público, gratuito, de calidad y ecológico. Nacionalización de la tierra, de la industria ganadera y de las industrias de procesamiento de alimentos. No a la explotación capitalista de los océanos. ¡Por una alimentación sostenible, ecológica y sana!
16. Contra todo tipo de opresión y violencia machista contra las mujeres de la clase obrera y la justicia patriarcal. A igual trabajo, igual salario. Derecho al aborto libre y gratuito. Contra la opresión de la comunidad LGTBI.
17. Solidaridad real y concreta con los refugiados: ni cupos ni campos de internamiento. Derogación de la Ley de Extranjería y de los CIEs. Plenos derechos políticos, sociales y económicos para los inmigrantes y sus familias.
18. Plenos derechos democráticos de expresión, reunión y organización. Derogación de la Ley Mordaza.
19. Contra el fascismo y sus bandas, contra su impunidad y la protección que reciben por parte del aparato del Estado. Sólo la lucha masiva y organizada de la clase obrera y la juventud podrá derrotar a los fascistas.
20. Por el derecho a la autodeterminación para Catalunya, Euskal Herria y Galiza. Por la República Socialista Federal.