Victoria histórica de la derecha", "punto de inflexión en la democracia chilena", expresiones como estas han servido para resumir el balance de las últimas elecciones en Chile, que han dado la presidencia del país a Sebastián Piñera -una especie de Berlusconi a la chilena, uno de los capitalistas más ricos de Chile, propietario de medios de comunicación y vinculado a la ultraderecha pinochetista-. Estos titulares de los medios de comunicación de la burguesía, y seguidos por no pocos desde la "izquierda", tienen una consecuencia lógica: concluir que ha habido un giro a la derecha. A poco que se rasque la superficie se puede ver que esto tiene poco que ver con la realidad.
En primer lugar, en la segunda y definitiva vuelta de estas elecciones se daba una peculiaridad que dificultaba una posible victoria de la izquierda, y era... que no había candidato de la izquierda. Piñera se enfrentaba a Eduardo Frei, del Partido Demócrata Cristiano, que fue presidente del país entre 1994 y 2000. ¿Cómo se ha llegado a esta situación? Veinte años de experiencia de la Concertación lo explican.
La experiencia de la Concertación
La Concertación es un frente electoral de varios partidos (fundamentalmente la democracia cristiana y el socialista) que tiene su origen en el plebiscito de 1988 sobre la permanencia de Pinochet en el cargo. Tras el fin de la dictadura, la burguesía intentó con la Concertación cerrar el paso a frentes de izquierdas que pudieran inspirarse en la Unidad Popular de Allende (entre PSCh y PCCh). Para ello contó con la inestimable ayuda del ala más derechista que dirige el Partido Socialista. Este modelo, una coalición absolutamente contra natura entre derecha e izquierda, se ha mantenido durante más de veinte años, ganando todos los procesos electorales hasta las municipales de 2008.
El apoyo de las masas a la Concertación en sus inicios era lógico: era vista como un primer paso frente a la dictadura. Después ya llegarían mejoras en las condiciones de vida, los derechos democráticos y el castigo a los responsables de la represión bajo Pinochet. Si bien es cierto que la economía chilena ha crecido y ha habido mejoras en las condiciones de vida de los trabajadores y las masas en general en Chile, no es menos cierto que las expectativas de cambio a la caída de la dictadura poco tenían que ver con los resultados que finalmente ha habido. De hecho, períodos como el gobierno de Frei se recuerdan sobre todo por la ola de privatizaciones.
La elección de Bachelet (PSCh) en 2006 volvió a generar expectativas, pero al poco tiempo se enfrentó a la revolución de los pingüinos (movimiento de los estudiantes de secundaria, llamados así por sus uniformes) y a diferentes luchas obreras, la última de ellas en plena campaña electoral. Pronto quedó claro que no iba a seguir la senda más a la izquierda de gobiernos como el venezolano, el boliviano o el ecuatoriano.
La participación y los resultados
Las cifras de participación dicen mucho del descrédito de la "política oficial" para amplios sectores de la población. Para empezar, Chile es una democracia peculiar: si no te registras en el censo, no votas. De algo más de doce millones de potenciales votantes, sólo se inscribieron 7.145.485; menos que los inscritos para el plebiscito de 1988 (7.251.930). El censo lleva estancado veinte años. Si miramos a la juventud: ¡sólo un 19% de jóvenes hasta los 34 años se registró para votar!
Los resultados de los diferentes candidatos también arrojan luz. En la segunda vuelta, Piñera (3.582.800 votos, 51,60%) ganó por sólo 223.000 votos a Frei (3.359.801 votos, 48,39%). En realidad, Piñera tiene el apoyo de sólo el 28,66% del total de potenciales votantes, un "vuelco electoral" que tiene muy poco de vuelco.
A esto hay que añadirle un dato interesante: en la primera vuelta, los candidatos de "izquierda o centroizquierda" agruparon el 56% de los votos. ¿Cómo se explica esto? El Partido Socialista no realizó ningún proceso interno de elección del candidato, la dirección se limitó a aceptar a Frei como candidato de la Concertación. Esto provocó la aparición de una candidatura independiente desde dentro del PSCh, que ante capas importantes de trabajadores aparecía más nítidamente a la izquierda: Marco Enríquez-Ominami. Militante del PSCh, no aparece vinculado al ala más derechista de la dirección, ha hecho algunos guiños simpatizando con el gobierno de Chávez y también algunas críticas a la propia Concertación. Su candidatura obtuvo el 20,13% de los votos en la primera vuelta, la cifra más alta conseguida hasta ahora por una candidatura independiente, y que dice mucho de adónde miraban las masas y el potencial que hubiera tenido una candidatura del PSCh claramente a la izquierda.
