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Dicen que no es lo mismo contarlo que vivirlo. Y es verdad. Escribir una crónica de lo que hemos vivido los días 26 y 27 de octubre en el Espacio Rosa Luxemburgo no es tarea sencilla. Ha sido un fin de semana emocionante y sobrecogedor, una experiencia difícil de olvidar.

Más de 300 asistentes hemos disfrutado de estas jornadas organizadas por el Colectivo por los Olvidados de la Transición, la Asociación de Memoria Histórica de Distrito Latina e Izquierda Revolucionaria. Un acto que perseguía un fin muy claro: derribar por completo una de las grandes falsedades que el régimen del 78 tanto se esfuerza en introducir en nuestras cabezas: el relato de una transición democrática, modélica y ejemplar. Estos días hemos remplazado estas palabras por las verdaderas: fue una transición sangrienta, represiva y asesina.

La versión oficialista existe para proteger a los responsables y ocultar que los derechos, libertades y avances sociales los impusieron los trabajadores y la juventud con la movilización, las huelgas, la lucha clandestina y la sangre que derramamos en todo el Estado.

Y no ha podido haber mejor forma de acercarnos a aquellos días que de la mano de los verdaderos protagonistas de una época imprescindible para comprender el presente.

Familiares y amigos de las víctimas hablan. Testimonios que marcan para siempre

Once sillas en el escenario. Once familiares de las víctimas de la represión policial y fascista. Once historias de resiliencia e impunidad. Así arrancó la sesión inaugural, presentada por Pablo Mayoral, condenado a 30 años de cárcel en el verano de 1975 por su militancia en el FRAP.

Es la primera vez que todos ellos, algunos llegados desde Barcelona, otros de Almería, Madrid y otras ciudades, se encuentran juntos en un escenario. “La dictadura terminó como comenzó, asesinando a los que defendíamos la libertad y luchábamos contra el fascismo”.

Uno a uno van tomando la palabra todos los hermanos, cuñados, amigos y sobrinos de activistas asesinados a manos de la policía y bandas fascistas ya una vez instaurada la democracia.

Comienza Agustín Plaza, miembro de Ezker Iraultzailea y herido en la matanza de Vitoria del 3 de marzo de 1976, cuando cinco trabajadores fueron asesinados al dispersarse una asamblea. “Hay que contar a la juventud y al movimiento obrero actual lo sucedido el 3 de marzo. Temen nuestros debates, asambleas y organización colectiva porque son lo que nos libera de su opresión”.

Recordamos a Carlos González gracias a su gran amigo de la infancia, Pablo Mandeville. Carlos fue disparado en una manifestación por paramilitares al grito de “viva Cristo Rey”. “El miedo a la policía era tal que no podías acudir a un hospital si eras herido por ellos, toda tu familia quedaría señalada”. Todavía se desconoce el nombre del asesino de Carlos.

Teófilo del Valle tenía 20 años cuando fue asesinado. El Gobierno dijo que había muerto en un enfrentamiento con las fuerzas del orden, el policía asesino fue declarado inocente. “Nos quisieron vender la transición como algo idílico, mientras que para muchas familias ha sido una tragedia no reconocida por el Estado. Saber la verdad no es un consuelo, pero te libera”, son las palabras que su hermano José Antonio nos hace llegar a través de un vídeo.

El relato de Javier Almazán nos encogió el corazón. A través de un texto bellísimo, recuerda a su hermano Ángel, asesinado a los 18 años en una manifestación por la abstención en el referéndum en 1976, a consecuencia de una brutal paliza de la policía. Javier es uno de los impulsores de estas jornadas y del COT, un luchador incansable por la memoria histórica, y una voz que denuncia con la fuerza de la verdad a los asesinos.

A su lado está Olga Gutiérrez, la viuda de Manuel Ruiz, alma del COT y cuya voluntad y perseverancia en la lucha por esclarecer el asesinato de su hermano Arturo Ruiz nos ha llevado a estas jornadas y a muchísimas más acciones. También está su hermana, Blanca Ruiz, otra insobornable luchadora por la memoria y la justicia.

Arturo Ruiz, muerto por los disparos de una banda de sicarios fascistas al grito de “viva Cristo Rey”, junto a la plaza de Soledad Torres Acosta, es un símbolo en aquellos años sangrientos. “La dignidad depende de la lucha por que se haga justicia y se condene a los culpables”. El asesino de Arturo, José Ignacio Fernández Guaza, reside actualmente en Argentina y reconoce abiertamente los hechos y sus lazos con el Estado y la INTERPOL. Goza de la impunidad del aparato del Estado español, de sus tribunales, y de los políticos que no mueven un dedo para que se le extradite.

