Las masivas protestas de noviembre pasado tras la muerte de Mouhcine Fikri, vendedor ambulante de pescado, en un oscuro suceso con implicación policial, se han convertido en un movimiento popular (Hirak Chaabi) profundo, cada vez más organizado, y con reivindicaciones sociales, políticas y de identidad cultural. Se trata del mayor levantamiento social desde 2011, al calor de la primavera árabe.
Las masivas protestas de noviembre pasado tras la muerte de Mouhcine Fikri, vendedor ambulante de pescado, en un oscuro suceso con implicación policial, se han convertido en un movimiento popular (Hirak Chaabi) profundo, cada vez más organizado, y con reivindicaciones sociales, políticas y de identidad cultural. Se trata del mayor levantamiento social desde 2011, al calor de la primavera árabe. Y, aunque la lucha se concentra especialmente en el Rif norteño, territorio de mayoría bereber y una orgullosa historia de rebelión, ha demostrado tener el potencial para extenderse a todo Marruecos.
El epicentro del terremoto social es Taghzut, la ciudad conocida aquí como Alhucemas, y escenario del crimen cometido con Fikri. Esta ciudad, sometida a control militar desde hace 60 años, está más que nunca asfixiada por todo tipo de efectivos militares y policiales. Se ha establecido un campamento militar para los soldados provenientes de todo el país y los habitantes sufren controles, abusos, o redadas en sus casas, como en Palestina o cualquier zona ocupada del mundo.
El movimiento, encabezado por un Comité de Dirección, se ha dotado de reivindicaciones claras y muy sentidas. La primera, la liberación de los presos políticos (ha habido centenares de arrestados, siendo 86 los pendientes de juicio). También, por supuesto, una investigación seria de la muerte de Fikri, y de las sospechosas muertes de manifestantes en 2011. Denuncian el bloqueo económico al que está sometido el Rif, y la corrupción de mafias vinculadas al Majzén (la camarilla real) que oprimen a pescadores y agricultores. Exigen inversiones para la creación de institutos, una universidad, biblioteca o teatro públicos… También demandan cesar la represión contra los pequeños productores de hachís, acabar con la precariedad del trabajo de los pescadores, la paralización de las confiscaciones de tierras por supuestos “intereses públicos” y la utilización oficial del tamazight (el idioma bereber mayoritario en el Rif). Muy importante también es la reivindicación de un hospital oncológico, clave en una zona que tiene el doble de casos de cáncer que la media, debido al uso masivo de gas mostaza y otras armas químicas por parte del colonialismo español.
Potencial de extensión a todo Marruecos
El levantamiento tuvo un punto de inflexión el 29 de mayo. El desempleado Nasser Zefzafi, que se ha convertido en un referente del movimiento, fue detenido y acusado de perturbar el desarrollo de la oración de los viernes, en la mezquita. Nasser se había atrevido a cortar la palabra al imán, denunciando su sermón, que era pura propaganda al servicio del Majzén y criminalizaba la lucha.
Muchos de los activistas ya habían sido detenidos, y con Nasser entre rejas la camarilla dominante pretendía haber descabezado el Hirak. Sin embargo, la represión provocó el efecto contrario al deseado. La liberación de Nasser —conocido ya como el Guevara del Rif— y del resto de presos políticos se convirtió en bandera para los oprimidos de Marruecos, traspasando las fronteras imaginarias del norte rifeño. El 11 de junio se realizó en Rabat, la capital marroquí, una manifestación de cientos de miles de personas, la mayor desde 2011. También hubo manifestaciones en Casablanca, Marrakech, Tánger, Tetuán… Las bases para la extensión de la lucha están dadas. La pobreza, la hogra (el desprecio y la arbitrariedad que la camarilla del poder aplica a la mayoría), el abuso de las mafias económicas vinculadas al Majzén, el hostigamiento policial, la falta de inversiones más allá de grandes obras vinculadas a intereses de una pequeña minoría… son problemas que afectan a todo el país. En febrero y mayo del año pasado hubo dos huelgas generales, y a finales de 2016 se destapó el caso de los “servidores del Estado”, que implica a un largo número de altos funcionarios que compraban terrenos del Estado al 10% de su valor…
La detención de Nasser no ha descabezado el movimiento. Rápidamente, se puso al frente el sector más oprimido: las mujeres. Empezando por Nawal ben Aissa, de 36 años y madre de tres hijos, que dirige ahora la lucha. Decenas de mujeres se encuentran en primera línea, ocupando en muchos casos el papel dejado por sus maridos o familiares detenidos. Un aspecto que no puede pasar desapercibido: el protagonismo de la mujer oprimida es síntoma inequívoco de la profundidad de la crisis social y de la cercanía de la revolución, independientemente de cómo se desarrolle este heroico levantamiento.
La reacción quiere aislar la lucha
En estos momentos el Hirak está en un momento decisivo. Está organizando una gran manifestación en Taghzut para el 20 de julio (aniversario de la victoria de los rifeños en 1921 sobre los colonialistas españoles en Annual, que permitió la creación de la República del Rif). Por su parte, el régimen está organizando todos sus recursos para ese mismo día, contraprogramando una “gran marcha de amor por nuestro país y nuestro rey”, para “demostrar que Marruecos es sólo uno”. Es evidente que el poder pretende movilizar a los sectores más atrasados para echarlos encima del levantamiento y aislarlo.
Casi desde el principio, el régimen ha intentado calumniar la lucha, acusándola de separatista e incluso de querer crear un Estado yihadista (ya se sabe, un espantajo muy recurrente). A principios de mayo los seis partidos del Gobierno firmaron un comunicado intentando criminalizar el movimiento y aislarlo, con argumentos como éstos, pero les salió mal: provocaron, el 18 de mayo, la mayor movilización en el Rif hasta entonces, y obligaron a una delegación de seis ministros a viajar hasta Taghzut para pedir disculpas y escuchar a los manifestantes… Un poco de zanahoria entre tanto palo, y ningún efecto calmante ni de la una ni de lo otro.
Pero es evidente que ésa es la baza principal de la dictadura burguesa de Mohamed VI y su camarilla. Presentar la unidad del país como amenazada, y movilizar todos los medios de comunicación, clérigos y fuerzas policiales, al servicio de acarrear a las masas más sumisas o atrasadas. Más que nunca, aprovechar todo el potencial de la extensión de la lucha por todo Marruecos es clave. Hay que luchar por todos los medios contra el aislamiento, el confinamiento de la movilización al Rif. Cada activista, cada oprimido con conciencia, en todo el país, debe ser un altavoz de la lucha. Un llamamiento de la dirección del Hirak a los pobres, a los campesinos, trabajadores y jóvenes marroquíes, independientemente de su etnia o cultura, para luchar unidos contra el mismo régimen político y el mismo sistema capitalista que les oprime, tendría un efecto poderoso. En particular, un llamamiento a formar comités de lucha en cada barrio, en cada fábrica, en cada universidad, a realizar manifestaciones el 20 de julio en cada localidad, y a organizar una huelga general contra la represión, en solidaridad con el Rif, con reivindicaciones muy concretas a nivel económico y social, y con un objetivo muy claro: “¡Abajo el Majzén!”. Que caiga el dictador y su camarilla y el sistema capitalista que se esconde tras ellos.