La historia no se detiene. Piñera ha ganado estas elecciones, sí, la burguesía tiene planes muy concretos, igual que en el resto del mundo: cargar las consecuencias de la crisis en las espaldas de los trabajadores. Enfrente se va a encontrar a un movimiento obrero ante el que la Concertación ya no tiene la autoridad de antaño. Las contradicciones de clase y la polarización social se manifestarán más claramente. Y no deja de ser significativo que el primer gobierno de izquierda latinoamericano en caer haya sido el de Bachelet, precisamente el que aparecía más a la derecha en el continente.
En primer lugar, en la segunda y definitiva vuelta de estas elecciones se daba una peculiaridad que dificultaba una posible victoria de la izquierda, y era... que no había candidato de la izquierda. Piñera se enfrentaba a Eduardo Frei, del Partido Demócrata Cristiano, que fue presidente del país entre 1994 y 2000. ¿Cómo se ha llegado a esta situación? Veinte años de experiencia de la Concertación lo explican.
La experiencia de la Concertación
La Concertación es un frente electoral de varios partidos (fundamentalmente la democracia cristiana y el socialista) que tiene su origen en el plebiscito de 1988 sobre la permanencia de Pinochet en el cargo. Tras el fin de la dictadura, la burguesía intentó con la Concertación cerrar el paso a frentes de izquierdas que pudieran inspirarse en la Unidad Popular de Allende (entre PSCh y PCCh). Para ello contó con la inestimable ayuda del ala más derechista que dirige el Partido Socialista. Este modelo, una coalición absolutamente contra natura entre derecha e izquierda, se ha mantenido durante más de veinte años, ganando todos los procesos electorales hasta las municipales de 2008.
El apoyo de las masas a la Concertación en sus inicios era lógico: era vista como un primer paso frente a la dictadura. Después ya llegarían mejoras en las condiciones de vida, los derechos democráticos y el castigo a los responsables de la represión bajo Pinochet. Si bien es cierto que la economía chilena ha crecido y ha habido mejoras en las condiciones de vida de los trabajadores y las masas en general en Chile, no es menos cierto que las expectativas de cambio a la caída de la dictadura poco tenían que ver con los resultados que finalmente ha habido. De hecho, períodos como el gobierno de Frei se recuerdan sobre todo por la ola de privatizaciones.
La elección de Bachelet (PSCh) en 2006 volvió a generar expectativas, pero al poco tiempo se enfrentó a la revolución de los pingüinos (movimiento de los estudiantes de secundaria, llamados así por sus uniformes) y a diferentes luchas obreras, la última de ellas en plena campaña electoral. Pronto quedó claro que no iba a seguir la senda más a la izquierda de gobiernos como el venezolano, el boliviano o el ecuatoriano.
La participación y los resultados
Las cifras de participación dicen mucho del descrédito de la "política oficial" para amplios sectores de la población. Para empezar, Chile es una democracia peculiar: si no te registras en el censo, no votas. De algo más de doce millones de potenciales votantes, sólo se inscribieron 7.145.485; menos que los inscritos para el plebiscito de 1988 (7.251.930). El censo lleva estancado veinte años. Si miramos a la juventud: ¡sólo un 19% de jóvenes hasta los 34 años se registró para votar!
Los resultados de los diferentes candidatos también arrojan luz. En la segunda vuelta, Piñera (3.582.800 votos, 51,60%) ganó por sólo 223.000 votos a Frei (3.359.801 votos, 48,39%). En realidad, Piñera tiene el apoyo de sólo el 28,66% del total de potenciales votantes, un "vuelco electoral" que tiene muy poco de vuelco.
A esto hay que añadirle un dato interesante: en la primera vuelta, los candidatos de "izquierda o centroizquierda" agruparon el 56% de los votos. ¿Cómo se explica esto? El Partido Socialista no realizó ningún proceso interno de elección del candidato, la dirección se limitó a aceptar a Frei como candidato de la Concertación. Esto provocó la aparición de una candidatura independiente desde dentro del PSCh, que ante capas importantes de trabajadores aparecía más nítidamente a la izquierda: Marco Enríquez-Ominami. Militante del PSCh, no aparece vinculado al ala más derechista de la dirección, ha hecho algunos guiños simpatizando con el gobierno de Chávez y también algunas críticas a la propia Concertación. Su candidatura obtuvo el 20,13% de los votos en la primera vuelta, la cifra más alta conseguida hasta ahora por una candidatura independiente, y que dice mucho de adónde miraban las masas y el potencial que hubiera tenido una candidatura del PSCh claramente a la izquierda.
La historia no se detiene. Piñera ha ganado estas elecciones, sí, la burguesía tiene planes muy concretos, igual que en el resto del mundo: cargar las consecuencias de la crisis en las espaldas de los trabajadores. Enfrente se va a encontrar a un movimiento obrero ante el que la Concertación ya no tiene la autoridad de antaño. Las contradicciones de clase y la polarización social se manifestarán más claramente. Y no deja de ser significativo que el primer gobierno de izquierda latinoamericano en caer haya sido el de Bachelet, precisamente el que aparecía más a la derecha en el continente.