Los resultados de las municipales en Galicia han supuesto la expresión gallega del fin de ciclo político inaugurado en 2011 con el 15M en todo el Estado. El resultado del BNG, que aumenta sus apoyos en un 27,9%, contiene parcialmente la sangría de voto de izquierdas provocada por la caída del voto socialista y la debacle de las Mareas y Podemos, y ha evitado que la derecha se haga con las alcaldías de algunas ciudades destacadas, como Santiago de Compostela.
Con una participación media del 65,6%, solo dos puntos por debajo de las municipales de 2019, los resultados son contundentes: el PP sube 49.591 votos, hasta los 554.112 (38,45% del total) y pasa de 1.632 a 1.765 concejales; el PSdG, con 420.357 (29,17%), sufre una caída acusada de 76.022 papeletas y sus ediles se reducen de 1.181 a 1.010; el BNG avanza considerablemente, alcanzando 248.676 votos (17,25%), con 54.311 más y pasando de 456 a 590 concejales, lo que mitiga, en parte, los nefastos resultados del espacio a la izquierda de la socialdemocracia tradicional que representaban las Mareas y Podemos. Respecto a 2019, ese espacio pierde 35.641, nada menos que el 65% de su electorado en las siete principales ciudades.
Avance de la derecha y duro castigo al PSdG
El PP gallego continúa siendo hegemónico en el espacio de la derecha, más aún tras el colapso de Ciudadanos —que pierde sus 33 concejales, pasando de 45.000 votos a menos de 3.000— y pese a la subida de Vox, que duplica sus apoyos (21.000 papeletas, frente a las 9.000 de hace cuatro años). La ultraderecha obtiene un único concejal en toda Galicia, donde sigue siendo residual.
Así, el Partido Popular se mantiene como el partido más votado, aumenta cinco puntos, y amplía su apoyo no solo en el rural, su granero habitual, sino en las ciudades, donde concentra casi la mitad de su subida, siendo la fuerza más votada en 5 de las 7 principales ciudades (A Coruña, Compostela, Ferrol, Lugo y Pontevedra), y donde la abstención supera en general la media gallega; por ejemplo, en Ferrol hay casi 9 puntos menos de participación y en A Coruña prácticamente 7. El PP pasa de no tener ningún ayuntamiento a gobernar en Ferrol con mayoría absoluta, arrebatando la alcaldía al PSOE. En este avance consigue también el control de la Diputación de Pontevedra, hasta ahora en manos socialistas. Toda una advertencia para las elecciones generales.
El varapalo al PSdG es inapelable. Pierde el 15% de su electorado, cayendo 3,68 puntos porcentuales frente al 1,27 de media estatal, lo que implica que del total de votos perdidos en todo el Estado por el PSOE, casi la quinta parte se pierde en Galicia. Otro dato significativo es que el 60% de esta caída se concentra en las ciudades, donde hasta ahora gobernaba cuatro el PSdG en solitario (A Coruña, Ferrol, Santiago y Vigo) y una en bipartito con el BNG (Lugo).
Se ve con claridad la factura que pasa la nefasta experiencia del Gobierno central de coalición y sus políticas capitalistas, así como de los principales ayuntamientos gallegos que han sido incapaces de solucionar —ni siquiera contener— los problemas acuciantes para las familias obreras en materia de vivienda, precariedad laboral, sanidad…
Ascenso del BNG y colapso de las Mareas y Podemos
Un aspecto central en el análisis de estas elecciones es la considerable subida del BNG, que pese al contexto general de avance de la derecha y la extrema derecha y de colapso vivido a la izquierda del PSOE, permite que en global la izquierda gallega siga por delante de la derecha. BNG, PSdG y las Mareas suman 668.535 votos, 71.000 más que los 597.423 obtenidos por la derecha (PP, Democracia Orensana, Vox…). Si bien, la distancia entre ambos bloques se recorta en cien mil votos: en 2019 la diferencia a favor de la izquierda era de 173.175.
El BNG sube en todas las ciudades salvo en la única que gobernaba, Pontevedra, donde pierde dos concejales y, después de ocho años, deja de ser la primera fuerza en beneficio del PP, aunque mantendrá la alcaldía con el apoyo de PSdG. Aumenta cuatro puntos en Lugo; nueve en Ourense, donde más que duplica sus votos; tres en Ferrol; cinco en Vigo y seis en A Coruña, en ambas ciudades casi duplica sus apoyos. En esta última, el BNG es decisivo para evitar que el PP gobierne. Pero donde mejores resultados obtiene es en Santiago de Compostela, donde pasa de 2 a 6 concejales, incrementa su base electoral ¡14 puntos! siendo la fuerza de izquierdas más votada y arrebata la alcaldía al PSdG.
Pero ni siquiera estos resultados pueden compensar la debacle de las Mareas, que habiendo estallado en mil pedazos se han presentado divididas en localidades tan importantes como A Coruña. El saldo final es de 4 concejales en toda Galicia (frente a los 16 de 2019 y los 37 de 2015). Si ya en 2019 perdieron toda su representación en Pontevedra, Lugo y Ourense, ahora pasan de seis a cero concejales en A Coruña, donde llegaron a gobernar en 2015, y pierden los dos de Vigo. En Ferrol se quedan con dos de los tres que tenían, y pasan de cinco a dos en Santiago, precisamente las otras dos ciudades donde encabezaron los ayuntamientos del cambio de 2015 a 2019.