Anabel Santamaría nos transporta a cuando tenía tan solo quince años. Con sus propios ojos vio el asesinato de Mari Luz Nájera el 24 de enero de 1977. La policía le disparó en la nuca cuando se manifestaba por lo ocurrido a Arturo Ruiz. Una vez muerta, los agentes siguieron dándole patadas. “Nunca olvidaré su mirada de odio y rabia”.

La sobrina de Jordi Martínez de Foix, asesinado en Barcelona a los 16 años en octubre de 1978, Blanca, homenajea a su tío. El hermano de Gustau Muñoz, Marc, nos envió un caluroso abrazo en un vídeo donde reivindica la abdicación de la corona y la derogación de la ley de amnistía del 77.

Un matón de las Fuerzas de Orden Público le arrebató la vida a Emilio Martínez y José Luis Montañés en las protestas contra la Ley de Autonomía Universitaria en 1979. Javier Montañés recuerda el dolor de la pérdida de su hermano y la campaña pública que se puso en marcha insinuando que los fallecidos no eran estudiantes, sino terroristas.

Toma la palabra Mar Noguerol. Activista incansable por la sanidad pública, fue amiga y compañera de piso de Yolanda González, asesinada en 1980 por ultraderechistas de Fuerza Nacional. A sus 19 años era una militante revolucionaria del PST, absolutamente comprometida. “Su asesinato generó miedo, pero sobre todo una respuesta masiva y arrolladora del movimiento estudiantil”. Sus asesinos han amasado fortunas en el sector privado a pesar de haber reconocido su autoría.

Juan Carlos es hermano de Vicente Cuervo, un joven sindicalista anarquista, ejecutado en un crimen impune a día de hoy. Tenía 21 años cuando fue asesinado por miembros de una banda fascista en Vallecas, año 1980.

Al año siguiente, Luis Cobo, Luis Montero y Juan Mañas fueron torturados y ejecutados por dos guardias civiles en Almería, crimen que se justificó con que “eran probablemente etarras”. Paco Mañas, hermano de Juan, nos cuenta que Margarita Robles se ha reunido recientemente con su familia, invitándoles a “pasar página”. Su respuesta: “mientras podamos seguiremos luchando por que se sepa lo que pasó y los asesinos paguen por ello”, la sala al completo rompe en aplausos.

Con la emoción a flor de piel, conmocionados por el espíritu de combate y resistencia, y con la humanidad y de todos quienes tomaron la palabra, dábamos paso al segundo bloque del día.

Lucha de clases, transformación social y mujeres contra el franquismo

Todavía con un nudo en la garganta, subieron al escenario Manuel Blanco Chivite, luchador antifascista condenado a muerte en el proceso de 1975, Luis Fernández, presidente de la Asociación de Memoria Histórica de Distrito Latina, y Antonio García Sinde, veterano militante antifranquista y de Izquierda Revolucionaria. En este debate, moderado por Coral Latorre, recordamos que la represión no pudo frenar la contestación social que crecía en las calles de todo el Estado contra la dictadura.

Esta contestación social crecía cuantitativa y cualitativamente. “Un día exigías agua caliente en la fábrica y, al siguiente, la libertad de los presos políticos”. Los ponentes señalaron el papel de la iglesia en el sometimiento del movimiento obrero, de cómo fue la lucha en las calles lo que paralizó el primer intento de reconversión industrial y del papel de la dirección del PCE: “los Pactos de la Moncloa son el ejemplo más claro de la política del PCE, y sus consecuencias las seguimos viviendo a día de hoy”.

Pudimos abordar cómo la Revolución de los Claveles o la caída de los Coroneles en Grecia alimentaron el proceso revolucionario en España o la tutela que el imperialismo norteamericano impuso en la Transición.

 Antes de cerrar, suscribimos las palabras de Chivite: “Los verdaderos protagonistas de la Transición pagaron un alto precio, aquí tenemos testigos, pero pavimentaron el camino que hoy recorremos”.

La lucha contra el franquismo tuvo rostro de mujer. La sala al completo escuchamos la siguiente mesa de debate con gran atención a Olga Gutiérrez del COT, Bárbara Areal y Carmen Turrero de Libres y Combativas e Izquierda Revolucionaria y a Soledad Luque, de la asociación ‘Todos los niños robados son también mis niños’.

