La guerra entre Ayuso y Casado se cierra con un giro aún más reaccionario en el PP
La avalancha de alabanzas al supuesto carácter moderado y centrista de Feijóo que los medios de comunicación, con El País a la cabeza, han difundido en estas últimas semanas ha sido desmentida por los hechos.
Feijóo no ha sido aún nombrado formalmente nuevo presidente del PP, pero ya ha puesto su sello en la política de su partido avalando un acuerdo de gobierno con Vox en Castilla y León que permitirá al partido de Abascal entrar por primera vez en un Gobierno, con una vicepresidencia y tres consejerías, además de otorgarle la presidencia de las Cortes y un puesto más en la mesa de esa institución.
Además, el programa de gobierno de coalición PP-Vox, recoge plenamente demandas extremadamente reaccionarias de Vox en tres cuestiones de primera importancia: la negación de la violencia contra las mujeres, una educación “libre de adoctrinamiento ideológico”, es decir, el famoso pin parental, y una política xenófoba y racista contra la inmigración y los refugiados.
Castilla y León, avanzadilla de la ofensiva reaccionaria que Feijóo pretende liderar
PP y Vox han acordado aprobar una nueva ley de “violencia intrafamiliar”, que busca negar la existencia de la violencia machista y un tratamiento benevolente hacia los maltratadores de mujeres. Gracias a este acuerdo con el PP, incluso las limitadísimas medidas legales aprobadas para intentar atajar el grave problema de la violencia machista van a ser eliminadas en Castilla y León. Un aviso muy serio de lo que pueden esperar las mujeres si el PP llegase al gobierno del Estado.
En cuanto a las políticas de inmigración y refugiados, el PP acepta las posiciones abiertamente racistas de Vox, planteando una “inmigración ordenada” para que el Gobierno de Castilla y León colabore, “con la Policía en la identificación de inmigrantes ilegales para que puedan ser expulsados”, tal y como señaló el futuro vicepresidente de Vox Juan García-Gallardo. La dureza que utiliza el Gobierno de Pedro Sánchez contra los inmigrantes y los refugiados, responsable de un número incontable de muertes, le parece poco a Vox y al PP y quieren endurecerla aún más. El racismo ultraderechista de Vox llega al fin a un Gobierno autonómico precisamente de la mano de Feijóo, el dirigente supuestamente moderado que iba a dar un impulso hacia el centro al PP.
Por otro lado, las referencias en el acuerdo a una educación “libre de adoctrinamiento ideológico” y al “derecho inalienable de los padres a decidir la educación de sus hijos”, retoman, el famoso pin parental de cara a evitar que pueda educarse contra el machismo, la LGTBIfobia, el racismo o la xenofobia. Muy en línea con la homofobia manifestada por el futuro vicepresidente de Vox.
En nuestra declaración del pasado 25 de febrero planteábamos que “parece claro, basándonos en los hechos tozudos, que el giro a la extrema derecha de uno de los partidos fundamentales de la burguesía española se va a consolidar”. Este acuerdo con Vox así lo ratifica.
La fractura interna en el PP, que se manifestó en el choque entre Casado y Ayuso, expresó una tendencia de fondo mucho más profunda: la presión de un sector mayoritario del partido y de su base social, apoyado por parte de organizaciones patronales, que exigen un ataque frontal a los derechos de la clase trabajadora y el aplastamiento de todos aquellos que con sus movilizaciones en los últimos años han desafiado el orden establecido. Esta presión se manifestó no solo internamente, sino con un trasvase masivo de votos a Vox, a quién las encuestas de los últimos días presentaban como un serio candidato a la hegemonía en el ámbito de la derecha.
En un intento de frenar el avance de Vox y asegurar su primacía en la derecha, el PP ha puesto todas sus esperanzas en Alberto Núñez Feijóo que, con el acuerdo con Vox, ha empezado a dar sus primeros pasos en esa dirección.
El giro reaccionario del PP no impedirá los “pactos de Estado” con el PSOE
La campaña de promoción de Feijóo desde los medios de comunicación de la clase dominante ha recalcado con insistencia su posición abierta a pactos de Estado con el PSOE, contraponiéndola a la posición más rígida de Pablo Casado.
