12-15-bachelet.jpg_88717827El domingo 15 de diciembre se celebraron en Chile la segunda vuelta de las elecciones presidenciales que han dado el triunfo a Michelle Bacehelet, candidata socialista de la coalición Nueva Mayoría. A continuación publicamos un análisis de la primera vuelta de las elecciones  presidenciales, en los próximos días completaremos este análisis con los resultados del pasado domingo.

El pasado 17 de noviembre se celebró la primera vuelta de las elecciones presidenciales en Chile. Tras una legislatura con la derecha en la presidencia, los sondeos daban como ganadora indiscutible en la primera vuelta a Bachelet obtuvo la victoria con casi el 47% de los votos, lo que le obliga a pasar a una segunda vuelta el 15 de diciembre con la candidata de la derecha, Evelyn Matthei, que obtuvo un 25% de los votos. A pesar de que Bachelet tiene asegurada la victoria, los resultados reflejan buena parte de los procesos de los últimos años en Chile.

Lo primero a destacar es la contundente derrota de la derecha. Hace cuatro años, los medios de comunicación (y parte de la izquierda) se empeñaban en explicar la victoria de la derecha como un giro a la derecha en la sociedad chilena. Entonces ya señalamos lo falso e interesado de ese análisis. La realidad, la lucha de clases, se ha encargado en este período de contestar el recurrente argumento del “giro a la derecha”.

En mayo de 2011 dio comienzo una auténtica explosión social, que empezó con una lucha educativa y se extendió hasta fundirse con el movimiento obrero en dos paros nacionales de 48 horas en agosto y octubre de ese año. Para la prensa burguesa, los resultados de estas elecciones se explican con afirmaciones como que “los reclamos de equidad del movimiento estudiantil que surgió en 2011 calaron hondo en la clase media chilena y la derecha no supo tomarles el peso” (elpais.com, 13/11/13); analistas y asesores de la derecha aún intentan entender cómo ha sido posible este varapalo electoral con las cifras económicas tan positivas que ofrece el país, por ejemplo, un crecimiento medio anual del 5,5%, una inflación controlada o un desempleo del 5,7%.

Lo que hay detrás, tanto de la derrota de la derecha como de esas cifras supuestamente positivas, es la mentira del llamado milagro chileno, el modelo económico de liberalismo a ultranza (es decir, privatizaciones masivas: sanidad, educación, pensiones, empresas públicas…) que implantó la dictadura pinochetista y que veinte años de gobiernos socialdemócratas de la Concertación han sido incapaces de desmantelar.

Ese supuesto milagro esconde, por ejemplo, que según la OCDE Chile tiene el mayor índice en desigualdad de ingresos y de oportunidades entre los países miembros; ocupa el tercer lugar en el ranking de pobreza, con un 18,9%, o que el 38% de la población dice que con sus ingresos no alcanza para sus necesidades básicas. El propio presidente Piñera tuvo que reconocer en septiembre de 2011, en medio de las movilizaciones masivas, la profunda desigualdad que caracteriza a Chile: “admito que la brecha de desigualdad en el país es escandalosa”. De hecho, antes de las elecciones, el gobierno había fijado el año 2018 como el objetivo para alcanzar el estatus de país desarrollado.

Por otro lado, esta situación también ha tenido como consecuencia un proceso de “desafección” de la política oficial similar al de muchos países europeos. La abstención en esta primera vuelta ha sido de un 50% del censo, pero en las municipales de 2012 aún fue mayor: un escandaloso 60%.

Nuevo gobierno de Bachelet

El proceso en la izquierda tiene muchos puntos de interés, así como las perspectivas que se abren para su gobierno. Por un lado, las masas en Chile ya han pasado por la experiencia de Bachelet en el gobierno, un gobierno que generó muchas expectativas en su elección en 2006 pero fueron rápidamente defraudadas, dando lugar a la victoria de Piñera. De cara a estas elecciones, la Concertación (coalición fundamentalmente del Partido Socialista con la Democracia Cristiana) se ha transformado en la Nueva Mayoría, abriéndose al Partido Comunista y a algunos pequeños partidos, en un intento de aparecer como algo más plural y a la izquierda. Pero han sido muy claros en sus declaraciones: “En el entorno de la expresidenta sostienen que pretende llevar adelante su paquete de reformas profundas, pero gradualmente, cuidando la gobernabilidad y sin renunciar a acuerdos políticos con la derecha en el Congreso, que fue uno de los sellos de los Gobiernos de la Concertación (1990-2010). Quiere evitar escenarios de polarización y no está en un registro ni revolucionario ni chavista, afirman sus colaboradores cercanos. (…) Recalcan que su programa de Gobierno no contempla bajo ninguna circunstancia socavar las bases del modelo chileno, una economía de mercado heredada del régimen de Pinochet” (elpais.com, 18/11/13).

Bachelet afirma que su programa gira en torno a tres aspectos: la educación, con el objetivo de que sea gratuita en seis años y la vista puesta en desactivar las posibles movilizaciones estudiantiles; la reforma fiscal, es decir, subir los impuestos a los ricos para pagar esa educación gratuita; y una nueva constitución. Es el viejo sueño socialdemócrata –de hecho ha puesto como modelo los países nórdicos— que no ha sido posible en ningún país del mundo, y en aquellos donde se intentó se está desmantelando.

Por su parte, el Partido Comunista ha duplicado su grupo parlamentario, pasando de 3 a 6 diputados. Los tres nuevos asientos han sido ganados por la secretaria general de las Juventudes Comunistas (Karol Cariola), por la dirigente estudiantil Camila Vallejo y por Daniel Núñez. Vallejo y Cariola fueron las más votadas en sus zonas (43,7% y 38,5% respectivamente). Estos datos apuntan en la línea de que las candidaturas vinculadas a la lucha sí conectan, arrastran más participación y son capaces de ganar elecciones.

El futuro que se abre al previsible gobierno de Bachelet tras el 15 de diciembre va en la dirección de otros países latinoamericanos. A pesar de que la prensa burguesa se empeñe en definir la economía chilena con adjetivos como “abierta, musculosa, eficiente y competitiva”, tiene que acabar rindiéndose a la evidencia y reconocer su “alta dependencia del cobre”, es decir, de la exportación de esa materia prima. En pocos años, el principal destino de esa exportación ha girado hacia Asia (el 49% del total en 2010) y principalmente China (el 24,43%). Un frenazo en la economía china tendrá consecuencias negativas en el precio del cobre. A su vez, veremos cómo reaccionan los capitalistas chilenos a la pretensión de Bachelet de hacerles pagar vía impuestos la gratuidad de la enseñanza.

La derecha ha sufrido una derrota contundente y ventila sus divisiones en público. La izquierda llega al gobierno al calor de una movilización social sin precedentes desde la caída de la dictadura. Tiene la fuerza para gobernar para los jóvenes y trabajadores que le han votado y desmantelar la herencia de la dictadura, pero Bachelet ha dejado claro hasta dónde piensa llegar y qué líneas no tiene intención de cruzar. El Partido Comunista ha crecido en apoyos y ha afirmado, junto con la CUT, que no renuncia a la movilización si las promesas de cambios profundos se incumplen, en el próximo período tendrá que se ser consecuente con eso.

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