Las listas con la marca Podemos o las confluencias en las que al menos participaba algún miembro de la formación morada sacan 25.225 en total votos y 9 concejales, mientras que en los 17 ayuntamientos donde se presentaron solo con el nombre de Podemos obtienen 2.420 papeletas y se quedan sin representación.
Galicia y el tsunami del 15M
Galicia fue abanderada del cambio político tras el impacto de la recesión de 2008. En las autonómicas de 2012, la coalición AGE (Alternativa Galega de Esquerdas), donde se integraron Esquerda Unida, con Yolanda Díaz, y Anova, escisión del BNG encabezada por Xosé Manuel Beiras, irrumpía con 200.000 votos en el parlamento gallego y el 14% del electorado. En las europeas de 2014 rozó el 19% y Podemos entraba con un 8,34%, convirtiéndose en tercera y cuarta fuerzas políticas respectivamente, y superando al BNG. En las municipales de 2015 Galicia fue uno de los epicentros de los ayuntamientos del cambio: las Mareas se hicieron con las alcaldías de A Coruña, Ferrol y Compostela.
Ese mismo año, en las generales, la izquierda (En Marea, PSOE y BNG) conseguía mayoría absoluta de votos. No solo eso, la candidatura unitaria En Marea (que englobaba a Podemos, Izquierda Unida y Anova) obtenía los mejores resultados de la izquierda a la izquierda del PSOE desde el fin de la dictadura, 408.000 votos (25,04%), superando al PSOE. Poco después, las gallegas de 2016 arrojaron más resultados históricos, En Marea superó al PSOE alcanzando 14 diputados y se convertía en la primera fuerza de la izquierda.
Pero todas las oportunidades que la clase obrera gallega, con su acción y con su voto, dio a la izquierda parlamentaria para transformar su realidad fueron sistemáticamente frustradas y las consecuencias en el terreno electoral no tardaron en materializarse. En las municipales de 2019 se perdieron los tres ayuntamientos del cambio; las autonómicas de 2020 confirmaron el descalabro. Galicia en Común (heredera de En Marea) perdía sus 14 diputados y quedaba fuera del parlamento gallego, mientras que el BNG obtenía una subida extraordinaria, triplicando sus apoyos, convirtiéndose en la primera fuerza de la izquierda y expresando un voto de castigo por la izquierda ante el cretinismo parlamentario de Podemos, el abandono de la movilización, su renuncia a confrontar con la patronal, el IBEX 35 y su papel dentro del Gobierno de coalición con el PSOE.
Hay que retomar la lucha en las calles
Los resultados del 28M vienen a consolidar este análisis. Si tomamos como referencia los resultados de las municipales del cambio en 2015, el balance para las Mareas es el siguiente: de 86.617 votos pasan a 19.502, dejándose por el camino al 77% de su base electoral, de 37 concejales pasan a 4 y de tres alcaldías a cero[1]. Hace años, el BNG fue sepultado por las Mareas tras la frustrante experiencia para la clase obrera de su paso por el Gobierno bipartito con el PSOE entre 2005 y 2009. Hoy las Mareas desaparecen por la nefasta experiencia de su gestión al frente de ayuntamientos que prometieron cambiar todo y no cambiaron nada, y es el BNG quien rentabiliza su caída.
Pero ambas experiencias arrojan la misma conclusión: la colaboración de clases, el abandono de la movilización para convertirse en maquinarias electorales e institucionales ha sido duramente condenada en los hechos. La izquierda parlamentaria acaba retrocediendo, la derecha avanza electoral y socialmente, y la clase obrera es duramente golpeada.
Los resultados del BNG en Galicia, a un nivel inferior de lo que sucede en Euskal Herria con el voto a Bildu, expresan la movilización de un sector del voto de izquierdas por su vínculo con las luchas sociales y obreras, en este caso a través de la CIG, que está presente y dirige en el día a día muchos de esos conflictos, como el de las trabajadoras de Inditex en A Coruña. La lucha en las calles empuja el voto a la izquierda. Su abandono pasa factura.
Para el 23 de julio la conclusión es clara, no basta solo con votar, hay que impulsar la lucha en la calle, la organización desde abajo y armar a ese movimiento con un programa revolucionario que confronte con los poderosos y aspire a la transformación de la sociedad. Hay que mandar al cuerno aquellos “sesudos” análisis que contraponen y priorizan la participación en las instituciones a la lucha obrera, que solo aspiran a “gestionar” el capitalismo desde las instituciones y que todo siga igual. Para derrotar a la reacción hay que ir a la raíz del problema, y romper con la lógica capitalista. Queremos construir una izquierda revolucionaria para fortalecer a nuestra clase de la única forma posible, en cada lucha, en cada huelga, en la movilización.
[1] Resultado de comparar los resultados de las confluencias que concurrieron este 28M (Podemos-Marea de Vigo, Compostela Aberta, Ferrol en Común y Marea Atlántica en A Coruña), con la suma de Marea Pontevedra, Lugo Novo, Ourense en Común, Marea Vigo, Compostela Aberta, Ferrol en Común y Marea Coruña en 2015.