Las mujeres fuimos doblemente golpeadas por la explotación, la opresión y la represión del franquismo, pero las que no eran nada pasaron a ser también protagonistas de la lucha. Explican: “Las mujeres éramos doblemente reprimidas, recibíamos una educación dirigida a convertirnos en seres sumisos. La forma que teníamos de combatir esto era luchando y creando nuestras propias organizaciones". Soledad denuncia con horror: "Estaba legitimado sustraer a los niños de las familias por parte del Estado y registrarlos con otros apellidos. A día de hoy yo no sé dónde está mi hermano mellizo. No es un crimen del pasado porque sus consecuencias las seguimos pagando hoy". Y de aquellos polvos, estos lodos. Hoy día millones de mujeres en todo el mundo nos hemos levantado en pie de guerra contra los y las que se lucran de nuestra doble opresión. ¡Porque ellas fueron, hoy nosotras somos!

En el marco de estas Jornadas también encontramos un momento para presentar dos importantes libros para todo aquel que quiera conocer en detalle qué fue la Transición: La DGS, el palacio del terror franquista de Pablo Alcántara y  La sombra de Franco en la transición de Alfredo Grimaldos.

Pablo Mayoral, Rafael Gómez Parra y Pablo Alcántara desmenuzaron el por qué los horrores de la represión franquista son hoy tratados como “algo del pasado”. Tiene una motivación política muy actual. “Jueces y policías mantuvieron sus privilegios y los que no se mantuvieron en la policía hicieron grandes negocios en el sector privado como Billy el niño".

Asistimos a un apasionado debate entre los asistentes, antiguos militantes del PCE, de la LCR y tantos otros que se jugaron la piel en los 70 y que en la sala denuncian cómo se impuso al movimiento la traición, la bandera rojigualda, el rey, los pactos de la Moncloa. La solución: sacar conclusiones, armarnos y recuperar las calles.

Poesía, música y un documental imprescindible

Para terminar un día repleto de emociones, disfrutamos de una sesión de auténtico arte al servicio de la revolución con recitales de poesía de la mano de Carlos Olalla, Pablo Mandeville, Coral Latorre y Víctor Taibo, seguido de música en directo con Bernardo Fuster y Luis Mendo, Salvador Amor y David Ortiz. No es casualidad. A la clase trabajadora siempre se nos ha negado el acceso a la cultura. Por eso, en nuestros espacios y reuniones, la hacemos nuestra.

El domingo pusimos el broche de oro a estas Jornadas con la proyección del documental Las armas no borrarán tu sonrisa (2024), dirigida por Adolfo Dufour. Durante los créditos no podíamos dejar de aplaudir y, cuando se encienden de nuevo las luces, nuestros rostros lo decían todo.

Sube al escenario el reparto del documental, desde el director Adolfo a los protagonistas directos, Javier Almazán, Olga Gutiérrez y Blanca Ruiz. Y se dedica este metraje a su verdadero impulsor: Manuel Ruiz, quien empeñó muchos años de su vida a buscar la justicia que su hermano merece y que, tristemente, nos dejó en 2023. La película y estas jornadas son para ti, querido Manuel.

El coloquio fue muy vivo. Decenas de asistentes van tomando la palabra, algunos conocían a los asesinados, otros piensan que podría haberles tocado a ellos, a sus hermanas y hermanos, a sus camaradas.

Estas familias y tantas otras han sido duramente golpeadas, primero por los brutales asesinatos de sus hijos, hermanos y amigos, pero han sido golpeadas una segunda vez por la amnistía a los asesinos, por la impunidad que el Estado les ha regalado.

Librería"
Hemos asistido en el Espacio Rosa Luxemburgo a un fin de semana de dignidad obrera con mayúsculas. El mejor homenaje que podemos hacer a tantas y tantas mujeres y hombres que arriesgaron su vida por un mundo más justo, es continuar luchando. 

Años de sufrimiento y silencio, de tabúes familiares, de procesos judiciales que no pretenden aclarar ni reparar nada. La “justicia” está con los verdugos y no con las víctimas. Su camino no ha sido fácil. La responsabilidad de Rodolfo Martín Villa como uno de los mayores artífices de la falsa Transición ha sido encubierta para que no fuese juzgado por personajes como Aznar, Rajoy, Felipe González y Zapatero. Sólo el apoyo de la gente desde abajo y la autoorganización ha permitido romper con este secreto guardado bajo siete llaves y dar la dignidad a los que luchamos cada día porque nuestras compañeras y compañeros no queden en el olvido.

Eso es a lo que hemos asistido: un ejemplo de dignidad, dignidad y más dignidad. Dignidad en mayúsculas. Dignidad obrera. El mejor homenaje que podemos hacer a tantas y tantas mujeres y hombres que arriesgaron su vida por un mundo más justo, es continuar luchando. Luchar hasta que la sociedad por la que ellos lo dieron todo, sea una realidad.

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