Frente a la represión del aparato del Estado, la criminalización de nuestras luchas y los ataques a la clase trabajadora ¡Hay que volver a tomar las calles!
Este año se cumple el 45 aniversario de la matanza del 3 de marzo de 1976. Cinco trabajadores fueron asesinados y cientos heridos, muchos de bala en “la paliza más grande de la historia”, según relató la propia policía franquista. La justicia española jamás persiguió a los responsables de aquella matanza, Manuel Fraga Iribarne, fundador de Alianza Popular refundada posteriormente como Partido Popular, y Martín Villa. La policía disparó más de 2.000 balas contra trabajadores y trabajadoras desarmados que intentaban reunirse libremente en una asamblea organizada en la Iglesia de San Francisco de Vitoria-Gasteiz para valorar el alcance de una huelga general por la readmisión de todos los despedidos que se estaba llevando a cabo ese día y que paralizó absolutamente toda la ciudad.
Desde los medios y las instituciones se miente descaradamente al contar 45 años más tarde que “la democracia” la hicieron posible el Rey, Suárez, el mismo Fraga y los “padres” de la Constitución. La realidad fue muy diferente. Las leyes de la dictadura prohibían y perseguían mediante una feroz represión, cárcel, asesinatos y tortura el derecho de reunión, manifestación y la organización en partidos y sindicatos de clase. Estos derechos fueron conquistados en la calle, duramente por la clase trabajadora en todo el Estado. Solo desafiando las leyes del régimen franquista se logró acabar con los límites a los derechos democráticos que imponía la dictadura.
Hoy, vivimos bajo el mismo sistema capitalista y el mismo aparato de Estado heredado del franquismo. Con palabras sobre la democracia y las garantías del Estado de derecho se trata de camuflar la ofensiva contra los derechos conquistados entonces: la ley mordaza, la prohibición de las manifestaciones feministas del 8M, el encarcelamiento de raperos como Pablo Hasél o los jóvenes de Altsasu son solo algunos ejemplos.
Igual que ocurría en marzo del 76, ahora la crisis económica y la falta de alternativas bajo este sistema para la clase trabajadora y la juventud empujan inevitablemente a explosiones sociales. Inspirándonos en los que lucharon antes que nosotros y aprendiendo de su experiencia es como lograremos alcanzar plenamente los derechos democráticos y sociales; un empleo digno para todas las personas, una sanidad y educación públicas de calidad, viviendas dignas para todas las personas, energía accesible y acabar con las desigualdades sociales: mediante la organización, la movilización y la lucha.
Ayer y hoy, la crisis del capitalismo impulsa la necesidad de organizarnos y luchar
La lucha de clases en el Estado español se vio impulsada por lo que se llamó la gran crisis del petróleo que puso fin a décadas de crecimiento económico tras la Segunda Guerra Mundial. La crisis a escala global frenó la salida de emigrantes, que aliviaba el desempleo y sostenía la economía en las regiones más deprimidas y menos industrializadas del Estado. El pan subió un 17% de la noche a la mañana e igualmente lo hicieron otros productos básicos, empobreciendo aún más a una clase trabajadora sobreexplotada bajo la dictadura.
El Rey Juan Carlos se estrenó en su cargo presidiendo el Consejo de Ministros una semana antes de la muerte de Franco, el 20N. Concretamente el 14 de noviembre de 1975, cuando el Gobierno español firmó el decreto de congelación salarial que cargaba todo el peso de la crisis sobre las espaldas de la clase trabajadora.
En las semanas posteriores a dicha firma se produjo una auténtica rebelión social. Las minas asturianas estaban en huelga, al igual que 150.000 trabajadores y trabajadoras de todos los sectores en Madrid en el mes de diciembre. Los trabajadores de Vitoria-Gasteiz se echaron a la calle desde las primeras semanas de 1976. Hasta 30 fábricas salieron a la huelga. La burguesía vasca organizada en el PNV, que no había hecho nada en 40 años contra el régimen franquista y que ahora reivindica hipócritamente la memoria del 3 de marzo, estuvo en la barricada de la patronal con el régimen y las fuerzas represivas. No estaban dispuestos a renunciar ni a un céntimo de sus beneficios. En eso no ha cambiado nada, como vemos hoy con los ejemplos de Tubacex, PCB en Barakaldo, Alestis o Aernnova: fábricas en lucha brutalmente reprimidas por la Ertzantza a las órdenes de esa misma burguesía con el apoyo del PSE-PSOE.
