Los resultados electorales en Asturias coinciden con la tónica general del resto del Estado. Es decir: cierta recuperación del voto del PP respecto al 20D (en torno al 10%), en buena medida a costa de Ciudadanos; el declive del PSOE, que, aunque aquí detiene su sangría, no recupera apoyos sustanciales y; por último, la brutal pérdida de votos de la coalición Unidos Podemos. La participación ha sido del 68,19%, 3 puntos porcentuales menos que en el 20D, y casi dos puntos por debajo de la media nacional (69,8%).

A nivel autonómico el PP ganaría las elecciones con un 35% de los votos y 3 escaños, el PSOE sería segundo con el 24,8% y 2 escaños y Unidos Podemos tercera fuerza con el 23,78% y otros 2 escaños. Ciudadanos se queda con uno y el 12,6%. Si bien en cuanto a número de escaños, el resultado continúa siendo el mismo que en diciembre, no cabe duda que a nivel del voto se ha producido un cambio sustancial que es necesario analizar detenidamente, para intentar dilucidar sus causas y, más importante aún, las claves para revertir esta situación.

PP PSOE UNIDOS POD CIUDADANOS Absten.
2016 2015 2016 2015 2016 2015 2016 2015
ASTURIAS 207.811 187.588 146.336 145.113 140.058 185.567 74.370 84.464 -3 puntos
Diferencia +20.223 +1.223 -45.509 -10.094
OVIEDO 50.887 45.788 24.714 23.083 25.227 33.737 19.302 22.624 -2,8 puntos
GIJON 51.127 45.797 37.722 36.277 40.800 52.693 22.309 25.437 -3,4 puntos
AVILES 15.145 13.714 11.357 11.009 12.252 15.817 5.532 6.271 -3,5 puntos
LANGREO 5.571 4.941 6.309 6.172 7.385 9.612 1.930 2.149 -4,0 puntos
MIERES 5.678 5.249 6.350 6.176 7.747 10.043 1.936 1.972 -4,0 puntos

 

* Para los datos de 2015 hemos sumado el resultado de Podemos e IU

* El porcentaje de abstención es el aumento de ésta en relación al 20D

Si en las elecciones de diciembre, la suma de Podemos e IU les ponía por delante, no sólo del PSOE, sino también del PP, el 26J Asturias fue una de las comunidades que más acusó el descenso de votos de Unidos Podemos: 45.000, una pérdida del electorado del 23% frente al 17% de media estatal, pasando del 29,78% de los votos en diciembre al 23,78%, seis puntos menos. De hecho, aunque Unidos Podemos continúa estando por delante del PSOE en las principales ciudades, la distancia se ha reducido sensiblemente, no tanto por la recuperación del PSOE, como por el desplome de Unidos Podemos. Incluso en las dos únicas poblaciones relevantes en las que UP ha conseguido revalidar su victoria, las comarcas mineras de Mieres y Langreo, lo ha hecho perdiendo varios miles de votos. Los resultados de UP son similares en toda Asturias, incluido Oviedo, donde gobiernan en un tripartito con el PSOE e IU, lo que indica que la gente no ha percibido tampoco cambios sustanciales en el gobierno municipal respecto al pasado.

En cuanto al PP, que obtiene 207.811, gana 20.000 votos, de ellos 10.000 vienen de los perdidos por Ciudadanos que se queda con 74.370. Tomado en conjunto, el voto de la derecha habría aumentado en Asturias en unos 10.000, mientras que UP pierde 45.000. Como se puede ver en la tabla de arriba, los votos que pierde Unidos Podemos no son rentabilizados por el PSOE, que recupera poco más de 1.000 respecto al 20D. Sin negar que unos pocos miles, procedentes sobre todo de capas medias, hayan “regresado” al PSOE, es indudable que la inmensa mayoría se ha ido, aquí también, a la abstención. Los factores de fondo son los mismos que en el resto del Estado: la ausencia casi total de movilizaciones durante todo un periodo, la renuncia a luchar en la calle para agrupar a la mayoría de la sociedad en torno a los sectores más combativos, el parlamentarismo entendido no como una parte más de la lucha general, sino como la alternativa a ésta…

Paradójicamente, Podemos, que demostró con la marcha del cambio del 31 enero de 2015 su capacidad para romper esta tendencia impuesta por las direcciones sindicales, optó por abandonar la calle para acabar absorbida por la actividad institucional. De esta manera contribuyó a alimentar aún más la desmovilización, algo que ahora ha sido clave en su retroceso electoral. La separación artificial de la lucha social y sindical de la política y electoral, sólo beneficia a la derecha y a la socialdemocracia, como ha quedado de relieve en estas elecciones.

Qué duda cabe que allí donde se pierde la iniciativa en la calle, afloran los prejuicios, la incertidumbre y las dudas, y en ese clima, la estrategia del miedo del PP ha cosechado sus frutos. Movilizando por un lado, no sólo a su base social más directa, sino a elementos atrasados de las capas medias, y recuperando una parte de la abstención.

Frente a esta movilización masiva de la derecha, muchos trabajadores y jóvenes que votaron a la izquierda hace tan sólo unos meses en esta ocasión se han quedado en casa. Por supuesto, no compartimos la teoría de los enemigos de la confluencia, que los hubo, tanto en las filas del aparato de IU como en el de Podemos, que pretenden arrimar el agua a su molino esgrimiendo una supuesta “incompatibilidad” entre los votantes de ambas formaciones. No y mil veces no. La confluencia ha sido exigida clamorosamente por la inmensa mayoría de los trabajadores y jóvenes de este país, y la formación de la coalición despertó un entusiasmo como hacía mucho que no se veía. Aunque el resultado no hay sido bueno, equivocar las causas de este retroceso sería mucho más peligroso aún.

En este clima de paz social y ausencia de movilizaciones generales, deliberadamente impuesto por las direcciones sindicales, y aceptada de mejor o peor grado por los dirigentes de las organizaciones de la izquierda, Unidos Podemos ha hecho una campaña vacilante, confusa, y muy superficial, renunciando a movilizar el voto obrero en los barrios de forma sistemática, y centrando toda su actividad en tratar de arrancar al PSOE el voto más moderado. A la vista de los resultados, se ha conseguido lo contrario.

Sin embargo, en el mitin central de campaña en Gijón, el discurso mucho más combativo y de clase de Garzón conectó con las miles de personas que abarrotaban la plaza del Ayuntamiento, desatando el entusiasmo y la confianza en la victoria. Pero para enfrentarnos a la crisis capitalista no es suficiente con esgrimir un lenguaje radical en los mítines. Es necesario que éste se sustente en un programa político igualmente radical que dé respuestas a las necesidades sociales. Y que este programa sea la expresión de una estrategia más amplia, basada en la movilización, para conquistar la mayoría no sólo en las urnas, sino también en las calles.

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