Aunque es cierto que la indecisión y la torpeza de Casado ante los dilemas a los que se enfrentaba el PP, junto con su indisimulado miedo a ser desbancado por Vox, le llevó al bloqueo de cuestiones como la renovación del Consejo General del Poder Judicial o al voto en contra en temas clave para la burguesía, como el plan de ayudas económicas europeas o la reforma laboral de Yolanda Díaz, no debemos olvidar que Casado sí que llegó a pactos con el Gobierno de Sánchez, por ejemplo para la renovación del Tribunal Constitucional o el Tribunal de Cuentas, y además votó a favor de una buena parte de las propuestas de ley y decretos-ley del Gobierno.
Nada indica que Feijóo vaya a modificar esa política. Todo lo contrario. La guerra de Ucrania y el brusco empeoramiento de la situación económica, con una inflación desbocada y un déficit público que el Gobierno intentará rebajar mediante nuevos recortes del gasto social, van a requerir que los dos partidos del sistema, PSOE y PP, unan sus fuerzas para proteger los intereses de la clase dominante.
Afianzándose frente a Vox, aunque sea a costa de asumir sus posiciones más extremistas, Feijóo pretende estar en mejor posición que Casado o que Ayuso para cerrar acuerdos con el PSOE en todos aquellos temas en lo que intereses vitales del capitalismo español estén en juego. El giro reaccionario del PP en Castilla y León en modo alguno niega la posibilidad de un acercamiento entre PP y PSOE. Sin embargo, como ya ocurrió con Casado, esta política no estará exenta de problemas para Feijóo, que seguirá sufriendo la presión, por un lado de su base electoral cada vez más a la derecha, y por otro de los sectores del gran capital que hoy consideran que un entendimiento entre PP y PSOE es el marco más deseable para seguir haciendo negocios. Otra dificultad con la que se puede encontrar Feijóo es que con su giro reaccionario podría estimular una respuesta de la clase trabajadora y la juventud que no entra en sus planes.
A lo que estamos asistiendo es a un reajuste en el PP que, después de un sinnúmero de fracasos electorales, recupera las esencias reaccionarias y franquistas representadas por el fundador del partido, Manuel Fraga Iribarne, el ministro de Franco conocido por su responsabilidad directa en la cruel represión de la Dictadura y en el asesinato de cinco trabajadores en Vitoria en marzo de 1976.
Recortes de gasto social y corrupción marcan la gestión de Feijóo en la Xunta
Los medios de comunicación que tantas loas entonan a mayor gloria de Feijóo pasan de puntillas cuando se trata de informar sobre el desastre de su gestión al frente de la Xunta de Galicia. Feijóo ha impuesto políticas antisociales, que han degradado profundamente los servicios públicos, al tiempo que mantenía y reforzaba las tradicionales redes caciquiles, clientelares y corruptas asociadas al PP desde el mismo día de su fundación, algo que no debería extrañar en un amigo íntimo de uno de los mayores narcotraficantes gallegos.
Desde que Feijóo ganó por primera vez las elecciones gallegas en 2009 hasta hoy, el gasto sanitario real ha caído en un 2%. La consecuencia ha sido el cierre de una de cada 10 camas de hospital, el recorte del presupuesto de la atención primaria en un 20% y el crecimiento de las listas de espera quirúrgicas en más de un 17%. Un deterioro acompañado, al igual que ha ocurrido en la Comunidad de Madrid, de un aumento de las privatizaciones sanitarias, gracias a las que se están lucrando empresas como Quirón o HM Hospitales.
Algo similar ha ocurrido en el terreno educativo. Desde que Feijóo es su presidente, la Xunta ha cerrado 138 centros públicos de enseñanza, más de uno de cada diez de los que existían previamente, y ha reducido el presupuesto de educación en 113 millones de euros, un 4%.
Para el próximo curso 2022-23 los recortes van a continuar con la desaparición de otras 109 aulas de infantil, primaria y educación especial y la destrucción de casi 900 puestos de trabajo de docentes. Además, Feijóo ha eliminado la gratuidad de los libros escolares.