El movimiento de 1976 se levantó con aquella fuerza gracias a las asambleas de fábrica que se celebraban diariamente por toda la ciudad mientras duró la huelga. Estas asambleas desafiaban completamente la prohibición del derecho de reunión bajo el franquismo y eran fuertemente vigiladas por la policía. Hubo dos huelgas generales convocadas antes del 3 de marzo, la del 16 de febrero donde se logró que una semana después saliesen todos los detenidos a la calle y la del 3 de febrero con escaso seguimiento pero donde se sacó la lección de llevar a cabo un trabajo mucho más intenso de divulgación de la huelga. De esta forma la huelga general del 3 de marzo se preparó concienzudamente organizando asambleas conjuntas en todos los barrios obreros donde además de llamar a la huelga y las manifestaciones se recogió dinero y alimentos para la caja de resistencia.
La experiencia más importante que se extrajo de estas luchas fue que la fuerza tan poderosa que se desató fue capaz de poner en jaque al régimen gracias a la unidad y la organización del movimiento obrero y su conciencia de clase. Ya en 1974 los trabajadores de Vitoria-Gasteiz organizaron la Coordinadora Obrera de Vitoria (COV), que agrupaba a activistas de diferentes fábricas y la mayoría de las organizaciones políticas en la clandestinidad. La COV se refundó en las Comisiones Representativas nada más iniciarse la oleada de huelgas en enero de 1976.
Estas comisiones, formadas por trabajadoras y trabajadores de empresas en lucha que habían sido elegidas directamente en las asambleas de fábrica, unificaron las plataformas reivindicativas, coordinaron las asambleas y acciones en fábricas y barrios obreros, organizaron cajas de resistencia y se convirtieron en un auténtico órgano de poder obrero que la burguesía trató de aplastar a través de las balas.
El mejor homenaje a los que lucharon: construir una alternativa revolucionaria para transformar la sociedad
La crisis del 73 tuvo consecuencias extraordinarias: levantamientos y revoluciones, luchas que acabaron con la dictadura de Franco, la de los Coroneles en Grecia y la dictadura de Salazar en Portugal.
La crisis actual del capitalismo tiene unas dimensiones muchísimo mayores que la de 1973. Hoy, de nuevo, vivimos una gran ofensiva utilizando la excusa de la crisis para despedir, precarizar y empobrecer a los trabajadores y trabajadoras en defensa de sus beneficios.
A través de la lucha es como el movimiento obrero aprende y extiende su conciencia de clase. Por eso es tan importante recoger las lecciones del pasado. La necesidad de la organización, la unificación de las luchas y un programa revolucionario con el que lograr nuestras reivindicaciones son aspectos claves en la situación actual.
Las luchas aisladas como hemos visto en Alestis y Aernnova están condenadas al fracaso a pesar del enorme esfuerzo de las trabajadoras y trabajadores en lucha. Pero esto es solo el principio y la determinación y fuerza de sus plantillas, y sus experiencias son muy valiosas para darle la vuelta a esta situación. En Vitoria-Gasteiz 50 comités de empresa y colectivos en lucha como Aernnova, Alestis, Burulan, Laminaciones Arregi… salieron a la calle el 30 de enero, rememorando la huelga general en 2020, en una gran manifestación que agrupó a 7.000 personas y preparan nuevas movilizaciones buscando el apoyo de ELA, el sindicato más fuerte en Comunidad Autónoma Vasca, y del conjunto de la clase trabajadora. ¡Ese es el camino!
Acabar con el capitalismo, construir una sociedad socialista requiere la participación consciente y activa del conjunto de la clase trabajadora que somos los que movemos las palancas de la sociedad. Sin el permiso de la clase trabajadora nada funciona.
Este 3 de marzo se da en el inicio de un nuevo auge de la lucha de clases. Con una importante experiencia acumulada del periodo anterior. Aprendiendo las lecciones de la historia, impulsando la izquierda revolucionaria, la clase trabajadora tenemos en nuestras manos todas las herramientas para transformar la sociedad.