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Extender la lucha y endurecerla. ¡Hay que ir a por todas!

El pasado 14 de septiembre a las 23:59 de la noche caducaba el convenio para casi 150.000 trabajadores del sector automotriz y daba comienzo una huelga que por primera vez en la historia se hace simultáneamente en las big three, General Motors, Ford y Stellantis.

El tremendo descontento entre la plantilla era evidente semanas antes y no es para menos. Durante los últimos veinte años el poder adquisitivo de los trabajadores del sector ha disminuido al menos un 30% mientras que los grandes directivos han aumentado sus ya de por sí jugosos salarios un 40% en los cuatro últimos años.

Precisamente una de las reivindicaciones de los trabajadores es esa, un incremento salarial del 40%, además del fin del sistema de dos niveles donde los empleados que entraron después del año 2007 tienen prestaciones sanitarias y pensiones muy por debajo del resto. Otras de las reivindicaciones más importantes es la semana laboral de 32h sin rebaja salarial y la reducción de las horas extras obligatorias.

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Los grandes directivos han aumentado sus salarios un 40% en los 4 últimos años. En la foto Mary Barra, presidenta de General Motors; Carlos Tavares, consejero delegado de Stellantis; y Jim Farley, presidente de Ford. 

Esta huelga se suma a la creciente oleada de luchas laborales que está resquebrajando la política de paz social que Biden y los Demócratas tratan de mantener a toda costa. Tras cerrar in extremis el conflicto de los estibadores y la amenaza de huelga de la mayor empresa logística del país, UPS, ahora enfrentan a  un sector decisivo de la clase obrera norteamericana y cuyas consecuencias para la economía son obvias. Por eso mismo, como en los últimos conflictos, ya ha salido Biden para intentar sabotearlo y poner una presión intolerable sobre los trabajadores de cara a seguir garantizando  los beneficios obscenos de estas empresas.

Cambios en el movimiento sindical

Precisamente el sindicato del automóvil, la UAW, tradicionalmente controlado por elementos derechistas, ha sido sacudido internamente en estos años al calor del ascenso de la lucha de clases. Gracias a que por primera vez la elección del presidente del mismo se abrió a toda la militancia, el pasado mes de marzo era elegido Shawn Fain, que rompía, al menos en palabras, con la trayectoria mafiosa que ha gobernado la UAW durante décadas.

La degeneración era de tal calibre que un miembro de la anterior dirección había gastado decenas de miles de dólares en tabaco y otro había escondido en su casa 30.000 dólares de las finanzas del sindicato. Además, dos de sus últimos tres presidentes habían sido encarcelados por corrupción y para sorpresa de nadie por aceptar sobornos de la patronal.

Ante las acusaciones patronales de que una huelga arruinaría el sector, Fain ha señalado que “no es que vayamos a arruinar la economía. Destrozaremos su economía. La economía que sólo funciona para la clase multimillonaria y no para la clase trabajadora”. Y añadía, "los multimillonarios no deberían existir, la mera existencia de multimillonarios nos muestra que tenemos una economía que funciona en beneficio de unos pocos, y no de muchos".

Por otro lado, en uno de los videos que el UAW ha publicado en redes sociales hace un llamamiento a recuperar el espíritu de la histórica huelga de Flint de 1936-1937, cuando la dirección comunista del UAW dirigió la ocupación de la fábrica de General Motors durante casi dos meses enfrentándose a la patronal y a la represión de la guardia nacional[1]. Aquello fue bajo el Gobierno de Roosevelt, consiguiendo  una contundente victoria que se convirtió en una referencia para los trabajadores de todo el país.

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Los mensajes de Shawn Fain, el nuevo presidente del sindicato UAW tienen poco que ver con los de sus antecesores. Desgraciadamente, unos días antes del comienzo de la huelga comenzó a descafeinar el discurso y planteó una huelga parcial. 

Hay que golpear con la máxima contundencia

Desgraciadamente, unos días antes del comienzo de la huelga, Shawn Fain comenzó a descafeinar el discurso y planteó una “inteligente y novedosa” estrategia de huelga llamada “Stand Up Strike”: paralizar por ahora solo algunas fábricas de forma selectiva. En el momento de la publicación de este artículo solo están en huelga las fábricas de Wentzville (GM) en Missouri, Toledo en Ohio (Stellantis) y la planta de ensamblaje de Michigan (Ford) con un total de 13.000 de los casi 150.000 trabajadores del sector.

Esta estrategia parece inteligente, pero en realidad no despliega la enorme fuerza que tiene el conjunto de la plantilla. Llamar a menos de un 10% del total de la plantilla contradice el objetivo de “recuperar el espíritu de la huelga de Flint”, que se caracterizó desde el comienzo por su masividad y radicalidad. Todo además en un contexto en que la convocatoria de huelga ha sido avalada por el 97% del total de la plantilla y el ambiente que se respira en los piquetes y las movilizaciones es eléctrico.

Esta fórmula además puede presentar serios problemas. En vez de permitir alargar la huelga destinando menos recursos de la caja de resistencia a los huelguistas lo que hará a la larga es dividir a la plantilla entre aquellos que han parado, con los tremendos sacrificios económicos que exige, y aquellos que no, dando además un tiempo de oro a la patronal de todos los sectores para organizar la producción y la distribución, y el esquirola para responder de forma más contundente y coordinada a los huelguistas.

Existen claras condiciones para una victoria total de los huelguistas, pero esa victoria solo puede darse con una respuesta radical y contundente, llamando a toda la plantilla a una huelga militante, organizando asambleas masivas y Comités en cada fábrica con delegados sindicales y trabajadores, construyendo una poderosa caja de resistencia entre las comunidades, incluyendo la asistencia sanitaria, y levantando así una poderosa huelga indefinida. Y como en Flint, si la patronal no cede, hay que poner encima de la mesa la ocupación de las fábricas y su nacionalización bajo control de las y los trabajadores.

La burguesía estadounidense y el propio presidente Biden tienen auténtico pavor ante la solidaridad que despierta esta lucha y ante la posibilidad de que otros sectores se contagien. Teamsters, el sindicato de conductores, que recientemente ha llevado adelante un proceso de lucha[2], se ha negado a transportar los vehículos de las empresas en huelga. Se calcula que 10 días de huelga total en el sector haría perder al conjunto de la economía estadounidense 5.600 millones de dólares.

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Existen claras condiciones para una victoria total de los huelguistas, pero esa victoria solo puede darse con una respuesta radical y contundente, llamando a toda la plantilla a una huelga militante. 

El ambiente entre la clase trabajadora norteamericana es eléctrico. Sector tras sector se suceden convocatorias de huelga y una huelga total en el corazón de la industria estadounidense podría empujar aún más en esa dirección. Los últimos que se han sumado a esta dinámica son los 60.000 trabajadores sanitarios de California que han aprobado ir a la huelga a partir del próximo 1 de octubre si no se satisfacen sus reivindicaciones. Por tanto, ¡existen las condiciones para ir a la ofensiva y endurecer la huelga!

 

Notas:

[1] https://twitter.com/uaw/status/1702083943174897746?s=46&t=mFgbEYqVK6DgwUZHAht9eQ

[2] EEUU. La lucha de UPS y los límites del sindicalismo reformista


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