Los recortes en educación pública han permitido a Feijóo regar con una lluvia de millones a los empresarios de la enseñanza privada. Bajo su mandato el gasto en educación concertada se incrementó en un 98%, que asciende al 188% en el caso de la educación infantil concertada.
También ha crecido espectacularmente, más de un 30%, el gasto en inútiles campañas de normalización lingüística contratadas con empresas privadas, mientras que la inversión pública en fomento del idioma gallego cae un 23%. Este recorte del gasto, unido a los obstáculos que ha impuesto a la enseñanza en gallego, está llevando a este idioma a una situación desesperada. Actualmente, un 44% de los niños y jóvenes no usa nunca el gallego, un porcentaje inédito hasta ahora y que anuncia que el PP avanza en su objetivo de destruir este idioma.
Las privatizaciones en educación y sanidad son solo una parte de una política general de utilización de los recursos públicos para beneficiar sin límites a la empresa privada, un terreno en el que Feijóo es un auténtico experto, desde que, en 2001, como director general y después presidente de Correos y Telégrafos pusiera en marcha el desmantelamiento de este organismo público a favor de las empresas privadas de mensajería y paquetería.
Tras la crisis de 2008 Feijóo promovió la privatización de las dos cajas de ahorro gallegas, Caixa Galicia y Caixanova, en una operación que costó al erario público más de 8.000 millones de euros y que facilitó un jugoso negocio al banquero venezolano Juan Carlos Escotet, que desde entonces se ha convertido en beneficiario de subvenciones y acuerdos de la Xunta. Los últimos la concesión de una subvención de 3 millones de euros para que Escotet pueda sustituir oficinas bancarias por cajeros automáticos, y la licencia para que su hermano pueda abrir una universidad privada en Galicia contra el criterio de los representantes de las universidades públicas.
Operaciones similares, que han implicado el desvío de ingentes cantidades de dinero público hacia los bolsillos de algunos privilegiados, se han producido también en torno a la venta de los astilleros Barreras a Petróleos Mexicanos (Pemex), anunciada a bombo y platillo por el propio Feijóo, y a la fraudulenta gestión de Pescanova, una de las insignias de la industria gallega.
Por supuesto, las políticas privatizadoras de Feijóo han ido de la mano de la corrupción más desatada. Cuando en 2013 salieron a la luz las escandalosas fotos de Feijóo disfrutando del yate del narcotraficante Marcial Dorado, muchos recordaron que la relación entre ambos venía de lejos, concretamente desde los años 90, cuando la Consellería de Sanidad, en la que Feijóo desempeñaba en aquel entonces un alto cargo, contrató con Dorado el suministro de combustible para la calefacción de los hospitales y las ambulancias del Servizo Galego de Saúde a través de la empresa que utilizaba Dorado como tapadera del tráfico de cocaína.
Al igual que ha hecho Ayuso con su hermano, Feijóo también se preocupa de que su familia haga buenos negocios a cuenta de las adjudicaciones públicas. Su hermana Micaela, directiva de la empresa Eulen, se ha beneficiado de cuantiosos contratos con un importe medio anual de 2,86 millones de euros. No es de extrañar, por tanto, que Feijóo fuera desde el primer momento uno de los más firmes defensores de Ayuso frente a las acusaciones de corrupción de Casado.
Esta trayectoria anticipa nítidamente lo que ocurrirá en caso de que Feijóo llegue a la presidencia del Gobierno, acompañado o no por Santiago Abascal. La política del Ejecutivo del PSOE y UP, junto con la parálisis de CCOO y UGT, han preparado el terreno para el giro reaccionario del PP y el ascenso de un individuo tan despreciable como Feijóo. Es urgente levantar cuanto antes una izquierda combativa, que se apoye en la fuerza de la clase trabajadora, de la juventud y del movimiento de las mujeres, cuya extraordinaria fuerza se demostró de nuevo este 8 de marzo, para dar la batalla a la reacción y al sistema capitalista que la impulsa.